Obra gruesa, cuento chino
Abril 6, 2016

 

Obra gruesa, cuento chino

Más allá de esta retórica estilo industria de la construcción -refundacional, de retroexcavadoras, obra gruesa y terminaciones- creo que a esta altura del partido (comienzo del segundo tiempo), resulta evidente que no ha habido propiamente transformaciones estructurales, de los cimientos ni nada parecido.

Publicado el 06.04.2016

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José Joaquín Brunner

I

La Presidenta acuñó una nueva frase –“La obra gruesa ya está lista; ahora tenemos que afinar las terminaciones”- para dar una señal de que el gobierno entiende completada la fase más intensa de reformas y se dispone ahora a concentrarse en la parte final (la parte fina) de dicha obra.

Es una frase que cumple una función similar de señalización que aquella otra ya olvidada: “realismo sin renuncia”. ¿Cuánto durará ésta? ¿Qué efectos producirá el mensaje?

Es una curiosa política comunicacional aquella basada en este tipo de consignas, enigmáticas en general, que luego son repetidas y discutidas interminablemente.

Buscan fijar el sentido de una etapa, demarcar ciclos de la administración gubernamental y estabilizar las expectativas de la opinión pública encuestada. Son una manera de reducir la incertidumbre. Un dispositivo empleado por las autoridades y funcionarios gubernamentales para superar contradicciones internas, suplir la carencia de una agenda y reemplazar la ausencia de una carta de navegación, de prioridades político-comunicativas y, en general, de conducción.

Echadas a andar, estas consignas adquieren vida propia y comienzan a ser usadas en diferentes contextos, con diversos propósitos y con variadas interpretaciones y aplicaciones.

Por ejemplo, el ministro Eyzaguirre -vocero habitual del gobierno para asuntos de fondo- explica que el compromiso “es básicamente continuar con los proyectos emblemáticos. Esta es una obra gruesa que ya está finalizada y hay que hacer bien las terminaciones. Pero sobre todo, gestionar muy bien lo que ya se ha hecho para beneficio de la ciudadanía”. Es decir, los proyectos-insignia del gobierno seguirán adelante pero ahora con mayor sintonía fina. Con énfasis en la gestión y las terminaciones. Con un ojo puesto en las elecciones de los años 2016 y 2017.

Al mismo tiempo, el ministro manifestó: “necesitamos que las reformas maduren y revelen su impacto, antes de pensar en nuevos cambios, menos aún de la envergadura que hemos planteado en el primer tiempo”. ¿En qué quedamos, entonces? ¿Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario? “Ahora nos vamos a concentrar en consolidar, mejorar la gestión y redinamizar la economía (…), para lo cual la agenda de crecimiento, productividad y empleo estará en el centro de nuestras preocupaciones”, dijo en otro momento el mismo ministro secretario de la presidencia en los últimos días. ¿Estamos ante un cambio de dirección? ¿Se moverá el centro de gravedad de lo político-social a lo económico-cotidiano? El crecimiento económico, calificado como “decepcionante” por el ministro de Hacienda, ¿qué rol desempeñará en ese universo de señales y consignas? ¿Es obra gruesa o terminaciones? ¿Pertenece a los cimientos, bases, vigas, capa aisladora, columnas, paredes y losas propias de la parte gruesa de la obra o a la parte fina, compuesta de la cubierta de techo, cielorrasos, revoques y enlucidos, colocación de pisos y zócalos, de carpintería y vidrios, de azulejos, revestimientos y pintura? ¿Cómo saberlo?

II

Los dirigentes de la Nueva Mayoría (NM), en tanto, han transmitido públicamente sus matices respecto a la “obra gruesa” de inmediato.

Por ejemplo, la presidenta del PS ha manifiestado: “todos entendemos que la base de estas grandes reformas están, pero que hay mucho más que hacer todavía y nos interesa que salgan bien los proyectos. Entendemos que se ha hecho la gran parte de la legislación de las grandes reformas estructurales, es evidente, pero ahora tenemos que ver la implementación y hay temas que todavía están pendientes”. Interesante matiz. ¿En qué consiste la implementación, dónde ubicarla, al lado de la obra gruesa o de las terminaciones? Una ley que recién se apuraba, ¿completa la obra gruesa o apenas pone los cimientos? Nada de esto es claro.

Por eso seguramente el líder del PR ha explicado que “hubo algunas consultas en relación a esta definición de que la obra estaría terminada. Hay claridad de que las reformas estructurales, como [son la] tributaria, laboral, educacional están en camino. Pero eso no significa que no se tiene que poner el acento también en aquellos temas que están dentro del programa y que se tienen que terminar de cumplir adecuadamente”. O sea, sí pero no. ¿Es realismo o renuncia? ¿Renuncia con o sin realismo? ¿Realismo táctico o estratégico? ¿Con postergación momentánea solamente o con abandono de metas?

Ya dentro de este círculo de confusiones, las interpretaciones se multiplican e ingresamos en un círculo hermenéutica.

