Mi colega Gregory Elacqua, Subdirector del Centro de Políticas Comparadas de Educación de la Universidad Diego Portales, ha circulado hoy la siguiente nota referida a la polémica sobre la incidencia que tendría (o no) el tamaño de los municipios sobre los resultados de los establecimientos municipales. [Gráfico que acompaña esteb posting tomado del Sistema Nacional de Información Municipal – Información SINIM].
Adjunto dos artículos publicados en El Mercurio de ayer [ver textos completos más abajo] que analizan el tema del efecto del tamaño de los municipios en los resultados académicos. En el primero, Harald Beyer, Director Académico del Centro de Estudios Públicos, sostiene que la evidencia tanto en Chile como afuera muestra que el tamaño no incide en los resultados. En la segunda columna, José Weinstein, Gerente de la área de educación de la Fundación Chile, sostiene que efectivamente los municipios grandes logran mejores resultados que los municipios pequeños. Según Weinstein, los municipios chicos no tienen la capacidad técnica-pedagógica para gestionar bien a
sus establecimientos.
¿Quién tiene la razón?
Examinemos la evidencia. Primero, según los estudios empíricos de William Duncombe y John Yinger, dos académicos de la Universidad de Syracuse, el tamaño óptimo para una unidad educativa (como el municipio)
es pequeño. Ver sus papers en:
http://www-cpr.maxwell.syr.edu/faculty/duncombe/research.htm
También ver el artículo de Henry Levin, académico distinguido de Teachers College de la Universidad de Columbia, para una discusión no técnica sobre por qué hay muy pocas economías de escala en eduación.
http://www.ncspe.org/publications_files/179_OP47.pdf
En Chile, existe un estudio que muestra que el tamaño de la red de escuelas privadas subvencionadas incide en los resultados. Sin embargo, es importante anotar que la mayoría de las redes de escuelas efectivas que los investigadores que publicaron el estudio analizan son pequeñas (3-4 colegios). Son redes bastante más chicas, incluso, que los municipios pequeños. Ver un resumen no técnico del paper en:
http://www.hoover.org/publications/ednext/18844954.
Hasta la fecha, aparte de un estudio reciente e interesante escrito por el economista Francisco Gallego que examina el efecto de municipios rurales y urbanos grandes y chicos
(ver en: http://www.economia.puc.cl/archivos_profes/63/Rural_Education_081119.pdf), existe muy poco análisis sobre el efecto del tamaño de los municipios en los resultados educativos en Chile.
Sin embargo, un simple ejercicio documentado en 8 gráficos que cruzan los resultados de la prueba SIMCE con el tamaño del municipio, muestra claramente que el tamaño de los municipios en Chile no incide en los resultados académicos como sostiene José Weinstein en su artículo
(Ver gráficos en http://www.cpce.cl/educar/tama%C3%B1omunicipio.pdf)
Estos datos descriptivos sugieren que, al obligar a los municipios agruparse para formar entidades educativas centralizadas, como muchos investigadores, practicantes y políticos estan proponiendo ahora hacer en Chile, probablemente NO tendrá ningún impacto en la calidad educativa de las escuelas municipales.
Gregory Elacqua
Educación pública: Tamaño y estructura
Harald Beyer, Centro de Estudios Públicos
El Mercurio, columna de opinión, Lunes 20 de Julio de 2009
Se ha instalado la idea de que la municipalización de la educación debe terminarse porque, entre otras cosas, las comunas pequeñas no tienen la capacidad de lograr una educación de calidad. Incluso se propone que se deben buscar organizaciones con un tamaño medio de estudiantes similares a las que existen en comunas grandes. Hay razones atendibles para repensar la dependencia de los establecimientos públicos, pero ésta definitivamente no es una de ellas. En efecto, los municipios con una matrícula de menos de dos mil estudiantes obtienen en las pruebas Simce, en promedio, siete puntos más que los municipios de más de 20 mil estudiantes. No son diferencias muy importantes, pero son estadísticamente significativas. Esto ocurre a pesar de que los municipios pequeños, muchos de ellos rurales, tienen en promedio más alumnos vulnerables que los municipios grandes.
Estos resultados no son tan sorprendentes. Hay bastante evidencia internacional de que los distritos escolares con los mejores desempeños académicos son relativamente pequeños. Por cierto, hay algunas economías de escala en la gestión educativa, que se agotarían rápidamente en torno a los tres mil estudiantes, que no hacen recomendable que aquellos sean demasiado chicos. Pero desde el punto de vista de los aprendizajes, los distritos demasiado grandes son perjudiciales para los estudiantes. Esas “deseconomías” curiosamente no están presentes en nuestro debate, y si se quiere mejorar la educación pública, no parece conveniente promover organizaciones con un número de estudiantes tan elevado como el de las comunas grandes.
Se hace necesario, entonces, un diagnóstico más preciso de los problemas de la educación estatal. Tampoco es razonable pensar que el problema es la estructura en la que se sostienen nuestros establecimientos públicos. En países con buenos resultados educativos como Finlandia, con una educación casi exclusivamente pública, u Holanda, con fuerte provisión privada, los establecimientos del Estado son sostenidos por los municipios. Claro que también hay otros países con buenos resultados e institucionalidades alternativas para su educación pública. En Canadá, los sostenedores son consejos distritales cuyos miembros son elegidos por la comunidad, y en Nueva Zelandia, cada establecimiento tiene su propio consejo, elegido mayoritariamente por los propios padres. Son todos ejemplos de gestión descentralizada con buenos resultados. Esto hace suponer que quizás no es tan dañino para el desempeño de los establecimientos educativos que sus sostenedores sean actores locales, incluso si son municipios.
