Entrevista con G. Pardo sobre Presidente Boric
Septiembre 24, 2023

Logo El MercurioEl intelectual José Joaquín Brunner, académico de la UDP y exministro:

“Me preocupa que el Presidente entienda que él, más que el aplauso militante, necesita congregar transversalmente a la ciudadanía”

El académico analiza la figura presidencial que, en su opinión, se debate en un anhelo de rebeldía mientras es al mismo tiempo la máxima autoridad del país. Destaca su defensa de la democracia, pero critica una suerte de identificación anacrónica con Allende.

Gabriel Pardo, 24 de septiembre de 2023

José Joaquín Brunner ha sido reconocido como político, llegando a ser ministro del gobierno de Eduardo Frei-Ruiz Tagle, pero también como un prolífico intelectual.

Autor de numerosos libros a lo largo de su carrera —como “Globalización y posmodernidad”, “Educación e internet, ¿la próxima revolución?, “Educación Superior en Chile”, “Los intelectuales y las instituciones de la cultura”—, ha seguido los fenómenos sociales y políticos con aguda pluma, siendo también columnista de “El Mercurio”.

El sociólogo, PhD de la Universidad de Leiden y académico de la U. Diego Portales ha escrito también sobre la generación frenteamplista que llegó a La Moneda.

Por esos días, señaló en “El Líbero”, en torno a la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, que “el doble puente Boric-Allende, Frente Amplio-UP resulta anacrónico, pues reúne ficticiamente a dos comunidades imaginadas de izquierda que se hallan separadas por un abismo” y que pese a lograr la declaración conjunta de los expresidentes, quedó “un escenario de renovada división política y emocional”.


¿Qué le parece que los partidos del Frente Amplio estén convocando a una manifestación de apoyo al Presidente Boric para el próximo fin de semana en las afueras de La Moneda?

—Las manifestaciones pacíficas son un elemento normal de las democracias. En cambio, me preocupa que el Presidente entienda que él, más que el aplauso militante, necesita congregar transversalmente el apoyo de una ciudadanía que está cansada y frustrada con la clase política y espera efectividad del Gobierno.

Usted escribió un artículo reciente que el Presidente alude recurrentemente a “la rebeldía” en sus discursos.¿Qué dice del mandatario esta actitud?

—Es un elemento de la figura del Presidente que es interesante. Uno de los rasgos es esta tensión entre una autoidentificación como rebelde que a él le nace espontáneamente en muchos momentos. En discursos, en entrevistas, en la forma en que se identifica con personajes rebeldes de la poesía o de la política. Es una de las raíces culturales y psicológicas de su ser de izquierda. Pero, por otro lado, él es responsable principal de la gestión de un gobierno, que es una compleja e intrincada burocracia. No hay nada más polarmente separado que la rebeldía y la burocracia. A estas alturas yo creo que él sabe que no tiene resolución. Cuando él les dice a sus compañeros en esa reunión de Convergencia Social en la que los llama a ser rebeldes en el Gobierno es como un llamado nostálgico. Él seguramente se da cuenta de que eso no es posible. Ellos son burócratas que tienen que cumplir con efectividad y eficiencia el manejo de los problemas del país.

“Llegaron desconectados de la realidad”

Este ideal rebelde en él y en sus partidarios, ¿qué tensiones puede llevar hacia el propio gobierno?

—Lo que define las cosas en términos del ejercicio de la política en el Gobierno son las prácticas. Uno necesita construir relatos, pero lo que prima son las prácticas de administración. Son 15 a 18 horas al día dedicado a eso. Creo que eso lo resolvió bien la Concertación al darse cuenta de que tenía que administrar de la mejor manera el poder y asociar al máximo de voluntades políticas en consensos importantes. Por eso todos mirábamos a una figura que en su vida fue un rebelde, como Edgardo Boeninger, con una vida muy difícil en la infancia, pero entendiendo a la vez que una cosa era la rebeldía cultural, pero lo otro era su enorme capacidad de gestionar. Alguien que entendió que la política en ese nivel de conducción del Estado es una práctica permanente de gestionar cosas.

Boric y el Frente Amplio, en cambio, llegaron rápidamente al poder. ¿Eso ha generado costos?

—Él encabezó una renovación generacional. La política en Chile después de los 17 años y luego de los 25 en que estuvo la Concertación venía agotada. Una misma generación venía interviniendo desde los 60 en la política. Era interesante que apareciera una nueva figura. El lado malo es que su única experiencia política era de protesta y de movilización en las calles como dirigentes estudiantiles y algo de participación en el Parlamento. Eso le ha costado muy caro al Presidente y a su grupo. Se hicieron cargo de algo que no lograron inicialmente administrar, los equipos quedaron mal conformados, el primer anillo de la alianza FA y PC fue insuficiente. Tuvieron que llamar a quienes hacía algunos meses habían criticado duramente.

Usted señala que llegaron algo desconectados de la realidad.

—Efectivamente, ideológicamente llegaron desconectados de la realidad, pensando que el 18 de octubre era el antecedente real de su llegada al gobierno y que la Convención Constitucional iba a ser realmente el artífice que iba a poner el hito principal sobre el cual el Gobierno se iba a parar. Todo eso era equivocado.

¿Se equivocaron en pensar que el 18 de octubre era una especie de punto de partida o hito fundante?

