La Inteligencia Colectiva: Libro de Pierre Levy
Enero 2, 2008

pierre-levy.jpg El Blog EduTics – Tecnologías Educativas, del colega Luis Palomino Iparraguirre, nos pone sobre aviso de que se halla disponible la versión digitalizada del (ya clásico) libro de Piere Levy, La Inteligencia Colectiva, subtitulado con la invocación: como “por una antropología del ciberespacio”.
Ver el Prólogo del libro in extensomás abajo y una reciente entrevista del autor aparecida en el diario Le Monde.
Ver el texto completo del libro aquí pdfIcon_16a.png 1,1 MB
Ver reseña biográfica e intelectual de Pierre Levy, tomada del Blog de Gustavo Piscitelli.
Según señala EduTics a propósito del libro de Levy en su versión española,
Aunque [este libro] fue publicado en el 2004 [en español], bajo el auspicio de la Organización Panamericana de la Salud, en sus 142 páginas nos conduce a una temática transversal de la cibercultura pocas veces tratada en los miles y miles de artículos y textos que se distribuyen por la red. La idea de habernos convertido o vuelto a ser un planeta nómade, la exploración del concepto de vínculo social y su relación con el conocimiento, la noción misma de inteligencia colectiva, las comunidades inteligentes, el espacio del saber, los instrumentos de navegación y los objetos del conocimiento nos involucrarán rápidamente en esta percepción y perspectiva del mundo actual. Es una lectura obligada para todos aquellos que se preocupan por la educación o están inmerso en la tecnología. Aquí les dejamos un fragmento del Prólogo.
“Nos hemos vuelto nómadas de nuevo. ¿Qué quiere decir esto? ¿Se trata de viajes de placer, de vacaciones exóticas, del turismo? No. ¿De la ronda de los hombres de negocios y de gente apresurada alrededor del mundo, de un aeropuerto a otro? Tampoco. Los “objetos nómadas” de la electrónica móvil no nos acercan tampoco al nomadismo de hoy. Esas imágenes del movimiento nos remiten a viajes inmóviles, encerrados en el mismo mundo de significaciones. La carrera sin fin por las redes de la mercancía es quizás el último obstáculo para el viaje. Moverse, ya no es desplazarse de un punto a otro de la superficie terrestre, sino atravesar universos de problemas, de los mundos vividos, de los paisajes de sentido. Estas derivas en las texturas de humanidad pueden coincidir con las trayectorias balizadas de los circuitos de comunicación y de transporte, pero las navegaciones transversales, heterogéneas de los nuevos nómadas exploran otro espacio. Somos inmigrantes del subjetivismo. El nomadismo de este tiempo tiene que ver ante todo con la transformación continua y rápida de los paisajes científico, técnico, profesional y mentales. Incluso si no nos moviésemos, el mundo cambiaría alrededor de nosotros. Pero nosotros nos movemos. Y el conjunto caótico de nuestras respuestas produce la transformación general. ¿Este movimiento no reclama de nosotros alguna adaptación racional y óptima? ¿Pero cómo saber que una respuesta conviene a una configuración que se presenta por primera vez y que nadie ha programado? ¿Y por qué querer adaptarse (¿adaptarse a qué exactamente?) cuando se ha comprendido que la realidad no se planteaba ahí, exterior a nosotros, preexistente, sino cuál era el resultado transitorio de lo que hacíamos juntos?”

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ENTREVISTA A PIERRE LEVY EN EL DIARIO LE MONDE, 24 de junio 2007
Pierre Lévy: “La inteligencia colectiva, nuestra más grande riqueza” El 23 de junio el diario francés Le Monde publicó una interesante entrevista al sociólogo y filósofo tunesino Pierre Lévy en la cual expone ideas concisas sobre el desarrollo e implicaciones de la inteligencia colectiva en la sociedad a través de un medio como internet; además comenta a grandes rasgos sobre su actual proyecto de investigación, el IEML (Information Economy Meta Language, una lengua artificial concebida para ser simultáneamente manipulada por los ordenadores y capaz de expresar los matices semánticos y pragmáticos de las lenguas naturales.
El director de la cátedra de Inteligencia colectiva en la Universidad de Ottawa advierte que los resultados obtenidos comúnmente por motores de búsqueda como Google o Yahoo!, aunque satisfacen a sus usuarios, éstos se encuentran muy lejos de su óptima explotación. Es por ello que su propuesta de una semántica computacional al servicio de la inteligencia colectiva puede aportar un gran servicio a la gestión de la memoria colectiva en el universo virtual.

