Conflicto educacional entre argumentos
Agosto 25, 2012

graf.jpg Posición del ministro de Educación, entrevistas a Rector Carlos Peña, UDP, y Rector Jorge Toro, Instituto Nacional y opiniones en debate.
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Beyer rechaza gratuidad en la educación superior, pero se abre a desmunicipalizar
24 de agosto de 2012 – 13:26 | Por: El Dínamo
El titular de Educación consideró que la creación de una Agencia de Educación que fiscalice, propuesta por la Cones, es una buena iniciativa, pero que tiene puntos que deben ser discutidos.
Quéopinas
Tras la agitada jornada de movilización de los estudiantes secundarios este jueves 23 de agosto en la Región Metropolitana, el ministro de Educación, Harald Beyer, destacó la propuesta entregada por la Cones que incentiva la creación de una agencia de educación que fiscalice a las instituciones que la impartan, además de la desmunicipalización, aunque aclaró que existen puntos que deben ser discutidos.
“Hay puntos en que no vamos a avanzar, como por ejemplo gratuidad en educación superior. Hay otros planteamientos como tratamiento diferenciado en educación pública y particular subvencionado, que tampoco compartimos. Estamos dispuestos a entregar fondos a la educación pública. Dentro de eso hay un espacio para coincidir en varios espacios”, explicó el ministro en el programa Hablemos en Off de Radio Duna, según consigna La Tercera.
Sobre la propuesta de la Cones, Beyer indicó que “me parece bien la creación de una agencia de educación que fiscalice. El gobierno ha concordado que hay que desmunicipalizar, enviamos un proyecto pero no ha habido mucho consenso en el congreso, estamos trabajando con distintos actores para lograr acuerdos”.
“Nunca me he juntado a conversar con los estudiantes y yo creo que ellos lo han decidido estratégicamente así. Yo creo que ellos buscan alcanzar mucho más, hay una postura de todo o nada. Lo otro es que hay una sensación de postergando la discusión se puede ganar más”, aclaró.
Consultado por las últimas movilizaciones estudiantiles, el secretario de Estado indicó que “es muy difícil predecir lo que va a suceder, nosotros hemos llamado al diálogo a hacer propuestas. No se si los estudiantes están disponibles para este camino, los llamados de los dirigentes no fueron secundados con el mismo entusiasmo que antes”, agregando “nosotros tenemos la sensación que hay grupos que quieren conversar y otros que no quieren conversar, por distintas razones. Eso es normal que ocurra y no se ha zanjado al interior de las organizaciones”.
Ante el debate producido por la reforma tributaria y su aporte a la educación, Beyer dijo que “se exageran los efectos negativos de la propuesta, el debate ha sido un poco extremo. Significa un cálculo financistas difícil de creer. La ventaja que tiene este crédito es que compensa a los padres que hacen un esfuerzo por pagar la educación de sus hijos. Yo reconozco que tiene desventajas potenciales y uno podría ir mejorando el diseño en el debate parlamentario. La desventaja es que podría generar esta segregación, pero creo que los argumentos que han presentado son débiles para asegurar esto”.
“Si se aprueba la reforma tributaria evaluamos vamos a mandar un subvención a la clase media, estamos pensando algo profundo para educación parvularia, vamos a abordar una deuda que tenemos con la educación técnico profesional”, sentenció.
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Radiografía al conflicto estudiantil
Con contexto y dinámica distintos a 2011, el movimiento se debate en una estrategia que les permita presionar al gobierno, sin perder apoyo ciudadano ni desgastarse internamente.
La Tercera, 25 de agosto de 2012
La hora de los secundarios
A diferencia de lo que sucedió el 2011, cuando los universitarios lideraron la revuelta estudiantil, este año fueron los secundarios quienes irrumpieron en la rearticulación del movimiento. Fue el sector más radical de las organizaciones escolares, agrupados en la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (Aces), de inspiración troskista y mirista, el que detonó la nueva ofensiva de agitación que terminó con nueve liceos tomados en Santiago. Pese a que este grupo de izquierda constituye una minoría política entre los escolares, lograron posicionar su discurso a través de la dirigenta Eloísa González, alumna del Liceo Manuel de Salas. Si bien se reconoce su discurso frontal, el protagonismo que ha tenido se atribuye también al apoyo mediático que ha recibido de la FECH, con la presidencia de Gabriel Boric. Según dice la dirigenta, esto marca un hito, porque “el año pasado se excluyó mucho a la Aces” del movimiento. El más perjudicado en este nuevo eje de la izquierda radical fue la agrupación más moderada: la Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios (Cones) cuyo vocero es el alumno del Liceo Manuel Barros Borgoño Cristopher Sarabia, cuyo aliado en el mundo universitario es el presidente de la Feuc, Noam Titelman.
