Colonialismo de datos: una aproximación académica
Mayo 2, 2023
Wed, 20 Feb 2019 in Virtualis

Colonialismo de datos: repensando la relación de los datos masivos con el sujeto contemporáneo

Resumen
Con frecuencia se dice que los datos son el nuevo petróleo. Pero a diferencia del petróleo, los datos no son una sustancia que se encuentra en la naturaleza. Deben ser apropiados. La captura y el procesamiento de datos sociales se efectúan a través de un proceso que llamamos relaciones de datos, lo que garantiza la conversión “natural” de la vida diaria en un flujo de datos digitales. El resultado es nada menos que un nuevo orden social, basado en una vigilancia continua que ofrece oportunidades sin precedentes para la discriminación social y la influencia del comportamiento. Proponemos que este proceso sea comprendido mediante la historia del colonialismo. Así, las relaciones de datos promulgan una nueva forma de colonialismo de datos, normalizando la explotación de los seres humanos a través de los datos, de igual manera que el colonialismo histórico se apropió del territorio y los recursos y gobernó a los sujetos con fines de lucro. El colonialismo de datos allana el camino para una nueva etapa del capitalismo cuyos perfiles solo alcanzamos a vislumbrar: la capitalización de la vida sin límite.

Main Text

COLONIALISMO DE DATOS: REPENSANDO LA RELACIÓN DE LOS BIG DATA CON EL TEMA CONTEMPORÁNEO

Algo importante está sucediendo con los datos. Es una idea común, tanto en la literatura no crítica que aborda las tendencias de negocios (Davenport, 2014; Mayer-Schonberger y Cukier, 2013), como en los argumentos mucho más críticos que ven en el procesamiento de los datos masivos (big data) el mecanismo que abre una nueva etapa del capitalismo (Cohen, 2018; Srnicek, 2016; Zuboff, 2015). Este artículo destaca la importancia de resistir tales planteamientos y, por lo tanto, habla desde ‘el Sur’ dentro de la noción ampliada que Milán y Treré desarrollan (2018). Pero lo hace reformulando el mismo término cuyas formas históricas generaron originalmente la posición del “Sur”: el colonialismo. Consideramos que en las discusiones recientes sobre los datos masivos hace falta un marco más amplio para dar sentido al proceso social en curso. Ese marco es el colonialismo, utilizado aquí no como mera metáfora, ni como eco o simple continuación de formas históricas de colonialismo territorial, sino para referirnos a una nueva forma de colonialismo distintiva del siglo XXI: el colonialismo de datos.
El colonialismo de datos combina las prácticas extractivas depredadoras del colonialismo histórico con los métodos abstractos de cuantificación provenientes de la computación. Comprender los datos masivos desde el Sur Global significa entender la actual dependencia del capitalismo en este nuevo tipo de apropiación que funciona en cada punto del espacio donde las personas o las cosas están vinculadas a las infraestructuras de conexión. La escala de esta transformación significa que es prematuro avizorar las formas del capitalismo que surgirán de ella a escala global. Así como el colonialismo histórico a largo plazo proporcionó las condiciones esenciales para el surgimiento del capitalismo industrial, con el tiempo, podemos esperar que el colonialismo de datos proporcione las condiciones para una nueva etapa del capitalismo que aún no podemos imaginar, pero para la que la apropiación de la vida humana a través de los datos será fundamental. En este momento, la prioridad no es especular sobre esa etapa final del capitalismo, sino resistir el colonialismo de datos que está en curso. Así es como entendemos el análisis de los datos masivos desde el Sur.
Mediante lo que llamamos “relaciones de datos” (nuevos tipos de relaciones humanas que permiten la extracción de datos para la mercantilización), la vida social en todo el mundo se convierte en un recurso “disponible” para la extracción que, de alguna manera, está “ahí” para el capital. Estos flujos globales de datos son tan expansivos como la apropiación de tierras, recursos y cuerpos del colonialismo histórico, aunque el epicentro ha cambiado un poco. El colonialismo de datos involucra no un solo polo del poder colonial (“Occidente”), sino al menos dos: Estados Unidos y China. Esto complica nuestra noción de la geografía del Sur Global, un concepto que hasta ahora ayudó a situar la resistencia y la separación entre los excolonizadores y los colonizados a lo largo de las divisiones geográficas. En cambio, el nuevo colonialismo de datos funciona tanto externamente (a escala global) como internamente en sus propias poblaciones de origen. Las elites del colonialismo de datos (pensemos en Facebook) se benefician de la colonización en ambas dimensiones, y las divisiones Norte-Sur, Este-Oeste ya no importan de la misma manera.
