Mensaje educacional: ¿carta de navegación?
Estamos frente a un resultado paradojal de este gobierno: una obra educacional dispersa, con escasa novedad e identidad, pero con un efecto bienvenido: una mayor presencia del Estado en la conducción de la educación nacional.
por José Joaquín Brunner, La Tercera – 28/05/2013 – 04:00
UNA VEZ que concluya la actual administración, el balance educacional será ambiguo; podrá entenderse e interpretarse de diferentes maneras. Unos dirán que los últimos cuatro años han sido un paréntesis, sin ningún avance significativo. Otros, como el propio Presidente en su Mensaje del 21 de Mayo, retrucarán con una serie de decisiones y actuaciones de diversa naturaleza, grados de avance, resultados e impacto. Por ejemplo, aumento del presupuesto y las subvenciones, liceos de excelencia, Simce extendido a áreas adicionales de desempeño, beca vocación de profesor, equipamiento de liceos técnico-profesionales, incremento de becas para la educación superior, reducción de la tasa de interés de los préstamos estudiantiles, obligación de informar sobre sus finanzas y sociedades relacionadas de las universidades, y así por delante.
Asimismo, podrán citar un conjunto de proyectos enviados al Congreso sobre materias variadas: obligatoriedad del kínder, Subsecretaría de Educación Superior, superintendencia para el mismo sector, refundación del sistema de aseguramiento de la calidad, nueva carrera docente, desmunicipalización del sistema escolar, etc.
Me parece que entre los negacionistas -que niegan cualquier progreso- y los defensores del gobierno, estos últimos se hallan más próximos a los hechos. Al menos pueden mostrar un menú de actuaciones. Sin embargo, ¿qué representa tal listado sino una minuciosa colección de buenas intenciones, desembolsos fiscales, intentos de cambio, inercias preexistentes, obras a medio construir e incipientes diseños?
El propio Presidente quiso dotarlas de sentido al declarar que estas actuaciones eran parte de una reforma 3×3, metáfora con una vistosa resonancia automotriz. Dice que ellas son todo terreno, pues abarcan los tres niveles (preescolar, de escolarización obligatoria y superior) en tres dimensiones (acceso, calidad y financiamiento). ¡Demasiado tarde!
En efecto, el gobierno se agitó, enunció iniciativas e implementó algunas. Pero careció de agenda propia. Desde el comienzo se vio superado por las circunstancias -complejidad de los problemas, protestas estudiantiles, dificultad de concordar iniciativas con la oposición, un constante cambio de ministros- y actuó por eso sin carta de navegación. Al final quedará una desordenada, inorgánica y confusa lista de actuaciones con desiguales resultados y efectos.
Lo único que otorga un cierto orden latente y confiere sentido implícito a tales actuaciones (aunque sin llegar a conformar un relato) es su oculto alineamiento con los dos objetivos socialdemócratas clásicos en este ámbito: incremento del gasto público y aumento de las regulaciones. Así fue que el gobierno asumió un ideario ajeno, que sólo ayer despreciaba, abandonando toda pretensión de convertir su propia ideología en realidad. Fue un gesto de puro realismo pragmático.
En suma, estamos frente a un resultado paradojal: una obra educacional dispersa, con escasa novedad e identidad, pero con un efecto bienvenido: una mayor presencia del Estado en la conducción de la educación nacional.
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