Capítulo preparado para el libro que, bajo la edición de Manuel Vicuña, publicará próximamente la Universidad Diego Portales sobre las discusiones del Bicentenario.
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Prólogo
Dos fechas simbólicas: 1910, 2010; la República antes y ahora. En medio, la educación. Un puente tendido sobre el tiempo por el cual atraviesan las generaciones trasmitiendo el testimonio de la época que dejan a sus espaldas. Allá y acá, a ambos lados de este continuo que enhebra nuestra historia, un mismo problema enciende la controversia: el estado de la educación nacional.
Cuando en 1917 Darío Salas decía “el adelanto de nuestro país se liga, sin duda, al aprovechamiento de los recursos naturales; pero se halla más estrechamente relacionado todavía al aprovechamiento de nuestra energía humana” , nosotros, desde la otra ribera del tiempo, repetimos casi como una eco, y con igual énfasis, las mismas frases. Sólo que hoy agregamos: uno de los efectos de esta ‘maldición de los recursos naturales’ es que ella desplaza la necesidad de atender a la acumulación del capital humano. Vea usted: ¡cuánto hemos ganado en precisión! Cuando en otra parte Salas denuncia “entre los factores que traban la eficacia de nuestra primera enseñanza […] como principal la insuficiencia de los recursos que a su sostenimiento se destinan” y luego, a la pregunta “¿qué falta?”, responde, “en primer lugar, dinero”; nosotros no podemos si no asentir. Pues la República, hoy igual que ayer, sigue en deuda con la educación de sus hijos. Al revés, quien en estos días levanta su voz para fustigar a quienes “creen que la educación puede, como otros negocios, adaptarse al sistema competitivo y a la ley de la oferta y la demanda”, pensando quizá haber revelado una tosca impostura ideológica, no hace más que reproducir las mismas, exactas, palabras de don Darío, cuando aún el neoliberalismo no había sido bautizado. Por su lado, quienes hoy critican al municipio como entidad administradora de establecimientos escolares, alegando que carecen de rentas suficientes y de las necesarias capacidades de gestión, se exponen –igual como sus antecesores en este argumento– a ser por él refutados. “La ciencia, el sentido común, aun ese horse sense de que suelen andar tan lamentablemente desprovistos algunos seres humanos”, decía Salas, hacen ver que la facultad, el órgano –el municipio, en este caso– necesitan “ejercitación gradual de sus funciones, práctica bien medida y controlada”. El remedio, concluía, no está por tanto “en despojar a éstos de toda atribución y toda responsabilidad”.
Por cierto, no se trata de forzar las similitudes y de hacer aparecer como si todo el presente estuviera contenido en el pasado. La sociedad chilena ha cambiado en un siglo a tal punto que resultaría irreconocible para las mujeres y los hombres coetáneos de Darío Salas. Y con ella ha cambiado también la educación, más allá de todo lo que podía imaginar la generación de 1910.
El presente ensayo intenta ahondar, justamente, en las transformaciones experimentadas por el debate educacional durante los últimos cien años. Su objeto, sin embargo, no es la historia sino examinarla selectivamente con los ojos de la sociología. Valerse pues de la historiografía educacional, y de los análisis contemporáneos de nuestro sistema, para escrutar dos momentos, dos situaciones, de la ‘República educacional’ en cuanto a sus expresiones en los discursos de la sociedad. Nos interesa entender cómo la educación se hace presente en estos debates y la manera como éstos, a su vez, se despliegan en la sociedad. A la manera de Archer, citada en el epígrafe, buscamos aprehender los conflictos que se traban en torno de la educación; averiguar cómo ellos se manifiestan en el campo de debates y qué fuerzas y factores los impulsan. En suma, queremos averiguar qué papel juegan las ideas, los intereses y los recursos de poder de los diferentes grupos envueltos en estos debates y su evolución. Cómo unos grupos logran imponerse sobre otros dentro del sistema educacional o se ven forzados a negociar y a acomodarse mutuamente en un equilibro inestable.
Nos interesa saber bajo qué condiciones, y mediante cuáles estrategias, el Estado integra la educación dentro de la esfera pública y cómo, en este proceso, los agentes privados estipulan sus condiciones, sortean amenazas y establecen pactos dentro del Estado con el objeto de resguardar la autonomía relativa de sus redes educacionales. Todo esto con el propósito de identificar principios o patrones subyacentes de control y competencia que pudieran emerger de estas luchas educacionales y de los debates que suscitan.
Dicho en breve, se trata aquí de ocupar el pasado como una clave para interpretar el presente, al mismo tiempo que se usa a éste para releer los textos a través de los cuales habla el sistema escolar que nos legó el Centenario.
Recursos asociados
Educación: Debates del Centenario y el Bicentenario, septiembre 2007
En conmemoración de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, agosto 2007
Claves para el Debate sobre Calidad de la Educación. La organización de los sistemas escolares en el mundo contemporáneo, enero 2007
Vol. 96 Núm. 1 (2024): El paisaje lingüístico y su impacto en contextos educativos
Este monográfico se centra en el paisaje lingüístico en el ámbito educativo. Se concibe el paisaje lingüístico como el...
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