Más allá del mercado: Hacia una nueva reforma de la Educación Superior en Chile
Septiembre 14, 2005

Entrevista realizada a José Joaquín Brunner por Daniel Samoilovich de COLUMBUS para el Portal UNIVERSIA y publicada en Lima, Perù, por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con una Presentacion del Rector de dicha Universidad, don Manuel Burga (ver mas abajo) en septiembre 2005.
Disponible aqui como Download file [pdf].
Primera edición:
Lima, agosto de 2005
© Universidad Adolfo Ibáñez (Chile)
© Universidad Nacional Mayor de San Marcos
© Comisión de Coordinación de Reforma Universitaria
© Asamblea Nacional de Rectores
© Universia – Columbus
ISBN: 9972-46-289-7


Presentación
Chile, para los peruanos del siglo XX, casi siempre se presenta como un referente incómodo, antipático, pero razonablemente imprescindible. Sin embargo, algunos prefieren soslayarlo, otros culpabilizarlo o mirarlo furtivamente, pero si queremos ser objetivos no podemos dejar de reconocer que cada vez Chile o la experiencia chilena es más visible y presente, sea porque sus capitales y empresas privadas los tenemos a la vista o porque muchos peruanos migran hacia ese país buscando trabajo o mejor fortuna. Entonces, por qué no mirarlo con ojos más analíticos y escrutadores y preguntarnos qué es lo que han hecho y están haciendo en las últimas cinco décadas. Este referente ya nos ha servido bastante para alimentar nuestro nacionalismo y de alguna manera contribuir al fortalecimiento orgánico de la nación peruana. No podemos olvidar –por supuesto– la noble lección de don Jorge Basadre (1903-1980), representante de la famosa Generación del Centenario, quien vivió los primeros nueve años de su vida en su Tacna cautiva y descubrió el nacionalismo y la nación mirando constantemente a Chile en ese largo período que empezó en 1879 y terminó en 1929. La Generación de los años 50 también tomó, con otra sensibilidad y perspectivas, este mismo norte: la gran derrota del siglo XIX y el consecuente desarrollo desigual entre Perú y Chile republicanos como un trauma y preocupación. Mi generación, denominada provisionalmente de los años 60, tuvo otro norte de orientación y por eso este gran suceso del siglo XIX pasó a un segundo plano y solamente volvió al escenario en 1979, cuando se celebraba el centenario de esta guerra perdida, y nos preguntábamos de nuevo –al estilo de Manuel González Prada, mirándonos las entrañas– por las causas económicas, políticas, sociales o militares de la derrota, pero ahora ¿por qué no miramos al vecino del sur para responder a estas mismas preguntas?
Estamos en el 2005. A más de dos décadas de este centenario los historiadores y los peruanos en general, con legítima curiosidad, deben preguntarse por qué no estamos tan bien como aparentemente ellos están, o como los brasileños o mexicanos. Miramos muy frecuentemente a la historia política, económica, militar y social para encontrar explicaciones, pero a menudo nos quedamos en esos ámbitos o territorios. Ahora, como Rector de San Marcos, me he internado en la historia institucional, de la educación superior, de la universidad en particular y lógicamente recurro al análisis comparativo: Chile, México y Brasil son mis referentes preferidos.
Nuestro proceso histórico, también en esta esfera, es muy diferente al chileno: en 1842, cuando con la intervención destacada del venezolano Andrés Bello se fundó la Universidad de Chile, surge una nueva institución universitaria, no como continuidad de la colonial Universidad de San Felipe, sino, tal como lo indica la historiadora chilena Sol Serrano, como «…parte del proceso de formación del Estado nacional moderno», como una ruptura. Ella misma agrega luego «…que el Estado fue el eje modernizador de la educación, el que introdujo el conocimiento científico, el que formó las profesiones».1 Esta ruptura, con esa rotundidad, parece que no se dio en nuestro país y es una historia bastante conocida que no vamos a repetir aquí.
1 SERRANO, Sol. Universidad y nación. Chile en el siglo XIX, Chile: Editorial Universitaria, 1993, p. 16.
José Joaquín Brunner es uno de los mejores especialistas latinoamericanos en educación, entendida tanto como sistema educativo general, subsistemas (primaria, secundaria y superior) o inversión en capital humano (sea a través de instituciones públicas o privadas). Sin embargo, todos le reconocen que su área predilecta de estudio es y ha sido la educación superior chilena e internacional.
En su país, Chile, al parecer, ha participado directamente en el estudio y la gestión de las políticas públicas del sector educación desde fines de los años 60. Colaborando y polemizando con la Unidad Popular en el período 1969-1973. Luego él ha vivido, como observador experimentado, los cambios que se produjeron en el sector educación en los años difíciles del gobierno militar del general Pinochet (1973-1990) y con el regreso de la democracia, en 1990, volvió a tener un papel más protagónico, ya no sólo como estudioso, investigador, sino como creador y gestor de nuevas políticas que sin lugar a dudas han influenciado en el desarrollo de la educación chilena en general.
La entrevista que ahora publicamos, por la espontaneidad de la conversación y la ausencia de un aparato científico, nos introduce rápidamente en los problemas centrales de la educación superior en Chile y también en América Latina. El autor, en esta entrevista, como en sus numerosos estudios, parte del principio de que la formación del capital humano en un país depende del funcionamiento, eficiente o ineficiente, actualizado o anacrónico, de su sistema educativo en todos los niveles. En un informe de 2003, elaborado junto con Gregory Elacqua, denominado Capital Humano en Chile2, llegan a interesantes conclusiones y revelaciones sobre el grado de desarrollo alcanzado por el sistema educativo chileno en las últimas dos décadas. Por eso no podemos dudar de que definitivamente nuestro vecino del sur ha alcanzado un buen desarrollo, no solamente en función de su propia evolución histórica, sino también comparativamente con relación a los mejores estándares alcanzados en los países más exitosos de América Latina, e incluso comparado con el de los países desarrollados. Este buen nivel no es –de ninguna manera– una consecuencia de su Ley Universitaria de 1981 que innegablemente introdujo importantes cambios en el sistema de la educación superior en Chile. Así por ejemplo, sólo para mencionar tres consecuencias: terminó con las sedes provinciales de la emblemática Universidad de Chile, introdujo los aranceles(pago por estudios) en la universidad pública y al mismo tiempo fortaleció el crédito solidario educativo para los estudiantes universitarios.