Es relevante reconocer tanto las similitudes aparentes como las diferencias significativas entre nuestro argumento y los muchos argumentos críticos anteriores sobre los datos masivos (big data). La exposición actual de la vida cotidiana a las fuerzas capitalistas de dataficación podría parecerse, en primer lugar, a los argumentos de hace cuatro o cinco décadas que sostenían que la organización capitalista del trabajo se había extendido desde la fábrica hasta la sociedad en general: la conocida noción autonomista de la ‘fábrica social’ (Gill y Pratt, 2008; Terranova, 2000; Tronti, 1966; más recientemente, Hardt y Negri, 2017; Lazzaratto, 2014). De hecho, recientemente se ha realizado un examen relevante sobre la explotación real del cuasi labor o playbor, por ejemplo, en plataformas digitales (Fuchs, 2017; Scholz, 2013), que a menudo tiene raíces en una línea alternativa del análisis marxista (Smythe, 1977). Pero nuestro argumento no se ocupa aquí específicamente de la explotación del trabajo. Tampoco estamos afirmando que la vida cotidiana ahora está gobernada y administrada como si fuera labor. La debilidad de esta última posición ha sido notada incluso por aquellos que simpatizan con la posición de los autonomistas (Ross, 2013, p.26) que han enfatizado la importancia de la labor no remunerada no solo para el capitalismo actual, sino también para el modelo original de capitalismo de Marx (véase Moore, 2015, pp. 69-71).
Son más útiles aquellos enfoques que ven lo que está pasando con los datos como una forma de apropiación fundamental (Greene y Joseph, 2015; Thatcher et al., 2016, basándose en Harvey, 2004) o extracción (Mezzadra y Neilson, 2017) de los recursos. Esta apropiación es ciertamente compleja. No se trata simplemente de recolectar un recurso natural: primero, la vida debe configurarse para generar dicho recurso (veremos la contribución de las plataformas más adelante); en segundo lugar, los datos sobre las acciones o propiedades de un individuo en un momento deben combinarse con datos sobre otras acciones, momentos y propiedades para generar relaciones valiosas entre puntos de datos (Arvidsson, 2016; Thatcher et al. 2016, pp.995). En los últimos cinco años, muchos trabajos relevantes han explicado cómo exactamente sucede este hecho, y los detalles de cómo los actores humanos se involucran en las relaciones que extraen y administran dichos datos. Pero lo que aún falta, sugerimos, es un marco más amplio para comprender la transformación total de la cual dicha apropiación de datos a través de plataformas digitales constituye solo una parte. Ese marco que sugerimos es el colonialismo de datos.
Un factor que ha obstaculizado nuestra comprensión de la escala del cambio y sus analogías con las formas anteriores del colonialismo (no solo el capitalismo) es la sugerencia común de que los desarrollos recientes del capitalismo ya habían sido anticipados en gran medida por el autonomismo y sus seguidores. Ciertamente ellos apuntaban en la dirección de una intensificación general de la orientación de la vida social hacia el capitalismo, pero eran bastante vagos en cuanto a los mecanismos, excepto cuando se basaban en la idea de que la estructura y las normas del trabajo de alguna manera se extendían a la vida social. Como Gill y Pratt (2008, p.7, énfasis nuestro) lo plantearon, ‘desde la perspectiva [de la fábrica social], el trabajo está desterritorializado, disperso y descentralizado para que “toda la sociedad se ponga a disposición de las ganancias” (Negri, 1989, p.79). Marazzi argumenta de manera análoga que “hoy la organización capitalista del trabajo tiene como objetivo. . . fusionar trabajo y trabajador, para poner a trabajar toda la vida de los trabajadores (2008, p.50, énfasis nuestro). Sin embargo, este planteamiento no nos permite entender cómo el colonialismo de datos se apropia de la vida como materia prima, ya sea que esta incluya una forma de labor o no.
