Gratuidad en educación superior: Rector UCH y Profesor PUC
Mayo 15, 2015

Gratuidad en educación superior

Ennio Vivaldi V.

Presidente del Consorcio de Universidades del Estado de Chile, Rector de la Universidad de Chile, Sábado 09 de mayo de 2015

Hay una gama de contextos dentro de los cuales situarse para intercambiar ideas acerca del tema de la gratuidad en la educación superior: se pueden enfatizar argumentos estrictamente financieros; se puede intentar definir el costo por alumno de cada carrera y ponderar la eficiencia de una inversión de recursos del Estado en educación superior respecto del reforzamiento de los otros niveles; se puede calificar éticamente la regresividad de la liberación de pago a quienes gozan de niveles de ingresos muy altos, o se puede cuestionar como indeseable una eventual homogeneización en la asignación de recursos que podría perjudicar a quienes ofrecen mejor docencia.

El escaso debate que sobre educación superior ha existido en el país, y las aún más escasas modificaciones a los lineamientos signados por la legislación de 1981, se han dado dentro de límites restrictivos. Una reconsideración de esa legislación ha de dirigirse, por una parte, a los principios en que explícitamente esta se fundamentó: la exaltación, también para el ámbito de las universidades, de la infalibilidad del mercado y la búsqueda por parte de cada individuo de la satisfacción de su propio interés. Repensar la educación y su financiamiento ha de tener esta dimensión valorativa que, en los términos más simples, nos hace preguntarnos si nos gusta o no vivir en una sociedad así. Por otra parte, en una dimensión más pragmática, hemos de preguntarnos si ha tenido éxito o no ese modelo. Las reiteradas manifestaciones de los estudiantes y de la sociedad en general dejan pocas dudas respecto de este punto. De nuevo en los términos más simples, hemos de preguntarnos si este sistema funciona o no.

El momento que vive hoy nuestro país parece ofrecer, impulsar y exigir un contexto más amplio para discutir la educación superior, basado primariamente en valores que retomen una visión integradora de la sociedad en su conjunto. La toma de razón que el país ha hecho de sustratos subterráneos de nuestra vida social y política debería alentarnos a asumir lo obvio: hoy debemos discutir el marco valorativo, el contexto ideológico y el clima cultural en los que se desenvuelve la vida nacional. Son ese marco, ese contexto y ese clima los que determinan la educación, la salud, la producción, la política. Son ese marco, ese contexto y ese clima los que hacen que la gente, incluyendo los políticos, se comporten como se comportan, y no al revés.

En la actual contingencia nacional, un considerando nuevo para la discusión de la gratuidad universitaria es, simplemente, la toma de conciencia de que, dadas las actuales reglas del juego que transfieren un increíble volumen de fondos públicos a entidades privadas, quienes deberán tomar decisiones acerca del financiamiento universitario podrían estar sujetos a poderosas presiones. Sospechas de posibles conflictos de interés entre políticas públicas e intereses privados estarán presentes como nunca antes.

Esperamos una discusión sobre cómo queremos que las universidades incidan en la vida nacional y, muy especialmente, cómo queremos que sean las condiciones bajo las cuales estas instituciones formen profesionales. La educación universitaria gratuita promueve personas comprometidas y agradecidas con el conjunto de la sociedad y con valores de cohesión, ayuda recíproca y generosidad. Lo importante es que el país decida si está dispuesto a invertir recursos en pos de ese objetivo. Tomada esa decisión, lo que queda es fácil: fijar responsablemente el modo de obtener y distribuir esos fondos, cuidando que la transición a un nuevo sistema en ningún caso vaya en detrimento de la calidad formativa de cualquier institución.

El objetivo de una política formativa universitaria es hacer sinérgicos dos objetivos: el de ofrecer una posibilidad real a cada joven de desarrollar sus talentos y el de cohesionar a la sociedad generando profesionales idóneos interesados en servir al país. El sistema actual no cumple con ninguno de los dos. Muy especialmente, atendiendo a las estadísticas de ingreso a la universidad según nivel socioeconómico y establecimiento de origen, no cumple con el primero, no obstante su pretensión de promover el interés individual.

La educación gratuita incide en forma determinante en los individuos y en la sociedad. Un ejemplo: la educación pública y gratuita chilena formó a una niña y un niño, Lucila Godoy Alcayaga y Neftalí Reyes Basoalto. Si no fuera por esa institucionalidad, esa niña y ese niño no habrían podido desarrollar sus infinitos talentos personales. También, si no fuera por esa formación, Chile no tendría ningún Premio Nobel.

Ennio Vivaldi V.
Presidente del Consorcio de Universidades del Estado de Chile
Rector de la Universidad de Chile

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El ensueño de don Ennio

Alejandro Clocchiatti, Profesor Pontificia Universidad Católica de Chile, Lunes 11 de mayo de 2015

Señor Director:

En su columna del sábado, don Ennio Vivaldi escribe: “La educación universitaria gratuita promueve personas comprometidas y agradecidas con el conjunto de la sociedad y con valores de cohesión, ayuda recíproca y generosidad”.

Esa afirmación no es correcta. Es un ensueño. Nací y viví por décadas en Argentina, donde desde la generación de mis padres hasta la de nuestros hijos se han educado, o hubieran podido educarse, en un sistema educativo gratuito en sus niveles básico, medio y superior, y puedo asegurar con 100% de certeza que las personas que salen de la universidad argentina no pueden caracterizarse por ese perfil de santidad.

Hay ejemplos notorios en todos los niveles posibles de exposición pública. Desde políticos que figuran entre las personas más corruptas del mundo hasta egresados que no consiguen trabajo en su área específica y tienen que poner un quiosco, o salir a manejar un taxi, y hacen gala cotidiana de las mismas virtudes y miserias que el resto de la gente.

Sucede que cuando llegamos a la universidad, ya somos, en lo básico, lo que seguiremos siendo al salir de ella. La educación universitaria no nos cambia en lo esencial; para eso importa mucho más la educación previa. Esa es la que nos proporciona la base, el esqueleto, la estructura. Esa es la que nos forma o deforma la psique.

La referencia a Gabriela Mistral y Pablo Neruda en el marco de la gratuidad universitaria también es equívoca. Mistral fue usualmente discriminada como educadora (en Chile), justamente por no tener título profesional del Instituto Pedagógico, y Neruda publicó su primer libro, “Crepusculario”, durante su segundo año en este mismo instituto. Ninguna universidad de Chile puede atribuirse mucho crédito por su contribución al alma de estos escritores.

Un buen sistema de educación pública y la gratuidad en educación superior no son, necesariamente, la misma cosa. Y mirando el ejemplo de Argentina, cuyo sistema conozco de arriba para abajo, desde adentro y desde afuera, a lo largo de tres generaciones de universitarios, tengo que concluir que la segunda no favorece al primero.

Alejandro Clocchiatti
Profesor Pontificia Universidad Católica de Chile

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