Columna de opinión sobre el debate de la nueva ley de educación superior en Ecuador publicada en el diario Hoy de ese país.
Universidades
Por: Teodoro Bustamante
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Diario Hy.com.ec, 22 septiembre 2010
La nueva ley de universidades tiene varias dimensiones. Una de ellas es el conflicto que se ha presentado entre el Ejecutivo y muchos sectores de la sociedad y que gira en torno a una dimensión política. Esto es quién y cómo ejercerá el control sobre estas instituciones.
Una de las dimensiones lamentables en torno a cómo se ha abordado esta ley es que no ha permitido que la sociedad pueda discutir cuál es el modelo de universidad que desea.
Es así que la nueva ley que se expide no cuenta en realidad con un verdadero análisis de cuáles son los problemas y cuáles sus causas y, por lo mismo, las soluciones que se pretende ofrecer no son adecuadas.
En este momento, en el que proliferan las críticas a la imposición gubernamental, ya no tiene mucho sentido quedarse en ello. Es necesario discutir qué pasa en la Universidad y qué es necesario hacer para que esta mejore.
Para hacer un diagnóstico acertado, creo que hay dos cosas que es indispensable reconocer. El sistema universitario ecuatoriano, además de problemas, tiene logros que son nada despreciables. Hay licenciaturas en la Universidad ecuatoriana que tienen un nivel comparable o superior a maestrías de otros sistemas. Hay tesis de licenciatura que son superiores en calidad a varias maestrías y, especialmente, superiores a las maestrías precocidas que se fomentaron con leyes recientes y que el nuevo Régimen continúa impulsando.
El segundo elemento fundamental de un diagnóstico es señalar que los mayores problemas de las universidades provienen de la educación media. Una reforma con supuestos estándares altos en la Universidad, sin cambios en la educación media, corre el riesgo de convertirse en una monstruosa, cara e irresponsable caricatura de la calidad.
Otro problema es el entender a la formación universitaria, prolongada indefinidamente como un sustituto para la calidad en el desempeño profesional. La peor versión de esto es convertir a los cartones universitarios en el elemento fundamental para el ascenso en las carreras burocráticas. Eso crea una presión por conseguir cartones a cualquier precio que destruye los sistemas de formación..
Las soluciones planteadas buscan como clave apoyarse en la mística que gira alrededor de los PhD. Como si entre los PhD no existieran verdaderos ejércitos de mediocres que, en las funciones públicas, causan serios daños al país.
Se menosprecia de manera irresponsable la experiencia y se desvaloriza el verdadero centro de la formación universitaria, esto es, la formación profesional, ahora mal llamada de pregrado.
Lo que se ha producido es solamente una ley de control político. Es decir, una ley que prolonga y multiplica uno de los defectos que ya imperaban en nuestra formación profesional, con la diferencia de que, ahora, la influencia perversa está centralizada, atentando así contra elementos fundamentales de las posibilidades del desarrollo del pensamiento en una sociedad.
La recuperación de las universidades sigue pendiente, solo que ahora con más trabas y crecientes dificultades legales y burocráticas.
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