—No tengo ninguna duda. Por ello algunos hablábamos del octubrismo como algo que pervivió al 18 de octubre. Quedó un eco muy potente que ideológicamente suponía una especie de proyecto refundacional, maximalista que se tradujo en mucho del lenguaje y en los artículos del proyecto constitucional. Se trató de un intento simbólico de rehacer Chile en el papel. Muchos en el gobierno dieron a entender que el Gobierno empezaba después de la votación de septiembre. Luego la sociedad se convenció rápidamente, y eso se manifestó en el rechazo a la Convención, que también fue un rechazo al Gobierno. Fue un momento que le cambió el destino al Gobierno, y desde ese momento ha dejado de tener el control de la agenda.

Usted recuerda que el Presidente Boric citó a Salvador Allende señalando que “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. ¿Esa constante cita e identificación con el exmandatario qué le dice?

—Lo veo como parte de sensibilidad poética que le gusta al Presidente reclamar para sí mismo. Pero es completamente disonante. Es un gesto romántico y juvenil para alguien que ya no es tan joven como el Presidente se sentía el día en que llegó al Gobierno. Políticamente es un desvarío porque efectivamente no hay ninguna relación entre lo que era el país de los años de Allende. No hay nada que se parezca a esa Unidad Popular, a lo que hay hoy en este país, con este Frente Amplio. Estos momentos simbólicos de rebeldía de él.

De alguna manera se ha buscado reivindicar el gobierno de Allende…

—Pero plantear a estas alturas que el gobierno de Allende no era nada más que socialdemócrata y que quería hacer una gran transformación del país estrictamente dentro de la institucionalidad es de una ingenuidad total. Todo el mundo que quiere hablar seriamente de estas materias sabe que eso no es cierto.

Boric lo que hace es aprovechar su propia sensibilidad poética y construir un minirrelato. “Aquí hay una continuidad de un hombre que luchó por sus ideales y yo soy un heredero de eso”. Con lo cual vuelve a cometer un error al saltarse los años intermedios, donde ya la izquierda había experimentado una completa renovación y había hecho, si uno lee a Moulian y a otros, una profunda autocrítica de la UP. Es anacrónico lo que está haciendo Boric.

Para el Presidente y figuras del Frente Amplio, el boliviano Álvaro García Linera, exministro de Evo Morales, es uno de los referentes y él todavía habla, en otros términos, del concepto de “revolución” en sus escritos.

—Si uno mira bien a esta generación, partiendo por el Presidente, y a los que están escribiendo como Noam Titelman, no hay nada más lejano a cualquier influencia marxista clásica o neomarxista. No la tienen. No es parte de la cultura del FA. El FA culturalmente es muy posmoderno, de collage, donde pueden citar García Linera, pero no lo está citando en serio, porque efectivamente lo de García Linera lleva totalmente en otra dirección, que mantiene un pensamiento revolucionario propio del siglo XX, con otros ingredientes claro. Ya no es clase social sola, sino que también pueblos originarios y etnias. Eso tiene que ver más con la ambigüedad del FA como organización política a comienzos del nuevo siglo, que claramente todavía no tiene una ideología clara. Tengo la impresión de que cuando hablan de revolución lo usan a la manera en que usan la figura cultural del rebelde. Tengo la impresión de que lo que han ido haciendo en el gobierno tiene que ver más con un filón socialdemócrata.

El mandatario suele decir que los problemas de la democracia se defienden con más democracia.

—Esas son esas típicas frases que mientras no se expliquen no dicen mucho, pero por lo menos muestran un ánimo. Imagino que el Presidente no cree, como creíamos en los tiempos de la UP, que la democracia liberal es esencialmente burguesa.

—¿Cómo vio la figura presidencial en la gira a EE.UU.? Recibió críticas por no condenar a Cuba y Venezuela, pero sí al régimen de Nicaragua.

—La gira del Presidente a las Naciones Unidas me pareció representativa del mejor Boric, que busca conciliar un mensaje internacional de compromiso con la democracia y los DD.HH., de urgencia frente al calentamiento global, de alineamiento antidictatorial en América Latina y de encuadramiento dentro de las corrientes culturales de un progresismo que anda a la búsqueda de su identidad. Más importante que la omisión de Cuba me pareció su solidario saludo al Presidente Zelensky. También me parecieron equilibradas sus menciones a la intervención del gobierno de EE.UU. en el golpe de Estado del 73, en la propia casa del dragón.

Uno de los temas que marcaron la semana fueron los debates al interior del Consejo Constitucional. ¿Cómo analiza el futuro del proceso?

—Creo que la más reciente evolución del debate constitucional es muy negativa. Nuevamente la mayoría busca imponerle su sello ideológico a nuestra Carta Fundamental, transformándola en una ley militante; una estrecha casa con acceso solo para unos pocos amigos, parientes y feligreses. El mismo maximalismo, ahora desde las derechas, que ayer ejercieron las listas del pueblo desde las izquierdas. Sorprende la falta de lucidez, de madurez y de sentido de futuro de quienes controlan la mayoría. Así como van las votaciones, van encaminadas a un resonante rechazo.


El lado malo es que su única experiencia política era de protesta y de movilización en las calles como dirigentes estudiantiles y algo de participación en el Parlamento. Eso le ha costado muy caro al Presidente y a su grupo”


Plantear a estas alturas que el gobierno de Allende no era nada más que socialdemócrata y que quería hacer una gran transformación del país estrictamente dentro de la institucionalidad es de una ingenuidad total”

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