Pese a las discrepancias, la Cones se sumó a la convocatoria de recurrir a la toma de los liceos como método de presión ante “la intransigencia del gobierno” y la frustración que existe por las movilizaciones de 2011, donde los secundarios pagaron un alto costo.
Ambas agrupaciones secundarias aspiran a estatizar la educación, terminar con el lucro y la municipalización del sistema de enseñanza escolar. La Cones busca avances concretos en el corto plazo. En esa lógica, presentaron un documento para reformar el sistema educacional, esperando que éste sea considerado en el mundo político. Lo anterior implica que están dispuesto a abrir un diálogo con el gobierno. En la coordinadora no son partidarios de las tomas indefinidas.
Confech se reordena
En La Moneda afirman que la vicepresidenta de la Fech, Camila Vallejo, dio una señal importante al asistir a la discusión de la reforma tributaria en el Congreso a comienzos de agosto, cuando en Santiago los estudiantes realizaban una marcha convocada por la Aces. Las JJ.CC. lo definieron así, explica un dirigente, pues fue la Confech la que puso el tema en la agenda.
A diferencia de 2011, cuando primó un discurso más rupturista, este año los universitarios han validado el diálogo institucional. Uno de los factores que incidió en la moderación fue la opción de la Unión Nacional Estudiantil (UNE) -grupo que aglutinaba a los “ultra”-, de acercarse a la posición más dialogante impulsada desde el PC.
Tomas y movilizaciones siguen presentes y son un punto de controversia. A comienzos de 2012, los estudiantes apostaron por reducir las marchas para no perder apoyo. Hasta ahora sólo han organizado una, a fines de junio, en la que participaron 40 mil personas, según la Intendencia (200 mil para los organizadores) en la que hubo 52 detenidos, y entregaron un petitorio de cinco puntos.
Varios dirigentes, entre ellos Noam Titelman, han planteado la idea de manifestaciones “ciudadanas”, que les permitan estar en sintonía con la población. Según ese análisis, el fondo de las propuestas aún cuenta con apoyo social y las movilizaciones deben ser convocantes. Un ejemplo, fue la cicletada del jueves, encabezada por Titelman y Vallejo.
Las definiciones de la Confech se analizarán en el pleno de hoy en Iquique, donde se evaluará continuar el camino en el Congreso o adoptar más medidas de presión. Según diversos estudiantes consultados, ambos caminos no serían incompatibles y las movilizaciones deberían “empujar” el rechazo a la agenda del gobierno en el Parlamento. Una prueba será el próximo martes, cuando la Confech se sume al llamado a paro y movilización al que convocó el Colegio de Profesores para el mismo día.
Contexto adverso
El martes pasado, en las inmediaciones del Liceo Manuel Barros Borgoño, mientras los estudiantes mantenían en toma el establecimiento, algunos apoderados se acercaban a los alumnos para preguntarles cuándo retornarían a clases. “No quiero que mi hijo pierda el año otra vez”, le dijo una mujer al dirigente Cristopher Sarabia. Este año, a diferencia del 2011, la preocupación de los padres se ha transformado en una fuerte presión para los secundarios. Algunos apoderados se han comunicado con los alcaldes, como Pablo Zalaquett, para llegar a un acuerdo que permita deponer las tomas.
Este elemento ha sido considerado por el gobierno en su estrategia para enfrentar al movimiento, según señalan algunos parlamentarios de la Alianza. Algunos dirigentes plantean que la posición de algunos padres incide en que las votaciones de los alumnos para dirimir si continúan en paro sean cada vez más estrechas. El Instituto Nacional, por ejemplo, aprobó la toma con 54% a favor y 46% en contra, disputa que se ha repetido en varios liceos de Santiago.
Otro elemento que está influyendo en el curso de las movilizaciones es el rechazo creciente de parte de las ciudadanía a las medidas de fuerza que ejercen los estudiantes, según estiman en el gobierno. La última encuesta CEP, además, da cuenta de que la confianza en el movimiento bajó cinco puntos en relación a la encuesta anterior.
Francisco Figueroa, coordinador de la izquierda autónoma, agrupación a la que pertenece el presidente de la Fech, estima que el año pasado el movimiento tuvo el factor sorpresa a su favor, pero lamentablemente “la sorpresa se agota”. Pese a ese diagnóstico, las tomas en colegios -hecho que se replicó en diversas universidades tras la toma de la Casa Central de la U. de Chile- mantienen al movimiento en un estado activo, en momentos en que definirán sus próximos pasos.
La apuesta del gobierno
Variados guiños a la Cones realizó el jueves el ministro de Educación, Harald Beyer, tras las marchas no autorizadas de los secundarios, que en su totalidad, según Carabineros, congregaron a 10 mil personas.