2 BRUNNER, José Joaquín y Gregory ELACQUA, Informe Capital Humano en Chile, mayo 2003, Chile: Universidad Adolfo Ibáñez, Escuela de Gobierno.
Estos tres cambios van a crear un sistema muy particular en América Latina, ya que en este país parece no existir diferencia entre la universidad pública y privada en lo que se refiere a aranceles; y aquí –para sorpresa de muchos– el Estado subsidia tanto a algunas de las universidades privadas3 como a la universidad pública, como sucedía en el Perú hasta los años 80. Finalmente, nos debe llamar la atención el interés puesto –desde entonces– por las políticas públicas chilenas en los programas de calidad y su aseguramiento en la educación superior.
3 En efecto, dentro de las 25 universidades consideradas públicas en Chile, esto es, instituciones que reciben aportes directos del Estado, se cuentan seis universidades católicas y tres universidades privadas no confesionales. En cambio, las nuevas universidades privadas, establecidas con posterioridad al año 1980, no reciben aportes directos del Estado.
Hay que tener en cuenta este escenario chileno para entender mejor esta entrevista. Cuando J. J. Brunner habla del financiamiento estatal de la oferta educativa está refiriéndose al subsidio directo a universidades públicas y a algunas privadas, que en el caso de las primeras casi nunca es mayor al 25% de sus presupuestos anuales. Cuando habla del financiamiento a la demanda se refiere al crédito solidario educativo que se otorga al estudiante chileno que estudia tanto en las universidades públicas como en ese grupo de instituciones privadas. Hay muchos otros temas que serán de gran interés para nuestros docentes y actuales funcionarios de nuestra universidad, sobre todo para aquellos que van a conducir el proceso de autoevaluación en el presente año 2005.
Tenemos, muy probablemente, en lo que se refiere a inversión en capital humano, sea educación primaria, secundaria y superior, un retraso de dos décadas con relación a Chile. Por eso es necesario plantear estos problemas, analizarlos y discutirlos: ¿Por qué en el caso peruano, en las últimas tres décadas, se redujo drásticamente la inversión estatal en la educación superior pública siendo esta inversión –según una teoría económica muy aceptada– tan rentable y con retornos tan efectivos cuando se financia a los sectores sociales menos favorecidos económicamente, como los que asisten a la universidad pública peruana? ¿Por qué ni siquiera se han podido –hasta ahora– discutir ampliamente los numerosos proyectos para una nueva ley universitaria que existen en el Congreso de la República? Los colombianos, cuando aprobaron su ley universitaria en 1992, lo hicieron luego de un largo e intenso debate nacional en los años 80 y los resultados de su aplicación han sido bastante buenos. Más aún debemos reconocer que la situación de la educación superior en nuestro país es preocupante y hay situaciones verdaderamente paradójicas. Por ejemplo, no contamos con una norma legal que nos ampare adecuadamente. La ley universitaria 23733 de 1983 estuvo concordada con la Constitución de 1979, no así con la de 1993. Esta última es el acta de defunción del Estado benefactor en nuestro país en casi contraposición con la anterior. Esto explica las controversias entre la norma universitaria y los mandatos constitucionales y el por qué la Ley Universitaria no es respetada por el gobierno central (artículo 53) , ni por los gobiernos locales (artículo 87) , ni –aunque pueda parecer más que paradójico– por las mismas autoridades universitarias, dada su obsolescencia, anacronismo e inaplicabilidad en muchos casos, y por eso generalmente recurren a imaginativas interpretaciones para reformar sus estatutos dentro del marco legal de esta ley. Hasta podríamos llegar a la curiosa constatación de que si bien hay una situación, como dice Brunner para ciertas situaciones universitarias latinoamericanas, de «benevolencia negligente», donde ni el Estado, ni el legislativo, ni demandan, ni se preocupan por una norma legal nueva, adecuada, las mismas universidades –por la fuerza de las circunstancias– ya se están reformando, están autoevaluándose y creando sus propios organismos de control y aseguramiento de la calidad. Y ese es el mejor signo de vitalidad y esperanza que actualmente exhibe la universidad pública peruana.
Para finalizar quisiera agradecer a Dennis Dávila, nuestro representante ante Universia, por su permanente curiosidad por este tipo de documentos que navegan en Internet. También nuestro agradecimiento a Ezra Zaharia de Universia y al Programa COLUMBUS, «Conversando con directivos universitarios». Igualmente a Silvia Quispe Ramírez, de nuestra Oficina de Relaciones Públicas, que realizó lo que en palabras del profesor José Joaquín Brunner «ha sido una labor estupenda». Madeline Guzmán Zamora ha hecho el cuidadoso trabajo de introducir los cambios y notas explicativas al primer texto. Finalmente, al entrevistado, el profesor J.J. Brunner, que ha tenido la gentileza de revisar la transcripción, nuestro sincero reconocimiento por autorizar esta publicación.
Manuel Burga
Rector

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