Una Crítica a la Propuesta de UNESCO Sobre la Educación Después de 2015
Julio 11, 2014

Una Crítica a la Propuesta de UNESCO Sobre la Educación Después de 2015

by Ariel Fiszbein on 01/07/2014

Crédito de la imagen: UN Members Flags / Aotearoa / CC BY-SA 3.0

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Por Ariel Fiszbein y Eduardo Vélez Bustillo

Desde comienzos de los años sesenta (en la conferencia de Addis Ababa), y con las mejores intenciones, la comunidad internacional ha venido estableciendo metas para resolver problemas educativos en los países en desarrollo. Desafortunadamente, y por muy variadas razones, éstas no se han cumplido. Inclusive las metas más recientemente acordadas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio que deberían ser logradas el próximo año, no se cumplirán. En efecto, 54 países no habrán logrado educación primaria universal para fines del 2015.

Como es bien sabido, a los problemas de cobertura (que son de menor importancia en América Latina que en otras regiones del mundo) se le agregan profundos déficits de calidad. Por decirlo mal y pronto, la cobertura aumenta pero los aprendizajes no. La magnitud de los desafíos, y las dificultades en lograr que las metas fijadas en el pasado se cumplan, nos debe llevar a ser rigurosos y cuidadosos a la hora de fijar nuevas metas.

Recientemente UNESCO ha publicado un documento en el que propone 10 metas con 25 indicadores para que se monitoreen los avances en el desarrollo educativo después del 2015. Las metas propuestas representan aspiraciones muy loables, con las cuales es difícil estar en desacuerdo. Sin embargo, para ser consideradas como instrumento para monitorear el progreso de los resultados educativos en los países en desarrollo, estas propuestas nos preocupan por su número y por la naturaleza de los indicadores sugeridos.

Entendemos que se quiera aprovechar la oportunidad de fijar nuevas metas globales para ser ambiciosos y cubrir una amplia gama de aspectos y niveles de educación. Pero vemos dos problemas potencialmente graves de tener 10 metas. Primero, sabiendo cuan difícil es lograr aún unas pocas metas, consideramos que el establecer tantas metas implica reconocer, de hecho, que éstas son sólo enunciados que difícilmente se cumplan. Segundo, nos preocupa mucho que al tener tantas metas, cada una de ellas se diluya. Es bien sabido que cuando todo es igualmente importante, nada es fundamentalmente prioritario. Creemos que los acuerdos a los que se llegue serán mucho más poderosos e influyentes si se pudiesen definir tres o cuatro metas con las que la ciudadanía pueda identificarse y demandar resultados.

Ofrecemos aquí algunos comentarios específicos en torno a las metas propuestas por UNESCO.

1. Si bien nuestra preferencia es por metas ligadas a pruebas y estándares comunes internacionales, no objetamos el principio que propone UNESCO de fijar como meta el cumplimiento de estándares de aprendizaje nacionales. Sin embargo, para que esto sea creíble, debe existir algún mecanismo por el cual los ciudadanos de cada país puedan saber si esos estándares son suficientemente exigentes o no. Simplemente decir ‘que se cumpla lo que el gobierno dice que hay que hacer’ no es suficiente. Los ciudadanos deben poder juzgar esas metas y sin ‘benchmarks’ internacionales eso es difícil de hacer.

2. Nos sorprende que la primera meta que propone UNESCO corresponda al momento en que se completa la escuela primaria.  Es demasiado tarde.  Es necesario tener indicadores mucho antes para identificar problemas. Hemos argumentado que si no hay claros logros en los primeros años de vida de los niños, intervenciones posteriores pueden significar un desperdicio de recursos porque han habido daños irreversibles, por ejemplo en el desarrollo del cerebro de los niños. Creemos que un indicador relacionado con intervenciones tempranas es una prioridad.

3. A pesar de la importancia del docente para lograr calidad educativa, no nos convence la idea de incluir una meta sobre la calidad de los docentes. Es muy complicado encontrar un consenso internacional sobre cómo medir la calidad del docente y, por lo tanto, difícil de monitorearla. Inevitablemente se termina con indicadores como los propuestos (número de docentes con diplomas) que sabemos son un pobre predictor de resultados.

4. Incluir metas relacionadas con objetivos de gasto público es problemático porque está comprobado que no es la cantidad de dinero invertida, sino en qué y cómo se invierte lo que hace la diferencia en términos de resultados.

5. Nos llama poderosamente la atención que las metas propuestas para el área de ‘competencias para el trabajo y la vida’ sean de cobertura y no relacionadas a la calidad. En ese sentido, el único indicador de impacto propuesto es uno de empleo, una medida poco apropiada de la calidad de los servicios de enseñanza y capacitación.

Cuánto más poderoso y potencialmente transformador sería poder acordar unos pocos indicadores de aprendizaje (antes de empezar la escuela primaria, al terminar la misma, y alrededor de los 15 años de edad) que todos pudiésemos entender y, así, comprometernos a monitorear que los estamos consiguiendo!

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