En respuesta, debemos recuperar un sitio de resistencia que confronte las nuevas y distintivas apropiaciones del capitalismo del siglo XXI en tanto que las prácticas de procesamiento de datos se desarrollan en un terreno global de explotación diferenciada (Arora, 2016). Nuestra escala temporal para apreciar estos desarrollos no debe ser tanto el último medio siglo de socialización del capitalismo, especialmente en Europa, sino el ciclo global de siglos de colonialismo entrelazado con el capitalismo. Del mismo modo que el capitalismo industrial no habría ocurrido sin la apropiación previa bajo el colonialismo histórico de vastos territorios, sus recursos y cuerpos “naturales”, hoy estamos presenciando la primera etapa de otro doble desarrollo a largo plazo: la apropiación colonial de la vida en general y su anexión al capital, a través de diversos mecanismos entre los cuales se encuentran las plataformas digitales. Argumentamos que las plataformas producen “lo social” para el capital, es decir, una versión de lo “social” que está lista para la apropiación y la explotación del valor en forma de datos, cuando se combina con otros datos que han sido apropiados de manera similar. En lugar de una expansión del proceso de trabajo, una mejor analogía se encuentra en la apropiación de la naturaleza física dentro de los procesos de producción capitalista (Moore, 2015). Sin embargo, debido a que esta apropiación nos convierte a todos en sujetos del capital de maneras nuevas y distintivas, el marco general más útil aquí es el de una nueva fase del colonialismo que está profundamente entrelazada con el desarrollo del capitalismo a largo plazo.
Nuestro argumento integra perspectivas de la economía política, la teoría social y los estudios críticos de la información para articular lo que es necesario discutir dentro del fenómeno de los datos masivos. La primera sección de este artículo explica los mecanismos del colonialismo de datos, mientras que la segunda explora las consecuencias del colonialismo de datos desde la posición del sujeto colonizado, revelando niveles más profundos de despojo que los referidos por los estudios críticos de la explotación laboral. En una breve conclusión, consideramos lo que se puede aprender de la teoría decolonial para generar resistencia a esta nueva forma de colonialismo a través de los datos.
LA MECÁNICA DEL COLONIALISMO DE DATOS
El legado del colonialismo desde el siglo XVI hasta el siglo XX incluye la aniquilación de millones de vidas nativas y el agotamiento de vastas cantidades de recursos naturales, todo para el enriquecimiento de unos pocos. Al implementar el concepto de colonialismo de datos, nuestro objetivo no es hacer analogías sueltas al contenido o la forma, y mucho menos a la violencia física, del colonialismo histórico. En su lugar, como se indicó anteriormente, buscamos explorar los paralelos con la función del colonialismo histórico dentro del desarrollo de las economías a escala global, su normalización de la apropiación de recursos, y su redefinición de las relaciones sociales para que el despojo parezca común o natural.
LA NATURALIZACIÓN DE LA CAPTURA DE DATOS
Los datos personales de distintos tipos son capturados para fines que no son ellos mismos “personales”. Por datos personales entendemos datos de relevancia real o potencial para las personas, ya sea que se recopilen de ellas o de otras personas o cosas. Para que los datos personales estén disponibles de forma gratuita para su apropiación, primero deben tratarse como un recurso natural, un recurso que simplemente está ahí. Las racionalidades extractivas deben naturalizarse o normalizarse y, lo que es más importante, el flujo de la vida cotidiana debe reconfigurarse y volver a presentarse en una forma que permita su captura como datos. Jason Moore (2015) sostiene que el capitalismo dependió históricamente de la disponibilidad de la naturaleza barata: recursos naturales que son abundantes, fáciles de apropiar de sus legítimos propietarios y cuyo agotamiento se considera no problemático, pero cuya “disponibilidad al capital” en sí misma tenía que ser construida a través de elaborados medios de mercantilización. Lo mismo ocurre con lo que ahora llamamos “datos personales”, aunque no son estos una condición previa sino el resultado de una nueva “socialidad calculada” (Alaimo & Kallinikos, 2016). Esa es la razón subyacente por la que no puede haber datos en bruto (Gitelman, 2013): puesto que lo que se “da” debe configurarse primero como algo listo para su “captura” (Kitchin & Dodge 2011). Los recursos naturales no son baratos en sí mismos, pero se establecieron marcos legales y filosóficos para racionalizarlos como tales, sobre la base de que estaban “ahí” para tomarse. Solamente más tarde se hizo notorio el costo que tuvo para la humanidad tratar los recursos naturales de esta manera. Como señala Julie Cohen (2017), la ficción legal de que la tierra que existió durante milenios era terra nullius o ‘tierra de nadie’ en la ley inglesa (y, por lo tanto, tierra que estaba disponible para su explotación sin interferencia legal) tiene fuertes paralelos hoy.
La naturalidad aparente de las apropiaciones bajo el colonialismo de datos también requiere de una gran cantidad de trabajo ideológico, tal como lo hizo el colonialismo histórico. Hay que considerar el cliché empresarial de que los datos son “el nuevo petróleo”, perdido para la humanidad hasta que las corporaciones se lo apropien para algún propósito. Esta construcción de los datos como “materia prima” con valor natural se basa en la afirmación del Foro Económico Mundial: “los datos personales serán el nuevo ‘petróleo’, un recurso valioso del siglo XXI. . . convirtiéndose en un nuevo tipo de materia prima que está a la par con el capital y el trabajo” (WEF, 2011, pp.5, 7). A través de este movimiento discursivo, los enlaces entre los datos y un proceso anterior de recolección (es decir, apropiación) quedan ocultos. El desenfoque se logra metafóricamente a través de la idea común de que los datos son “simplemente” el “residuo” expelido por la vida de las personas y, por lo tanto, no pueden ser propiedad de nadie (ONU, 2012, p.9).
