Educación: más horas y menos sentido
Noviembre 22, 2010

curric22112010.jpg Se mantiene la polémica respecto de las medidas anunciadas la semana pasada por el Mineduc con el objeto de redistribuir horas de clases dentro del currículo nacional.
A continuación, mi propia opinión en columna publicada hoy en el diario La Tercera y varas columnas más aparecidas en la prensa:
— ¿Por qué sacrificar la historia y el emprendimiento?, 22 noviembre 2010
— ¿Qué reforma educacional requiere el país?: El caso emblemático de la Historia, 22 noviembre 2010
— Nueva reforma curricular de Lavín v/s una formación integral, 19 noviembre 2010
— Nueva derecha, pero sin historia
Educación: más horas y menos sentido
De no haberse anunciado con tanta premura y artificio comunicacional, la reforma curricular habría podido ser corregida y enriquecida.
por José Joaquín Brunner, La Tercera, 22/11/2010
LA DECISION del Ministerio de Educación (Mineduc) de aumentar las horas de clases dedicadas a lenguaje y matemática fue una noticia sorpresiva en medio de una agenda gubernamental de suyo prolífica en anuncios y gestos publicitarios. Aparentemente, se trata de transmitir una señal sobre la importancia de las competencias en ambos dominios, cosa bien sabida, al mismo tiempo que se reduce la carga en disciplinas como historia, ciencias sociales, educación artística y tecnológica.
Esta determinación ha merecido justificados reparos y suscita legítimas dudas. Por lo pronto, llama la atención la facilidad con que el gobierno publicita nuevas iniciativas en el campo educacional, muchas de las cuales pronto deben ser abandonadas o cambiadas, como el fatídico semáforo del Simce o los liceos de excelencia, que antes de nacer han experimentado ya varios cambios. Y el viernes pasado, luego de anunciado “el mayor cambio curricular de los últimos años”, el Presidente Piñera notificó que pronto lanzará “la reforma educacional más importante de las últimas décadas”. En tanto, el Mineduc no logra aún la aprobación de la ley que crea una nueva institucionalidad educacional ni establecer un clima de acuerdo con la oposición.
La reforma curricular anunciada es la típica solución para un problema inexistente. En efecto, la jornada escolar completa (JEC) ofrece múltiples oportunidades para aprovechar mejor, y aun para extender, las horas destinadas a la comunicación y los números sin tener que reducir otros aprendizajes relevantes. Chile tiene una jornada escolar de 1.089 horas anuales para los estudiantes de 9 a 11 años, y de 1.203 horas para los de 12 a 14 años, en comparación con 810 y 892 horas, respectivamente, en el promedio de países de la Ocde. Tal es la duración y flexibilidad de la JEC, que desde hace años muchos colegios han incrementado la carga horaria dedicada a matemática y lenguaje sin disminuir otras áreas de aprendizaje esenciales.
Tampoco se entiende por qué estas medidas se aplicarán recién a partir del 5º año básico, cuando la evidencia muestra que las competencias que se busca desarrollar tienen su fase formativa crítica en los años previos al ingreso de los niños al colegio y, luego, durante los cuatro primeros años de la educación primaria.
Por otro lado, resulta ingenuo creer que con sólo extender el tiempo de clases aumentará, asimismo, la calidad de los aprendizajes. A partir de los resultados de la JEC sabemos que se requiere mucho más: profesores mejor formados con estrategias pedagógicas más efectivas, mayor apoyo para los docentes, mejores textos y guías y un uso más productivo del tiempo. Por último, es paradojal que justo ahora -cuando se produce un cambio de época, la educación parece haber perdido el sentido de su propia misión y los jóvenes experimentan agudos procesos de anomia- el Mineduc opte por reducir aún más el espacio disponible, precisamente, para aprender sobre la historia y la sociedad y para entrar en contacto con las artes y las humanidades.
