Los problemas de fondo siguen ahí
“El hecho de que cuestiones educacionales hayan sido postergadas durante la crisis política, por otras más apremiantes, no significa que los problemas hayan desaparecido”.
Es notable cómo los asuntos propios de la educación prácticamente desaparecieron de la agenda pública. Quedaron atrapados en la vorágine del descontento, la violencia y la crisis política. Incluso las universidades —hogar de las ciencias y de la reflexión puesta al servicio de la razón— se han visto invadidas por los “ruidos de la calle” que, decía el sociólogo José Medina Echavarría, suelen acompañar a la academia militante.
El hecho de que las cuestiones educacionales hayan sido postergadas durante la crisis política por otras más apremiantes no significa, sin embargo, que los problemas hayan desaparecido. Todo lo contrario, volverán a emerger con la reinstalación del debate institucional.
Por ahora, el sistema educativo está profundamente alterado: pérdida masiva de clases, materias suspendidas, evaluaciones postergadas, niñas, niños y jóvenes sometidos a una fuerte presión emocional, docentes trabajando en condiciones perturbadas.
Y los problemas de fondo persisten; seguramente agravados en algunos casos. Piénsese en logros del aprendizaje, clima escolar, desigualdad de resultados, cobertura de contenidos curriculares, ausencia de formación ciudadana, desconfianza dentro de las comunidades escolares, violencia y bullying. Y así por delante.
Debe mantenerse, pues, la discusión sobre estos problemas y sus soluciones, utilizando al efecto la evidencia comparada.
Un estudio reciente de la OCDE lista cien medidas que podrían servir para mejorar la educación y guiar las políticas educacionales.
En el orden institucional sugiere varias orientaciones clave. Constata que aquellos colegios con mayor autonomía respecto de qué enseñar y cómo evaluar a los estudiantes logran en promedio mejores niveles de desempeño. En Chile las políticas han venido alineándose en esa dirección. Sin embargo, existen dudas respecto del grado de autonomía de que gozarán los establecimientos hasta ayer municipalizados y ahora dependientes de Servicios Locales de Educación.
Se requiere además estimular la elaboración de proyectos educativos propios de cada colegio y dotarlos de capacidades sofisticadas de liderazgo y gestión. Mucha autonomía sin conducción robusta lleva al fracaso organizacional. Una rígida dependencia administrativa conduce a la burocratización de los roles directivos.
Otra lección recogida por el informe OCDE es que la efectividad escolar supone un clima escolar focalizado en el aprendizaje y un bajo nivel de desorden en las salas de clase.
Similarmente, la evidencia indica que los alumnos de familias con menores recursos progresan más si atienden a clases regularmente. También ratifica la importancia de una convivencia ordenada dentro de colegios y aulas, lo que no cabe confundir con autoritarismo o supresión del espíritu crítico. Al contrario, el método, la formación de hábitos y, sobre todo, la automotivación, autorregulación de las conductas y el cultivo de la responsabilidad son inseparables de una buena educación. Asimismo, supone continuidad del trabajo escolar, pleno aprovechamiento del tiempo en aula y un clima escolar no-conflictivo.
En el plano de la equidad de los resultados del aprendizaje, la OCDE destaca algunos hallazgos recientes. Infantes y niños que asisten a jardines infantiles después superan el desempeño de quienes no asistieron, incluso controlando por origen socioeconómico. Igualmente, aquellos niños cuyos padres acostumbraban leerles cuentos cuando pequeños muestran una ventaja comparativa.
Del mismo modo, se constata que si los estudiantes socialmente desfavorecidos utilizaran las mismas estrategias de aprendizaje que los alumnos herederos de capital cultural, la brecha de resultados entre ambos grupos podría reducirse hasta en un 20%.
Todo esto adquiere especial importancia en Chile, visto que las medidas estructurales aplicadas en años pasados parecen producir escasos resultados. De aquí en adelante dependeremos más del esfuerzo de profesores y alumnos al interior de la sala de clases.
Por último, en el terreno de las políticas educativas, el estudio OCDE remarca la importancia de amplios acuerdos entre actores y partes interesadas para dar sustento y continuidad a aquellas. Las políticas deben fundarse en la convicción de que todos los estudiantes pueden mejorar, independiente de su cuna.
El informe destaca que Chile es el segundo país —entre los participantes de PISA— que obtuvo un mayor incremento de equidad en los resultados escolares durante el período 2006 a 2015. Probablemente esta mejora se explique, a lo menos en parte, por el consenso de política educacional que existió antes y comenzó a deshacerse en torno a 2014. Es imperioso rehacer ese acuerdo ahora que discutiremos una nueva Constitución.
Efectivamente, en medio de la grave crisis política por la que atravesamos, no debemos olvidar los desafíos educacionales del país. Para abordarlos conviene aprovechar las enseñanzas que ofrece la evidencia internacional. Quizá algunos imaginan que en adelante nada será igual; que hay ahora la oportunidad de refundar el país. No ocurrirá así con la educación. Los sistemas formativos y de transmisión cultural evolucionan pausadamente y resulta difícil alterar su trayectoria bruscamente. Sobre todo los problemas de fondo se conservan, aun en un entorno turbulento.
Por lo mismo, es vital no perder el rumbo educacional y, usando la experiencia internacional comparada, elaborar soluciones en el plano de la organización de los colegios, el clima de aprendizaje, la equidad de resultados y de la formulación de políticas.
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