José Joaquín Brunner: “Educación gratis para todos es ir en contra de la igualdad”
José Joaquín Brunner, ex ministro y académico de la UDP, dice que la agenda de La Moneda se ha ido “borroneando”. Dice que no se está discutiendo sobre calidad, sino de cuestiones emotivas como el lucro o la estatización. Y reconoce que la Concertación erró al no incrementar la inversión en educación.
por Cony Stipicic H. Fotografía: Felipe Fredes / Agenciauno, La Tercera, 20 de agosto de 2011
En 1994 encabezó la que pasó a llamarse más tarde Comisión Brunner. De ahí salieron propuestas para mejorar la educación que son validadas hasta hoy por distintos actores y que colocaron al ex ministro secretario general de Gobierno como referente en el tema y como frecuente candidato a asumir el ministerio.
José Joaquín Brunner cree que entonces la situación era distinta y que el trabajo consistió en una “reconstitución del sistema educacional democrático dentro de la matriz de provisión mixta que el país había tenido históricamente”. Asegura que había que poner al día un sistema obsoleto, no sólo desde el punto de vista macro-institucional, sino también desde aspectos micro: definición de los currículum, métodos de evaluación, métodos pedagógicos, infraestructura, tecnologías, etc.
En ese momento ¿se creía que la municipalización podía funcionar?
En la comisión, donde llegamos a acuerdo en casi el 100% de las materias, hubo discusión intensa en algunos puntos. Por ejemplo, respecto del cofinanciamiento, mucho más que de la municipalización. La verdad es que los que allí estábamos pensábamos que, una vez que se reconstituyera la democracia, el tejido democrático de base que da lugar a los municipios podía funcionar y operar con una visión de educación descentralizada, con control democrático sobre la calidad a través de un organismo regional democráticamente elegido, y ya no bajo la influencia de alcaldes designados. Después esos supuestos no funcionaron.
¿Fue suficiente lo que se hizo en 1994?
Habría que ser completamente ciego para no darse cuenta de que hubo enormes transformaciones: se universalizó la educación secundaria, se masificó la educación superior, la estructura de fuerza de trabajo en Chile ha cambiado radicalmente, y hoy hay mucha más gente mejor educada. Ha habido una verdadera transformación educacional que, precisamente por lo masiva y rápida, dio lugar a nuevos problemas. Cuando uno tiene de golpe un 70% del sistema compuesto por familias que nunca habían accedido a la educación superior, la forma de financiamiento debe adaptarse a esta nueva circunstancia.
¿Quiere decir que el éxito de la transformación educativa en los años pasados explica la crisis actual?
Me parece que es la principal causa. Pero no lo llamaría “el éxito”, sino que desarrollo. Las dinámicas de transformación experimentadas por la educación han dado lugar a un sistema en que, dada su complejidad y magnitud actual, muchas de las variables diseñadas entonces ya no son eficaces.
¿Estás variables están presentes en el debate actual?
No. En parte porque el gobierno ha conducido este proceso de una manera tan confusa, errática e improvisada, que la agenda y sus prioridades se han ido borroneando. Hoy estamos discutiendo sobre cuestiones que pueden ser emocionalmente muy intensas o que pueden tener un compromiso valórico o ideológico doctrinario muy fuerte, como el lucro o lo que se llama “estatización” de la educación, pero que hacen poca relación a los temas centrales de equidad, calidad y pertinencia de la educación. Si alguien cree que cambiando el diseño institucional vamos a tener una educación de otra calidad, está equivocado. No va a significar ningún cambio. Estamos en una discusión que se ha ido volviendo menos relevante.
¿Cuál es la dificultad de atacar la profundidad del problema?
La intrínseca profundidad puramente técnica que tienen estos problemas, más el hecho de que compiten visiones radicalmente diversas. Hay 3.500 colegios y un millón de alumnos en personas jurídicas que son con fines de lucro, lo que no significa que todas hagan lucro. ¿Qué vamos a hacer con ellos? ¿Qué vamos a hacer con las decenas de Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica que han cumplido con la ley? Nadie discute en esos términos. Se dice “gratuidad de la educación superior”, pero no para el 60%, sino que “para todo el mundo”, pero nadie explica de dónde va a salir ese dinero, cuando el compromiso principal que el país debiera tener -y ha tenido durante estos últimos años- es otorgar la mayor parte de los recursos adicionales a la educación inicial, porque ahí es donde se generan las mayores injusticias. Decir que “le vamos a dar educación gratis a todos” es ir en contra de una política de equidad. No estamos discutiendo en serio.
¿Cómo se ha manejado el gobierno?
Errática y confusamente.
¿Incluyendo las propuestas de los cuatro ejes entregadas el miércoles?
Sí. Desde el comienzo ha tenido una enorme dificultad para fijar cuál es su estrategia y su agenda. Lo primero que hace un gobierno que entra a cualquier discusión es decirle al país cuáles son sus objetivos. Se dijo que este iba a ser el año de la educación superior y que se iban a hacer grandes transformaciones. Con eso se abrió la caja de pandora, sin definir nada. Cuando llegamos al 21 de mayo -que es el siguiente acto de esta tragedia- el gobierno presentó cuatro medidas bastante marginales, pero ninguna transformación que respondiera a las expectativas. Luego comenzaron los movimientos en la calle y fueron, sucesivamente, anunciando el Gane, que no era otra cosa que decir “pongo cuatro mil millones de dólares, que voy a distribuir de distintas maneras. Y tranquilícense, porque es mucho dinero”. No dice de dónde viene la plata, si va a servir para la educación superior o escolar, cuánto para cada lado, en cuánto tiempo se gastará ni para qué.