Para lograr la captura de datos personales, el colonialismo de datos también se basa en otras racionalidades extractivas. Hay, como lo han señalado muchos críticos (Scholz, 2013; Fuchs, 2017), una racionalidad social que trata gran parte de las actividades que contribuyen a la extracción de datos como un valor sin valor, simplemente como un intercambio. También hay una racionalidad práctica que enmarca a las corporaciones como las únicas con el poder y la capacidad para procesar (y, por lo tanto, apropiarse de) datos. Simultáneamente, una racionalidad política opera para posicionar a la sociedad como el beneficiario natural de los esfuerzos extractivos de las corporaciones, así como se suponía que la humanidad se beneficiaría del colonialismo histórico como un proyecto “civilizatorio”.
Los principales actores en el colonialismo de datos pueden denominarse colectivamente como el sector de cuantificación social, las corporaciones involucradas en apropiarse de los actos sociales cotidianos y traducirlos en datos cuantificables que se analizan y utilizan para generar ganancias. Empresas como Amazon, Apple, Facebook y Google en ‘Occidente’, y Baidu, Alibaba y Tencent en China, son sus jugadores más conocidos. El sector de cuantificación social incluye fabricantes de hardware y software grandes y pequeños, desarrolladores de plataformas de redes sociales, y firmas dedicadas al análisis de datos o a su venta en forma agregada. Esta última, una parte de la economía en gran parte no regulada, se especializa en recopilar información de registros médicos, financieros, penales y de otro tipo para clasificar a las personas por medios algorítmicos. Los expendedores de datos agregados empaquetan y venden esas listas a empresas de mercadotecnia y otros usuarios, como los gobiernos y las agencias de aplicación de la ley.
Sin embargo, a pesar de la enorme complejidad del sector de cuantificación social, los paralelismos entre las narrativas que operaron los despojos del colonialismo histórico y las que funcionan hoy para permitir el colonialismo de datos son sorprendentes. Consideremos el Requerimiento del imperio español, cuyo absurdo fue relatado por primera vez por Bartolomé de las Casas (1951, p.58). El propósito de esta proclamación, leída en español por los conquistadores a una audiencia que no hablaba español, era presentar a los nativos el extraño nuevo orden mundial en el que estaban a punto de ser colonizados, y exigir su simple aceptación (o enfrentar el exterminio, que frecuentemente llegaba sin importar la previa aceptación del documento). Hoy en día, en la era del colonialismo de datos, estamos acostumbrados a documentos igualmente incomprensibles llamados Términos de Servicio, que contienen reclamos apropiadamente extravagantes por parte de corporaciones. La fuerza del Requerimiento dependía de un efectivo monopolio de la fuerza física. El “músculo” de hoy se encuentra en varias formas de concentración económica, una de las cuales es la plataforma digital (como Facebook o Google). Cualquiera que sea la forma de fuerza utilizada, su efecto ahora, como entonces, es a través del acto discursivo que lo acompaña para incrustar sujetos inevitablemente en relaciones de colonización.
MODOS DE EXTRACCIÓN
La vasta reorganización de la vida humana que implica el colonialismo de datos no podría ocurrir sin un cambio más amplio en las relaciones sociales. Este es otro aspecto del colonialismo de datos que, junto con los aspectos que acabamos de cubrir (apropiación de recursos, ideología, y concentración corporativa de ganancias) coincide con las características del colonialismo histórico. Esta transformación social es enormemente compleja: para entenderla debemos pensar tanto en el colonialismo como en el capitalismo.
Primero, la historia colonial nos ayuda a ver el surgimiento de las plataformas digitales como algo más que una invención empresarial, o incluso nuevas formas de control económico a través de mercados múltiples (Cohen, 2017; Gillespie, 2010; Rieder & Sire, 2014). Las plataformas digitales son los medios tecnológicos que producen un nuevo tipo de vida “social” para el capital: es decir, “lo social” en una forma que puede ser continuamente rastreada, capturada, clasificada y contabilizada como valor, la forma de los datos. Las plataformas son un medio clave por el cual el dominio general de la vida cotidiana, gran parte de él hasta ahora fuera del alcance formal de las relaciones económicas, puede quedar atrapado dentro de la red de comercialización. Arvidsson (2016) analiza bien los métodos técnicos para extraer valor de los datos capturados por la plataforma como una forma de financiación, pero el movimiento más básico es la captura de lo social. Dado que el propósito de las plataformas de medios sociales es alentar cada vez más nuestras actividades y pensamientos internos a ocurrir en las plataformas, en principio no hay límite para la apropiación, ya que lo que se captura es lo que cada vez se construye para estar listo para su apropiación.
