Brünner y el informe sobre educación: La educación no resuelve todos los problemas
Octubre 6, 2006

capital.gif Entrevista sobre temas de la coyuntura educacional publicada en la Revista Capital, Edición Número 190 del 06/10/2006 al 19/10/2006.
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Acceda aquí a más materiales sobre la coyuntura educacional y el Informe de Avance presentado por el Consejo Asesor Presidencial para la Calidad de la Educación.


ENTREVISTA
Brünner y el informe sobre educación: La educación no resuelve todos los problemas
Su perfil técnico y sus propuestas heterodoxas en materia educacional le han valido ser para algunos un gurú y para otros un tecnócrata soberbio. Después de conocido el informe del consejo asesor presidencial, le preocupan las “miradas laterales sobre temas centrales”. Se pregunta cuánto nos vamos a demorar en tomar las decisiones clave y relativiza aquello de que la educación sea la panacea para saltar al desarrollo.
Por Cony Stipicic
Nadie que hable en serio de educación en Chile puede prescindir de su opinión. Menos si a la discusión están convocados “todos” los que tienen algo que decir sobre el tema, como ocurrió con el consejo asesor de la Presidenta Michelle Bachelet. Por los días en que se formó el grupo, José Joaquín Brünner estaba fuera de Chile, sin internet y lejos de cualquier teléfono. Al volver supo que también era de los llamados a diagnosticar y buscar soluciones ante la crisis que se había desencadenado por las manifestaciones estudiantiles. Dejó en claro que no podría asistir a todas las reuniones porque tenía una agenda de viajes intensa, lo que fue acogido, aunque igual le valió recriminaciones.
“Algunos dijeron que no era legítimo que llegara a última hora a dar mis opiniones, como si éstas valieran por la hora en que uno las da. La estructura del consejo y las comisiones no permitía que ninguno pudiera participar en más de un grupo, así que es raro que solo a mí me reclamen por eso. Lo único que aquí importa es que la gente haga lealmente valer sus opiniones. Y vendrán otras reuniones en las que no podré tampoco participar”, confiesa.
También lo tildaron de soberbio por generar documentos de discusión “alternativos” o complementarios, como han preferido llamarlos. Sin embargo, a raíz de ese debate “paralelo”, el trabajo de su comisión (la de marco regulatorio, encabezada por Carlos Peña) terminó siendo uno de los más nutridos y diversos.
Aunque sabe que el avance conocido recientemente está lejos de abordar los problemas de fondo y más distante aún de las soluciones, Brünner –que acaba de recibir el premio Sofofa Educación 2006 como personalidad destacada en el tema– valora el esfuerzo. Eso sí, espera que el documento final, que conoceremos en diciembre y que servirá de base a las iniciativas que el gobierno decida seguir, se haga cargo más claramente de los disensos, tal como en su momento lo pidió la mandataria.
-¿Cuál es el principal problema de la educación en Chile?
-Chile es un país que hasta bien entrado el siglo XX mantuvo excluida del sistema escolar a una gran proporción de sus jóvenes. Por 1910 se dictó una ley de instrucción obligatoria que empezó a aproximarse a la realidad recién en los años 60, con Eduardo Frei Montalva. Para entonces, 20 de cada 100 niños no asistía a un colegio primario; a la educación secundaria lo hacían 14 de cada 100 y a la superior, cuatro de cada 100. La gran revolución de las últimas décadas es que se ha universalizado el acceso a la educación primaria y secundaria y que ha habido una verdadera explosión a nivel de la superior. Hoy 40 de cada 100 jóvenes está en ella. Esto significa que por primera vez el sistema no excluye, que es la peor manera de desconocer el derecho a la educación. Pero ahora las inequidades se expresan dentro del sistema. El tema aquí es de equidad: cómo hacemos para que no solo estén en el sistema, sino que además reciban una educación que les permita estar en pie de igualdad una vez que salen de la escuela, es decir, que sus procesos de aprendizaje no sean los que traen desde el hogar, sino efectivamente lo que han logrado desarrollar de su propia capacidad.