En suma, estamos frente a una propuesta que, de no haberse anunciado con tanta premura y artificio comunicacional, seguramente habría podido ser corregida y enriquecida, dotándola a la vez de mayor legitimidad y respaldo.


¿Por qué sacrificar la historia y el emprendimiento?
Pedro Montt, Experto en Educación del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), El Mostrador, 22 noviembre de 2010
Sorprende el reciente anuncio del Ministerio de Educación respecto de un cambio en el curriculum, más específicamente en el plan de estudios, que consiste en que entre 5° básico y hasta 2° medio se disminuyen las horas de ciencias sociales y tecnología para aumentar las de Matemática y Lenguaje. Es más, se agrega que este cambio ya fue aprobado por el Consejo Nacional de Educación, por tanto es oficial.
Se está cambiando lo que se enseñará a los niños y jóvenes de Chile durante su formación general y común, sin haber escuchado a nadie, con lecturas parciales de resultados educativos.
Al ministro le han dicho que el cambio propuesto se basa en datos de la experiencia internacional comparada, los sistemas exitosos tendrían más horas de matemáticas y lengua materna. Esto en realidad no se sostiene, entre otras razones, porque muchos sistemas desarrollan un curriculum en el que gran parte de las decisiones respecto de los énfasis formativos de los alumnos son ajustados por los propios establecimientos. Al valorar ese argumento en sí mismo, tampoco se sostiene, ya que es ir en contra de toda la tendencia del diseño curricular actual, que asume que los alumnos poseen múltiples inteligencias y pueden aprender y desarrollar sus habilidades básicas desde los distintos ámbitos del saber humano. Los alumnos no son robots que equipamos de habilidades instrumentales y lo demás viene por añadidura, esa es una muy mala comprensión de la calidad educativa.
También, han dicho que los establecimientos exitosos en las pruebas nacionales como el SIMCE y la PSU, son los que tienen más horas de matemática y lenguaje. De donde sale eso. No se conoce tal evidencia, es más, esta decisión no escucha las demandas hechas al curriculum desde la sociedad.
Me parece que el actual Ministerio tiene escasa capacidad de escucha a los actores. La Revolución pingüina, entre otras razones, se produjo porque nuestros adolescentes sostenían que la jornada escolar completa era, valga la redundancia, una completa “lata”, era más de lo mismo y provocaba un gran rechazo porque los establecimientos con esas horas adicionales. Un segundo ejemplo, hace ya años que muchos sectores reclaman por la insuficiente formación cívica de nuestros estudiantes, se creó una Comisión Nacional (2004) que hizo varías recomendaciones, las cuales fueron asumidas en las nuevas bases curriculares. Las disciplinas sociales son clave en el desarrollo de las competencias para una ciudadanía democrática, qué hace el gobierno: reduce esas horas.
No se logra entender con qué lógica se propone este cambio y que tan factible es. ¿Existen los profesores necesarios para hacer viable esta modificación en Matemática y Lenguaje? ¿Qué pasará con los profesores de historia y educación tecnológica ya contratados? ¿Qué señal damos al sistema si se ha postergado la implementación de las nuevas bases curriculares que debieron comenzar a operar este año? Todo lo que digo ha creado gran confusión en las escuelas, ya que muchos no saben que es lo que está vigente. Esta medida viene a introducir un nuevo ruido y mayor incertidumbre.
En muchos países desarrollados, los mismos promotores de los estándares y pruebas nacionales, recientemente lo ha hecho la destacada experta estadounidense Diane Ravitch, advierten acerca de lo limitado de la mirada de calidad solo considerando pruebas en lenguaje y matemática. Esto genera el estudiado fenómeno de “estrechamiento curricular”, cuyas consecuencias son nefastas porque limita a la educación al desarrollo de las competencias que solo son medidas en pruebas.
