El próximo gobierno ya comenzó a formarse en el terreno de las ideas
Enero 11, 2017

El próximo gobierno ya comenzó a formarse en el terreno de las ideas

2017 será inevitablemente un año de ideas e ideologías, de construcciones ideales, de propuestas y polémicas. Puede ser que nada de esto se vaya a reflejar en los moldes tradicionales o a la manera que aspirarían los académicos e intelectuales públicos que ocurriese. O sea, mediante discursos coherentes, argumentos bien articulados, razones fundadas.

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Las últimas encuestas, especialmente la del CEP, y los sucesos políticos que van desenvolviéndose cada vez con mayor velocidad, apuntan claramente hacia el futuro.

El gobierno, con su débil apoyo, al igual que la Presidenta con su alta desaprobación, aparecen como figuras que se alejan rápidamente en  el espejo retrovisor.

Al contrario, el espacio por delante va poblándose de posibilidades.

 

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Por lo pronto, la Nueva Mayoría y Chile Vamos continúan ocupando los lugares centrales del escenario; de su seno deberían emerger los candidatos con mayores posibilidades de imponerse en una segunda vuelta.

Este es un fenómeno interesante, si se piensa que ambos conglomerados gozan de escaso respaldo, no superan aún la crisis que afecta a sus partidos, no poseen un claro perfil ideológico, carecen de propuestas programáticas sólidas y sus liderazgos presidenciales concitan todavía una limitada adhesión.

A pesar de todo, a menos de un año de la próxima elección presidencial, no ha surgido por fuera de las dos coaliciones principales, una tercera candidatura independiente, personalista, con una oferta claramente populista.

El momento anti-político, anti-intelectual, anti-tecnocrático y anti-élites imperante en algunos segmentos de la sociedad, volvía imaginable que algunos círculos (políticos, intelectuales y tecnocráticos que buscan levantarse como élites de reemplazo) pudiesen ofrecer una alternativa de aquel tipo, que prometiese la rápida y radical superación de todos los males causados por la política de partidos y el “duopolio” encarnado por los dos conglomerados principales.  Muchos incluso anticipaban esta ocurrencia; otros la favorecían. Sin embargo, las instituciones —por una vez puede decirse con seguridad, al menos hasta aquí— están funcionando.

Más bien, las corrientes antisistema buscan crear un nuevo, tercer, conglomerado. Ya bien mediante una formula político-partidista de nuevo tipo que, bajo el nombre de Frente Amplio, encarne las aspiraciones de una izquierda dura y pura, dispuesta a no transar con el mercado y a luchar por una vía no-capitalista de desarrollo.

O bien, a través de una alternativa tipo “movimiento”, conformado por todas las organizaciones e instancias de la sociedad civil que luchan por reivindicaciones concretas del estilo “no +” (AFP, Isapres, lucro, etc.), causas medioambientales, urgencias locales y regionales, carencias en salud, malestares vecinales y comunitarios, derechos de minorías, cuestiones identitarias, etc.

Dicho en otras palabras, hasta el momento no ha surgido una alternativa carismático-redentora que ofrezca salvar la crisis (corrupción, malestares, abusos, explotaciones, miseria, desigualdades, injusticias, dominaciones, etc.) por medio de la intervención milagrosa de un individuo elegido por las masas y dotado con los poderes (mágicos) para construir una nueva sociedad (llámese socialismo del siglo 21 o una “gran nación” sin fisuras entregada a su jefe y un destino colectivo).

Esta forma de populismo, que igual puede ser de izquierda o de derecha, no aparece hasta ahora en el horizonte y muestra que —a pesar de todo— la institucionalidad de partidos y conglomerados  mantiene la capacidad de ordenar y conducir los procesos  electorales de opinión pública. Incluso las nacientes fuerzas antisistema se doblegan ante esta lógica y buscan crear su propio conglomerado electoral, por mucho que su retórica insista en despreciar las formas democráticas, el parlamentarismo y la representación.

 

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Si se acepta este razonamiento, lo que debe interesar para el próximo futuro son las respuestas que cada uno de los dos conglomerados mayores, y el tercer conglomerado antisistema,  darán a la pregunta sobre cuál es el modelo de desarrollo que postulan para el país (su economía, su sociedad, su política y cultura), a partir de 2018. Es saber cuál es su visión y programa de acción. Cómo articulan un diagnóstico y una propuesta, qué prioridades fijan, y cuáles políticas esperan poner en marcha para alcanzarlas.

Por el momento los conglomerados y sus partidos aparecen más preocupados de dirimir candidaturas que de proponer sus proyectos de país y someterlos a la deliberación pública. Esto vale principalmente para la Nueva Mayoría. Pero también para las otras fuerzas. A partir de marzo, todas tendrán que mostrar las ideas que presiden sus proyectos respectivos.

Quienquiera termine siendo el candidato de la Nueva Mayoría, y es probable que lo sea Guillier, ¿ofrecerá una continuidad básica con el programa de Bachelet, o su rectificación (en aspectos esenciales o meramente tácticos) o su sustitución por una nueva visión? ¿Pondrá énfasis en las mismas reformas del actual Gobierno que se hallan a medio camino (para completarlas o corregirlas) o agregará otro ciclo de reformas de similar magnitud?

¿Mantendrá el mismo espíritu retóricamente refundacional o lo abandonará tras las lecciones aprendidas? En uno u otro caso, ¿qué importancia atribuye a la aprobación de una nueva Constitución? ¿Y cuál formula usará para su elaboración y qué ideas serán los ejes de la nueva propuesta constitucional?