-¿No es utópico creer que realmente vamos a alcanzar esos niveles de equidad?
-No es utópico, pero sí tremendamente difícil. No hay experiencias de sociedades tan desiguales como la nuestra que produzcan en el promedio de sus niños y jóvenes resultados relativamente altos. Todos los países que tienen resultados de calidad lo hacen sobre la base de tener una sociedad mucho más igualitaria, o menos desigual que la nuestra, donde la escuela no tiene que compensar las carencias que vienen desde el origen.
-¿Cómo se hace eso en una sociedad que ya optó por un modelo?
-Con políticas adecuadas podemos gradualmente ir en la dirección de los países que tienen una educación que es a la vez equitativa y de calidad. Un elemento central es el aumento del gasto por alumno. Con el actual nivel de alrededor de 30 mil pesos en la educación primaria con jornada completa, es imposible pensar siquiera en abordar equidad y calidad. Hay que mejorar la gestión de las escuelas y de los recursos humanos y hay que mejorar el desempeño de los profesores en las salas de clases. Esto implica una larga cadena de cosas: la formación, la organización de la carrera docente, la flexibilidad en el manejo de los recursos humanos, un ministerio con capacidad de apoyar a las escuelas que son deficitarias, porque no todas tienen la capacidad de producir educación de calidad.
-¿Cuánto hay que volver al Estado?
-No es cosa de llegar y elegir cómo organizar la provisión de la educación obligatoria. Tenemos una estructura mixta, como muchos países del mundo. La diferencia nuestra es que tenemos una gran parte de la matrícula en el sector privado subvencionado, de las más altas después de Bélgica y Holanda. Eso no hay que cambiarlo, pero sí las regulaciones con las que operan tanto públicos como privados. El Estado tiene que tener la capacidad de establecer regulaciones, dar apoyo, dictar normas, fijar el currículum nacional, ponerle estándares a éste y a los colegios. Hoy no tiene todas las atribuciones para hacerlo.
-¿Y quién debe ser el responsable final de la calidad?
-Los responsables son finalmente los establecimientos, que ofrecen el “servicio”.
Padres más educados
-¿Es la educación la primerísima gran forma de terminar con la inequidad en Chile, como se sugiere hoy? Esa desventaja de la que usted habla con la que los niños llegan al colegio se debe a múltiples factores.
-No lo creo. Por eso es tan injusto y tan poco sustentable teórica y empíricamente creer que la educación por sí sola resuelve todos los problemas, más bien es una solución cómoda para la clase dirigente. Al final, nadie asume que el colegio puede compensar desigualdades si lo hace muy bien, pero hay una gran cantidad de otras políticas que son fundamentales: vivienda, salud, niños menores de cinco años. La inteligencia no está distribuida por clase social, pero entre los 0 y 5 años, en virtud de la socialización temprana en el hogar, esa brecha que es pequeña al comienzo se abre y es mucho más grande cuando los niños ingresan a la ecuación preescolar. Todo esto tiene un costo elevado y el país tiene que discutir: o usa recursos de la bonanza de estos años o bien genera vía sistema impositivo, para elevar el gasto por alumno y subsidiar preferencialmente a los niños más vulnerables.
-¿Cree que se está dando esa mirada integral?
-En el conjunto de los actores de la clase dirigente estamos ante la ilusión de que efectivamente con solo actuar sobre el sistema educacional podríamos terminar con las inequidades de la sociedad. Históricamente eso no ha ocurrido en ningún lugar. Las políticas que hacemos en general en educación tienen una dirección correcta, pero siempre con dosis demasiado pequeñas como para producir cambios importantes.
-Y con el riesgo de que no generen resultados rápidos y la clase política se desespere…
-Así es. O bien miradas laterales a los problemas más centrales. Como lo que pasa en torno a las regulaciones, que si bien son importantes no van a cambiar el problema de las capacidades efectivas de nuestras escuelas para ofrecer buena educación.