-Le Monde: Desde principios de los años 90 usted creía en el potencial de internet. ¿Después de 20 años más tarde, cómo analiza la evolución de la red de redes?
-Pierre Lévy: La hipótesis que formulaba en aquella época, cuando pocas personas utilizaban internet y cuando la web comenzaba a nacer, era que la interconexión de ordenadores sería un vector de perfecccionamiento y aumento de la inteligencia colectiva. Digo aumento antes que creación porque la inteligencia colectiva es practicada por los seres humanos desde que disponen de lenguaje y cultura. Sólo somos inteligentes colectivamente gracias a los diferentes saberes transmitidos de generación en generación. Sencillamente, internet es mucho más potente que la imprenta, la radio o la televisión, porque permite una comunicación de tipo transversal y una mejor explotación de la memoria colectiva.
-LM: ¿Eso explica la fama de la actual expresión “inteligencia collectiva”?
-PL: En efecto, esa noción está trazando su camino. Tomamos conciencia de ella porque se transforma a un ritmo observable al interior de una misma generación. Antes las técnicas de inteligencia colectiva permanecían estables de una generación a otra. Ahora hay un salto, una aceleración. Es como un fondo que permanecía inmóvil y que hoy llega a ser una forma que reacciona.
-LM: ¿Cómo repercute en los actores sociales?
-PL: Lo que encuentro fascinante es que el uso de internet para desarrollar la inteligencia colectiva no es exclusivo de un grupo social en particular. Para las empresas o la administracione pública el objetivo es crear un mejor valor. Ofrecer un servicio de manera más eficaz al cliente o al ciudadano. Las ONG, las asociaciones y las redes sociales se organizan mejor gracias a esas nuevas herramientas. Cada quien utiliza internet de una forma diferente. Nuestro capital principal consta de lo que nos hace capaces de construir y lo que sabemos. Lo dos están muy ligados. Se tiene el interés de estudiar una de otras afin de actuar de una manera más eficaz. He allí la toma de conciencia más importante: el valor está en el conocimiento.
-LM: ¿Hoy en día todo el mundo puede realmente participar en la constitución del saber colectivo?
Para un nuevo modo de producción y acceso al conocimiento es necesario un nuevo modo de mediación.-PL: Diría que eso se produce en dos niveles. Primero, para el contenido mismo del conocimiento con la creación colectiva en línea con la ayuda de wikis, cuya Wikipedia es la representación más conocida. Pero eso va más lejos todavía con la organización del contenido. Comunidades se agrupan para describir contenido y permitir a otros acceder a éste. Así no solamente todo el mundo se convierte en autor sino también en prescriptor, organizador de la memoria colectiva, documentalista, crítico. En suma todo el mundo se vuelve mediador. Para un nuevo modo de producción y acceso al conocimiento es necesario un nuevo modo de mediación.
-LM: ¿Internet no es hoy una inmensa biblioteca con libros amontonados en desorden?
-PL: En efecto, hacia finales del siglo XVIII y sobre todo en el siglo XIX, aparecieron con la ficha de descripción de libros (título, autor, contenido, signatura…) lo que hoy se denomina metadatos. Éstos permiten navegar en el contenido. Hoy, lo que está en juego en internet es la cuestión de los metadatos. Pocas personas han tomado la medida del reto que eso representa.
Actualmente los motores de búsqueda utlizan el texto como su propio metadato trabajando plenamente sobre el texto. Es una inmensa regresión con respecto a todo el trabajo realizado desde hace dos o tres siglos por los bibliotecarios y documentalistas. Un retorno a la prehistoria. La razón consiste en la importancia del fenómeno. Muy a menudo las bibliotecas estaban constituidas en una sola lengua y con una colección de obras progresivamente acumuladas. Internet aporta una cantidad inmensa, muy heterogénea, multilingüe. Existen hoy en día cientos de miles de millones de organizaciones diferentes e incompatibles en datos. De ahí la complejidad extrema del problema. Sin embargo para aumentar la inteligencia humana gracias a internet debemos reducirlos.
-LM: ¿Es el objeto de su actual trabajo?