El ministro aludió a sus propuestas que calificó como razonables y destacó el espíritu de diálogo de dicha organización. En Educación creen que la Cones es una organización moderada, en contraposición a la Aces y la Confech. Y ahí el gobierno apuesta por el diálogo.
En el Ejecutivo sostienen que han existido contactos entre asesores de Educación y dirigentes de la coordinadora. Y que se espera que la entidad estudiantil defina su voluntad de conversar, bajo la convicción de que un sector de la Cones está descontento con lo que consideran una “cooptación” de los secundarios por parte de la Confech.
Pese a las trabas en la agenda legislativa, la situación se mira con más optimismo que en 2011. El Ejecutivo estima que el PC tiene menos presencia, lo que, a su juicio, disminuye la masividad de las marchas y dio paso a una postura más radical del movimiento, lo que no es bien visto por la ciudadanía.
Al contrario del año pasado, el gobierno cree firmemente que la decisión de no conversar con dirigentes en toma tiene piso político. Y que existe una creciente oposición a dichos actos en la opinión pública, lo que estaría avalado por estudios.
En Educación dicen haber estado alertados de que el movimiento estudiantil sería más intenso en el segundo semestre, pero creen que el conflicto declinará tras Fiestas Patrias. Además, según señalan en el gobierno, ha sido menos masivo que lo presupuestado y las movilizaciones han sido pocas y acotadas a Santiago. El Presidente reafirmó esa idea el jueves, cuando dijo que “menos del 0,1% de las escuelas está en toma”. Un senador oficialista, sin embargo, afirma que para La Moneda, las movilizaciones de los secundarios fueron una sorpresa.
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Jorge Toro, rector del Instituto Nacional: “Hay que buscar una estrategia que no signifique que los propios estudiantes destruyan la educación pública”
Rodrigo Alarcón, Raduio UChile.cl, Sábado 25 de agosto 2012 9:16 hrs.
En entrevista con Radio Universidad de Chile, la autoridad académica entrega su visión sobre el movimiento estudiantil, se muestra contrario al lucro y dice que si no hay soluciones “esto va a repercutir todos los años”. No obstante, rechaza las tomas de liceos: “Se quiere fortalecer la educación pública, pero los alumnos se van del sistema y terminamos fortaleciendo la subvencionada”, argumenta.
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La última semana estuvo marcada por la reactivación de las movilizaciones estudiantiles. En particular, los estudiantes secundarios volvieron a poner sus demandas sobre la mesa con una jornada de paro nacional y tomas en diversos liceos.
Entre ellos se encuentra el Instituto Nacional, que luego de ser desalojado, volvió a ser ocupado por sus estudiantes. El rector del tradicional establecimiento, Jorge Toro, entregó sus puntos de vista sobre la nueva etapa del movimiento y la crisis de la educación pública.
La autoridad académica sostuvo que el liceo de calle Arturo Prat “es un oasis” en la educación pública chilena, que vive un “gran crisis” debido a su segmentación: “La educación se estratificó, hay educación de primera, segunda y tercera. Y la educación pública está en el tercer lugar. El sistema de financiamiento, de administración, de gestión, está mal y hay que cambiarlo. Yo creo que estamos todos de acuerdo, el problema es que quienes tienen que tomar las decisiones no se han puesto de acuerdo”, indicó.
En ese sentido, Jorge Toro recalcó que se trata de “un problema de Estado” ya que “al país le conviene tener una buena educación pública”.
“Todos están conscientes de eso, pero las estrategias que se usan son las que han fracasado. Se forman comisiones, se vuelven a formar comisiones… entonces los estudiantes tienen razón cuando protestan, cuando exigen. El problema es cómo buscar la mejor estrategia que no signifique que al final los que terminen destruyendo sean los propios estudiantes. O sea, colegios hechos pedazos, alumnos que se van del sistema público al particular subvencionado, todo lo contrario de lo que se persigue. Se quiere fortalecer la educación pública y al final terminamos fortaleciendo la educación particular subvencionada”, explicó.
Respecto a las medidas que ha impulsado el Gobierno y los proyectos que ha enviado al Congreso, el rector del Instituto Nacional es categórico. ¿Han sido suficientes? “Me parece que no, hay temas de financiamiento que no se han tocado, temas que faltan para fortalecer realmente lo que queremos como educación pública. Hay que tener un acuerdo entre el Gobierno y el Parlamento y tomar las medidas que sean necesarias. Lo que pasa es que generalmente hay una pugna y como el Parlamento está empatado, finalmente se aprueban las cosas a medias y por eso no funcionan. Esto va a repercutir todos los años. Si no se ponen de acuerdo de una vez por todas, vamos a quedar sin educación pública o de muy mala calidad, porque cada vez va a quedar menos gente. Los mejores alumnos se están yendo”, afirmó.
