¿Es la gratuidad la solución?
Octubre 1, 2011

chile-movimiento-estudiantil-fidel-ernesto-vasquez.jpg Mis respuestas a un cuestionario de prensa sobre el tema y, más abajo, un reportaje de El Mercurio sobre este tópico.
-¿Es viable que exista educación gratuita para todos?
La prioridad ética y política del país debiera ser asegurar en los niveles de pre-primaria y de la educación obligatoria la gratuidad de una educación de calidad. Es lo único y más decisivo para aumentar el potencial de la educación de compensar desigualdades de la cuna. Es viable si sostenidamente se aumenta el gasto en la subvención escolar y éste incremento se combina con aumentos de la subvención preferencial. Dependiendo del plazo en que se quiera llegar a la meta depende la magintud del esfuerzo financiera que se deba hacer. Todos juntos –movimientos estudiantiles y sociales, gobierno, oposición, docentes y académicos– debieramos empujar esta primera, impostergable, prioridad. En el nivel de la educación superior, establecer la gratuidad no solo es inviable (si se atiendo a la primera prioridad) sino, además, regresivo.
-Con el nivel de desarrollo actual del país, ¿Hasta qué quintiles de ingreso podría llegar la gratuidad?
Repito: a todos los quintiles en el caso de la educación inicial y obligatoria. En la educación superior, los alumnos con méritos académicos provenientes de los dos primeros quintiles debieran acceder a becas de arancel y de subsistencia. Los del tercer quintil a becas de arancel. Los demás a un esquema de crédito bien estructurado y a programas especiales de becas (como hoy existe, por ejemplo, en el caso de los estudios de pedagogía).
-¿Cuál es la experiencia internacional?,
La gratuidad de la educación obligatoria es la regla en los países de la OCDE y funciona perfectamente bien, claro que sobre la base de un esquema impositivo mucho más exigente que el chileno y con estándares y exigencias de desempeño y rendición de cuentas también más elevadas para los colegios. En el caso de la educación terciaria, la tendencia de la última década entre los países de la OCDE es a combinar el susbidio fiscal con el cobro de aranceles para el financiamiento de las instituciones (Australia, Canadá, EEUU, Holanda, Gran Bretaña, Irlanda, etc. Allí donde aun se mantiene la gratuidad de la enseñanza de pregrado (países nórdicos, Grecia, España, etc.) lo gobiernos ponen altas exigencias a las instituciones públicas, miden su desempeño, participan en su coducción y esperan un retorno social significativo para el país.
¿Cómo funciona la gratuidad en países donde está vigente?
En América Latina funciona, en general, regresivamente pues la tasa de participación promedio es de alrededor de 35% (es decir, 35 de cada 100 jóvenes de la cohorte en edad de cursas estudios superiores efectivamente llega a matricularse), lo cual significa que ese grupo relativamente privilegiado termina siendo subsisidado con el dinero proveniente de toda la población que paga impuestos. Dadas las fuertes desigualdades en la sociedad, en la educación escolar y en las posibilidades de eludir y evadir el pago de tributos, la gratuidad de la enseñanza terciaria para los grupos privilegiados significa añadir un privilegio más a las ventajas que ya detentan. Es el efecto Mateo en su expresión más sublime: aquellos que tienen reciben más, y los que tienen poco, inlcuo ese poco les es quitado.
-¿Le parece que un crecimiento de 7,2% en el presupuesto de educación de 2012 permite avanzar hacia la gratuidad?
La propuesta de gasto del gobierno es limitada, para no decir mezquina. Debiera aumentarse el gasto, en lo posible, y destinarse la mayor parte del incremebto, a ampliar y asegurar la gratuidad de la educación inicial y pbligatoria en favor de un número creciente de infantes, niños y jóvenes hasta cubirir a todos, sin excpeción. En la educación superior, la gratuidad debiera alcanzar únicamente a los que tienen las mayores necesidades (tres quintiles inferiores).
-¿Qué readecuaciones presupuestarias deberían hacerse en Chile para lograr educación gratuita?
Si se desea avanzar más rápido hacia la gratuidad de la educación inicial, primaria y secundaria (el ciclo obligatorio completo) es inevitable ampliar la base de ingresos del Estado para así aumentar su capacidad de gasto sin comprometer el futuro de la economía y la estabilidad de las familias. Esto significa implementar una reforma tributaria realizada con base a acuerdos técnicos y políticos suficientemente amplios, al mismo tiempo que se lleva a cabo una reforma a la gestión de las escuelas municipales y del entorno regulatorio del sistema escolar, poniendo en marcha la Agencia de Calidad y la Superintendencia de Educación.