Pero la recolección de datos mediante las plataformas de medios sociales para la mercantilización y la extracción de valor es solo una de las formas en que el colonialismo de datos facilita la anexión de la vida al capital. Una segunda forma es el inmenso crecimiento de la logística basada en datos para todas las áreas de producción humana (Cowen, 2014), ya sea con o sin fines de lucro. Mientras que la logística en sí surgió como la gestión del movimiento de mercancías dentro de las cadenas de suministro globales, la logística de datos trata toda la producción a cualquier escala, en cualquier combinación de partes humanas y no humanas, como lista para la gestión a través de los datos. Incorpora la recopilación continua de datos y el procesamiento de datos a gran escala en muchas áreas de trabajo que anteriormente se gestionaban de forma muy diferente. Por importante que sea el crecimiento de la cuasi mano de obra en y alrededor de las plataformas digitales, sumadas a las diversas formas de trabajo mal pagado (por ejemplo, para pequeñas tareas en el programa “Mechanical Turk” de Amazon u otras áreas de la “gig economy” o la economía compartida), estas representan solamente una parte del crecimiento más amplio de la gestión logística del trabajo basada en datos.
La tercera forma en que la vida humana está siendo apropiada a través de nuevas relaciones sociales es aquella donde los individuos rastrean sus propias actividades para la extracción de datos, a veces voluntariamente, pero a menudo como un requisito de su trabajo u otro importante compromiso contractual, como las polizas de seguros o el Seguro Social (Levy, 2015). Como han demostrado estudios críticos recientes (Eubanks, 2018; O’Neil, 2016), tales formas de auto-recopilación de datos proporcionan la base para nuevas formas de discriminación y desigualdad.
En conjunto, estas transformaciones representan algo que se acerca a la captura colectiva de todo el dominio de la vida social para el capital, y también de gran parte de la vida individual: una apropiación que constituye el momento colonial del capitalismo contemporáneo. Un punto clave para apreciar, sin embargo, es que las relaciones sociales que hacen esto posible no suelen ser relaciones laborales en el sentido estricto de la palabra. La vida humana en sí misma está siendo capitalizada progresivamente en maneras cuyo detalle, extensión y precisión van mucho más allá de las predicciones anteriores acerca de la capitalización de la vida.
Aun así, esta apropiación colonial y sus conductos sociales se pueden entender mejor a partir de las ideas de Marx. Nuestra referencia a Marx no se plantea desde el marxismo ortodoxo, sino que comienza a partir de los debates poscoloniales sobre los límites de la interpretación marxista de la historia global, y lo poco que dice el marxismo ortodoxo acerca del colonialismo y la esclavitud (Williams, 1994). Eso nos deja, sin embargo, libres de recurrir a la teoría social de Marx. Por supuesto, reconocemos el extenso trabajo realizado en los últimos años por los estudiosos marxistas (por ejemplo, Fuchs & Mosco, 2017) para identificar las formas distintivas de explotación laboral contemporánea, pero perseguimos una línea de argumento alternativa que capta mejor la escala de la apropiación en curso y sus implicaciones a largo plazo para la reproducción capitalista.
Marx es muy claro en que el ámbito de lo que son las mercancías continúa expandiéndose bajo el capitalismo. Por lo tanto, no hay razón para ver ese ámbito como limitado al conjunto de productos que existían en tiempos de Marx, de mediados hasta finales del siglo XIX. El mejor ejemplo de la mercantilización para Marx es el trabajo: lo que antes era trabajo o actividad productiva se convierte en producto del capitalismo, como fuerza de trabajo. Esta fuerza de trabajo adquiere la dimensión mensurable necesaria para ser intercambiada en el mercado. De esta manera, la fuerza de trabajo de los trabajadores se convierte en algo que pueden vender como una mercancía o producto. Además, lo que los trabajadores utilizan en el proceso laboral también adquiere valor de cambio como productos básicos; por ejemplo, las semillas y el estiércol de los agricultores se convierten en productos bajo el capitalismo, aunque antes del capitalismo solo formaban parte del ciclo de uso de la tierra (Marx, 1976, pp.950, 952). Por lo tanto, lo que desencadena los efectos transformadores de la mercantilización de lo social es el hecho de que el trabajo (la actividad cotidiana que se ha desarrollado desde el principio de los tiempos) adquiere bajo el capitalismo industrial una dimensión abstracta (Postone, 1998, p.7). Esta reinterpretación de Marx “para un mundo post-marxista” (como lo expresa Postone) enfatiza que es la fuerza abstracta de la mercancía, la posibilidad de transformar el proceso de vida en “cosas” con valor, la que es la característica fundamental del capitalismo. Esto aclara aún más nuestra divergencia con respecto al análisis autonomista, puesto que un argumento crítico basado en Marx ya no necesita proceder principalmente por exponer cómo se explota el trabajo o el cuasi trabajo.