-¿A cuánto estamos de cambiar nuestra posición en mediciones internacionales, como el ranking de competitividad del Foro Económico Mundial, que nos coloca casi al final de la lista en educación pública?
-Pero hay que ver cómo está construido ese ranking, que recoge la percepción de algunas decenas de gerentes y empresarios en el país a través de una encuesta. El mismo director general del informe, el día que lo presentó en Ginebra, dijo que si a Chile lo medimos en la realidad de su educación tiene una que no compite con los países ricos, pero tampoco estaría entre los peores, como se deduce del informe. Hay aún una gran cantidad de países con ingresos similares o menores al chileno que excluyen a la mayor parte de sus niños de la educación. Ahora, concedo que para mejorar al largo plazo nuestra competitividad, mucho nos convendría mejorar los resultados de aprendizaje para los niños.
-En una escala de prioridades para lograr eso, ¿en qué lugar coloca a la educación?
-Tiene un lugar importante en la medida que es uno de los aspectos fundamentales de la formación del capital humano. Pero también están los procesos de capacitación en el trabajo, la educación superior, los aprendizajes que la gente hace en situaciones informales. Lo que está demostrado acá es que Chile, con el capital humano que tiene, puede crecer a tasas altas: estamos entre los 20 países que más crecen en los últimos 25 años…
-Pero eso no conforma a nadie…
-Pero hay que tener un grado de realismo. Si se desagrega el ranking, Chile es el tercer país en el mundo en competitividad, excluyendo a los de altos ingresos, por encima de algunos más desarrollados que nosotros, como España. No resulta coherente que nos cuestionemos por qué no tenemos la educación o las empresas de Finlandia, que tiene un ingreso per cápita en términos reales casi cinco veces superior al chileno, con 15 alumnos por sala de clases. La maravilla de la educación finlandesa no es que el Estado la proclame, eso está en todas las constituciones. En 1910 pusimos que todos los niños tendrían educación primaria y nos demoramos casi 80 años en llegar a la meta. Esta vez seremos más conscientes y avanzaremos más rápido.
-¿De cuánto tiempo estamos hablando?
-Una de las cosas ya está ocurriendo: dado que el hogar tiene tanta influencia en la formación, los que ahora están saliendo del colegio o están en la universidad, serán padres con la misma educación a la que aspiran sus hijos. Hoy, la gran mayoría de los niños está teniendo más educación que sus padres y éstos no los pueden acompañar ni apoyar. Habrá más capital cultural en los hogares y eso se va a traducir en la educación de los hijos. Pero los otros problemas dependen de las decisiones que adoptemos. ¿Cuánto nos vamos a demorar en aceptar que hay que doblar por lo menos la subvención escolar? Cuando yo planteaba este tema hace cinco años muchos decían que era una locura. En la última elección presidencial todos los candidatos lo dijeron, y en el mundo empresarial también lo admiten. Depende de cuándo lo hagamos.
Consensos que confunden
-¿Hubo algún aspecto del debate interno del grupo que le sorprendiera, bien por la falta de miradas en común o, al contrario, por el nivel de consenso?
-No. Creo que era bastante previsible lo que ocurriría, que se traduce finalmente en una suerte de mapa donde están trazados los consensos que existen, también una zona clarísima de opciones –para no decir discrepancias– y después una aún inexplorada, que son una cantidad de temas que no hemos empezado a discutir.
-¿Y las discrepancias son ideológicas, de defensa o rechazo al modelo, o más técnicas?
-Como pasa en muchas partes del mundo, incluso en esos sistemas que nosotros idealizamos –como Estados Unidos, Alemania o Inglaterra– hay visiones distintas. Hay gente que tiene profundas convicciones de que las cosas resultarían bien centralizando más y otros que pensamos lo contrario, y eso no tiene que ver con ideología en el sentido peyorativo de la palabra, sino con que efectivamente son alterativas que tienen, como modelos, éxito posible en algunas partes del mundo.
