A como dé lugar
“Sorprende la insistencia de quienes creen tener soluciones perfectas, una inteligencia completa de los fenómenos y argumentos técnicos inobjetables”.
Aquel mundo inferior, decía él, está lleno de situaciones confusas, problemas insolubles, embrollos, incertidumbres, y el conocimiento disponible es escaso. Sus habitantes buscan salir del paso a como dé lugar (muddling through) y deciden en medio de conflictos, tentativamente.
Por el contrario, los agentes del terreno superior —expertos y tecnoburócratas— imaginan soluciones técnicas, basadas en evidencia científica y modelos matemáticos. Frente a sí ven un entorno predecible, variables sujetas a control y una realidad que se doblega ante la razón.
Los días que vivimos —de pandemia, sistemas exigidos al máximo, circunstancias cambiantes, dislocamiento económico e inseguridad social— son típicamente de tierras bajas pantanosas, situadas al extremo de lo incierto, lo fluido, lo contingente. Una experiencia de problemas no-rutinarios, altamente complejos, para los cuales no hay mapas ni brújulas. Donde solo con gran esfuerzo es posible avanzar hacia soluciones parciales e inestables.
¿Cómo aparece nuestra política cotidiana desde esta perspectiva? Sin duda, exigida al límite, igual como otros sistemas vitales. Sin acceso a los terrenos altos donde se planifican soluciones óptimas, basadas en la ciencia, diseñadas por mentes privilegiadas y comunicadas sin error.
Al revés, las soluciones concretas —qué cuarentenas, dónde y cuándo; cuánto gastar en protección social y cómo; cuáles estrategias adoptar para retomar la actividad productiva y cuándo— son todas interactivamente generadas, transitorias y subóptimas. No nacen de un comando superior unificado ni de anticipaciones expertas. Resultan de múltiples interacciones e intercambios. Se construyen incrementalmente, dando lugar a procesos de aprendizaje colectivo.
Sorprende, por tanto, la insistencia de quienes creen tener al alcance de su mano soluciones perfectas, una inteligencia completa de los fenómenos y argumentos técnicos inobjetables. Todo esto mientras vemos diariamente que los modelos matemáticos no coinciden, las ciencias aún no explican al virus, no hay una estrategia racional única ni se sale del paso sin contar con la diosa Fortuna de su lado (Maquiavelo).
El acuerdo político-parlamentario alcanzado entre gobierno y opositores para contrarrestar los daños económicos y sociales de la pandemia y la recesión productiva es ejemplar de una solución creada interactivamente, combinando múltiples intereses y perspectivas. El resultado, claro está, es imperfecto. Solo permite salir del paso para avanzar hacia el siguiente lío. Así aprenden las sociedades a gestionar mejor sus crisis y superarlas, quizás, con mayor sabiduría.
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