Las políticas educativas a la luz del diagnóstico internacional
Cristián Cox, Director del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (Ceppe), Universidad Católica
El Mercurio, columna de opinión, 12 de diciembre 2010
Por segunda vez en cuatro años, la prueba internacional de resultados de aprendizaje más importante del mundo muestra que el sistema escolar de Chile mejora sus resultados en forma consistente en las tres áreas medidas (lectura, matemática y ciencias), y que la mejora afecta de modo marcado al grupo de alumnos de contextos más vulnerables, acortando la brecha que lo separa de los grupos altos.
Respecto de otros siete países de Latinoamérica que participaron en PISA 2009, Chile los aventaja a todos en lenguaje y ciencias, y comparte el primer lugar en matemática con Uruguay. En términos relativos a la OCDE, estamos a 40 puntos de su promedio (en el que hoy están países como Portugal, Inglaterra, Francia y Estados Unidos), distancia que equivale a lo que Chile avanzó en lenguaje desde el año 2000 y que PISA hace equivaler a un año de escolaridad.
El lado oscuro del espejo nos muestra que el 31% de nuestros alumnos de 15 años, luego de 10 años de escolaridad, no lee al nivel mínimo requerido para desempeñarse en forma adecuada en la sociedad (en 2000 era el 48%). En el grupo más vulnerable, esta cifra llega al 52%, proporción que en 2000 alcanzaba a casi tres cuartos del grupo.
Con estos claroscuros estamos lejos del desastre educativo que por años se ha escuchado en la arena pública, como también de la noción más benigna, pero igual de inadecuada, de estancamiento del sistema escolar. Este tiene un dinamismo en las dos direcciones buscadas por la sociedad y las políticas públicas desde inicios de los ’90: calidad y equidad.
Por lo señalado es que el recién publicado informe McKinsey incluye a nuestro país entre los 20 casos estudiados.
Éste distingue cómo las políticas educacionales varían según el nivel de funcionamiento del sistema escolar del caso, distinguiendo cuatro fases: pobre, adecuado, bueno, y muy bueno.
El estudio identifica que el sistema escolar chileno pasó en la década de 2000 de ‘pobre’ a ‘adecuado’. La importancia de un diagnóstico preciso de cuál es la etapa en que entramos ahora y qué combinación de políticas le corresponde es crucial.
Desde esta perspectiva, el nuevo Informe McKinsey identifica una cuestión clave: el énfasis de las políticas varía de acuerdo con el nivel de funcionamiento del sistema escolar de que se trate. En todas las regiones del mundo con independencia de culturas e ideologías se requiere prescripción en las etapas iniciales de la trayectoria de mejoramiento para obtener que todos los establecimientos alcancen un umbral aceptable de calidad. En cambio, en los niveles superiores de funcionamiento, con una fuerza docente de calidad, lo que corresponde es “soltar amarras”, pasando la iniciativa del logro de la excelencia a las unidades educativas y las capacidades de innovación de sus equipos directivos y sus docentes.
La iniciativa de ley orientada a atraer mejores candidatos a las carreras de educación y elevar la preparación de los mismos a través de un examen voluntario e incentivos económicos a los egresados de mejor rendimiento es de vital importancia, y no hay discusión sobre su norte: busca intervenir en el eslabón estratégico del sistema.
Sin embargo, lo hace interviniendo con incentivos a los mejores, un grupo reducido que terminará enseñando en los mejores establecimientos. Y no define la vara mínima de competencias bajo la cual no se puede ser digno de la fe pública para ser responsable del crecimiento de veinte o más generaciones de alumnos.
Se está operando, diría McKinsey, como si estuviéramos en la etapa de ‘bueno’ a ‘muy bueno’, cuando lo que corresponde es establecer un estándar mínimo que asegure que nadie entra a la enseñanza sin unas capacidades aceptables.
Esto apunta directo a que en el mediano plazo podamos reducir a su mínima expresión ese tercio de nuestros alumnos que no estamos equipando para la vida contemporánea.
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Prueba PISA 2009
ERNESTO TREVIÑO
Subdirector
Centro de Políticas Comparadas
El Mercurio, carta, Lunes 13 de Diciembre de 2010
Señor Director:
Los resultados de la prueba PISA muestran que Chile es el segundo país de mayor crecimiento en rendimiento en lectura entre 2000 y 2009. Esto gracias a un mejor desempeño de los estudiantes de los grupos socioeconómicos bajos, que llevó a un cierre de la brecha con los más favorecidos. Los hallazgos de PISA sugieren que las políticas educacionales implementadas en los últimos años han tenido un impacto positivo. Éstas enfatizaron la importancia de la lectura para comprender y reflexionar, y es precisamente en estos ámbitos donde los estudiantes chilenos tienen mejor desempeño.
Si bien los avances indican que Chile va en el camino correcto, esto marca recién el inicio de un largo camino para llegar a contar con un sistema escolar de excelencia y equitativo. Los desafíos son tres. Primero, Chile aún está lejos del promedio de los países OCDE y de Portugal, el país que representa el “benchmark” a alcanzar en la siguiente etapa del desarrollo educativo. Segundo, matemática es el área con resultados más bajos, y hay evidencia para afirmar que esto se debe a una débil formación inicial docente. Finalmente, a pesar de la disminución de las desigualdades, el aprendizaje de los estudiantes ricos equivale a tener 2,5 años más de escolaridad que los pobres.
Para pasar a la siguiente etapa de desarrollo del sistema escolar se requieren dos medidas. Por un lado, apoyos para mejorar las prácticas de los profesores en ejercicio, ya que con ellos se lograron los sustanciales avances. Aún no se han anunciado medidas claras y contundentes en este sentido. Por otro lado, es necesario fortalecer el financiamiento de las escuelas públicas que son las que sirven a los niños más pobres del país.
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