Nuevos apoprtes a la reflexión crítica sobre la reforma educacional impulsada por el Mineduc
Noviembre 28, 2010

Jews_and_Christians_Debate.jpg Nuevos aportes de reflexión crítica sobre las medidas de reforma educacional propuestas por el Gobierno:
— Otro combate por la historia, Lucía Santa Cruz S., Decana Facultad de Artes Lib, 27 noviembre 2010
— Reforma educacional, Ernesto Schiefelbein, Universidad Autónoma de Chile
— La historia importa, Alfredo Jocelyn-Holt, historiador, 27 noviembre 2010
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Ppostings anteriores en este Blog sobre el mismo tópico
Se agudiza la crítica al cambio curricular y otras medidas promovidas por el Gobierno Piñera, 26 noviembre 2010
Heckman pone mala nota a la filosofía que inspira una parte de la reforma educacional del Gobierno, 25.11.2010
Más opiniones en torno a la reforma educacional, 24.11.2010
Ecos del debate que se inicia sobre la reforma educacional propuesta por el Gobierno Piñera, 24.11.2010
Incentivos (dinero) + presión (exámenes): un análisis de Soledad Concha, 23.11.2010
Comentario al plan de reforma educacional propuesto por el gobierno chileno, 22.11. 2010
Educación: más horas y menos sentido, 22.11.2010
Opiniones críticas frente a la propuesta gubernamental de redistribución del plan horario entre 5º básico y 2º medio, 21.11.2010


