Columna publicada en la pagina de educacion de El Mercurio, 5 diciembre 2010:
A mejorar la reforma
Resulta imperativo analizar críticamente las medidas propuestas por el Gobierno, revisar su diseño y mejorarlas.
José Joaquín Brunner
Las medidas propuestas por el Gobierno para profundizar la reforma educacional representan, en general, un paso adelante. Sin embargo, muestran algunas fallas en sus fundamentos; tres principalmente.
En primer lugar, se basan en un diagnóstico poco refinado. En efecto, las autoridades parecen más interesadas en transmitir una evaluación negativa de nuestro sistema escolar que en realizar un auténtico diagnóstico. Siguen en esto a una difundida moda que cultiva la imagen de un sistema escolar estancado, donde nada habría cambiado desde el gobierno de Frei Montalva (sic), y en el que una mayoría de estudiantes “no entiende lo que lee”.
Esta evaluación es contraria, en todos sus aspectos, a la evidencia disponible; por tanto, falsa e improcedente. Ella acaba de ser desautorizada-¡una vez más!- por un concluyente estudio internacional (McKinsey & Company), que identifica a Chile entre los países que muestran una clara línea ascendente en cuanto a logros de aprendizaje de sus estudiantes.
Repetir, como hace el Gobierno, ese errado diagnóstico lo hace entrar en contradicción, pues las principales medidas que propone son de continuidad con aquellas adoptadas por los gobiernos de la Concertación, las que se busca profundizar y proyectar. Y obliga al Presidente y a su ministro de Educación a exagerar la magnitud e importancia de su propuesta, catalogándola de revolucionaria, audaz, corajuda, la más importante en décadas y madre de todas las batallas. Si tal hiperbólico discurso fuese algo más que marketing, uno se vería llevado a dudar de la seriedad de nuestras autoridades.
En seguida, la filosofía que inspira y justifica las nuevas, adicionales, discontinuas medidas anunciadas por el gobierno -tales como el semáforo Simce, el recorte de clases de historia y estudios sociales, los liceos de excelencia, la fijación del salario inicial docente en función del puntaje obtenido en un examen de conocimientos y no de las responsabilidades y características del trabajo a desempeñar, multiplicación de exámenes y mediciones, así como de premios en dinero- revela una visión estrechamente economicista del comportamiento humano y reduce la educación a una dialéctica entre amenaza de sanciones y estímulos monetarios.
Tan extrema e infundada aparece esta filosofía que James Heckman, Premio Nobel de Economía, de visita en Chile, recomendó al ministro revisarla, pues su aplicación podía dañar más que favorecer a la educación.
Por último, las medidas gubernamentales prestan escasa atención a objetivos y metas de equidad. Estos son cruciales, sin embargo, si se quiere que el sistema pueda cortar las ligaduras que mantienen atados el origen social, la trayectoria educacional y el destino laboral de las personas. En este ámbito, el Gobierno se limita a aumentar el valor de la subvención escolar preferencial, la cual otorga más recursos a los colegios que atienden a los alumnos de cuna menos favorecida. Es paradojal que junto con fortalecer este vital instrumento pro equidad creado por el gobierno Bachelet, al mismo tiempo se reste apoyo presupuestario a la red de jardines infantiles implementada por la anterior administración. Es algo así como usar solamente la mitad de la fuerza disponible para atacar la desigualdad.
En suma, resulta imperativo analizar críticamente las medidas propuestas por el Gobierno, revisar su diseño y mejorarlas, para así poder arribar -tras la deliberación democrática- a una política de sólidos acuerdos, que permita seguir avanzando por la senda del mejoramiento educacional.
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