-PL: Exactamente. Primero es necesario tomar conciencia de la actual opacidad de internet. Los mejores motores de búsqueda sólo toman entre el 10% y 20 % de su contenido. Gracias a la masa de datos disponibles casi siempre se encuentra lo que se busca y uno está satisfecho. Pero se permanece muy lejos de una óptima explotación. Me preguntaba que hacía falta crear un lenguaje de descripción, un metalenguaje, que pueda traducir las lenguas naturales y la clasificación de conceptos (ontología en informática), pero que sea igualmente “calculable”. En efecto, los lenguajes naturales están hechos para ser manipulados por los cerebros humanos y no por computadoras. Mi lenguaje, IEML (Information Economy Meta Language), es reconocible y tratable por una máquina porque es mucho más próximo al “lenguaje matemático” utilizado por los ordenadores.
-LM: Usted trabaja desde hace más de 15 años en ese lenguaje…
-PL: Sucede que es muy complicado de inventar. De tanto que no existen ejemplos a seguir. Aparte de los fracasos como el de la Caractérisque universelle de Leibnitz, que desde luego no tenía ordenador…, o del esperanto, que tenía la misma estructura que una lengua natural y suponía que todo el mundo lo aprendiera.
En el caso del IEML, el usuario final no tiene que aprenderlo. Él continuará trabajando en su lenguaje natural. El IEML intervendrá a un nivel subyacente. Sólo los ingenieros del conocimiento, los arquitectos de la información, es decir los profesionales, lo utilizarán. En efecto, es una lengua que no tiene semejanza en absoluto con la lengua natural. Sin embargo, el IEML tiene las características de una lengua natural, comprende los matices semánticos, pero refiriéndose a un ordenador.
-LM: ¿Dónde y cómo imagina la utilización del IEML en la Web?
-PL: Disponemos de un pequeño diccionario de 2000 términos. Lo desarrollamos adaptándolo en dominios particulares. Trabajo, por ejemplo, con un colega de HEC Montreal a fin de traducir el tesaurus de la American Economic Association. Se trata de crear todas las palabras necesarias a los economistas para indexar sus artículos. Nuestro motor de búsqueda será de esa manera mucho más eficaz a la hora de navegar en la inmensa literatura económica. El lenguaje va a desarrollarse en función de quienes decidan utilizarlo. Cada uno va a producir metadatos según su propia cultura. No se trata pues en absoluto de una empresa de estandarización. Simplemente evitar que en las diferencias no queden barreras infranqueables. Cada disciplina deberá hacer un esfuerzo de formalización de su saber pero, a plazos, se comprenderá la lengua del otro y se hará comprender la suya, sin estudiar la lengua extranjera…
-LM: ¿Con ello que se descubrirá?
-PL: Se harán aparecer las dimensiones geométricas del saber. En los viejos mapas geográficos de la Edad Media no había espacios en blanco. Desde que se utilizaron las coordenadas geográficas, los espacios en blanco aparecieron. IEML va a crear un sistema de coordenadas del espacio semántico permitiendo localizar lo desconocido, calcular las distancias entre significaciones. Eso no fabricará nuevas ideas pero indicará relaciones inadvertidas, virtualidades. La inteligencia colectiva coordinará el espacio semántico como coordina el espacio terrestre. En el espacio semántico del IEML no hay puntos de vista privilegiados. Las ideologías se vuelven simples perspectivas particulares. Con los actuales motores de búsqueda los resultados están ordenados según el algoritmo de Google o Yahoo. No se pueden tocar. Con mi proyecto se podrá elegir el orden de las respuestas. De ahí que éste sea un instrumento intelectual poderoso.
-LM: ¿Cuándo esa nueva herramienta estará disponible para los simples internautas?
-PL: Es un programa de investigación científica. Nos hacen falta todavía de dos a tres años para obtener su funcionamiento, es decir un software con un motor de búsqueda integrado que permita hacer la indexación automática y un motor de búsqueda semántico mucho más evolucionado que los motores existentes. En el mundo hay una cuarentena de personas que trabajan en el proyecto IEML, entre los que podemos contar a investigadores del laboratorio Paragraphe de Paris-VIII. Sólo el diccionario está disponible en línea desde hace un año. Es un largo trabajo, pero en 2010 los internautas deberán poder descargar un software en el sitio del IEML y utilizarlo.
-LM: ¿Qué efectos puede tener tal herramienta en la sociedad y la política?
-PL: Pienso que va a volverse más inteligente. Como se va más lejos en coche que a pie, gracias a la explotación de la inteligencia colectiva los horizontes de pensamiento se ampliarán. Pienso que se podrán hacer las cosas de manera un poco más sensata, sopensando la diversidad y la complejidad.
