José Joaquín Brunner debe ser uno de los consultores, investigadores y académicos más respetado en la política chilena. Doctor en sociología y ex ministro secretario general de Gobierno del ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, su prestigio no sólo alcanza al mundo concertacionista, sino que también a la Alianza.

Militante PPD, por estos días se especuló sobre su ingreso a un referente convocado por el ex candidato presidencial Andrés Velasco. Pero, el mismo Brunner se encargó de aclarar a DF que esa instancia no lo excluye de apoyar a la candidata de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet. “Desde que comenzó la participación de Velasco en la primaria de la Concertación, manifesté mi interés por ser parte de la creación de una instancia que desarrolle un ideario político liberal-progresista, de centro-izquierda, que proyecte una visión moderna de la sociedad y colabore a renovar las prácticas y las ideas de izquierda en América Latina”, dice.

Pero, junto con confirmar que “estaré acompañando entusiastamente este esfuerzo de mediano y largo plazo”, precisa que “en la coyuntura presidencial he expresado mi clara decisión de votar por Michelle Bachelet”.

– El debate no es un problema de las campañas sino de la sociedad, de los propios medios de comunicación y de los partidos políticos. El debate en sí ha sido muy poco creativo, ha habido muy pocas propuestas de ideas relativamente innovadoras, hay un permanente debate sobre generalidades, grandes aspiraciones, pero una visión de cada candidatura con horizonte de 30 años, nunca dicen qué van hacer en los 4 años. Hay una falta de rigor en el debate de ideas políticas y propuestas muy grande.

– Este es uno de los momentos más interesantes. Es lamentable que esta mayor capacidad de tomar iniciativas, simbólica pero también político-cultural y con más libertad, el presidente las esté adoptando en su último trimestre o semestre de gobierno. Se había esperado que iniciativas de esta naturaleza las hubiera adoptado desde el comienzo. Me parece totalmente correcta la decisión que, más allá de lo que implica en política carcelaria y repercusión en el campo de DDHH, es un gesto de empujar la transformación de la derecha en Chile muy interesante.

– Creo que es muy interesante lo que está ocurriendo en la derecha. Y ahí hay un nuevo pacto al final de cuentas: la forma como las cosas se empiezan a definir ya no tiene que ver tanto con quienes estuvieron o no a favor o en contra de (Augusto) Pinochet, sino que 40 años después, siguen insistiendo que el contexto lo justifica. Es que nunca -y eso está diciendo el presidente a la derecha- nunca se puede justificar, ni la amenaza de una guerra civil, ni el contexto, ni la presencia anterior de la Unidad Popular; nada puede justificar que se siga defendiendo lo que ocurrió que sería como una suerte de precio para el gran cambio económico. Todo esas son tonteras, todo eso le está diciendo Piñera a su propia clientela política, y le está diciendo que si queremos tener futuro en la política democrática chilena, tenemos que ponernos a la altura de una cultura democrática y reconocer que lo que ocurrió no tiene explicación ni justificación y tiene que ser condenado.

– Para las expectativas que había creado la propuesta Piñera de un gobierno de gran capacidad gerencial, que no iba a ser grandes transformaciones pero que iba a modernizar y mejorar el Estado, lamentablemente el gobierno ha sido un fracaso. No hubo ese mejoramiento de gestión, ni esa modernización que uno habría esperado de un gobierno con la ideología de los partidos de la derecha.

– En eso tengo una visión totalmente distinta. Me parece que todo este tonito de desprestigio del Parlamento, de encontrar que ahí la gente es mediocre, es una suerte de caldo de cultivo de actitudes autoritarias, populistas y fascistas. Me parece que en Chile hay sectores en todo el espectro político que tienen una fácil afinidad con esta tendencia cultural con el protofascismo, autoritarismo y populismo.

– El lado positivo del gobierno es que hizo un esfuerzo consistente por profundizar las principales políticas de los últimos gobiernos, e invertir más en educación, particularmente aumentando becas y crédito en el campos del al educación superior. La parte débil fue que en cuatro años, no logró articular una agenda propia, enfrentó muy mal los conflictos sociales particularmente, el movimiento estudiantil; tuvo una especie de proliferación reactiva frente al conflicto de envío de proyectos al Congreso que no han logrado avanzar prácticamente nada.

– En materia de educación superior, el incremento de los recursos destinados a becas y al mejoramiento es el avance principal del gobierno logró. Pero no se ha notado mucho, no lo percibe mucho la sociedad porque quedó atrapado dentro del conflicto y la magnitud de las demandas estudiantiles escapaba de lo que el gobierno estaba dando, pero me parece que hizo lo correcto: fortalecer decididamente y profundizar en el próximo gobierno el esquema de créditos y becas.