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Debate sobre el primer tema de la mesa entre los estudiantes y el Ejecutivo: Expertos afirman que lo prioritario es dar gratuidad en nivel parvulario y escolar, y abogan por becas a los más pobres en educación superior
Beyer, Bellolio, Brunner, Elacqua y Waissbluth analizan una de las mayores demandas estudiantiles. Para unos es “inviable” en las circunstancias actuales. Para otros es, simplemente, “injusta”.
A. Muñoz, N. Yáñez y M. Fernández, El Mercurio, 1 de octubre de 20112
“No puede haber educación gratis para todos”. Claro fue el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, en una de las entrevistas que dio para hablar del proyecto de ley de Presupuesto 2012.
No es primera vez que una autoridad de gobierno lo dice. Antes fue el propio Presidente Sebastián Piñera, quien el 11 de agosto afirmó que “al fin y al cabo nada es gratis en esta vida”.
La gratuidad de la educación será el primer tema que debatirá la recién constituida mesa de diálogo Gobierno-estudiantes. Pero, ¿es viable en Chile que todos estudien gratis? Los expertos tienen opiniones divididas.
“La gratuidad costaría US$ 4.300 millones”, dice el subdirector del CEP, Harald Beyer, tomando como base la encuesta Casen 2009 sobre lo que declaran pagar los estudiantes, entre otros factores. “Juntar esa plata es posible, pero en un país con esta desigualdad, la pregunta relevante es si eso es conveniente. Una gran parte de los egresados de la educación superior van a ser de altos ingresos y, por tanto, no es una inversión que ayude a producir mucha igualdad”, agrega.
Cree que el ideal en educación superior es un crédito que se pague luego del egreso por un número razonable de años, y que corresponda a un porcentaje de sus ingresos. Ahí, “la gratuidad opera ex-post si la persona no tiene ingresos suficientes”.
José Joaquín Brunner, del Centro de Políticas Comparadas en Educación de la UDP, cree que la gratuidad (y la calidad) es una “prioridad ética y política” totalmente viable en educación parvularia y escolar. De hecho, en esos niveles es partidario de que favorezca a todos, sin importar su nivel social. Sin embargo, “en el nivel de la educación superior la gratuidad no sólo es inviable (si se atiende a la prioridad anterior) sino, además, regresiva”. Ahí apoya las becas para el 60% más pobre y mejores créditos y programas especiales de becas para el resto.
Una opinión similar tiene Gregory Elacqua, director del Instituto de Políticas Públicas UDP: “No es viable que exista educación superior gratuita hasta que tengamos mayor cobertura en preescolar y un estándar de calidad más exigente en el sistema escolar. En términos de financiamiento público, gastamos sólo un tercio por alumno de lo que gasta el promedio OCDE en prebásica y básica, y un cuarto de lo que gastan los países industrializados en media”.
Para Jaime Bellolio, subdirector de la Fundación Jaime Guzmán, la pregunta que hay que hacerse es “si es justo o no”. A su juicio, “la educación gratuita para todos es un discurso populista y tremendamente injusto”, pues “no es razonable que queramos hacer pagar a los más pobres la educación de los más ricos”.
Con una carga tributaria del 19% del PIB, como la chilena, “no es viable”, afirma Mario Waissbluth, coordinador nacional de Educación 2020. Afirma que sería factible si el país tuviera un modelo socialdemócrata con tasas tributarias del 35% del PIB. Coincide en que la prioridad debe ser la gratuidad en los jardines infantiles y en la educación escolar: eso pasa, dice, por suprimir el financiamiento compartido elevando la subvención base a $80 mil y a entre $130 mil y $140 mil para los más vulnerables.
A nivel de educación superior, propone dar a todo quien lo pida un primer año gratis en que haya una nivelación de las carencias educativas y se oriente a los alumnos hacia oficios y carreras de excelencia. “Ingresar alumnos que no entienden lo que leen (40% del total) directamente a una educación superior extremadamente profesionalizante será una fuente de frustración para ellos y una pérdida de recursos para el Estado”, afirma. Para el resto de las carreras, apuesta por becas y créditos blandos. Sus ideas, estima, implican un aumento del gasto de entre 2 y 2,5% del PIB.
Ese monto es bastante superior al que prevé el Presupuesto 2012 y ningún especialista estima que el aumento de 7,2% garantice educación de calidad gratuita en ningún nivel. Incluso, para Brunner, la propuesta del Gobierno “es limitada, para no decir mezquina”. Beyer sostiene que “el aumento presupuestario permite avanzar en más becas, pero no está pensado para una política masiva de gratuidad”.

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