Luego vinieron las 21 medidas que usted criticó por “amplias”.
¿Cómo pretenden sentarse a conversar acerca de algo que va desde la educación inicial hasta los posdoctorados? Y llegan ahora con las prioridades, que tienen cuatro ejes y que, en algunos casos, avanza positivamente y en otros reitera cosas ya dichas. Y todo por televisión. Su ciclo consiste en que, improvisadamente y bajo enorme presión, sale algún personero a hablar, hace un enunciado y los estudiantes tienen una respuesta casi de rutina: “esto no nos parece satisfactorio, es confuso. Vamos a reunirnos el fin de semana y declararemos lo que vamos a hacer”. Pero es claro que dirán que no. Y con razón, ya que pueden decir: “Se redujo a cuatro, pero también deja varias vaguedades abiertas… y antes había dicho 21. ¿Entonces qué pasó con los otros 17 puntos? ¿Los vamos a discutir en algún minuto o no?”. Y el gobierno se niega a acotar la agenda, a tener una carta de navegación.
¿Por qué cree usted que se niega?
Hay inexperiencia. Pero eso es una mala excusa, porque cuando llegaron los Boeninger, los Correa y los Foxley al gobierno el 90 tenían cero experiencia e hicieron un gobierno razonable. Entonces pura falta de experiencia no es. Ya pasó más de un año y tendrían que haberla acumulado.
-Se ha dicho que la propuesta de los cuatro ejes está más orientada a calmar a la opinión pública que a los estudiantes. ¿Está de acuerdo?
Hay una parte de la respuesta que está claramente diseñada con ese propósito, que, por lo demás, no tiene nada de malo. Uno de los temas tiene que ver con la unificación de los regímenes de créditos, hay que tener uno solo para todos los estudiantes con las mismas necesidades. Qué justificación puede tener un país para distinguir dos grupos que teniendo las mismas necesidades económicas y el mismo mérito, tengan un crédito más o menos blando. El gobierno ahora pretende acercarse a eso, y eso es una clara señal de que quiere reforzar un sistema mixto, pero con trato igualitario. Pero eso solamente para los créditos y las becas es limitado. Hay que definir si va a mantener una regla de igualdad entre distintos tipos de universidades. Y si no lo hace, cómo lo justifica. Ese es el tipo de cosas que no hace.
¿Cuánto de lo que la Concertación dejó de hacer está pasando la cuenta hoy?
Básicamente, tiene que ver con modalidades de financiamiento. Lo que la Concertación hasta muy tarde no aceptó con claridad es que había que ir mucho más rápido en el calendario de aumento de la inversión. El que siempre hablaba de la necesidad de, por lo menos, duplicar los recursos en educación superior era Gonzalo Vial. Y tenía razón. Muy temprano yo lo dije y no tuve gran eco, incluso dentro de la Concertación. Ahí nos equivocamos.
¿A estas alturas, el conflicto estudiantil se transformó en un conflicto social?
Yo hablaría de una protesta social, no necesariamente de un conflicto. Es una protesta de sectores medios en torno a cuestiones que tienen que ver con endeudamiento, con sensación de abuso de los más poderosos y con enormes inseguridades respecto del futuro. Esa combinación es nueva, representativa del capitalismo del siglo XXI, y da lugar a estas nuevas formas de expresión. Es riesgoso, porque se trata de grupos ilustrados, que fácilmente pueden imponer una suerte de agenda de gasto público que favorezca sus intereses, en desmedro de los sectores más pobres, de niños y jóvenes que no se manifiestan en las calles.
¿Podría terminar siendo regresivo?
Una fuerza de la política en los últimos 20 años fue la focalización en los sectores más pobres, pero eso significó que en algún punto se llegara a un desbalance completo entre el esfuerzo público y el privado en educación superior. Cuando los privados están haciendo tres veces el esfuerzo del Estado, en términos de gasto, quiere decir que se ha llegado a una situación límite, que hay que recuperar equilibrio, y eso es, en el fondo, lo que se está tratando de hacer cuando se anuncian becas y créditos para el 60%. Pero hay que hacerlo de manera tal que no se nos produzca un desbalance y que en 10 años más nos demos cuenta de que, después de todos los avances hechos por la pobreza, hemos vuelto a desfocalizar subsidiando a los sectores medios emergentes, mientras descuidamos el gasto educacional en los sectores más pobres.
¿Por qué cree que esto estalla ahora?
Tuvo bastante profundidad con la manifestación de los pingüinos. Y creo que fue mucho mejor encauzado en ese momento. Tampoco podemos asegurar que, aunque encontráramos soluciones muy favorables y positivas ahora, esto no vuelva a pasar en cinco o 10 años más. En los países más avanzados la educación cíclicamente vuelve a ser un problema. ¿Por qué pasó ahora? Las cosas tienen su punto de maduración y son procesos dinámicos que, en este caso, desbordaron al gobierno por todos lados.
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