Es absurdo creer que la comprensión lectora, la expresión escrita y la oral, no se desarrollan estudiando esas disciplinas. Es más, esa sería estratégicamente una forma diversificada de motivar e interesar a los estudiantes (inteligencias múltiples) y para mantenerlos en las aulas. Queremos acaso que se saturen con 14 horas de lenguaje y matemática hasta segundo medio y terminen desertando de una escuela totalmente agotadora, esto no es un invento, pues ya lo reportan algunos expertos de Finlandia.
Las ciencias sociales y la tecnología tienen un valor en sí mismas. Disminuir las horas de ciencias sociales es grave porque esta permite la formación de la identidad nacional y comunitaria en los estudiantes, el desarrollo de sus competencias para el ejercicio de una ciudadanía democrática, contribuyendo con ello a la cohesión social, clave para que todos nos sintamos parte de un proyecto común. La disciplina de tecnología busca desarrollar la creatividad y capacidad de diseño de los estudiantes, así como sus competencias para emprender, entiendo que ese es un valor muy preciado para la actual administración.
En resumen, no se entiende para qué este cambio, que solo contribuye a confundir y no a aclarar a los agentes educativos. ¿Por qué además, nada se ha dicho de una reducción de las horas de arte en séptimo y octavo básicos de cuatro a tres horas?
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¿Qué reforma educacional requiere el país?: El caso emblemático de la Historia
Rodrigo Ahumada, columna, La Tercera, 11.22.2010
¿Qué significa una verdadera reforma educacional? ¿Ella tiene que ver en su esencia con aumentar o disminuir horas de clases? ¿A qué fin debe apuntar la educación escolar? ¿A formar una persona íntegra con las competencias intelectuales teóricas y prácticas necesarias? ¿O lo único que debe interesar es capacitar a las futuras generaciones para el mundo laboral renunciando a la formación para la vida?
Estas son, a mi modesto entender, algunas de las cuestiones que están latentes en los debates sobre la educación y que han vuelto al primer plano como consecuencia del anuncio del Ministro de Educación, Joaquín Lavín, de disminuir las horas dedicadas a la enseñanza de la historia (ciencias sociales), para aumentar las horas-aula en las asignaturas de matemáticas y lenguaje, y sobre todo con el anuncio realizado anoche por el Presidente de la República en cadena voluntaria de televisión sobre una gran “revolución” en el campo de la educación en Chile. Es evidente, que tanto matemáticas como lenguaje son asignaturas pilares en la formación “académica” de un estudiante, en cuanto lo capacitan en las funciones elementales del pensamiento. En este sentido nadie podría oponerse a un mejoramiento en la calidad de su enseñanza que no implica en modo alguno el aumento de horas de clases en desmedro de otras disciplinas esenciales en un coherente plan de estudios.
Sin embargo, intencionalmente he destacado la palabra “académica”, porque en su esencia la educación siempre es formación integral de la persona o formación en y para la libertad, por consiguiente ella no puede ser reducida a la mera transmisión de contenidos o de habilidades –que es lo propio de la instrucción o capacitación- por muy importantes que ellas sean. Toda tarea educativa, exige por parte del educador, desarrollar en el alumno su libertad interior, la responsabilidad consigo mismo y con sus semejantes, y la formación afectiva que le permita vivir la maravillosa realidad del amor y de la amistad. Todo esto implica una sólida formación en valores tanto éticos como cívicos sin los cuales la libertad, la responsabilidad y el amor serían tan sólo una mera caricatura.
Prácticamente no existe ningún discurso público que no se lamente por la carencia de formación ética y cívica en los estudiantes actuales. Son cientos los Proyectos Educativos que duermen en los cajones de la oficina de algún colegio o liceo que señalan que lo fundamental de la educación es formar en valores. Ciertamente, se trata de una conmovedora retórica para ingenuos y crédulos que no entienden o no quieren entender –y en esto incluyo a muchos apoderados-, que finalmente lo único que termina importando son los resultados del SIMCE y de la PSU, pruebas que solamente miden “conocimientos” o en el mejor de los casos habilidades elementales de la razón. Seamos honestos, el bien de los educandos está hoy día supeditado a los Ranking de Colegios y Liceos. Lo demás, como se dice, es “poesía”.