Esta percepción de la teoría social de Marx nos permite pensar sobre el nuevo papel de la mercantilización en las relaciones organizadas en torno a la producción y el consumo de datos. Los “datos” son abstracciones de los procesos de la vida humana. Los datos no se extraen de nosotros automáticamente, sino a través de relaciones sociales a las que en algún momento, aunque retrospectivamente, se supone que hemos dado consentimiento. Mientras tanto, los datos son cada vez más mercantilizados. El capitalismo industrial, según Marx, cambió la sociedad al transformar la actividad humana universal del trabajo en una forma social con una dimensión abstracta (a través de la mercantilización del trabajo). Hoy en día, el colonialismo de datos está cambiando la sociedad al transformar la vida humana en una nueva forma social abstracta que también está disponible para la mercantilización: los datos. Los medios para esta transformación son, para reiterar, no las relaciones laborales, sino, más ampliamente, las relaciones sociales mercantilizadas, o, más sucintamente, las relaciones de datos.
Dicho de otra manera, la interacción social ordinaria esta contribuyendo a la plusvalía como factor de producción, al igual que la semilla o el estiércol (los ejemplos son los de Marx). Pero lo que les pasa a los seres humanos cuando son rastreados y cuando se extraen datos de ellos durante las interacciones sociales no es un nuevo tipo de trabajo, aunque puede ser apropiado, resumido y mercantilizado de todos modos. Las implicaciones de esto, por lo tanto, se extienden más allá del trabajo a muchos otros aspectos de la vida que hasta ahora no se consideraban en absoluto “relaciones” económicas, sino que se incorporaban a un proceso de producción muy ampliado. Estos nuevos tipos de relaciones sociales implican a los seres humanos en los procesos de extracción de datos, pero en formas que a primera vista parecen no ser extractivas. Ese es el punto clave: el audaz y en gran medida disfrazado intento corporativo de incorporar toda la vida, sea o no concebida por los sujetos como “producción”, en un proceso ampliado para la generación de plusvalía. La extracción de datos de cuerpos, cosas y sistemas crea nuevas posibilidades para administrarlo todo. Este es el nuevo y distintivo rol de las plataformas y otros entornos de extracción rutinaria de datos. Si tiene éxito, esta transformación no dejará nada “fuera” de la producción capitalista: la vida cotidiana se habrá incorporado directamente en el proceso capitalista de producción.
Dado que esta transformación requiere como punto de partida el momento de la apropiación a través del colonialismo de datos, es importante considerar cómo se siente el despojo desde la perspectiva de los sujetos de esa apropiación: los seres humanos.
SUJETOS COLONIZADOS POR LOS DATOS
En esta sección, queremos discutir algunos aspectos clave de la colonización de la vida social cotidiana bajo la égida de varias formas de orden institucional, desde el capitalismo de mercado (América del Norte, Europa) hasta el complejo híbrido de poder comercial y estatal que caracteriza a la República Popular de China.
ATADOS A LOS JUICIOS DE LOS DATOS
El colonialismo de datos significa que las nuevas relaciones sociales (o relaciones de datos, que generan materias primas para el sector de cuantificación social) se convierten en un medio clave mediante el cual se crean nuevas formas de valor económico. El valor de esos procesos extractivos depende de la exhaustividad de los datos generados. Nada debe ser excluido. Antes del Internet, como señala Bruce Schneier (2015, pp.27-28), las fuentes de datos sobre la vida social se limitaban a los registros de clientes, las respuestas al marketing directo, los datos de las agencias de crédito y los registros públicos del gobierno (podríamos agregar datos de las compañías de seguros sobre sus asegurados). Ahora, como ya se señaló, un vasto y variado sector de cuantificación social que opera dentro de una compleja red de funciones de procesamiento de datos extrae datos de la vida cotidiana con una profundidad muy superior a la encontrada en formas anteriores de organización social.
