Escuela especializada o elitista
La reforma educativa promueve la diferenciación de los institutos con planes en distintas áreas Sus detractores alertan del riesgo de segregación
Un instituto especializado en artes, otro en tecnología, otro en humanidades… La teoría dice que los centros especializados en un área, en ciertas iniciativas de mejora pueden aumentar la calidad del sistema, y muchos países como Estados Unidos, Francia o Rusia tienen años de experiencia con este tipo de institutos. Sin embargo, los detractores de la medida que propone ahora para España la reforma educativa (LOMCE) recuerdan los efectos negativos que también han tenido ese tipo de centros: segregación, elitismo y desigualdad, con centros de primera y centros de segunda. Incluso muchos de quienes los defienden señalan un buen número de prevenciones necesarias para que no acabe siendo peor el remedio que la enfermedad.
Empezando por el principio, la LOMCE dice que los centros, básicamente los de secundaria, podrán desarrollar acciones tendentes a la “especialización curricular, a la excelencia, a la formación docente, a la mejora del rendimiento escolar”, entre otras. Las acciones de calidad que lleven a esta especialización serán competitivas y los que ganen tendrán más dinero y autonomía (por ejemplo, los directores podrán elegir docentes) para llevarlas a cabo. Estos centros, además, podrán tener en cuenta la nota para admitir solicitudes en la etapa posobligatoria, es decir, en bachillerato y FP. Se trata de una pata más de la teoría que recorre toda la ley que impulsa el ministro José Ignacio Wert: más autonomía (con rendición de cuentas) y margen de especialización fomentará una especie de competición entre escuelas que mejorará el sistema.
La letra de la LOMCE
- “El proyecto educativo de calidad supondrá la especialización de los centros docentes, que podrá comprender, entre otras, actuaciones tendentes a la especialización curricular, a la excelencia, a la formación docente, a la mejora del rendimiento escolar, a la atención del alumnado con necesidad específica de apoyo educativo, o a la aportación de recursos didácticos a plataformas digitales. Los resultados de las acciones se medirán, sobre todo, por las mejoras obtenidas por cada centro en relación con su situación de partida”.
- Los “centros que tengan reconocida una especialización curricular por las Administraciones educativas […] podrán reservar al criterio del rendimiento académico del alumno hasta un 20% de la puntuación asignada a las solicitudes de admisión a enseñanzas posobligatorias. Dicho porcentaje podrá reducirse o modularse cuando sea necesario para evitar la ruptura de criterios de equidad y de cohesión del sistema”.
“La verdad es que la idea suena bien en principio, pero me asaltan algunas dudas”, dice el catedrático de Economía del University College London Antonio Cabrales. “Con un currículo tan regimentado, no sé muy bien hasta dónde pueden llegar los centros, excepto en que darán solo un tipo de bachillerato [Letras, Ciencias…]. Pero esto no me parece suficiente para obtener los beneficios de la especialización. Además, si estos centros eligen profesorado, deber ser posible hacerlo de manera más general”, algo que también debería ocurrir, opina, con la posibilidad de que la nota cuente para admitir alumnos.
En España, los centros bilingües o iniciativas como el del bachillerato de excelencia de la Comunidad de Madrid podrían enmarcarse dentro de esos planes. Desde CC OO, el responsable de la Federación de Educación, Francisco García, criticó en su día ese bachillerato de excelencia y ahora vuelve a hacer lo mismo con la idea de la LOMCE:
“Si tú vas a matricularte en un instituto deportivo, tienes que correr los 100 metros en menos de 16 segundos; si quieres estudiar en una sección bilingüe, tienes que hacer un examen de inglés; y si vas a un instituto tecnológico, te hacen un examen de matemáticas y de física. Si no lo superas, no entras, luego la libertad de elección de centro desaparece. Son los centros los que eligen al alumnado en función de un proyecto educativo; y son los centros más demandados los que eligen al alumnado generando la fragmentación y dualización de la red”.
La única especialización de la que expresamente habla la LOMCE es la de elegir solo algunas vías de bachillerato, y según temen las investigadoras de la Complutense Miriam Prieto y Patricia Villamor, lo mismo acabará ocurriendo en la ESO, donde algunos centros solo ofrecerán la vía al bachillerato o a la FP, haciendo peligrar “la igualdad de oportunidades en la elección de las mismas (sobre la base de la información disponible, los recursos económicos para el traslado)”.
Prieto y Villamor reconocen muchos beneficios en la diferenciación de centros (“mayor implicación del profesorado y mejor adaptación del mismo”, “mejor adaptación al entorno”, “mejor utilización de los recursos”), pero advierten de que las posibilidades tienen que ser mucho más amplias: “Debería estar permitida cualquier especialización, no solo curricular, sino también metodológica, organizativa, etcétera, y no solo en idiomas o en ciencias o tecnología”.
A las investigadoras, que han estudiado los centros especializados de Madrid, tampoco les gusta que el acceso pueda depender de las notas: “Si esa mejora solo se dirige a unos pocos estudiantes y unos pocos centros, sin duda aumentarán las desigualdades de partida en contextos desfavorecidos. Las reformas parciales, que solo afectan a una zona o un centro en concreto, mejoran sustancialmente esa parte del sistema y perjudican al resto, bajando su inversión, su valoración por parte de la sociedad y porque los buenos alumnos huyen de los centros no reformados”.
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