Y por esas paradojas de la existencia, hoy aumenta la exigencia social por una educación que sea verdaderamente tal. La exigen los padres, preocupados y con frecuencia angustiados por el futuro de sus hijos; pero también la requieren y la esperan de nosotros los mismos jóvenes, que no quieren verse abandonados ante los desafíos de una sociedad cada vez más “individualista” y “exitista” que hace del ser humano un mero “individuo” sustituible o desechable y no una persona que posee un valor en sí mismo. Son muchos los jóvenes que buscan, a veces con desesperación, algo que le otorgue sentido a su vida.
Por esta razón, el caso de la enseñanza de la historia me parece tan emblemático, lo mismo que el de la filosofía y la literatura, los pilares, junto al arte, de la formación humanista, que son los que apuntan a la verdadera humanización de la sociedad. Hablamos de disciplinas que contribuyen directamente a que los educandos se encaminen hacia la madurez personal que consiste en el paso progresivo y orientado del “yo” egoísta al “nosotros”, de la individualidad excluyente a la vida como comunidad de personas. No debemos nunca olvidar que la persona solamente se realiza plenamente como tal en la donación de sí misma. Las humanidades no forman según el modelo “à la mode” basado en el “éxito” que nos muestra sin pudor y en su máxima expresión y superficialidad la “farándula” televisiva. Al contrario, ellas están ahí para recordarnos que la vida humana consiste en una existencia plenamente realizada, lo que los clásicos llamaban felicidad. Quizás por eso su presencia molesta tanto a más de algún diletante o figurita de la “vida social”.
Seamos claros, toda decisión que apunte a disminuir el desarrollo del pensamiento histórico es un disparo directo al corazón del humanismo. Sin la formación histórica suficiente la persona y la sociedad no solamente quedan incapacitadas de comprender su propio presente a la luz del conocimiento del pasado, como lo ha señalado más de alguien, sino que quedan privadas de comprender su propia identidad cultural que es lo único que le permite a una sociedad habitar el mundo con significado y con sentido (cultura). En síntesis, se quiera o no, se nos condena a un “Alzheimer” colectivo que nos impide responder adecuadamente a la interrogante siempre actual de cada generación: ¿Quiénes somos y cuál es nuestra tarea en el mundo que nos ha tocado vivir?
No nos engañemos, lo que está en discusión hoy en día en la reforma educacional, tiene que ver directamente con las cuestiones de fondo que afectan a Chile en su conjunto, como ya lo señalábamos a propósito del tema de la extrema pobreza: ¿Cuál es el país qué queremos construir para nuestros jóvenes? ¿En qué tipo de sociedad deseamos vivir y desarrollarnos? ¿Una marcada por el individualismo, el egoísmo, el exitismo que hace que veamos en el otro solamente a un eventual enemigo o potencial competidor? ¿O una comunidad fraterna fundada en la libertad, la justicia y la amistad cívica, que aspira y que compromete a cada uno de sus miembros en el desarrollo integral de cada persona y de toda la persona? En síntesis, ¿un Chile solidario y generoso o un Chile individualista y consumista? Esperemos que los anuncios realizados por el Presidente de la República vayan en la dirección correcta. En caso contrario corremos el riesgo de encontrarnos nuevamente ante una “revolución educacional truncada”.