Existen múltiples formas de fomentar las relaciones de datos: desde los rituales del auto-monitoreo de rutina en las plataformas donde contamos nuestros seguidores o “likes”i, hasta el desempeño ejemplar (como el de los atletas olímpicos que nos cuentan cómo se rastrean a sí mismos). Estos suaves empujones hacia la dataficación convergen en la estrategia de “gamificación” favorecida por los mercadólogos. La gamificación o ludificación (convertir algo en juego) es un término emergente de la industria basado, como señala Julie Cohen, en un “modelo de comportamiento muy específico” (2016, pp.207-214) que incentiva el “intercambio” y la lealtad a los procesos de extracción de datos a partir de los cuales se puede generar un nuevo “conocimiento social”.
En las relaciones de datos contemporáneas, no es siquiera el individuo identificable el que es objeto del monitoreo y extracción de datos (el sujeto se captura en condiciones que no requieren su nombre o incluso su identificación). Los sujetos son identificados de manera singular por varias corporaciones que usan diferentes conjuntos de características de los datos, cada una suficiente para incitar un tipo de acción particular. Los científicos de datos llaman a estos conjuntos de puntos de datos nuestros “dobles”. Los teóricos de la administración Alaimo y Kallinikos (2016) señalan, en un análisis de las plataformas de venta, que nuestros dobles hechos de datos son los componentes básicos de los nuevos “objetos sociales”: construcciones ricas en datos organizados en categorías complejas que las corporaciones pueden elegir como blanco e influir. Las plataformas de medios como Netflix se basan en la estructuración de la producción de contenido y el marketing en torno a los dobles de datos producidos a través de la continua recolección y procesamiento de datos, la cual ofrece sugerencias personalizadas para la conveniencia del usuario.
Pero no hay nada reconfortante en todo esto. A pesar de que el nuevo conocimiento social se produce a través de operaciones que trascienden a los seres humanos, son los seres humanos reales, no los “dobles”, quienes están atados a las discriminaciones que genera ese conocimiento. Es una persona real a la que se le ofrece (o no) un precio favorable en el supermercado, una oportunidad de vivienda social, o una sanción legal, todo ello basado en un razonamiento algorítmico.
Los insumos humanos son solo una parte del territorio que el colonialismo de datos busca anexar al capital humano. Las conexiones máquina a máquina profundizan significativamente la nueva red de producción de conocimiento social. Consideremos la creciente “Internet de las cosas”. El objetivo es claro: instalar en cada herramienta para la vida humana la capacidad de recopilar y transmitir datos de forma continua y autónoma dentro de sistemas de seguridad incierta controlados de forma privada.
EL “YO” COLONIZADO
En el mundo del colonialismo de datos, socialmente vacío, las operaciones llevadas a cabo por los datos invaden el espacio del “yo” haciendo del rastreo un rasgo permanente de la vida, expandiendo y profundizando la base sobre la cual los seres humanos pueden explotarse unos a otros. La realidad del sujeto como un yo se pone en juego. Es la integridad mínima de la vida humana la que debe ser protegida. Esta realidad, que los sujetos pueden reconocer entre sí, no puede intercambiarse sin poner en peligro las condiciones básicas de la autonomía humana.
Esto resulta particularmente preocupante cuando tenemos la seguridad de que los costos y las consecuencias del despojo a través de los datos se distribuirán de manera desigual, especialmente cuando se trata de la vigilancia. Incluso si, bajo el colonialismo de datos, todos estamos destinados a convertirnos en sujetos de datos – es decir, partícipes en las relaciones de datos- lo que esto significa para una persona puede ser muy diferente de lo que significa para otra. Existen varias razones para esta desigualdad: algunas se relacionan con la forma en que se asigna la intensidad de la vigilancia, y otras se relacionan con la capacidad relativa de los individuos para reparar los costos de la vigilancia a largo plazo. No podemos entrar en estos detalles aquí.
Detrás de tales variaciones, el capitalismo afirma el punto de referencia singularmente identificable en el que descansan todas las nociones del yo; es este “yo” cuyo potencial de mercado se negocia en forma de proxy. Pero, al mismo tiempo, el capitalismo erosiona un elemento central en el contenido de ese yo identificado cuya continuidad (y cambio) valoramos a través del tiempo. Al instalar la vigilancia automatizada en el espacio del yo, corremos el riesgo de perder todo lo que nos constituye a nosotros mismos, es decir, el espacio abierto en el que continuamente nos transformamos con el tiempo. Lo que se necesita defender no es el autogobierno individualista, sino la integridad mínima y socialmente fundamentada del yo, sin la cual no nos reconocemos a nosotros mismos ni a los demás como seres en absoluto.
