América Latina en PISA: ¿cerca del piso internacional?
Diciembre 26, 2007

pisa.jpg El colega Jeff Puryear, Vice Presidente de Políticas Sociales del Diálogo Inter-Americano, con sede en Washington D.C., comparte sus reflexiones sobre los resultados del reciente examen PISA, publicadas en el Latin America Advisor del 17 de diciembre de 2007.
Ver texto completo más abajo.
La pregunta que se formula Jeff Puryear es la siguiente: por qué a los países latinoamericanos que participan en PISA les va mal.
He aquí, en un párrafo, su respuesta:
There is no single answer, and most Latin American countries clearly can’t expect to do as well as wealthy countries such as Finland any time soon. Still, it is telling that Latin America has failed to put into place a number of components that are common in the world’s high-performing school systems. These include: world-class standards (especially in reading and math); incentives to get and keep first-rate teachers; mechanisms to make teachers effective instructors; special attention to students who fall behind; and universal pre-school.
Compartimos con Jeff Puryear que en América Latina faltan estándares exigentes; incentivos para atraer y retener a profesores del mejor nivel, dotados de las adecuadas estrategias de instrucción; atención especial para los alumnos rezagados y un servicio preescolar universal (de calidad).
Dicho esto debe agregarse, sin embargo, que faltan además:
— una mayor y mejor inversión pública en el sistema escolar, que se traduzca en un gasto sustantivamente más alto por alumno, especialmente en el caso de aquellos provenientes de hogares más pobres;
— Redes de apoyo para las familias e hijos que se hagan cargo de compensar desigualdades desde el nacimiento de los niños y hasta su ingreso al preescolar;
— Ministerios de Educación modernos, profesionalizados, con los necesarios conocimientos e instrumentos para operar con efectividad sus políticas, normas y regulaciones;
— Un sistema nacional de evaluación de la calidad de los colegios, de carácter profesional e independiente, que no sólo informe a las familias y comunidades sino que sirva, además, para identificar los problemas de las escuelas y ayude a resolverlos;
— Medidas suficientemente fuertes para hacerse cargo de los miles de colegios que en América Latina están imposibilitados hoy de alcanzar “world-class standards”.
En efecto, nada sacaría América Latina hoy con imponerse altos estándares –competitivos internacionalmente– si acaso éstos no se acompañan con un gasto “internacionalmente competitivo”, especialmente para los alumnos pobres, y si a éstos no se les apoya –junto a sus familias– desde el primer día.
Dicho en otras palabras: la escuela, por sí sola, no puede contrarrestar las desigualdades de origen social y cultural, que es el MAYOR PROBLEMA y DESAFÍO que enfrentan los sistemas escolares de América Latina.
Por eso mismo resulta ilusorio comparar el rendimiento de los sistemas latinoamericanos –plagados de brechas de desigualdad– con el rendimiento de sistemas como Finlandia y los demás países igualitarios socialmente, entre los que se cuenta, por ejemplo, a la mayoría de los países de Europa del Este.
Basta tomar como ejemplo el caso de los EE.UU. Siendo éste uno de los tres países que más gasta por alumno en el mundo, sin embargo sus resultados están lejos de alcanzar el nivel de aquellos de Corea, Japón, Canadá o Finlandia, justamente porque su sistema –a diferencia de la mayoría de los países de la OECD– debe compensar fuertes desigualdades sociales que allá –en esos otros países– son mucho mucho menores. De modo que si se compara el “value for money” producido por el sistema de los EE.UU. con el coreano, por ejemplo, el primero sale muy mal paradao a primera vista. Sin embargo, se justifica en buena medida el mayor gasto del países del norte
porque es “más caro” educar en condiciones de desigualdad que hacerlo en condiciones igualitarias. (Esto, sin
entrar aquí en la importancia que tienen las culturas nacionales para la producción de los resultados escolares. Los países “confusianos”, qué duda cabe, tienen una “ventaja cultural sobre otros que no parece ya posible desconecer).
Con todo, y a pesar de su incontrarrestable poder económico, a EE.UU. no le ha sido posible compensar y corregir las desigualdades de su sociedad a través de las escuelas, ni los resultados de sus alumnos (especialmente afro-americanos e hispánicos) han mejorado significativamente con la política de “estándares exigentes” perseguida por la Administración Bush.
De modo tal que las tareas de América Latina en el campo de la educación son mucho más complejas y difíciles de lo que sugieren las interesantes reflexiones de Jeff Puryear.
Recursos asociados
PISA 2006: ¿Catástrofe o euforia?, 9 diciembre 2007, columna de opinión de J.J. Brunner
PISA-2006: el debate chileno sobre los resultados día a día, 9 diciembre 2007
PISA 2006: debate en Chile y en otros países, 9 diciembre 2007 (Incluye el Informe PISA – 2006, de la OECD).
América Latina: El futuro de la educación y los desafíos de la investigación educativa, 9 diciembre 2007, Presentación de J.J. Brunner