Mi perspectiva política es la del desarrollo humano. Es necesario conectar la sociedad del conocimiento con el desarrollo humano. Lo anterior a fin de que la socidedad del conocimiento se oriente hacia un desarrollo integral que comprenda todos los aspectos de la sociedad. La economía, la educación, la salud, la seguridad, la transmisión de patrimonios, la investigación o la innovación son interdependientes. En el fondo la inteligencia colectiva es la fuente del desarrollo humano.
Tomada del Blog Sociología Contemporánea


Prólogo
El planeta nómada
Nos hemos vuelto nómadas de nuevo. ¿Qué quiere decir esto? ¿Se trata de viajes de placer, de vacaciones exóticas, del turismo? No. ¿De la ronda de los hombres de negocios y de gente apresurada alrededor del mundo, de un aeropuerto a otro? Tampoco. Los “objetos nómadas” de la electrónica móvil no nos acercan tampoco al nomadismo de hoy. Esas imágenes del movimiento nos remiten a viajes inmóviles, encerrados en el mismo mundo de significaciones. La carrera sin fin por las redes de la mercancía es quizás el último obstáculo para el viaje.
Moverse, ya no es desplazarse de un punto a otro de la superficie terrestre, sino atravesar universos de problemas, de los mundos vividos, de los paisajes de sentido. Estas derivas en las texturas de humanidad pueden coincidir con las trayectorias balizadas de los circuitos de comunicación y de transporte, pero las navegaciones transversales, heterogéneas de los nuevos nómadas exploran otro espacio. Somos inmigrantes del subjetivismo.
El nomadismo de este tiempo tiene que ver ante todo con la transformación continua y rápida de los paisajes científico, técnico, profesional y mentales. Incluso si no nos moviésemos, el mundo cambiaría alrededor de nosotros. Pero nosotros nos movemos. Y el conjunto caótico de nuestras respuestas produce la transformación general. ¿Este movimiento no reclama de nosotros alguna adaptación racional y óptima? ¿Pero cómo saber que una respuesta conviene a una configuración que se presenta por primera vez y que nadie ha programado? ¿Y por qué querer adaptarse (¿adaptarse a qué exactamente?) cuando se ha comprendido que la realidad no se planteaba ahí, exterior a nosotros, preexistente, sino cuál era el resultado transitorio de lo que hacíamos juntos?
Esta situación, imprevisible, riesgosa, se asemeja a bajar por rápidos desconocidos. No viajamos solamente entre los paisajes exteriores de la técnica, de la economía o de la civilización. Si solo se tratara de pasar de una cultura a otra, tuviéramos ejemplos, referencias históricas. Pero pasamos de una humanidad a la otra, otra que no solo continúa oscura, indeterminada, sino que rechazamos incluso interrogar, que no aceptamos todavía reconocer.
La conquista espacial persigue explícitamente el establecimiento de colonias humanas en otros planetas, es decir, un cambio radical de habitat y de entorno para nuestra especie. Los avances de la biología y de la medicina nos obligan a un redescubrimiento de nuestra relación con el cuerpo, la reproducción, la enfermedad y la muerte.
Avanzamos progresivamente, quizás sin saberlo y ciertamente sin decirlo, hacia una selección artificial de lo humano preparada por la genética. El desarrollo de nanotecnologías capaces de producir materiales inteligentes en la masa, de los simbiontes microscópicos artificiales de nuestros cuerpos y de los ordenadores más poderosos que los actuales por varias órdenes de magnitud podrían modificar completamente nuestra relación con la necesidad natural y el trabajo, y ello de manera mucho más brutal que hasta ahora lo han hecho las diversas fases de automatización.
Los avances de las prótesis cognitivas de base numérica transforman nuestras capacidades intelectuales tan claramente como lo harían mutaciones de nuestro patrimonio genético. Las nuevas técnicas de comunicación por mundos virtuales replantean de manera diferente los problemas del vínculo social. En suma, la
hominización, el proceso de surgimiento de la especie humana no ha finalizado, incluso parece acelerarse brutalmente.
No obstante, contrariamente a lo sucedido en el momento del nacimiento de nuestra especie o en ocasión de la primera gran mutación antropológica (la del neolítico, que vio el surgimiento de la ganadería, la agricultura, la ciudad, el Estado y la escritura), tenemos la posibilidad de pensar colectivamente esta aventura y de influir en ella.