Mucho más importante parece ser que en los establecimientos existan las capacidades suficientes para gestionar el proceso educativo. Además, es indispensable que exista un monitoreo de los desempeños de los establecimientos y que ello se traduzca en una cultura orientada a la calidad, lo que indudablemente requiere de incentivos y sanciones que hasta ahora han estado ausentes. Y, por cierto, también es indispensable un grado de autonomía que los establecimientos públicos no tienen en la actualidad. Sin ella, sus directivos difícilmente pueden ser considerados responsables de su gestión. En ese sentido, no deja de sorprender que cuando se habla de una nueva estructura institucional para amparar a los establecimientos del Estado, el acento esté en dotar a las nuevas organizaciones, cualesquiera que sean ellas, de las capacidades técnico-pedagógicas para gestionar la educación pública. Como si fueran los profesionales de esta organización los responsables de desarrollar el proceso educativo en los establecimientos estatales, y no sus equipos directivos y docentes. Si se estima que no son los adecuados o que no están suficientemente preparados, lo que corresponde es renovarlos o formarlos apropiadamente. Pero el enfoque que apunta a fortalecer organizaciones intermedias para gestionar los establecimientos públicos es incorrecto, y no parece estar en línea con la experiencia internacional.
Hay detrás de esta visión una mirada, quizás involuntaria, que cree que los cambios a la educación provendrán finalmente desde arriba, es decir, desde el estado central, y no desde los propios establecimientos. El problema de esta visión es que no es evidente cómo las escuelas y liceos se apropian de prácticas positivas si las transformaciones no vienen de ellos mismos. Los fracasos, ampliamente documentados no sólo en Chile, sino en el mundo, de intervenciones desde arriba o de desatenciones hacia los equipos directivos y docentes de los establecimientos que se quiere que mejoren, deberían servir de advertencia para el diseño de una política de fortalecimiento de la educación pública. El debate actual, tan centrado en el tamaño de los sostenedores de la educación pública y en su naturaleza, aparte de que no se sostiene empíricamente, tampoco pone atención a los problemas de fondo de esta educación.
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Sostenedores: el tamaño sí importa
José Weinstein es el gerente del Área de Educación de Fundación Chile.
El Mercurio, columna de opinión, Lunes 20 julio 2009
La investigación educacional cada vez otorga mayor relieve al rol del nivel intermedio en la calidad de la educación. En sistemas escolares crecientemente descentralizados, lo que haga -o deje de hacer- la instancia que media entre el nivel central y el nivel local marca una diferencia.
Ni el Ministerio de Educación es capaz de brindar apoyo y supervisión directamente a decenas de miles de escuelas, ni dichas escuelas -sobre todo las que atienden alumnos más vulnerables- son habitualmente capaces de brindar una enseñanza de calidad sin un sostén externo.
Entre los factores que inciden en que el sostenedor realmente “agregue valor” se cuentan: poner metas educativas para los alumnos y las escuelas, monitoreándolas de manera sistemática; seleccionar adecuadamente a los docentes y directivos, evaluando periódicamente su desempeño; direccionar la capacitación de directivos y docentes, asegurándose de su calidad y pertinencia; asegurarse de que los establecimientos cuenten con buenas condiciones físicas y de equipamiento para su funcionamiento; generar redes entre las escuelas, coordinándolas para potenciar sus actividades; y actuar de “filtro” para las múltiples iniciativas que provienen de distintas instituciones nacionales, de manera que ellas no se constituyan en un factor distractor de las tareas educativas prioritarias.
Al desarrollar este tipo de labores pro calidad, el sostenedor está abandonando una posición pasiva y de mera administración, ejerciendo un rol de liderazgo educacional para con las escuelas que tiene a su cargo. Su contribución al mejoramiento de todos estos establecimientos tiene una doble dimensión: de supervisión y control, pero también de apoyo y de generación de capacidades.
Asimismo, su visión del conjunto posibilita que busque sinergias entre los establecimientos y que pueda darles un trato diferenciado -con mayor control y apoyo a los que más lo necesitan.
Es aquí donde incide el tamaño. El Simce 2007 mostró que los sostenedores que administraban más establecimientos educacionales tendían a lograr, independientemente de si eran municipales o particulares subvencionados, un puntaje superior entre sus estudiantes.
Los sostenedores muy pequeños, que administran pocas escuelas y con baja matrícula, obtienen un menguado financiamiento, y no logran alcanzar una fortaleza institucional mínima para poder cumplir con las funciones señaladas. Difícilmente pueden apuntalar y mejorar el accionar de las escuelas si ellos, a su vez, no cuentan con los recursos humanos y materiales elementales. Y nuestra situación de “sostenedores precarios” es extendida: así, 71 comunas tienen un solo profesional dedicado al apoyo técnico-pedagógico de las escuelas.
Encontrar una solución, sea subsidiando a los sostenedores pequeños sea agrupándolos, que permita corregir este déficit institucional, debiese ser parte de la agenda educativa del próximo gobierno.
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