– La educación pre-primaria, básica y media, es decir, la educación obligatoria, efectivamente debiera tener el carácter de gratuidad y esa es la aspiración que debe orientarnos como sociedad. Ahora, en la educación superior, me parece completamente distinto, y he dicho públicamente que me parece un profundo error insistir en una política de gratuidad universal. Esa política genera resultados inequitativos y que en la práctica, y dada la estructura de la educación superior chilena, es inviable. Supondría tal costo no solamente económico, sino político en el desarreglo para poder hacer gratuita toda la educación superior, que la verdad no se entiende por qué se insiste en una política cuando el camino que ha seguido Chile en el último tiempo, que es asegurar gratuidad a través de becas y créditos, está muy bien estructurado y asegura oportunidad de estudios a todos los jóvenes independiente de su clase social.

– Es equivocado. Es mucho peor que la demagogia porque el demagogo es consciente de lo que está vendiendo y engaña al público, acá es peor, porque hay un grupo de gente que está profundamente convencida que el país a lo que tiene que aspirar es a que el costo completo de la educación superior, incluso por los más ricos, sea asumido por el conjunto de la sociedad e incluso por aquellos padres cuyos hijos no llegan y no va a llegar nunca a la universidad. Eso es una completa injusticia y va en contra de toda la tendencia mundial de compartir el costo entre la sociedad y los individuos que se benefician de la educación.


- Nosotros tenemos un sistema históricamente mixto con proveedores de distinta naturaleza, y eso forma parte del desarrollo de nuestro sistema educacional. Ahora, qué duda cabe que las regulaciones de los proveedores tanto públicos como privados son extraordinariamente débiles, están mal diseñadas y llegó el momento en que tienen que ser revisadas en profundidad.

– Son roles distintos. Por cierto que el Estado en cualquier lugar del mundo tiene la responsabilidad de que la sociedad se provea de educación de calidad, con proveedores que pueden ser públicos o privados, y tiene que financiar seria y consistentemente esa educación obligatoria.

– En la educación superior la responsabilidad del Estado es velar porque el país cuente con una estrategia sustentable. Chile hasta el ‘73 tuvo ocho universidades de las cuales dos eran estatales y seis privadas, por el Estado, pero de gestión privada. Nadie podría esperar que toda la educación superior en el futuro pueda ser provista por el Estado, no hay un solo país en América Latina donde sea así. El problema no es forzar que las matrículas se vayan a otro lado, sino establecer un sistema de regulación que permita que el sector privado desarrolle la educación superior alineada con las necesidades y las prioridades de política pública y bienestar colectivo.


- Si somos serios, no podemos imaginar que aquí vamos a tener primero universidades con cinco siglos de historia. Aspirar a tener una de las 100 mejores universidades del mundo es simplemente ridículo, primero por costos. Es decir, el principal destino de los recursos en Chile de la reforma tributaria obviamente, es para ese nivel y no particularmente, para la educación superior.

– Lo veo como algo normal. Me parece que en todo este discurso hay una permanente sobrerreacción a estos fenómenos. Las campañas son juegos estratégicos, donde la gente compite y compite legítimamente con todos los medios a su disposición. La candidata Bachelet está a tal nivel de opción de poder que hoy, efectivamente, tiene un papel dominante y sabe que puede poner las condiciones de muchas cosas.

– ¿Hay quienes la acusan de soberbia?

– No es un problema de rasgo personal, es la astucia de las estrategias que todos aplican. Lo que pasa es que ella lo puede aplicar con mayor fuerza, porque simplemente tiene un papel dominante en la carrera. Ahora, si se sobrepasa en su astucia, en usar los recursos que están a su disposición, puede desprestigiar su propia carrera.

– Creo que no, pero mal hecho, sin una buena presentación, puede hacer pensar a cierta gente que tiene una actitud menos tolerante, democrática y dispuesta al diálogo. Pero no me parece para nada que esté haciendo esto esta candidata.

– Esta PSU está mal. Hubo un informe internacional que por segunda vez en estos últimos 10 años muestra que tiene diversas fallas y que necesita hacer mejoras. Ahí los que tienen la principal responsabilidad son quienes están agrupados en el Consejo de Rectores que han manejado de una manera desprolija todo el proceso de cambio de la PSU. No han sabido mostrarle a los jóvenes que estos cambios son necesarios, no han sabido justificarlos, lo van adoptando sin clara justificación y al final los estudiantes secundarios están descontentos porque les cambian las reglas del juego.

– Es una cosa completamente obsoleta de nuestro sistema, no hemos sido capaces de tener un organismo que agrupe al conjunto de las instituciones de la educación superior y se convierta en el legítimo interlocutor de la sociedad y del Estado respecto de los temas de educación superior. Tenemos distintas agrupaciones que compiten entre sí por recursos y hace que esos organismos sean agrupaciones de intereses corporativos y no un interlocutor público válido para el tema de educación superior, algunas de ellas con muchos prestigio pero en la que estudian menos de un tercio de los estudiantes chilenos.