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Nueva reforma curricular de Lavín v/s una formación integral
“Aunque no creo en la hipótesis de una intencionada minimización de las capacidades ciudadanas, sí soy de la idea de que por la ignorancia en temas educativos de las actuales autoridades esto no puede terminar bien”
Por Javier Pascual, Sociólogo, Sentidos Comunes, 19 noviembre 2010
En los cortos ocho meses que lleva el nuevo gobierno, el Mineduc nos ha sorprendido una y otra vez con nuevas acciones que parecen ser más efectistas que efectivas. Sin desmerecer notables medidas como el aumento de la Subvención Escolar Preferencial (SEP) o las Becas de Pedagogía, en general la mayoría de las otras son medidas pequeñas, de bajo costo, que poco efecto tendrán en los resultados, pero que para el 2013 serán tantas que podrán ocupar un bloque no menor en una campaña presidencial para Lavín. La nueva noticia de una reforma curricular pequeña, pero no por eso poco importante, ya ha comenzado a generar un efecto mediático, con reacciones desde una variedad de sectores y con una diversidad de miradas. La reforma contempla el aumento de horas en los ramos de Lenguaje y Matemáticas desde 5° básico hasta 2° medio (y un leve aumento en Inglés en 5° y 6° básico), pero como nada es gratis, se disminuirán horas de Ciencias Sociales y Educación Tecnológica.
La lógica de la reforma es simple: la lectoescritura y el pensamiento matemático son la base para el aprendizaje. Claro, no se puede estar en contra de este argumento, pues para entender de Historia o Biología hay que saber leer y para entender de Física o Química hay que saber sumar y multiplicar. Sólo para ser justo, antes de continuar debo admitir que me parece bien el aumento de horas en Inglés, pues considero que sólo dos horas a la semana es muy poco para las exigencias sociales que se presentan hoy. Sin embargo, parecen innecesarios, e incluso dañinos, el resto de los cambios anunciados, y varias son las razones.
En primer lugar, seguir invirtiendo recursos en cantidad en vez de invertirlos en calidad parece anacrónico. Hace años que la discusión sobre educación cambió el enfoque desde la cantidad -cuyo último gran logro fue la Jornada Escolar Completa- a la calidad. De nada sirve tener más horas, si estas horas no agregan valor, y el aseguramiento de la calidad parece quedar en segundo plano. Algunos actores partidarios de la reforma dicen que esto está en sintonía con reformas en países con mejores resultados académicos, pero esto no es valorable si no está en sintonía con nuestra realidad nacional, una realidad de profesores que no tienen las herramientas suficientes para que los alumnos aprendan, sea cual sea el tiempo en aula.
Segundo, no logro comprender por qué el cambio debe ser por horas de Ciencias Sociales y, aunque no soy amigo de las teorías conspirativas y no creo en la hipótesis mencionada en el “Manifiesto de Profesores de Historia, Geografía y Ciencias Sociales” de una intencionada minimización de las capacidades ciudadanas, sí soy de la idea de que por la ignorancia en temas educativos de las actuales autoridades esto no puede terminar bien. En la actualidad, este subsector tiene cuatro horas asignadas, por lo que quitarle una es disminuirla en un 25%. Cabe recordar que ya hace tiempo se eliminó Educación Cívica y muchos de sus contenidos se dejaron para Ciencias Sociales. Hoy se reducen aún más los contenidos. ¿No parece irónico que en el año del bicentenario, cuando el gobierno se ha llenado la boca hablando de forjar una identidad nacional, ocurra algo así? ¿De qué identidad me están hablando si se desprestigia la construcción de la memoria y el conocimiento de lo que nos construye como la sociedad que somos hoy?
Por último, me parece que el señor Lavín ha olvidado por completo el objetivo de la reforma curricular de los 90: formar personas integrales y que las asignaturas no se vean como partes separadas, sino como un todo sistémico. Darle tanta importancia a dos subsectores a costa de otros no sólo no es efectivo, sino que además puede dañar la formación completa, tan necesaria para desempeñarse en el mundo actual.