Esta mínima integridad del yo es valorada por todas las tradiciones filosóficas. La integridad del yo como la entidad que puede hacer y reflexionar sobre las opciones en un mundo complejo es esencial para todas las nociones liberales Occidentales de libertad. Pero la integridad mínima del yo es esencial para una filosofía de liberación destinada a operar más allá de modelos Occidentales del poder, como el del filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel (1985) que enfatiza la “sustantividad natural de una persona”, el “hecho básico de que cada individuo es distinto y no simplemente diferente”. La expansión del colonialismo de datos es un problema para todos los sujetos humanos, de hecho, para el desarrollo humano como tal. Una vida continuamente rastreable es una vida desposeída, no importa cómo se mire. Reconocer este despojo es el comienzo de la resistencia al colonialismo de datos.
CONCLUSIÓN
En este punto, podemos aprender mucho recordando la visión del fallecido sociólogo peruano Aníbal Quijano. Para Quijano, el objetivo no era simplemente pasar de lo colonial a lo “poscolonial”, sino cuestionar la legitimidad fundamental del colonialismo a través de formas de pensamiento “decoloniales”. Quijano se centró en el legado del colonialismo histórico, pero su diagnóstico es de enorme importancia para abordar también el colonialismo de datos. Lo que el pensamiento decolonial en particular puede ayudarnos a comprender es que el colonialismo, ya sea en su forma histórica o nueva, solo puede ser opuesto de manera efectiva si es atacado en su núcleo: la racionalidad subyacente que permite que la apropiación continua parezca natural, necesaria y de alguna manera una mejora de, y no una violencia contra, el desarrollo humano.
Quijano pide una “descolonización epistemológica para dar paso luego a una nueva comunicación intercultural, a un intercambio de experiencias y significaciones como la base de otra racionalidad que pueda pretender, con legitimidad, a alguna universalidad” (2007, p.177). El objetivo no es abandonar la racionalidad, ni siquiera la pretensión de “alguna universalidad”. Lo que debe abandonarse es la pretensión de universalidad absoluta que Quijano considera característica de la modernidad europea, y que encontramos reproducida en el colonialismo de datos y sus lógicas de extracción universal y administración de seres humanos a través de datos. La fuerza del punto de Quijano se mantiene incluso cuando, en el mundo bipolar de la dominación de datos entre Estados Unidos y China, el colonialismo comienza a operar mucho más allá de los límites de las tradiciones europeas.
Llegamos aquí al núcleo de lo que está mal con el nuevo orden del colonialismo de datos: su visión de la totalidad. Sin embargo, la lógica de los datos masivos no es la única visión del orden humano que es posible:
Fuera de occidente, virtualmente en todas las culturas conocidas, … toda producción sistemática de conocimiento [está asociada] a una perspectiva de totalidad. Pero en esas culturas la perspectiva de totalidad en el conocimiento incluye el reconocimiento de la heterogeneidad de toda realidad; de su irreductible carácter contradictorio; de la legitimidad, esto es, la deseabilidad del carácter diverso de los componentes de toda realidad y de la social en consecuencia. Por tanto, la idea de totalidad social en particular no solamente no niega sino que se apoya en la diversidad y en la heterogeneidad histórica de la sociedad, de toda sociedad. En otros términos, no solamente no niega sino que requiere la idea del “otro”, diverso, diferente (Quijano 2007, p.177, énfasis nuestro).
Es exactamente esta visión alternativa de orden y totalidad la que la dataficación niega, ya que categoriza a los sujetos y construye sociedades para el control algorítmico total. Y es exactamente esta visión alternativa la que debe afirmar la resistencia al colonialismo de datos.
El punto de partida práctico para la resistencia al colonialismo de datos es una visión que, hasta hace veinte años, habría sido indiscutible, pero ahora, extrañamente, parece ser contraintuitiva para muchos. Esta visión rechaza la idea de que la recopilación continua de datos de los seres humanos es natural, y mucho menos racional; y por eso rechaza la idea de que los resultados del procesamiento de datos son una forma natural de conocimiento social, en lugar de una forma de extracción motivada comercialmente que persigue intereses económicos y/o de gobierno particulares. Rechazar el colonialismo de datos no significa rechazar la recopilación y uso de datos en todas sus formas. Pero sí significa rechazar la forma de apropiación de recursos y el orden social que representan la mayoría de las prácticas de recopilación de datos contemporáneas. Un primer paso útil es nombrar tal práctica como el proceso colonial que sin duda es.

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