Hoy, algunas observaciones aleatorias sobre las Juntas de Gobierno de Universidades y Colegios, basadas en reflexiones surgidas de una charla que di en OISE la semana pasada y algunas reflexiones sobre el Proyecto de Ley 12 en Nueva Escocia . Tengo tres ideas y tres propuestas.
1) Las juntas directivas tienen descripciones de trabajo complicadas
Formalmente, el rol de las Juntas Directivas es bastante claro. Seleccionan al liderazgo institucional, establecen (o al menos aprueban) las prioridades institucionales y, esto es lo más importante, supervisan las finanzas institucionales para garantizar que sean equitativas y se utilicen para servir al interés público. La razón por la que tenemos miembros laicos en las Juntas Directivas es porque representan al público, no al gobierno.
Sin embargo, los miembros de la Junta también desempeñan dos funciones no oficiales, y si bien no entran en conflicto entre sí, constituyen un delicado equilibrio. La primera es que se espera que las Juntas actúen como canal de información de la comunidad a la universidad. No solo representan una supervisión sustituta del gobierno en asuntos financieros, sino que son la voz de la comunidad en la Junta, una vía para que una amplia gama de aportaciones comunitarias se incorpore directamente a la toma de decisiones institucionales. La segunda es que deben actuar como embajadores institucionales de la universidad ante la comunidad, especialmente en lo que respecta a la recaudación de fondos.
Hacer todo esto bien, simultáneamente, requiere destreza. No se puede esperar que todos la posean. El universo de posibles miembros de la Junta Directiva capaces de hacer todo esto bien es bastante reducido.
2) Las universidades y los colegios se han vuelto mucho más difíciles de gestionar en las últimas dos décadas.
It’s not just that institutions are becoming bigger and more complicated, requiring more sophisticated financial, property and human resource strategies to keep everything afloat. It’s not simply that as institutions have been increasingly exposed to the market (a deliberate government policy almost everywhere in Canada), institutional risk exposure is increased; or that higher rates of labour militancy have meant that university Boards are constantly involved in complex labour negotiations (something that hospital Boards, for instance, do not need to worry about). It is that amongst all this change, Board positions and support for Board training and decision-making haven’t changed much at all. That’s a recipe for trouble.
3) Boards of governors are extremely part-time, volunteer jobs.
Board membership is nothing close to a full-time job. It’s maybe the equivalent of five to ten eight-hour days a year. For free. Yes, I know this is the way most non-corporate Boards work: hospital Boards, for instance, are run on more or less the same basis, though as noted above, hospital Boards don’t have to deal with labour issues the same way, and also they are much clearer about roles in the sense that they are much more “fundraisers” than “voices of the community.” But maybe—given the complicated nature of university and college operations—their Boards need something different in order to work effectively. Especially when lay members—while chosen to some degree for their affinity to the institution—almost by definition don’t necessarily have a strong grasp on the institution’s overall operating environment. |
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