Otro combate por la historia
Lucía Santa Cruz S., Decana Facultad de Artes Lib, Tribuna, El Mercurio, 27/12/2010
No puedo imaginar una situación más angustiosa a nivel individual que la pérdida de la memoria: no saber quiénes somos, de dónde venimos, quiénes son nuestros cercanos, cuáles han sido nuestras experiencias anteriores. Esta amnesia devastadora es igualmente amenazante al nivel colectivo de los pueblos. La historia es la memoria de las sociedades y sólo a través de su estudio se puede desarrollar una identidad sólida y comprender los procesos de cambio y de continuidad y la complejidad del mundo que nos rodea.
Por otra parte, el estudio de la historia no significa la memorización de datos objetivos del pasado. Es pensamiento, permite una sólida formación intelectual y desarrolla una serie de destrezas particularmente aptas para enfrentar el mundo del siglo XXI en los más diversos campos.
Nos permite, entre muchas otras cosas, entender cómo evolucionan las sociedades, las culturas, las creencias y las mentalidades; amplía el ámbito de la experiencia individual y el horizonte de lo posible, y explica por qué suceden ciertos fenómenos económicos, sociales o políticos y cuáles pueden ser sus consecuencias posibles.
Ante la proliferación de información, la historia entrega competencias para organizarla en forma rigurosa, al tiempo que permite distinguir lo relevante de lo intrascendente; enseña a priorizar, a asociar, a analizar textos y a plantear preguntas pertinentes.
En este sentido, parece absurdo plantear el estudio de la historia en los colegios como antinómica al estudio del lenguaje. Por el contrario, para los efectos de un mejor desarrollo, creo más importante que los alumnos aprendan a leer un texto o un documento histórico a que aprendan de memoria que el “lenguaje tiene una función referencial, emotiva, conativa, fática, poética y metalinguística” o que existen distintos modos del discurso público, “elocutivo, interrogativo, alocutivo, delocutivo, imperativo y exclamativo”, como enseñan los textos escolares, no en Castellano -que no se estudia como tal- sino en “Lenguaje y Comunicación” , que es lo que se enseña.
La lógica de la historia enseña conceptos tan significativos como el tiempo, el cambio y la continuidad, las causas y consecuencias de los actos individuales y colectivos, nos conecta con la diversidad religiosa, étnica y cultural y nos pone frente a la más diversa gama de acontecimientos, experiencias y personas que no nos sería de otro modo posible conocer.
Tengo el convencimiento de que si bien la historia no se repite, sí entrega elementos útiles para adoptar mejores decisiones en el presente al ponernos en contacto con la manera en que las naciones, los pueblos, las personas, los grandes pensadores han enfrentado en el pasado situaciones similares.
La humanidad ha buscado siempre la construcción de una identidad que no comienza sólo al nacer y a partir de cero, y ha tratado de comprender la complejidad del mundo y a sí misma a través del conocimiento de la historia. Es evidente que debemos educar a nuestros niños para participar activamente y en óptimas condiciones en la lucha por la sobrevivencia material, y formar buenos productores y trabajadores. Sin embargo, necesitamos mucho más que eso: requerimos personas capaces de formarse juicios morales, de vivir en sociedad, de desarrollar un pensamiento crítico indispensable para el conocimiento en todas las áreas, con preocupación por la condición humana, y con las virtudes cívicas sin las cuales la vida en democracia no es posible.
Para eso no basta leer y multiplicar.
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Reforma educacional
Ernesto Schiefelbein, Universidad Autónoma de Chile, carta, La Tercera, 27 noviembre 2010
Señor director:
La crítica del Premio Nobel de Economía a la reforma de la educación merece atención. En el seminario de hace unos días realizado en el Centro de Estudios Públicos, James Heckman -premiado en 2000- dijo que Chile debía tener cuidado al usar incentivos económicos en educación. El relacionar un incentivo con el resultado de una prueba que sólo mide instrucción centraría todos los esfuerzos en mejorar esa dimensión y se olvidaría la formación propiamente tal.
Es necesario aprovechar los aspectos valiosos de la propuesta: enfrentar seriamente el problema de la educación, resistir presiones para evitar innovaciones pertinentes o atacar cada uno de los aspectos que limitan el avance. Hay que combinar estos objetivos con las lecciones que ofrecen las experiencias internacionales -el programa No Child Left Behind en EEUU- y los fines últimos de la educación.
Un incentivo inadecuado corrompería el proceso educativo, al reducirlo a “enseñar la manera de obtener un mejor puntaje en una prueba”, o a eliminar de la escuela los alumnos más lentos. Tal como el enfoque sociológico -por ejemplo, Proyecto de Mejoramiento Educativo o Campaña de Lectura- habría obstaculizado el empleo de estrategias efectivas en los últimos 20 años, un enfoque económico inadecuado en esta nueva reforma podría generar un efecto negativo similar. Ambos puntos de vista son necesarios, pero sólo como complemento del enfoque educativo.
Son oportunos los comentarios del Nobel de Economía. Ahora se necesita un equipo del mismo nivel que revise la dimensión pedagógica propiamente tal.
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La historia importa
por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador, La Tercera, 27 noviembre 2010
VENGO DE ESTAR unos días en Washington y recorrer algunos de sus espléndidos museos. Sólo en la zona del Mall, donde se ubican los principales monumentos, se han abierto y remozado en las últimas décadas cuatro museos -de Historia Americana, del Indio Americano, del Aire y Espacio, de la Prensa (Newseum), y se planea para el 2012 el de Historia y Cultura Afroamericana- gracias a multimillonarias inversiones y con afluencias de público igualmente millonarias. Preocupación para con la historia que se vuelve a confirmar cuando uno revisa lo que se publica en nuevas tiradas de libros relativos a la Independencia, la Constitución de los Estados Unidos, sus más destacadas figuras políticas, la ocupación del territorio y su crucial papel como potencia mundial.
De vuelta en Santiago, aterrizo, en cambio, en un país en que el Ministerio de Educación ha decidido rebajar las horas de enseñanza dedicadas a la historia y humanidades, a fin de abultar la enseñanza de matemáticas y lo que los “educólogos”, marea acosadora de expertos amnésicos que se han apoderado últimamente de la educación (quizá por eso está como está), llaman “lenguaje”, ni siquiera gramática y literatura. Un contraste que nos devuelve una vez más a nuestro asentado provincianismo tercermundista, lo cual no deja de sorprender.
La fascinación por la historia en los EEUU se debe, en gran parte, al giro más conservador experimentado en ese país. Si en los años 60 y 70 la izquierda norteamericana abominaba del pasado y lo quería revolucionar todo desde cero, las nuevas líneas de derecha desde los años 80 se han encargado de subrayar el valor renovable de la larga tradición libertaria, cívico-patriótica y religiosa variopinta de ese país.
Nada, sin embargo, que podamos constatar en nuestro caso. Por el contrario, el giro chileno más “a la derecha”, que también data de esa misma época, está marcado por un menosprecio hacia todo lo hecho en los últimos cien años, lo que sumado a una crítica acrimoniosa respecto de nuestro pasado institucional decimonónico, nos ha dejado como única reserva en qué respaldarnos el supuesto éxito de gobiernos duros (de Portales a Pinochet) y la inveterada tradición católica barroca tridentina, es decir del siglo XVI.
Por eso el equipo que ha llegado al Mineduc se siente incómodo con la apertura curricular en materias de historia post 1989, objeta que se hable en las salas de clase de “resistencia mapuche” y “colonia” durante el período español, que se califique a la Constitución de 1833 de “autoritaria”, que al régimen militar se le denomine “dictadura”, en fin, que la discusión histórica necesariamente supone barajar múltiples posibles interpretaciones, no siendo suficiente memorizar largas listas de hechos descontextualizados. Estos últimos, a juicio de los “educólogos”, más fáciles de “medir” en pruebas de rendimiento.
En definitiva, esta arremetida lo que prueba es que nuestros sectores más recalcitrantes, en vez de persuadir que la historia sirve para crear conciencia cívica, han optado por renunciar a toda discusión compleja. Conscientes de que han perdido la batalla por la reflexión histórica, han preferido dar un golpe duro, reduciendo el ramo tradicionalmente más central del currículo nacional.

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