La solución no es cambiar horas de una asignatura por horas de otra, sino mejorar la calidad de ambas. Si tan importante es la lectoescritura, por ejemplo, perfectamente se podrían aprovechar las horas de Ciencias Sociales o Ciencias Naturales para hacer trabajos de lectura y de escritura en los temas asociados que hagan motivadora tanto la clase en cuestión como el desarrollo de las habilidades. En el caso de el desarrollo de habilidades matemáticas, un buen ejemplo lo dan algunos establecimientos en España, donde se está aplicando la enseñanza de fórmulas a través de la música de Chopin, lo que también es aplicable para la física. En resumen, si se dan buenas herramientas para los profesores, sumado al fomento de una capacidad directiva para coordinar e integrar las asignaturas, el canje de unas horas por otras deja de parecer una idea muy inteligente.
Si bien estoy seguro de que son necesarias horas que se dediquen específicamente en la formación de los temas bases, también siento que el exceso de estas horas hacen que se pierda el sentido, el objetivo de la lectoescritura o del razonamiento matemático, pues ¿de qué sirve aprender algo si luego no puedo aplicarlo prácticamente?
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Nueva derecha, pero sin historia
Cristián Cabalín, Académico del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile, El Mostrador, 22 de noviembre 2010
Siempre los candidatos de la derecha, ya sea liberales o conservadores, repiten la misma frase: “Miremos el futuro, no nos quedemos en el pasado”. Lo hacen para zafar de la dura mochila que carga el sector que los cobija. Odian que les recuerden que sus raíces políticas están asociadas al autoritarismo y el sectarismo.
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Se quieren sacudir constantemente del funesto legado de Pinochet y aparecer abiertos a los temas emergentes. Por eso -y por los cálculos electorales, obvio- desean ser ahora la nueva derecha. Para dotar de sentido este relato político enfatizan la técnica, parecen tolerantes y aman los resultados inmediatos. Les gustan los gráficos con curvas ascendentes y decir que siempre ellos lo hacen bien y eficientemente.
Para no quedarse abajo de este tren que tiene como destino La Moneda 2014, el ministro de Educación, Joaquín Lavín, desea que en los resultados del Simce 2013 las cifras de Lenguaje y Matemáticas tengan un alza relevante. Con ello, consigue una amplia cobertura mediática. Poco importa que la consecuencia de este “éxito” sean estudiantes funcionales y acríticos.
Obviamente, las razones políticas del aumento de las horas de Lenguaje y Comunicación, Matemáticas e Inglés son omitidas. Las autoridades sólo nos dicen que desde ahora la educación chilena será mejor. Según el Mineduc, los beneficios de esta revolucionaria iniciativa cuentan con amplios respaldos en la evidencia internacional. De esta manera, la OCDE nos querrá un poquito más.
Sin embargo, la gran mayoría de los expertos en Educación coincide en que reducir las horas de Ciencias Sociales es una mala medida y que con esto se menoscaba la formación ciudadana e integral de los estudiantes. Es decir, la nueva derecha quiere alumnos competentes y competitivos, pero sin pasado ni conciencia social, que es reducida sólo a la caridad culposa que practican muchos jóvenes de las clases privilegiadas.
El curriculum educacional expresa una visión del mundo y una manera de administrar el conocimiento en la sociedad (McCarthy, 2000). Por eso, el movimiento ultraconservador de Estados Unidos Tea Party quiere prescindir de la teoría de la evolución de Darwin y enfatizar además “la historia verdadera” de esa nación, para realzar el destino manifiesto de EE.UU. como garante de la libertad universal.
La derecha sabe que el poder se fragua también en la cultura. Por eso, existe una alta coherencia ideológica entre el gobierno y la administración de la educación en la gran mayoría de los países de América (Levinson, 2007). Nunca los cambios curriculares son ingenuos ni solamente técnicos.
No se puede desconocer, entonces, que la ideología cruza las decisiones sobre quiénes proveen educación, cómo se financian las instituciones y qué contenidos se imparten. De esta manera se explica que los anuncios -incluido el último- del Mineduc estén impregnados de un lógica neoliberal que implica sacrificar el espíritu público de la educación.

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