¿Desiguales o concentrados?
Agosto 2, 2005

Artes y Letras, El Mercurio
5 de junio, 2005


Chile es líder en mala distribución del ingreso: ocupa el 10° lugar entre 127 países, muy cerca de África del Sur. La relación de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de 35 a 1. Nuestro 10% superior está situado en 7° lugar en cuanto a la porción del ingreso total que recibe, lugar que comparte con el 10% más rico de la República Centro-Africana, hogar del tristemente recordado Emperador Bocaza. Ahora bien, si se excluye de la comparación a este 10% privilegiado el cuadro cambia completamente. Chile pasa a tener un nivel de desigualdad similar al de EE.UU. y otros países desarrollados. Tan aguda concentración trae consigo, además, una serie de otras ventajas para el grupo favorecido: más y mejor salud y previsión; colegios segregados; acceso a redes sociales por donde circulan las élites; barrios separados; temprana apropiación de las nuevas tecnologías de información; variadas posibilidades de aprovechar la globalización; altos niveles de estimación social; posiciones de influencia y autoridad; tratamiento deferente por parte de la Justicia y facilidad de relación con los medios de comunicación… Opera aquí, por tanto, el “efecto Mateo”: “al que más tiene, más se le dará; y al que menos, aun lo poco que tiene se le quitará”.
Casi sin excepción se postula que la solución iría por el lado de la educación. Pero, ¿qué significa esto en la práctica? Primero, dar atención temprana y educación preescolar a todos los niños de 0 a 5 años de edad de los tres primeros quintiles de ingreso. Sin compensación oportuna de las desigualdades no podrá haber, después, igualdad de oportunidades de resultados en la escuela. Segundo, aumentar al doble el valor de la subvención escolar. Su monto actual simplemente no es suficiente para asegurar una educación de calidad semejante para todos. Tercero, usar eficazmente este sustancial aumento de los recursos destinados a la educación. Debería emplearse para hacer más atractiva y elevar la calidad de la profesión docente, al mismo tiempo que para producir una progresiva disminución de los alumnos por curso y de la carga de enseñanza directa en el aula; crear una escala salarial que premie fuertemente el buen desempeño e introducir una negociación descentralizada, sobre base local, de las metas, evaluaciones e incentivos para los profesores del estatuto docente. Por último, adoptar un esquema de regulaciones e incentivos tal que primero frene, y luego revierta, la actual tendencia hacia la conformación de un sistema escolar de tres pisos incomunicados entre sí; con escuelas públicas de clase baja; establecimientos cofinanciados para las clases medias y arriba un segmento de colegios pagados que atiende al decil de más altos ingresos. De no abordarse estas cuatro tareas, el “efecto Mateo” seguirá acumulando ventajas y oportunidades en una minoría y aumentará la brecha entre ricos y pobres, entre escuelas caras y baratas, entre educación de primera y segunda categoría. Mientras unos aprovechen todos los incentivos en su favor y los demás carezcan de las mínimas dotaciones de recursos para salir adelante, las desigualdades permanecerán entre nosotros concentrando arriba los beneficios y las carencias abajo. Luego, usar la educación como medio para igualar oportunidades impone una enorme carga de solidaridad, inversión y eficiencia a la sociedad chilena. Pensar que bastaría con aumentar la eficiencia del sistema escolar es una excusa del privilegio y un buen indicador de que, en realidad, se desea mantener la concentración.
José Joaquín Brunner

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