Modernidad: centro y periferia. Claves de lectura
Agosto 11, 2005

Artículo publicado en Carlos Altamirano (director), Términos Críticos de la Sociología de la Cultura, Buenos Aires: Paidós, 2002
A partir de una revisión de la literatura sociológica pertinente publicada durante las últimas dos décadas se analizan los fenómenos de desarrollo, difusión y recepción de la modernidad dentro de la dialéctica centro / periferia. Se enfoca la modernidad como época histórica, entramado institucional, experiencia vital y un complejo juego de discursos. El estudio conduce a replantear el debate sobre la modernidad en la cultura de América Latina y examina las diversas y contradictorias visiones que al respecto se han formulado.
Palabras claves: época, instituciones, experiencia, discurso
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¡Mi señora! ¡No entiende usted bien estos tiempos!
¡Lo pasado pisado! ¡Pisado lo pasado!
¡Abóquese a las novedades!
Sólo las novedades nos atraen

J. W. Goethe, Fausto
He didn’t ask, “¿Where will you spend eternity?” as religious the-end-is-near picketers did but rather, “With what, in this modern democracy, will you meet the demands of your soul?
Saul Bellow, Ravelstein
La primera edición de la Enciclopedia Británica (1768-1771) no registra entrada para el término modernidad. Define moderno escuetamente, en cambio, como “en general, algo nuevo, o de nuestro tiempo, en oposición a lo que es antiguo”. La más reciente edición (1995), en tanto, dedica doce apretadas páginas al concepto modernización, con aproximadamente 16 mil palabras. Incluye capítulos sobre la revolución de la modernidad, la naturaleza de la sociedad moderna, su difusión a la sociedad mundial y el advenimiento de la posmodernidad. Durante los dos siglos que median entre ambas ediciones, el interés y la producción intelectual sobre la modernidad no han cesado de incrementarse. En la actualidad, una búsqueda en Internet sobre dicho término en idioma inglés arroja 159 mil páginas electrónicas y, en español, 47.900.
¿A qué se debe tan notable incremento? Básicamente a dos fenómenos que son parte, a su vez, del propio despliegue de la modernidad.
Primero, la sociedad moderna desarrolla una aguda conciencia sobre sí misma. En efecto, “las prácticas sociales son constantemente examinadas y reformadas a la luz de la información generada sobre esas mismas prácticas, lo cual transforma constitutivamente su carácter” (Giddens 1990:38). Esa conducta se manifiesta de dos maneras principalmente. De un lado, como problematización de la vida cotidiana, donde los individuos deben hacer sentido de sus existencias en un medio crecientemente “desencantado”. Del otro, a nivel intelectual, por una acelerada acumulación y uso del conocimiento en todas las esferas de la actividad humana especializada. En esto inciden el desarrollo de la ciencia y la tecnología, la educación superior masiva y la revolución de la información y las comunicaciones. Con la modernidad el mundo se vuelve intensamente auto-reflexivo y sujeto a conocimiento.
Segundo, los procesos de base que dan forma a la modernidad—esto es, “una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y movimiento constantes [que] distinguen a la época burguesa de todas anteriores” (Marx y Engels,1872)—configuran un entorno de creciente complejidad y cambio. Ser moderno equivale a vivir e interpretar el mundo como un constante proceso de creación y destrucción, en medio de ciclos de estabilidad y crisis. (Wittrock, 2000). Significa compartir una especial sensibilidad hacia “le transitoire, le fugitif, le contingent”, como Baudelaire (1961: 677) caracterizó hace casi 150 años la esencia de esta época. Y no para “vivir a la moda” ni meramente observar la agitada vida de la ciudad sino para arrancar del instante sus posibilidades de historia y gozarlo, al final del día, como mundo transformado por la actividad humana. También por este motivo la modernidad es tremendamente inquietante y obliga a un angustioso saber.
A pesar de esa proliferación, que en la literatura sociológica va, digamos, de Simmel a Giddens, no parece existir una descripción de la modernidad que reúna sus múltiples dimensiones en un único conjunto coherente. Menos aún si a esa producción de suyo vasta se agrega la de las restantes ciencias sociales y las interpretaciones historiográfica y de la filosofía. La dificultad deriva del hecho que la modernidad necesita ser analizada, simultáneamente, como época, estructura institucional, experiencia vital y discurso. Este artículo ofrece una caja de herramientas para salir al encuentro de esa necesidad.

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