Las jerarquías burocráticas (fundamentadas en la escritura estática), las monarquías mediáticas (navegando por la televisión y por el sistema de los medios) y las redes internacionales de la economía (utilizando el teléfono y las tecnologías del tiempo real) solo movilizan y coordinan muy parcialmente las inteligencias, las experiencias, las competencias, las sabidurías y las imaginaciones de los seres humanos. Por ello, la invención de nuevos procedimientos de pensamiento y de negociación que pueda hacer surgir verdaderas inteligencias colectivas se plantea con particular urgencia. Las tecnologías intelectuales no ocupan un sector como cualquier otro de la mutación antropológica contemporánea; son potencialmente la zona crítica de ellos, el lugar político. ¿Se necesita subrayarlo? No se reinventarán los instrumentos de la comunicación y del pensamiento colectivo sin reinventar la democracia, una democracia compartida en todos los lugares, activa y molecular. En este punto de inversión total o de conclusión aventurada, la humanidad podría reconquistar su futuro. No poniendo su destino entre las manos de algún mecanismo pretendidamente inteligente, sino produciendo sistemáticamente las herramientas que le permitan constituirse en colectivos inteligentes, capaces de orientarse dentro de los mares tormentosos de cambios.
El espacio del nuevo nomadismo no es el territorio geográfico ni el de las instituciones o de los Estados, sino un espacio invisible de conocimientos, de saber, de potencias de pensamiento en cuyo seno nacen y se transforman cualidades de ser, maneras de actuar en sociedad. No se trata de los organigramas del poder, ni de las fronteras de las disciplinas, ni de las estadísticas comerciales, sino del espacio cuantitativo, dinámico, vivo de la humanidad en el proceso de hallarse produciendo su mundo.
¿Dónde leer los mapas móviles de este espacio fluctuante? Terra incognita. Incluso si usted lograra por su cuenta la inmovilidad, el paisaje no dejaría de pasar, de girar alrededor de usted, de infiltrarlo, de transformarlo desde el interior. Ya no se trata del tiempo de la historia, referido a la escritura, a la ciudad, al pasado, sino de un espacio moviente, paradójico que nos llega también del futuro. No lo interiorizamos como una sucesión, únicamente interrogamos a las tradiciones a su respecto, por peligrosas ilusiones ópticas. Tiempo errante, transversal, plural, indeterminado, como el que precede a todos los orígenes.
Multitudes de refugiados en camino hacia improbables campos. Naciones sin domicilio fijo. Epidemias de guerras civiles. Ruidosas torres de Babel de megalópolis mundiales. Atravesada por los conocimientos de la supervivencia en los intersticios del imperio. Imposible de fundar una ciudad, imposible en lo delante de establecerse, donde quiera que sea, sobre un secreto, un poder, un suelo. Los signos, a su vez, se hacen emigrantes: este humus no cesa de temblar, de quemar. Deslizamientos vertiginosos en religiones y lenguas, haciendo zapping entre las voces y los cantos, y bruscamente, en el recodo de un pasillo subterráneo, surge la música del porvenir. La tierra como una canica bajo el ojo gigante de un satélite…
Los primeros nómadas seguían a los rebaños, que buscaban a la vez su alimento, según las estaciones y las lluvias. Hoy somos nómadas detrás del devenir humano, un devenir que nos atraviesa y que nosotros hacemos. Lo humano devino a sí mismo su propio clima, una estación infinita y sin retorno. Horda y rebaño mezclados, cada vez menos separables de nuestros medios y de un mundo estrechamente ligado a nuestra marcha, desarrollamos cada día una estepa nueva. Los neandertales, bien adaptados a la caza maravillosa de la tundra glacial desaparecieron cuando el clima se humedeció y se calentó1 muy rápidamente. Su caza habitual desaparecía. A pesar de su inteligencia, estos hombres gruñones o mudos no tenían voz y tampoco idioma para comunicarse entre ellos. Así, las soluciones halladas en lugares precisos a sus nuevos problemas no pudieron ser generalizadas. Permanecieron dispersos frente a la transformación del mundo circundante y no cambiaron con él.