Así, el timonel del PC precisa que “la explicación que ha dado la Presidenta, creo que mediáticamente se ha entendido mal, porque ella dijo que la obra gruesa está ya encauzada, yo pienso lo mismo, que efectivamente lo que hemos hecho en estos dos años es casi la mitad de todo lo que teníamos que hacer, quizás un poco más”. No obstante, acotó, aún “quedan cuestiones que la propia Presidenta también resaltó que hay que hacerlo bien (…) Yo creo que son como 40 proyectos que están pendientes, nadie ha planteado que eso se va a paralizar”. “Ahora de esa obra gruesa yo dije que faltaban algunos ladrillos, faltan algunas cosas que ponerle a esa obra gruesa, pero ya es un problema más bien semántico (…) y yo por lo menos estoy conforme”, sostuvo. Léase pues: me gusta mucho, poquito y nada. La frase: “ya está lista” predicada de la obra gruesa sería equivalente a decir: dicha obra está encauzada, esto es, encaminada, dirigida por buen camino. ¿Faltan entonces solo algunos ladrillos? ¿O también algunas vigas, columnas y paredes? ¿Son aquellos ladrillos faltantes parte de los cimientos o de las terminaciones del techo? ¿Imprescindibles o no para la implementación?

También la nueva Presidenta del PDC se pronunció con un matiz crítico: “Prefiero hablar de que las bases ya están sentadas” dijo, agregando “tenemos mucha tarea por hacer para ir completando distintas etapas de la reforma. Entiendo que cuando se habla de obra gruesa, se trata de las bases de transformaciones que hemos sentado”. O sea, las reformas tienen etapas y los procesos de cambio se hallan todavía abiertos, en curso y quedaría aún mucho por hacer para ir completando las diferentes etapas. Hay pues más elementos que considerar que meramente la obra gruesa y la obra fina; más que los cimientos y las terminaciones. Toda una gradación intermedia, parece ser, que deberá recorrerse antes de llegar -por fin- a la meta. ¿Se equivocaron entonces la Presidenta y su ministro secretario general de la presidencia? ¿Olvidaron que hay innumerables asignaturas pendientes e incluso tareas de cambio estructural prometidas para las cuales falta aún despejar el terreno antes de comenzar a construir, como en el caso de la nueva constitución y otra decena de proyectos e iniciativas?

III

Mi impresión es que este nuevo lema pronto pasará al olvido. Contiene demasiada ambigüedad. Admite demasiadas lecturas. Es una fórmula ritual pero no una clarificación política. Suena bien pero no indica una dirección, un rumbo, una decisión.

El gobierno parece más interesado en reducir ambiguamente, sin costos, el campo de las expectativas para el segundo tiempo antes que en retomar la conducción del país en función de unos objetivos y con unos medios seria y responsablemente definidos.

En efecto, ¿hay una obra gruesa lista, completa, acabada? Según el gobierno, las reformas principales ya se habrían instalado. Lo real, sin embargo, es que algunas ni siquiera se han presentado (reforma estructural de la educación superior), otras están en tramitación (reforma laboral), otras han tomado un largo desvío (reforma constitucional), otras consisten en leyes aprobadas pero no empiezan aún a implementarse en aspectos fundamentales (ley del fin del copago, lucro y selección académica) y otras, finalmente, se aprobaron, como la reforma tributaria, pero han debido corregirse aún en estado de obra gruesa.

Además, lo importante en verdad, no es si acaso las reformas a, b o c se han convertido en ley, ni siquiera aún si acaso esas leyes han comenzado a implementarse y a producir efectos, sino la calidad del diseño de esas reformas, su consistencia y potencialidad de producir efectos y expandir y mejorar las capacidades y las oportunidades dentro de la sociedad chilena.

Este último aspecto es esencial y escapa por completo a la metafórica dicotomía de obra gruesa y fina, cimientos y terminaciones.

Según el gobierno, las reformas que fueron impulsadas durante el primer tiempo habrían sido diseñadas bajo un nuevo paradigma de políticas públicas y estarían llamadas a cambiar el modelo de desarrollo del país. Más allá de esta retórica estilo industria de la construcción -refundacional, de retroexcavadoras, obra gruesa y terminaciones- creo que a esta altura del partido (comienzo del segundo tiempo), resulta evidente que no ha habido propiamente transformaciones estructurales, de los cimientos ni nada parecido.

Hay, en cambio, una gobernanza más contradictoria, mayor incertidumbre y unos discursos de altos decibles. Pero el país sigue su rumbo dependiente de la trayectoria que viene desplegándose durante el último cuarto de siglo. La narrativa gubernamental, en suma, supera con mucho la áspera y limitada performance de la administración Bachelet.

En cuanto a los efectos y el impacto de los cambios insinuados, hay un amplio campo para el análisis y, sobre todo, para la especulación. ¿Darán ellos origen a mayores y mejores capacidades y oportunidades en la sociedad chilena? ¿A más equidad, igualdad, calidad y efectividad de los bienes públicos, como la salud, la educación, la vivienda, la democracia, las pensiones, el transporte, la innovación y la productividad?

Mi juicio es este: hay potencialidades de progreso en algunos frentes, como por ejemplo las reglas de financiamiento de los partidos, la probidad de las funciones públicas, la separación de los negocios y la política, el nuevo régimen electoral, una institucionalidad más robusta, de fiscalización, una base tributaria que generará en adelante algunos puntos porcentuales más de ingreso para el Estado (supuesto que el crecimiento económico no se estanque o retroceda) y en cuanto a la gratuidad de la enseñanza escolar obligatoria.

Sin embargo, no veo que esos progresos (potenciales) vayan a producir transformaciones significativas en el plano de la igualdad de oportunidades (y su calidad) -que fue la mayor promesa y expectativa creada por el gobierno-, puesto que las políticas correspondientes no tienen el diseño correcto (para ese propósito), no están adecuadamente focalizadas, y su implementación apenas comienza, y desde ya puede anticiparse que estará sujeta a grandes tensiones y contradicciones.

 

José Joaquín Brunner, Foro Líbero.


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