Centro izquierda: Una nueva oportunidad
Junio 16, 2021
Captura de pantalla 2016-10-13 a las 10.55.42 a.m.Publicado el 16 junio, 2021

Centro izquierda: Una nueva oportunidad

La centro izquierda necesita definir para sí una estrategia sustancialmente reformista, que afirme simultáneamente cambio y democracia, crecimiento y distribución, libertades y pluralismo. Esta identidad supone separar aguas respecto de la izquierda destituyente que abraza una propuesta de ruptura institucional y una forma de populismo económico social.

De aquí en adelante la cuestión estratégica de nuestro devenir político se resuelve en el centro. En efecto, tanto el voto de izquierda radical como el de derecha tienen su espacio de crcimiento relativamente acotado.

La izquierda radical no logró subordinar, ni arrastrar tras de sí, a la centro izquierda de la Unidad Constituyente. La estrategia del PC —imponer su propia hegemonía a este otro sector de izquierda reformista, obligándolo a plegarse a una Unidad Destituyente— fracasó en Santiago. Y posee escaso potencial en el resto del país. Ha quedado pues encerrada en su jaula ideológica, la de una burocracia partidista que busca una ruptura social-populista.

Hasta el momento, el PC tuvo éxito nada más que en sumar a un Frente Amplio algo enflaquecido, reduciéndolo a un papel políticamente subalterno y estéticamente chocante. En efecto, una fuerza juvenil que en su momento emergió como una promesa de renovación de la política, sin ataduras con el pasado, un proyecto de renovación de una izquierda democrática con un lenguaje de cambio a la altura del siglo 21, habla ahora el idioma del PC y aparece situado a la sombra de éste, como le ocurre a Boric cuando en las pantallas aparece un paso atrás de Jadue.

El sueño de una revitalización del imaginario de las izquierdas ha terminado así confundido con el realismo socialista del PC, que continúa atado al viejo modelo revolucionario y a las retóricas de exclusión de todo aquel y aquello que no se subordine a sus propósitos. Algo así como la hubris se apoderó de este partido tradicionalmente poco provocador y situado en el extremo de la realpolitik, casi conservador a veces, pero que ahora de Tellier a Jadue —pasando por sus jóvenes dirigentas— asume un tono agresivo, exige garantías, condena a sus (hasta ayer) aliados, amenaza con desbordar la Convención y, cada vez que puede, ostenta de jacobino y actúa como si tuviera en sus manos el control de la historia.

En realidad, el PC se ha aislado, creyendo que no tenía oponentes hacia el centro ni competidores hacia la siniestra. Demasiado tarde, tal vez, descubre que todavía existe una centro izquierda con potencial propio de crecimiento. Y que a su izquierda hay una ‘bancada del pueblo’ que lo supera en radicalidad destituyente, guarda distancia con el aparato burocrático-partidista y no reconoce en el PC una vanguardia digna de crédito.

Por su lado, la derecha —en sus varias vertientes y expresiones— experimentó una derrota ‘estructural’; achicó su espacio electoral al punto de verse reducida a una tercera fuerza, casi un ‘convidado de piedra’. Como le ha sucedido en otros momentos, la derecha queda disminuida, aparentemente al menos, al tamaño de su núcleo de clase, geográfico, socioeconómico y cultural. Se halla parapetada tras las empalizadas simbólicas que ha ido erigiendo en torno a ese núcleo, justo cuando algunos de sus intelectuales públicos habían empezado a abrirse hacia otras formas de pensar, sentir  e imaginar el país.

No haber ganado ninguna gobernación más que en la región con las mayores dificultades de gobernabilidad, y no haber podido competir siquiera en el torneo capital, muestra la complicada posición a la que ha quedado expulsada electoralmente, por ahora, la derecha.

En este cuadro, el espacio decisivo pasa a ser el de centro izquierda, único con potencial de crecimiento electoral hacia diestra y siniestra. Todo depende ahora de que este sector —que viene declarándose dos veces ex y huyendo de su propia sombra (de treinta años)— muestre voluntad de ser y de poder, dos cualidades que casi han desaparecido de su vocabulario, ideología y comportamiento.

Dependerá entonces de los propios componentes de Unidad Constituyente —partiendo por su eje PS-DC— que ella pueda reinventarse como un proyecto autónomo, con un perfil distintivo de ideas, valores y propuestas. No será fácil, pues por demasiado tiempo esta centro izquierda se sintió abatida y se declaró contraria a su propia historia y disponible, más bien, para una unidad de izquierda que habría terminado por sepultarla. Pues para acceder a ella el precio que debía pagar era alto: deshacerse de su alianza con la DC, abjurar de su pasado ‘neoliberal’ y subordinarse a las posturas radicales del PC, con un pie dentro y otro fuera del juego democrático.

Además de su autonomía, y como condición de ella, la centro izquierda necesita definir para sí una estrategia sustancialmente reformista, que afirme simultáneamente cambio y democracia, crecimiento y distribución, libertades y pluralismo. Esta identidad supone separar aguas —sin timidez ni nostalgias— respecto de la izquierda destituyente que abraza una propuesta de ruptura institucional y una forma de populismo económico social.

Una vez reconstituida esa nueva fuerza de centro izquierda, para lo cual hay poco tiempo, y logrado un liderazgo respaldado por la opinión pública encuestada y en la sociedad, como quizá sería el caso de Provoste, se requeriría, adicionalmente, una estrategia capaz de movilizar el ancho espectro del electorado que está al centro del espectro, distante de la polarización hacia los extremos.

Por el contrario, si la centro izquierda, reiterando errores pasados, entra a competir por el voto de izquierda radical, plegándose al juego retórico impuesto por el PC y el ‘octubrismo’ (blandir el estallido del 18-O como un mazo para acallar cualquiera postura o propuesta que no sea radical-maximalista), perdería de inmediato su identidad y atracción. Efectivamente, ¿qué ganancia podría obtener de competir con Jadue/PC, en su terreno radical-populista, imitando subordinadmente su discurso?

La afirmación de un centro político claramente definido por el cambio reformista debe pues expresarse en su propio lenguaje, con consistencia y objetivos propios y, desde esa posición, atraer a votantes de diestra y siniestra, sin complejos ideológicos ni ambigüedades. Asimismo, ganar la confianza de la real mayoría del país, el pueblo en toda su extensión, que se mantiene al margen de los procesos electorales y no parece entusiasmado con la polarización que se ejerce desde los extremos.

¿Será posible un renacimiento tal de la centro izquierda?

Es difícil imaginar que pueda ocurrir, aunque el espacio está ahí y la coyuntura es favorable. Falta saber si logrará reunir también las necesarias capacidades de conducción para salir adelante.

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