Palabras al recibir el Premio “Personalidades Distinguidas” de la Unicvversidad del Pacífico
Mayo 26, 2009

premio.gif Mis palabras (más abajo) dichas en representación de las personas distinguidas por la Universidad del Pacífico con el Premio “Presonalidades Distingidas”, en acto celebrado en la sede de la Universidad, martes 26 de mayo 2009.
Fueron designadas este año, como informa el sitio de la universidad:
José Joaquín Brunner Ried, por su destacada trayectoria profesional y aporte al quehacer académico y educacional de nuestro país; Andrés Concha Rojas, por su destacada gestión emprendedora y profesional, en el mundo empresarial; Felipe Cruzat Solar (Q.E.P.D.) , por ser ejemplo de vida cristiana, a través de su mensaje de fe y esperanza; Carlos Figueroa Serrano, por su amplia trayectoria profesional en el ámbito político y su destacada gestión diplomática; Mariano Fontecilla , por su destacada trayectoria internacional y gran aporte al mundo diplomático; Cristián Labbé Galilea, por su valioso aporte a la gestión pública y servicio a la comunidad; Humberto Maturana Romesín, por su destacada vocación investigadora y gran aporte a las ciencias y desarrollo del conocimiento.
Señor Rector y autoridades de la Universidad del pacífico; distinguidas personalidades premiadas, señoras y señores:
Desde antiguo las universidades participan en la esfera pública contribuyendo a la deliberación social con el conocimiento que cultivan y formando a las personas para variadas áreas del saber y de las profesiones.
Además lo hacen celebrando a las autoridades y a las jerarquías: al comienzo a sus mecenas –papas, monarcas y burgueses acaudalados que las sostenían— y hoy, en tiempos republicanos, a ciudadanos como nosotros a quienes destacan con benevolencia, según rezan las bases del galardón, “por su integridad moral, capacidad de servicio, y contribución al desarrollo cultural, social, económico y político” del país.
Es en nombre de quienes así somos distinguidos que agradezco, junto con valorar la tradición universitaria que inspira este gesto.
En efecto, la universidad da testimonio de su compromiso con la comunidad también cuando juzga la trayectoria y los méritos de quienes somos parte de ella y periódicamente resalta a algunos que considera merecedores de una mención especial.
En ese acto reconoce el pluralismo propio de una comunidad democrática, al celebrar –como ocurre en esta ocasión– a personas de muy diversos origen, biografía, visión de mundo, disciplinas y oficios, posición ante la historia y sentido del país y su futuro.
En el reconocimiento de esta diversidad se funda asimismo, interiormente, la libertad de la institución universitaria para definir su misión, para enseñar e investigar, y para cultivar los ideales y valores que proclama como propios en medio de la sociedad.
A lo largo de la historia –desde su nacimiento al comienzo del segundo milenio– las universidades han luchado por alcanzar y mantener esa libertad interior como el fundamento de su autonomía y condición de su dignidad. Se trata, en una palabra, del derecho de pensar y discernir.
Como alguna vez dijo Jorge Millas:
Muchas fuerzas enemigas se confabulan contra ese privilegio y deber que tiene el hombre de pedir orientación a la inteligencia, de examinar, comparar, juzgar, buscar razones, disentir, romper el cerco de los lugares comunes, detectar los prejuicios que pasan como verdades, de pedir cuentas, en fin, a las frases hechas y a los intereses disfrazados como valores.
Al honrarnos con esta distinción, la Universidad da expresión a esa libertad “de examinar, comparar y juzgar” y, como resultado de tal ejercicio, afirma a través nuestro el pluralismo de valores que forma parte inherente de la tradición democrática.
Si bien a quienes hemos sido distinguidos no nos cabe –por elemental modestia y, además, por prudencia– evaluar los méritos que pudieran justificar estas designaciones, sí quiero decir –a título personalísimo y con la venia de ustedes– que mi mayor alegría esta noche es compartir este premio con mi amigo don Carlos Figueroa Serrano, quien lo merece, creo yo, como el primero entre nosotros. De él aprendí sobre las responsabilidades del servicio público y el ejercicio de las funciones de poder más que de cien lecciones y textos eruditos.
Gracias, entonces, a nombre de nosotros los festejados, a la Universidad del Pacífico, a sus autoridades y a todos ustedes, señoras y señores: muchas gracias.

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