Qué hacer (II): Balance inicial
Marzo 10, 2014

Qué hacer (II): Balance inicial

Aquí un análisis de la situación del área Educación que el nuevo gobierno de Michelle Bachelet dirigirá desde mañana.  

José Joaquín Brunner 

¿Cuál es la situación del sector educacional que el gobierno de Bachelet dirigirá a partir del 11 de marzo? Un balance (casi telegráfico) debe incluir al menos los siguientes elementos.

Primero, en el plano estructural:

Un sistema que funciona normalmente (incluso la protesta estudiantil está calendarizada). Más de 4 millones de estudiantes asisten con regularidad a clases.

El rendimiento promedio del sistema escolar es el mejor de América Latina (PISA 2012). Chile lidera también en el nivel superior (Universitas 21).

La tasa de egreso de la enseñanza secundaria es satisfactoria; igual a la del promedio de los países de la OCDE. En el nivel terciario, entre 1990 y 2010 Chile es el país que más ha mejorado su índice 20/20 (Cedlas 2013) que mide la participación de los quintiles más rico y más pobre.

En suma, la educación chilena sigue una trayectoria de gradual mejoramiento.

Por su lado, la mayor falla de nuestra educación es su baja capacidad para compensar desigualdades socioeconómicas. Prima la herencia sociocultural de la familia sobre el esfuerzo personal. La causa principal es la reducida cantidad y calidad de la atención temprana (0 a 3 años), período clave para equiparar oportunidades.

La siguiente falla es el déficit formativo de hábitos de aprendizaje, motivación y competencias cognitivas cruciales a nivel educacional básico. Muchas escuelas y profesores son inefectivos.

Por la misma razón el ciclo secundario no prepara suficientemente a los jóvenes para la vida, los estudios superiores, el trabajo y la ciudadanía.

A nivel terciario existe un mal ensamblaje de proveedores estatales y privados; una parte de la oferta formativa es de dudosa pertinencia; el control de calidad ha perdido legitimidad y la eficiencia interna de muchas instituciones es limitada.

Adicionalmente, existe un crónico subfinanciamiento fiscal de la educación. El gasto público (como porcentaje del PIB) se halla por debajo incluso del promedio latinoamericano. Comparado con la OCDE, las mayores brechas del gasto por alumno se producen en la enseñanza media y básica.

En el plano coyuntural en tanto, ¿cuáles elementos son imprescindibles para un balance inicial?

El gobierno saliente deja un legado confuso: rotación anual de ministros, iniciativas dispersas y no concretadas, mala gestión de conflictos, incapacidad de orientar y ordenar el debate, pocos logros y el único importante -el incremento (aunque todavía insuficiente) de la subvención escolar, becas y créditos estudiantiles- ni siquiera trascendió hacia la opinión pública.

Expectativas desmesuradas alimentadas por todos, especialmente por la oferta programática del gobierno entrante.

Visiones contrapuestas en la sociedad y entre los actores del sistema respecto de cómo abordar los principales retos y desafíos.

Una institucionalidad impugnada: sostenedores municipales y privados puestos en tela de juicio, docentes mal remunerados, reglas del juego deslegitimadas, agencias públicas sectoriales aún no consolidadas.

Gobernanza poco robusta de la educación: un ministerio que no ha redefinido sus funciones, un gremio docente no renovado, instancias de interlocución incompletas como en el caso del CRUCh, escasos canales de participación y ausencia de análisis y evaluación de políticas.

Vacío estratégico y falta de una propuesta sustentable de mediano plazo. Predominio de consignas en vez de liderazgo intelectual.

Una agenda gubernamental abultada y por ahora sin prioridades, carente de metas e instrumentos, cuyas promesas centrales -gratuidad universal, desmunicipalización, término del lucro, calidad garantizada- se mantienen “en la nube” sin descender a terreno.

Una dirección ministerial -ministro y subsecretaria- recibida con ánimo positivo, pero que lidiará desde el día uno con promesas programáticas hipertrofiadas, bajo intensa presión y con escaso margen de maniobra.

En fin, este balance obliga a extremar el rigor del análisis y a una pronta declaración de la agenda gubernamental. Debe levantarse un proyecto de cambio efectivo con prioridades precisas, calendario, secuencias de implementación, instrumentos y financiamiento. Solo de esta manera podrán ordenarse las expectativas en función de metas y en torno a ellas construir acuerdos. De lo contrario aumentará la confusión y el sistema arriesga estancarse.

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