Del mismo modo, Jorge Toro subrayó que desde las primeras movilizaciones secundarias de 2006 “no se ha avanzado nada” en fortalecer la educación pública y añadió que “a lo mejor en las personas que dirigen no hay interés en fortalecerla”.
Lucro no, tomas tampoco
“Por supuesto creo que es nefasto para la educación que tenga lucro”. Así de claro fue Jorge Toro para referirse a una de las demandas más sentidas del movimiento estudiantil. De acuerdo a su visión, “hay que ser categórico y hacer que la ley se cumpla” en los casos en que las ganancias están prohibidas. “Es nefasto, la educación no puede ser factor de lucro. El tema es que donde el Estado pone plata no debe haber lucro, las instituciones que son cooperadoras de su función no deben tener lucro. Esto se da más en la enseñanza superior, pero ahí tampoco el Estado debe poner plata”, agregó.
A pesar de adherir a algunas de las reivindicaciones estudiantiles, en todo momento Jorge Toro se mostró contrario a las ocupaciones, como la que ha vivido el Instituto Nacional en los últimos días. Además, consideró que “hay un cansancio” en el movimiento y que “al no darse soluciones, derivó en esta situación que estamos viviendo y que nadie sabe cómo va a terminar. Cada vez hay más violencia, pero no se están solucionando los problemas”.
En esa línea, aseguró que los alumnos del Instituto Nacional tienen facilidades para movilizarse y que no se puede interrumpir el derecho de quienes se oponen a las tomas a recibir su educación: “Nuestra posición siempre va a ser de diálogo, en la educación siempre hay que conversar. Hemos dicho que daremos todas las facilidades a nuestros alumnos para que puedan hacer jornadas de reflexión, horarios protegidos, manifestar sus inquietudes, que creemos legítimas. A lo que siempre nos hemos opuesto es a las tomas, porque son un acto violento que impide que otros alumnos puedan ejercer su derecho constitucional a aprender. Los que quieran estudiar tienen que tener el derecho, el Estado es garante del aprendizaje de los alumnos y eso no se debe interrumpir. Y las tomas, desgraciadamente, eso es lo que hacen”, argumentó.
Asimismo, respecto a los desalojos de Carabineros en distintos liceos, Jorge Toro indicó que “el tema es que hay gente que está cansada, apoderados que dicen que si se toman el colegio, van a hacer una retoma. No puede ser que este sea un país que haga toda la justicia por su mano. ¡Vamos a caer en un país bananero! Creo que debe imperar el Estado de Derecho. ¿Cómo solucionamos? Prefiero que una fuerza especializada tome el control a que sea la misma gente la que tome la justicia por su mano”.
Aun así, el rector consideró como un error que un bus de Fuerzas Especiales se ubicara dentro del Instituto Nacional luego del último desalojo ahí ocurrido. “Fue una medida muy desafortunada, porque al final lo único que quedaba fue la imagen de ese famoso bus. Fue un error haberlo colocado adentro del colegio”, concluyó.


Carlos Peña: “El modelo de mercado no está en crisis en Chile”
El rector de la UDP indica que el proceso de modernización capitalista en Chile no tiene instituciones a la alturas de los ideales que invoca para justificarse y que eso, en gran parte, explica el descontento.
La Tercera, Reportajes, 25 de agosto de 2012
CARLOS Peña (1959), rector de la Universidad Diego Portales, es concluyente a la hora de analizar lo que ha ocurrido en el país durante los últimos meses: “Chile no cambiará, ya cambió”. Ex alumno del Liceo de Aplicación, estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica durante el pregrado, reconoce que le parece “fantástico” el fenómeno que se generó después de la irrupción del movimiento estudiantil. “Estamos asistiendo a un momento importante, donde todas las virtudes de los seres humanos -convicciones, anhelos por conducir la vida propia, reclamos por estar a la altura de los ideales que alguna vez proclamamos- se están manifestando. ¿Cómo eso va a ser malo?”, se pregunta en esta entrevista que se realiza en su oficina de la UDP, donde acostumbra a trabajar en un escritorio moderno, de vidrio, mirando a la muralla, en el que descansa un MacBook Air, torres de libros y varias lapiceras.
Y usted, en estos meses, ¿cambió?
Es posible. Todos quienes nos preocupamos de los asuntos públicos, de alguna manera hemos revisado nuestras propias convicciones y puntos de vista. Todos hemos salido de un sueño dogmático de creer que la política tiene que subordinarse a la economía, que los técnicos tienen siempre la última palabra, que la educación es un asunto de expertos y no un asunto de ciudadanos.