-Desmitifiquemos la discusión en torno a la LOCE. Lo primero que dijo la presidenta el día que recibió el informe es que reafirmaba su compromiso de reformarla. ¿El problema con esa ley es de legitimidad, es anticuada, precariza el derecho a la educación?
-El problema de la LOCE para una parte muy importante de esta sociedad, en la cual me incluyo, es que no fue generada en condiciones de normalidad democrática ni mediante un amplio proceso deliberativo. Hay un problema de legitimidad de origen. Ahora, es incorrecto políticamente lo que digo, pero la LOCE ha sido modificada en los últimos 17 años en varias oportunidades, así que no es fácil decir que es ilegítima. Sus problemas están en que las regulaciones para el establecimiento de sostenedores y colegios son insuficientes. Dos, el órgano que se crea, el Consejo Superior de Educación, que para estos efectos es el que aprueba los objetivos fundamentales y los contenidos mínimos del currículum nacional, con la composición que tiene hoy día no debiera ni puede ser el organismo máximo en el tema. Tercero, en general el sistema de aseguramiento de la calidad lo trata muy insuficientemente para la educación superior y no hay ni siquiera mínimos para los escolares, y sin eso el sistema queda trunco. No puede no haber un conjunto de mecanismos de aseguramiento de la calidad que velen por los estándares curriculares, que tenga la capacidad de supervisar el correcto desempeño de los sostenedores, en cumplimiento de todas las normas. Eso abre discusiones como si es razonable y legítimo que haya sostenedores con fines de lucro. Si hubiera sistemas de aseguramiento, lo que nos debiera preocupar es si las escuelas cumplen o no con los estándares y que si ganan dinero, haya transparencia sobre sus rentabilidades. Efectivamente la LOCE tiene problemas serios. El punto es que en ninguno de estos puntos los hemos empezado si quiera a discutir.
-¿Estamos o no enfrentados a un cambio en el modelo de la municipalización?
-Hay quienes en el consejo querrían terminar con el sistema. Los alcaldes no han sido muy claros en cuál es el modelo que ellos defienden. Sí hay consenso en que así, tal como está el sistema de administración municipal, no funciona. Ahora, las alternativas son muchas. Por lo menos en el terreno de los principios tiende a haber un acuerdo en la comisión: el sistema debiera ser descentralizado y debiera haber autonomía de gestión para las escuelas. Cómo se organiza eso, hay diferencias. Algunos creemos que desde el régimen municipal, otros creen que debiera haber corporaciones públicas que liguen administraciones municipales diversas, otros han insinuado llevar esto a un sistema central más alto, como los gobiernos regionales. Son alternativas en debate.
-¿Y las municipalidades son capaces de sostener el sistema?
-Como están hoy día, están condenadas a hacerlo mal. Hay sostenedores municipales que no tienen las capacidades. No tienen el dinero para mantener las operaciones. Hay administradores municipales incapaces y directores de establecimientos que no cuentan con todas las facultades para administrar.
-Todos esos temas están en el diagnóstico de la comisión.
-Hay bastantes discrepancias que no aparecen claramente reflejadas ahí, pero en el intercambio de notas de los últimos días se vio el diagnóstico de que hay que modificar la administración municipal, pero las razones por las que hay que llegar a eso y, por lo tanto, cuál es el tipo de solución a buscar, no están bien reflejados en el informe. Hay que profundizar en ese tema.
-¿El ánimo final de la redacción del informe era mostrar diversidad o consenso?
-Se ha hecho un esfuerzo por reflejar consensos que en realidad, respecto de varios puntos sustanciales, o bien aún no existen o no existen en absoluto, lo cual –a mi juicio– es una equivocación, porque somos un órgano consultivo y de consejo de la presidenta. Ella necesita tener el conjunto de diagnósticos y argumentos, con consensos y opciones y sus fundamentos. Si lográramos reflejar eso bien en el informe final, sería de una gran riqueza para ella. Hacer creer a la aconsejada que hay consenso donde no lo hay, lo único que crea es confusión.
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