A. Carrasco: El carácter público del Doctorado
Septiembre 19, 2020

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El trabajo doctoral envuelve una paradoja. Mientras es generalmente una actividad privada, a menudo solitaria, de responsabilidad individual, que busca originalidad y adquisición de competencias complejas para producir conocimiento, el trabajo doctoral es al mismo tiempo una actividad eminentemente pública. En al menos tres aspectos: está en diálogo con una comunidad epistémica, legitimada mediante validación de pares y con potencial de influencia en política educativa.

 

Este carácter dual del trabajo doctoral en ocasiones es malentendido y produce confusión sobre la naturaleza misma de la actividad doctoral. Por ello, a continuación, se describen estos tres aspectos que vuelven público al quehacer doctoral y que interactúan inseparablemente con el carácter privado que supone la elaboración de una tesis o compendio doctoral.

En primer lugar, el desarrollo de una investigación doctoral está siempre anclada a la acumulación continua de conocimiento desarrollada al interior de una comunidad epistémica. Las preguntas más acuciantes, los métodos canónicos o emergentes, así como las controversias vigentes son públicamente compartidas y discutidas al interior de una comunidad específica. Difícilmente una investigación doctoral emerge ante sí y para sí, disociada del trabajo de producción previo elaborado por investigadores miembros de esa comunidad. En este sentido, por ejemplo, la revisión de literatura es una de las piezas claves del trabajo doctoral, donde se espera que las y los doctorantes identifiquen los aspectos, preguntas o nudos más apremiantes que una comunidad epistémica debe aún resolver. Solo desde ahí, solitariamente, cada doctorante podrá localizar su contribución e innovación al interior de un espacio público previamente definido en sus reglas, controversias e incertidumbre científica.

En segundo lugar, lo anterior nos lleva a la pregunta sobre la legitimidad científica de la producción doctoral. La respuesta nos permite ilustrar otra dimensión pública de la actividad doctoral en específico y de la actividad científica en general: la validación de pares, que consiste en el análisis crítico realizada por los pares en cuanto a la consistencia, robustez y originalidad de una nueva pieza de conocimiento. Esto se hace a partir de diferentes modalidades, cada una con mayor o menor grado de anonimato: exposiciones en conferencias académicas o coloquios universitarios, pero especialmente a través de publicaciones en revistas especializadas, o libros de editoriales de prestigio, con referatos anónimos de especialistas. En su conjunto, estas modalidades sacan del espacio privado la producción de nuevo conocimiento y lo sitúan en un lugar de escrutinio público, cuyo fin es evaluar el aporte a una comunidad epistémica. Si bien hay controversias sobre dimensiones del poder en juego en los circuitos de validación de conocimiento, su carácter público es ineludible y diferencia a estas modalidades de otros géneros de producción narrativa.

Por último, una última dimensión pública, es la transición del conocimiento desde el mundo de las ideas al mudo práctico. En otras disciplinas, eso ocurre con el aporte al mundo de la industria, al desarrollo tecnológico, biomédico o en el caso de la educación, al mundo escolar. Pero especialmente cabe destacar la influencia de la investigación educacional en las políticas educativas que, a la larga, modelan el quehacer de las instituciones escolares, las relaciones pedagógicas, o el vínculo entre diferentes actores con el mundo educacional (familias, profesores, estudiantes). La producción doctoral, realizada privadamente, tiene siempre el potencial de influencia en la toma de decisiones de la esfera pública. En efecto, la investigación educacional del país ha hecho lo suyo contribuyendo con una base de conocimiento en importantes reformas introducidas en años recientes, y que en su diseño aspiran a mejorar ostensiblemente la calidad y justicia de nuestro sistema educacional (e.g. el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, la Ley de Inclusión, las políticas de inclusión en Educación Superior, entre otras).

Si bien es cierto que la investigación es una actividad crecientemente asociativa, basada en la cooperación e interdisciplina, es también importante constatar que en su base la formación doctoral se sostiene en un carácter paradojal. Uno que combina interactivamente una dimensión privada de producción y otra pública de legitimación y difusión.

 

 

Alejandro Carrasco, Ph.D

Profesor Asociado

Facultad de Educación UC

[email protected]

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