Six Latin American Countries’ Test Scores Near Bottom—Again
Originally published in Jeffrey Puryear’s monthly “Human Capital” column for the Dialogue’s daily Latin America Advisor on December 17, 2007.
WASHINGTON, DC—Once again Latin America has scored near the bottom in a major international test of student achievement. How should we interpret its poor showing?
The test—the Program in International Student Achievement (PISA)—is run by the Organization for Economic Cooperation and Development (OECD) and compares the reading, mathematics, and scientific skills of 400,000 15-year-olds in 57 countries making up nearly 90 percent of the world economy. Finland and South Korea generally scored at the top, followed closely by Canada, Hong Kong, Japan, and New Zealand. The six Latin American countries that participated (Argentina, Brazil, Chile, Colombia, Mexico, and Uruguay) all had relatively low scores, ranking firmly in the bottom third.
Chile topped its neighbors in science and reading, and was second-highest in the region (behind Uruguay) in mathematics. Several of the Latin American countries showed progress compared to previous years (Chile in reading; Brazil, Mexico, and Uruguay in math). Argentina, on the other hand, scored lower than it had in earlier tests.
But the real story is Latin America’s uniformly poor performance compared to the rest of the world. In science, only Chile and Uruguay had any students at all who reached the highest level (0.1 percent), compared with the OECD average of 1.3 percent. By contrast, well over a quarter of students from Argentina, Brazil, and Colombia, and nearly 20 percent from Mexico, scored at the lowest level in science (which the OECD characterizes as “not able to participate actively in life situations related to science and technology”). Scores in reading and math showed similarly disturbing results.
Most worrisome is that other countries at similar income levels are doing better than the best performers in Latin America. Poland and Estonia, which have per capita incomes comparable to the Latin American participants, scored at or above the OECD mean in all three subjects, whereas Latin America consistently scored well below the OECD mean. Poland, in fact, not only scored well, but improved more overall than any other participating country since the PISA exam of 2000.
Why doesn’t Latin America do better? There is no single answer, and most Latin American countries clearly can’t expect to do as well as wealthy countries such as Finland any time soon. Still, it is telling that Latin America has failed to put into place a number of components that are common in the world’s high-performing school systems. These include: world-class standards (especially in reading and math); incentives to get and keep first-rate teachers; mechanisms to make teachers effective instructors; special attention to students who fall behind; and universal pre-school.
Latin America’s poor performance in the PISA exam signals clearly that its schools are not providing children with an internationally competitive education, and are unlikely to contribute much to reducing poverty or inequality. Until leaders decide to invest the political and financial resources necessary to adopt and implement policies that have shown success elsewhere, the region’s performance in international student achievement tests like PISA is unlikely to improve.
Jeffrey Puryear is Vice President for Social Policy at the Inter-American Dialogue.

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