¿Chile está más politizado?
Uno de los fenómenos que uno puede advertir hoy día en Chile es una cierta valorización de la política, concebida como la reflexión acerca de los asuntos comunes. Durante muchas décadas el saber económico hegemonizó la cultura pública. La economía logró subordinar a la política, ella decretaba qué era posible y qué no, qué cosas eran sensatas y cuáles insensatas. De esa forma, el orden social se naturalizó, fue presentado como el resultado inexorable de leyes que no podemos controlar y que sólo el economista podría inteligir. Uno de los efectos de las movilizaciones es que ese hechizo de la economía se ha disipado: lo que apenas ayer parecía insensato (como discutir el lucro o subir los impuestos) hoy día es perfectamente razonable. La política comienza entonces a recuperar el papel que tiene en la vida social: deliberar acerca del tipo de sociedad en que queremos vivir. Todo esto constituye, sin embargo, un desafío para la clase política que, hasta ahora, no logra estar a la altura.
¿Y qué explica el descontento y conflictividad de Chile en el último tiempo?
La masificación educacional, el gran fenómeno de la sociedad chilena de las últimas tres décadas, produjo al menos tres consecuencias que explican en gran medida el descontento y la conflictividad que ha habido en el país. Tenemos, por una parte, a personas secularizadas, con mayores expectativas que sus padres. Y, cuando la gente es más autónoma, es más indócil y les cree menos a las elites. En segundo lugar, paradójicamente, se ha producido una inmensa frustración: esos miles de jóvenes que se han incorporado a la educación superior, esperan encontrar en ella los bienes que ese tipo de educación proveía cuando ellos estaban excluidos. Hace 30 años, ir a la universidad aseguraba una alta posición en la escala invisible del prestigio y del poder: eso hoy día ya no ocurre y entonces el acceso se experimenta como un engaño. Por otra parte, desde el punto de vista político, el fenómeno se traduce en una crisis de legitimidad.
La encuesta CEP muestra el descrédito de las instituciones.
Porque una sociedad que se moderniza en base al ideal capitalista se legitima esgrimiendo el ideal meritocrático: que cada uno reciba tantos recursos como esfuerzos hace; que las diferencias se distribuyan al compás del rendimiento. Pero de pronto en Chile se descubre que el lugar meritocrático por excelencia, la institución educativa, no hace más que reproducir las diferencias de clase social. En otras palabras, el proceso de modernización capitalista en Chile no tiene instituciones a la altura de los ideales que invoca para justificarse. Y la tarea actual de la política es elaborar una agenda para resolver esa inconsistencia.
¿El modelo económico vigente está en vías de derrumbarse, como han señalado algunos analistas?
A la luz de lo que está ocurriendo, de la evidencia que he podido revisar, me atrevería a apostar que el modelo de mercado no está en crisis en Chile. La encuesta CEP muestra que los ideales de una sociedad capitalista -el esfuerzo personal, la distribución de la riqueza en base al esfuerzo, etcétera- están muy vigentes entre los chilenos. Me es difícil creer que esa sociedad esté reñida en el fondo de su alma con el proceso de modernización. Más bien lo que quiere es que esté a la altura de las promesas que formuló, que es distinto. No es que la gente no crea en el esfuerzo individual: se queja porque las instituciones educativas y la desigualdad no permiten que ese esfuerzo valga la pena.
¿Entonces es una ilusión el descrédito hacia el modelo económico?
Lo que ha caído en el descrédito más absoluto no es el modelo, sino la creencia de que el mercado, los simplemente incentivos carentes de toda regulación, podía mejorar por sí solo el bienestar social y lograr mayores niveles de oportunidades.
¿En el plebiscito de 1988 finalmente ganó un ‘No’ político y un ‘Sí’ económico?
Lo que se elegía entonces era el retorno a la democracia y no el proyecto modernizador.
Hay quienes piensan que, en el último tiempo, Chile se izquierdizó.
Chile nunca ha sido del todo un país izquierdizado. Si uno revisa el siglo XX, lo que se observa es un fuerte predominio del centro. En la historia política de Chile ha habido un secreto a voces: quien gana el centro, gana el control del Estado. La pregunta de la actualidad es si esa estrategia de estabilidad del sistema político va a ser abandonada y es uno de los grandes dilemas que hoy en día tiene la izquierda en Chile.
La izquierda parece concentrada en volver a La Moneda de la mano de Bachelet.
La izquierda -si le creemos a la encuesta CEP- tiene resuelto el problema electoral con Bachelet. Pero no tiene resuelto un problema político e histórico: ¿cometió un error cuando impulsó de la manera en que lo hizo el proceso de modernización que Chile vivió en las últimas dos décadas en que ellos fueron gobierno? Si los sectores de izquierda que piensan que estos fueron 20 años de errores lo creyeran de verdad, deberían condenarse al silencio y al ostracismo.
