“El sistema educativo tradicional es un espacio de disciplinamiento del patriarcado”
Marzo 18, 2022

Captura de pantalla 2016-09-02 a las 3.53.58 p.m.Lorella Lopresti, profesora feminista: “El sistema educativo tradicional es un espacio de disciplinamiento del patriarcado”

Directora y cofundadora del primer colegio que se declaró antipatriarcal en Chile -Andino Antuquelén-, la profesora Lorella Lopresti dice que la educación no sexista es un primer paso para visibilizar todas las prácticas machistas, misóginas y discriminatorias en la sociedad.

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Para conmemorar el 8 de marzo recién pasado, el Colegio Andino Antuquelén hizo una huelga feminista: el cuerpo docente femenino no fue al establecimiento, sino que hicieron una jornada para conversar de las múltiples violencias que ha vivido la mujer a lo largo de la historia, y de cómo seguir actuando para que ojalá ninguna niña más las viva. Y por otra parte, todos los profesores hombres se hicieron cargo por completo del colegio durante ese día, organizando talleres para los y las estudiantes sobre temáticas relacionadas a la desarticulación de discursos patriarcales.

El 8M en el Andino Antuquelén jamás es un día como cualquier otro. Por algo fue, en 2018, el primer establecimiento escolar en declararse antipatriarcal y poner este concepto como uno de los ejes de su programa educativo. En años anteriores, las chicas y disidencias de 1° a 4° medio se instalaban en la plaza de la comuna -San José de Maipo- para hacer talleres sobre acoso callejero. “El 8M es un día para recuperar nuestra historia, reconocer nuestras luchas, recordar a las mujeres inspiradoras que han sido invisibilizadas pero, por sobre todo, es un día para identificar aquellas cuestiones que −a pesar de nuestra resistencia− se mantienen, tanto en la escuela como en la sociedad. Identificar aquellas prácticas y discursos machistas, misóginos y patriarcales que de alguna manera todas y todos tenemos, porque somos hijas e hijos de este sistema”, dice Lorella Lopresti, profesora de historia y geografía, feminista y directora desde 2002 de este colegio, del cual además es cofundadora.

Lorella se vinculó al feminismo en pregrado, cuando estudiaba pedagogía. Con un grupo de compañeras se cuestionaban el uso de la palabra y el trato que recibían las mujeres de parte de sus mismos compañeros. Comenzaron a leer a Simone de Beauvoir y a conocer a mujeres que participaban en movimientos políticos que ya se definían feministas. “Nuestra urgencia era que las mujeres reconocieran que habían muchas otras que habían hecho cosas muy significativas en materia de derechos y que habían permitido que las mujeres accedieran a distintos espacios educativos y laborales”, dice. Con esa mirada, y junto a Edda Gaviola, Ximena Jiles y Claudia Rojas, en 1986 publicó el libro Queremos votar en las próximas elecciones: historia del movimiento femenino chileno 1913-1952. Un texto fundamental si se trata de entender al feminismo en Chile, y que sigue vigente 35 años después.

Siempre trabajando en educación, cuando llegó la hora de que su hijo mayor asistiera al colegio se cuestionó el sistema tradicional. Era 1999, y se propuso junto a un grupo de madres y padres fundar un colegio que tuviese una visión distinta a la tradicional: un proyecto horizontal, que cuestionara las relaciones de poder que se dan en ambientes educativos, donde el dinero no fuera una exclusión y donde quien llegara se sintiera acogido. Ese año partieron con 14 estudiantes; hoy son 310.

Educación patriarcal

“Creo que la educación es un espacio de disciplinamiento patriarcal muy potente, donde el orden y la obediencia son fines en sí mismos, más que ser medios para lograr acceder a ciertos objetivos pedagógicos”, dice Lorella. Son esas relaciones de poder las que esta profesora ha cuestionado incansablemente. En el colegio que dirige, por ejemplo, los más pequeños le llaman Loly y todos -docentes y estudiantes- se llaman por el nombre de pila. “Hemos deconstruido las poesías y los juegos infantiles; hemos cuestionado el uso de los espacios en la escuela, como por ejemplo cuánto tiempo usan la cancha los varones y las mujeres. Nos interesa visibilizar especialmente dos prácticas patriarcales: el adultocentrismo y el androcentrismo”, comenta la docente. “Hay que revisar el lenguaje. Hay que distinguir y validar todas las expresiones sexogenéricas. El binarismo de género ha hecho mucho daño en las escuelas, es muy evidente aquello de que hay profesores y profesoras que ponen más énfasis en que algunas asignaturas son más fáciles para un género”, puntualiza. No necesariamente ha sido fácil plantear esta perspectiva en la comunidad educativa, ni tampoco todas las familias han comprendido el por qué un colegio se declara antipatriarcal. “Pero sí creo que la mayoría lo acepta, porque se dan cuenta de que sus hijos e hijas se empiezan a cuestionar no solo lo que dice relación con las perspectivas de género, sino las relaciones jerárquicas y relaciones de poder que pueden estar instaladas en muchos. No solo en la escuela, sino también en las familias”, cuenta Lorella.

Ad portas de cumplir 60, Lorella Lopresti dice que está en la etapa en que hay que dejar espacio para que los más jóvenes asuman el liderazgo. “Pero jamás me voy a desvincular de este proyecto, porque aportamos a la discusión y al territorio, porque niños y niñas vienen contentos y contentas a la escuela y porque los invitamos a ser lo que quieran ser. Incluso cuando eso implique resistir todo mandato cultural. Estaré vinculada a este proyecto hasta que mis fuerzas lo permitan”.

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