Hoy, el homo sapiens enfrenta una modificación rápida de su medio, transformación de la que es el agente colectivo involuntario. No deseo en absoluto sobrentender que nuestra especie está amenazada de extinción, ni que “el fin de los tiempos” está cercano. No se trata aquí de milenarismo. Me contenta definir una alternativa. O bien vamos más allá de un nuevo umbral, una nueva etapa de hominización inventando algún atributo de lo humano tan esencial como el lenguaje, pero a una escala superior, o bien continuamos “comunicando” por los medios y pensando en instituciones separadas unas de otras, que organizan por añadidura la extinción y la división de las inteligencias. En el segundo caso, solo estaríamos confrontados a los problemas de la supervivencia y del poder.
Pero si nos comprometiésemos en la vía de la inteligencia colectiva, inventaríamos progresivamente las técnicas, los sistemas de signos, las formas de organización social y de regulación que nos permitirían pensar juntos, concentrar nuestras fuerzas intelectuales y espirituales, multiplicar nuestras imaginaciones y nuestras experiencias, negociar en tiempo real y a todas las escalas las soluciones prácticas a los problemas complejos que debemos afrontar. Aprenderíamos gradualmente a orientarnos en un nuevo cosmos en mutación, a la deriva, a convertirnos en sus autores mientras podamos, a inventarnos colectivamente como especie. La inteligencia colectiva apunta menos al dominio de sí por las comunidades humanas que a un ceder esencial que tiene que ver con la idea misma de identidad, de los mecanismos de dominio y de desencadenamiento de conflictos, de liberalización de una comunicación confiscada y de reactivación mutua de pensamientos aislados.
Estamos, pues, en la situación de una especie en la que cada miembro tendría buena memoria, sería observador y astuto, pero que todavía no hubiera logrado la inteligencia colectiva de la cultura por falta de lenguaje articulado.
¿Cómo inventar el lenguaje cuando no se ha hablado jamás, cuando ninguno de nuestros ancestros ha proferido jamás una oración, cuando no se tiene ejemplo ni la menor idea de lo que puede ser una lengua? Con una analogía aproximada, se trata de nuestra situación presente: nosotros no sabemos lo que debemos creer, lo que quizás ya hemos comenzado a esbozar vagamente. En algunos miles de años, sin embargo, el homo habilis se convirtió en sapiens, atravesó tal umbral, se lanzó hacia lo desconocido, forjó la tierra, los dioses y el mundo infinito de la significación.
Pero las lenguas están hechas para comunicar dentro de pequeñas comunidades “a escala humana” y quizás para garantizar relaciones entre tales grupos. Gracias a la escritura, hemos atravesado una nueva etapa. Esta técnica ha permitido un aumento de eficacia de la comunicación y de la organización de los grupos humanos mucho más importante que lo que hubiera permitido la simple palabra. Fue, no obstante, al precio de una división de las sociedades entre una máquina burocrática de tratamiento de la información funcionando con la escritura, por una parte, y personas “administradas”, por la otra. El problema de la inteligencia colectiva es descubrir o inventar un más allá de la escritura, un más allá del lenguaje de tal manera que el tratamiento de la información sea distribuido y coordinado por todas partes, de manera que no sea más privativo de órganos sociales separados, sino que se integre, por el contrario, de manera natural, a todas las actividades humanas y regrese a las manos de todos. Esta nueva dimensión de la comunicación debería evidentemente permitirnos poner en común nuestros conocimientos y mostrárnoslos recíprocamente, condición elemental de la inteligencia colectiva. Yendo más lejos, ella abriría dos posibilidades capitales, que transformarían radicalmente los datos fundamentales de la vida en sociedad.
Primeramente, dispondríamos de los medios sencillos y prácticos para conocer lo que hacemos juntos. Segundo, manipularíamos, aun más fácilmente que lo escribimos hoy, los instrumentos que permiten el discurso colectivo. Y todo ello no ya a escala del clan del paleolítico, ni a escala de los Estados y de las instituciones históricas del Territorio, sino según la amplitud y velocidad de las turbulencias gigantes, de los procesos deterritorializados y del nomadismo antropológico que nos afectan en la actualidad. Si nuestras sociedades solo se contentan con ser dirigidas inteligentemente, con seguridad ellas no alcanzarán sus objetivos. Para tener algunas oportunidades de vivir mejor, ellas deben devenir inteligentes en la masa. Más allá de los medios masivos, maquinarias aéreas harán escuchar la voz del múltiplo. Aún indiscernible, amortiguada por las brumas del futuro, bañando con su murmullo otra humanidad, tenemos cita con la superlengua.
1 Reicholf, Joseph, L’émergence de l’homme, Flammarion, París 1991.

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