¿Y qué piensa usted?
Yo creo que no fue un error. La modernización que ha experimentado Chile entre el 80 y hoy día, pero particularmente en las dos últimas décadas, ha cambiado, como diría Marx, las condiciones materiales de la existencia. Los procesos de ampliación del consumo y de mejora del bienestar material de la gente, con todas sus desigualdades, que deben corregirse, son extremadamente liberadores para la vida cotidiana de millones y millones de personas. Entonces, ¿creemos realmente que los chilenos que llenaron el Costanera Center, que van al cine, que se divierten leyendo noticias de farándula, quieren cambiar radicalmente?
Quieren, en otras palabras, que a cada cual le llegue su pedazo de la torta.
Pero la gente no quiere que la torta se distribuya -según la última encuesta CEP- en base a un patrón abstracto. Los chilenos creen que los recursos que cada uno obtenga tienen que ir al compás del esfuerzo personal. Y ese es un ideal meritocrático, propio de los procesos de modernización, y el esfuerzo debe concentrarse en poner nuestro sistema político, económico y educacional a la altura. Para eso se requiere de una agenda política de largo plazo, que la izquierda podría intentar construir en vez de posicionarse a punta de puras quejas y lamentos. Desde ese punto de vista, tengo la impresión de que la derecha está mejor posicionada.
¿Ha cambiado la derecha desde que llegó a La Moneda?
La derecha ha transitado desde un inicio muy vacilante, donde aparecía un gobierno carente de toda convicción, preocupado básicamente del aplauso inmediato, a una fase que afianza algunas convicciones. Este proceso se ha dado a pesar del Presidente Piñera y gracias a algunos de los ministros.
¿A quién se refiere?
Al ministro de Educación, Harald Beyer, sin lugar a dudas. La frase que pronunció hace algunos días, de que el Ejecutivo no estaba dispuesto a sacrificar sus ideas por acabar con las tomas, resume bien la razonable actitud de un gobierno convencido de aquello en lo que cree y por lo cual fue elegido, independientemente de que uno esté o no de acuerdo. Si se compara con las declaraciones iniciales del Presidente, que frente a los reclamos estudiantiles halagaba a los jóvenes, como si fueran un depósito insondable de puras y simples virtudes, se observa un cambio del cielo a la tierra. Haciendo una apreciación meramente política, observo también que Andrés Chadwick ha logrado ordenar discursivamente a La Moneda.
Pero al gobierno, según las cifras de la encuesta CEP, le sigue costando el despegue y su popularidad está disociada de los buenos resultados económicos.
Lo que vamos a tener en las próximas elecciones presidenciales es lo que ha ocurrido en Chile desde que se recuperó la democracia en adelante: virtuales empates que se van a decidir en el margen.
¿El movimiento estudiantil no va a incidir en el resultado?
Yo esperaría que algunas de las demandas se incorporen a la agenda de las candidaturas presidenciales y al debate público en Chile. Ojalá eso ocurra. Pero francamente yo no creo que el movimiento estudiantil vaya a torcer el rumbo de la política chilena en lo inmediato.
Una situación parecida a la de los indignados en España que, finalmente, no han tenido incidencia en el proceso político.
El movimiento estudiantil tiene algunas particularidades y una de ellas es que, paradójicamente, estima que la política no se hace desde el Estado, sino que desde la sociedad, y ese es un rasgo que los hace reñir mucho con la democracia representativa finalmente. Por otra parte, algunas de las demandas estudiantiles se han manifestado de manera tan terminante que hacen muy difícil la negociación con el adversario, que es propia de la vida política.
Pero usted apoya las demandas.
Buena parte de las demandas estudiantiles suenan bastante sensatas. Un sistema educativo donde prácticamente no existe ninguna regulación, donde hay una especie de Estado de naturaleza, carente de reglas, evidentemente es imprescindible de corregir. Los estudiantes no han pedido que el sistema escolar completo y el sistema de educación superior completo se estaticen. Quien diga eso está discutiendo no con lealtad. El movimiento ha planteado que en Chile debiera existir un sistema de educación mixto, es decir, con proveedores privados y estatales, pero con predominancia pública. Y a mí eso me parece correcto: es imprescindible fortalecer la educación pública.
Parece contradictorio siendo usted rector de una universidad privada.