Más al fondo, ¿qué modelo de desarrollo levantará esta vez la Nueva Mayoría? ¿Insistirá en un enfoque de derechos sociales y de esferas desmercantilizadas con un débil correlato en ingresos del Estado, gestión estatal y crecimiento económico? ¿O impulsará una estrategia de más acentuado capitalismo industrial de Estado, tal como insinúa el documento programático del Partido Radical?

¿Y cuáles redes político-técnicas al interior del conglomerado acompañarán al Presidente y gestionarán las palancas del Gobierno, las políticas claves, los procesos legislativos, los diseños estratégicos y la comunicación del discurso gubernamental? De ser Guillier el que encabece la nueva administración, ¿habrá hegemonía socialista, socialista-DC, radical-comunista-con corrientes PS y PPD? ¿Qué papel jugarán las ideas, los cuadros técnicos y liderazgos parlamentarios de la DC?

Por su lado, ¿qué propondrá de nuevo la alianza de derecha? ¿Un revival de la primera administración Piñera, con los mismos énfasis en gestión empresarial, generación de empleo y crecimiento del PIB? ¿Sería posible retomar un continuismo de esa naturaleza tras el profundo cambio en la economía global y los nuevos aires anti-globalización que vienen de dos adalides del libre comercio, EEUU y Gran Bretaña?

Por el contrario, de haber un cambio de visión, ¿hacia dónde cambiaría y cómo? ¿Más o menos inclinado hacia la ortodoxia neoliberal? ¿Una derecha político-culturalmente más liberal o más conservadora? ¿Más compasiva o más competitiva? ¿Con qué prioridades de orden, seguridad, disciplina? ¿Qué respuesta daría a las movilizaciones en la calle? ¿Con que medidas actuaría un (nuevo) gobierno Piñera en La Araucanía? ¿Qué actitud adoptaría frente a las reformas a medio camino de la administración Bachelet, particularmente las reformas tributaria, laboral y educacional? ¿Encauzar, reorientar, corregir, modificar, reemplazar?

Todo esto, ¿con qué estilo? ¿Cómo se actúa a contramano de la retroexcavadora? ¿Hay ideas propiamente “de derecha” para gobernar en un momento de tanto descreimiento frente a las élites, los ricos, las empresas y las plutocracias? ¿Y qué redes políticas (tradicionales o nuevas) podrían hacerse cargo del timón y la navegación en una segunda oportunidad para Piñera? ¿Vendrán los hombres del Presidente de los partidos esta vez o  de las empresas como ayer o de la academia? ¿Cuánta diversidad habrá? ¿Será el éxito social el único mérito reconocido para ingresar al gabinete?

Por último, ¿en qué consistirá la “propuesta de país” del Frente Amplio? ¿Una versión radicalizada de capitalismo de Estado o una combinación de medidas del tipo socialismo siglo 21 como nacionalización del cobre, sistema de reparto para pensiones, organización popular desde el Gobierno y un fuerte programa de subsidios directos a los sectores marginales y excluidos?

¿Cuál perspectiva de relaciones internacionales ofrecerá impulsar un Gobierno del Frente Amplio? ¿Una política de Estado como reclaman el establishment y el sentido común, o una política disruptiva, de alineación con el ALBA y de cercanía simbólica con Grecia, Portugal y los partidos alternativos de izquierda del resto de Europa? ¿Cómo se propone abordar el tema de Bolivia, la relación con EEUU, las recomendaciones del FMI, las materias peliagudas de derechos humanos en Venezuela y China?

¿Sería el Frente una nueva izquierda radical solo en lo simbólico e imaginario como en el caso uruguayo, o también en la acción, con una visión del poder organizado desde abajo (asambleas populares) hacia arriba? ¿O seguiría el camino de competir con la “vieja izquierda” proponiéndose como tarea principal derrotar a la Nueva Mayoría, para mañana pasar a ocupar su puesto dentro del sistema, dando allí su testimonio “anti” pero sin poder superar los límites del sistema cuyas contradicciones debe aprender a gestionar?

Más al fondo del embrollo ideológico, de concretarse un Frente Amplio, ¿será un conglomerado que en perspectiva larga aspira al comunismo o a alguna forma de socialismo, o a un comunitarismo de nuevo tipo o a un ecologismo más o menos radical? Y respecto de la democracia liberal, ¿estima que es un ideal, una necesidad, una imposición temporal o un obstáculo a remover? ¿Debería subsistir o dar paso a un régimen de gobierno popular y en tal caso éste debería constituirse de acuerdo a qué principios?

2017 será entonces, inevitablemente, un año de ideas e ideologías, de construcciones ideales, de propuestas y polémicas. Puede ser que nada de esto se vaya a reflejar en los moldes tradicionales o a la manera que aspirarían los académicos e intelectuales públicos que ocurriese. O sea, mediante discursos coherentes, argumentos bien articulados, razones fundadas. Habrá algo de eso también, por necesidad. Pero al mismo tiempo el debate ideas e ideologías tendrá lugar en columnas de opinión, en diarios electrónicos, en blogs, en panfletos de circulación limitada, en las pantallas de televisión, en libros y revistas, en foros y en tantas otras formas que adopta la esfera pública posmoderna. Lo que allí resulte luego circula por decenas de canales y se difunde en todas direcciones hacia los partidos y las futuras redes de política que posteriormente conformarán el nuevo Gobierno.

No hay que equivocarse: las ideas de éste ya están formándose ante nuestros propios ojos.

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