Columna publicada en El Mercurio, página de Educación, día domingo 7 noviembre de 2010.
¿Nuevo semáforo para la educación?
El Gobierno creará un nuevo servicio, donde informará sobre las remuneraciones promedio que obtienen los graduados de 40 carreras. Esta idea requiere ser analizada con atención.
José Joaquín Brunner
Poco se ha comentado el anuncio realizado por el Gobierno en orden a crear un nuevo servicio de información para la educación superior. Se trataría de dar mayor transparencia a este mercado, que, como ya decía J. Stuart Mill, se presta fácilmente para el engaño y la estafa. Bienvenida sea la transparencia.
Pero como parte de este servicio, el Gobierno se compromete a informar sobre las remuneraciones promedio que obtienen los graduados de 40 carreras, según su universidad de origen. Esta idea requiere ser analizada con atención.
En efecto, la información de cuánto ganan los profesionales de una misma carrera provenientes de distintas universidades conduciría rápidamente a suponer que aquellos con remuneraciones más altas provienen de las mejores universidades y, al contrario, los que obtienen salarios más bajos, son penados por el mercado por haber cursado estudios de una menor calidad relativa.
Existe amplia evidencia, sin embargo, de que este supuesto es equivocado. El nivel promedio de remuneración de los graduados refleja un conjunto de elementos encadenados, entre los cuales el primer eslabón en importancia es el nivel socioeconómico y cultural del hogar del graduado.
A éste se asocian enseguida diversos otros elementos socio-académicos, tales como si las personas tuvieron o no atención temprana en un jardín infantil de calidad, el tipo de colegio al que asistieron, su trayectoria de aprendizaje escolar a lo largo de 12 años, el puntaje que obtuvieron en la PSU, la carrera y universidad a la que accedieron y la composición del cuerpo estudiantil de éstas.
A eso se añaden sus calificaciones durante los estudios superiores, el prestigio del título que recibieron de su universidad, el apoyo que ésta presta a sus graduados para su ingreso al mercado laboral y la densidad del capital social que posee cada uno de los graduados al momento de buscar empleo.
Esta constelación de elementos se halla regida por la cuna en un extremo; por el puntaje PSU en el medio, el que sabemos se halla estrechamente relacionado con el nivel de ingreso y educacional de los padres, y por las relaciones sociales cultivadas a lo largo de la vida hasta ocupar un primer puesto de trabajo. La cadena completa explica el nivel de remuneración de los graduados.
Suponer, en cambio, que aquel expresa primordialmente la calidad de la enseñanza universitaria es un craso error. Para establecer tal relación necesitaríamos conocer el valor agregado por la universidad a cada graduado, controlando el influjo de los demás elementos socio-académicos que reflejan los capitales económico, escolar, cultural y social adquiridos por las personas al nacer y que luego ellas desarrollan según cual sea su adscripción a un determinado estrato social.
Al final, entonces, la información que la autoridad desea publicitar resultará en un nuevo y fatídico semáforo: arriba, de color verde, las universidades más antiguas y prestigiosas y las de la cota mil, con mayoría de alumnos de colegios particulares pagados, y cuyos graduados se emplean en la Región Metropolitana percibiendo un ingreso más alto que el promedio en su carrera profesional; abajo, de color rojo, las universidades estatales y privadas con mayoría de alumnos de colegios municipales, primera generación en acceder a la educación superior, y cuyos graduados, especialmente en regiones, obtienen salarios inferiores al promedio en sus carreras; al medio, de color amarillo, las demás universidades cuyos graduados ganan alrededor del promedio nacional en sus respectivas carreras.
Una vez más, entonces, el efecto Mateo: Porque al que tiene le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado.
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