Yo soy rector y he trabajado en la universidad desde que era ayudante, hace 30 años. Pero también he trabajado hace dos décadas en la Chile, hago clases todos los años, soy profesor asociado, y participo de la carrera académica ordinaria. Pero quiero creer que mi punto de vista está justificado intelectualmente. Tolerar que el sistema educativo chileno sea invadido por grupos económicos y religiosos, le hace daño al país. Y el único antídoto para evitar que ocurra, es asegurar que las instituciones estatales tengan predominancia. De otra manera vamos a inundar el sistema universitario con proyectos educacionales muy legítimos y eficientes, algunos muy exitosos, pero nunca vamos a tener una institución fuerte y robusta que represente el interés de todos. Hay algo en lo cual la Universidad de Chile aventaja inconmensurablemente a la Católica…
Donde usted estudió…
…la Católica es una universidad Pontificia, que hace un gran aporte a la cultura pública de Chile, pero que no representa todos los puntos de vista e intereses que están en juego en la sociedad chilena. Ese papel lo cumple la Universidad de Chile. Una democracia tiene que cuidar que sus instituciones básicas sean neutras ideológica y religiosamente y promuevan, en consecuencia, los bienes asociados a una mejor convivencia cívica. Es el papel que cumplen las instituciones estatales. Es el que históricamente cumplieron las escuelas públicas. Olvidarlo me parece un error intelectual gigantesco.
Estará también contra el lucro.
Respecto del lucro, lo único que cabe es respetar la ley: las universidades deben reinvertir todos sus excedentes.
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Manifestaciones estudiantiles en Chile: Educación y mercado
Álvaro Cuadra, especial para G80, 25 agosto de 2012
1.- El saber performativo
Ya hacia fines de los años setenta se estableció un inquietante diagnóstico que apuntaba hacia un nuevo estatuto del saber en las sociedades desarrolladas. El saber dejaba atrás todo relato de emancipación como fuente de su legitimidad. En la nueva sociedad que emergía, el saber se legitimaba tan solo en virtud de su utilidad en el seno del mercado. La interrogante ya no era si acaso tal teoría o modelo representaba la “verdad”, sino responder a la pregunta “¿para qué sirve?, ¿se puede vender?” Este nuevo enfoque reflejaba según algunos teóricos la condición “postmoderna” a la que arribaba el tardocapitalismo globalizado.
Esta nueva orientación ética y epistemológica fue diseminada en el mundo entero con el apoyo de las redes digitales y tomó la forma de diplomados, postítulos, Masters y MBA’s. Las universidades fueron sometidas a esta nueva “lógica performativa” mediante mecanismos de “acreditación” y los gobiernos se propusieron, en toda América Latina, la promoción del I+D, la investigación y el desarrollo. Los resultados, hay que decirlo, han sido magros y débiles. Ningún país de esta región del mundo ocupa siquiera un lugar preeminente en los listados mundiales y la calidad de las instituciones de educación superior chapotean, más bien, en lo inferior. Sin embargo, esta concepción globalizada de la educación la ha convertido en un área de negocios muy prometedora.
En el caso de Chile, tanto las universidades públicas como privadas han convertido sus instituciones en entidades financieramente viables gracias a la precarización de los empleos de docentes y administrativos. Nace la figura del llamado “profesor taxi” que presta sus servicios a “honorarios” en diversas entidades cuyo giro es la educación técnica o universitaria. Esta forma de empleo a tiempo parcial dificulta, desde luego, cualquier política seria de investigación y desarrollo en cualquier dominio del saber. La investigación entre nosotros es escasa y el número de patentes mínimo. Los informes OMPI / INSEAD 2012, con sede en Francia, revelan un muy bajo desempeño de los países latinoamericanos en relación a calidad educativa, ciencia y tecnología. Cuando la educación sirve al lucro, su calidad decae. Cuando la educación es concebida como un mero “bien de consumo”, su calidad decae. Cuando la educación se convierte en un negocio desregulado, deja de cumplir su función y su calidad decae.
2.- El estado ausente
La educación es, de modo inevitable, una empresa de largo aliento y de elevados costes. Para un país se trata, nada menos, que de la formación de generaciones para ingresar al sistema de ocupación en una sociedad dada, se trata del nivel cultural de la población. Si aceptamos la premisa de que la educación es un derecho, resulta claro que la responsabilidad recae, en primerísimo lugar en el estado. Es responsabilidad del estado nacional garantizar la educación gratuita de alta calidad a su población. Estamos hablando de un sistema educacional que incluya el jardín infantil para madres trabajadoras hasta la educación superior terciaria. Es obvio que un esfuerzo de esta magnitud eleva en varios puntos del PIB la asignación de recursos en políticas sociales. En los países de la OCDE, Chile exhibe uno de los niveles más bajos en este ítem respecto de sus pares, de hecho el promedio de dichas naciones duplica el gasto nacional y, Francia en particular, lo tríplica.
Una cuestión que pocas veces se advierte es el hecho de que la gratuidad de la educación es, antes que nada, una “decisión política”. Así, por ejemplo, gobiernos económicamente más débiles que el nuestro han asumido la responsabilidad de entregar educación a su pueblo de manera gratuita. La lista es larga e incluye, por cierto, a varios países de nuestro entorno. Pensar la educación como un derecho de los pueblos y como una obligación insoslayable de los estados nos muestra, por contraste, la aberración lamentable en que se encuentra sumido el sistema educacional chileno.
La ausencia del estado nacional para financiar la educación de los más, es, paradojalmente, una vigorosa presencia para los “empresarios educacionales”, sea mediante aportes fiscales directos o indirectos y cualquier forma de “crédito avalado por el estado”. El erario nacional ha sido puesto al servicio de un grupo de empresarios y banqueros que medran de tales aportes para enriquecerse de la deuda de los estudiantes que costean el negocio. Todo ello, y no es menor, a través de corporaciones “sin fines de lucro” y por tanto, exentas de tributación. En suma, la insaciable voracidad y codicia de unos pocos que lucran con la educación está hipotecando el destino de nuestros hijos y, en última instancia, cualquier posibilidad de desarrollo y bienestar para nuestro país.
La cuestión educacional es, nos guste o no, uno de los problemas políticos y morales cardinales de nuestro tiempo, pues del modo en que resolvamos este trance determinará nuestro porvenir. La miopía, el oportunismo y la codicia de nuestros gobiernos ha sido capaz de postergar una y otra vez la cuestión educacional. Han sido las manifestaciones estudiantiles las que han puesto el dedo en la llaga, han sido las nuevas generaciones las que nos están señalando la magnitud del problema. Estamos, como se acostumbra decir, frente a un “problema –país”, esto quiere decir que atañe a la sociedad en su conjunto. Por ello, no resulta aceptable que los afectados, estudiantes y docentes sean marginados de las propuestas y proyectos que se discuten a puertas cerradas. Para expresarlo con absoluta franqueza, la educación no es un asunto de mercaderes ni de políticos profesionales, se trata de un interés fundamental de los chilenos y, en tanto tal, la cuestión educacional requiere de la más amplia participación del estamento estudiantil y docente.
Sabemos cuan distantes estamos de tales prácticas democráticas cuando la autoridad promueve leyes draconianas para reprimir el movimiento estudiantil, convirtiendo facultades y colegios en cotos cercados por carros policiales, utilizando sus voces esclavas para desacreditar este movimiento social y denostar a sus líderes. Las autoridades de gobierno se ensañan contra los estudiantes de este país para defender a una caterva de sinvergüenzas que han convertido la enseñanza en una mercancía.
3.- Educación y mercado
El concepto mismo de “educación” está reñido con el de “mercado”, señalando una relación contrapuesta. Educar supone una cuestión ética de fondo en cuanto “desarrollar” y “perfeccionar” facultades intelectuales y morales en los jóvenes o niños, mientras que el mercado es el espacio al que concurren los “agentes económicos” para transar bienes y servicios. Convertir la educación en un “bien de consumo”, es, si lo examinamos de cerca, un acto de profunda inmoralidad, una acción aberrante que no tiene justificación alguna, salvo la codicia y la ignorancia. Educar a otro es despertar y enriquecer sus facultades, esto requiere una vocación genuina que entraña un compromiso y una responsabilidad. Educar es una de las muchas maneras en que se expresa, en su más alto sentido, “el amor al prójimo” y eso no se transa por un puñado de monedas.
Los estudiantes movilizados en las calles de nuestras ciudades luchan por una causa justa, están del lado correcto de la historia. Solo la ceguera de unos cuantos impide ver con nitidez y lucidez la justicia de su demanda. No seamos ingenuos, el reclamo estudiantil no tiene fecha de caducidad, pues constituye un anhelo profundo, un horizonte, de muchos padres y apoderados atribulados por el pago de la matrícula y las deudas para entregarles una mejor vida a sus hijos. Los pobres de Chile quieren que sus hijos se eduquen en colegios públicos, gratuitos y de calidad. No quieren ser más las víctimas de bancos inescrupulosos que los esquilman “legalmente”, aumentando su angustia, empobreciéndolos todavía más.
Los estudiantes chilenos están en la calle porque Chile se olvidó de ellos y de sus familias hace mucho. Los estudiantes chilenos están aprendiendo la más dura lección de sus vidas, la lucha social por sus derechos. Muchos de ellos, sin saberlo siquiera, han suspendido la lectura de los textos de historia para comenzar a escribir su propia página. Los miles que marchan enarbolan las banderas de la juventud que sueña un país otro. Ellos encarnan hoy la palabra “Educación”, con mayúsculas, frente a una sociedad enferma que idolatra al becerro de oro.
Álvaro Cuadra
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