Columna publicada en la sección Artes y Letras del diario El Mercu7rtio, domingo 24 de junio 2007.
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La reforma al sistema escolar: aportes para el debate. El presente volumen, de las y los autores Mariana Aylwin, Harald Beyer, José Joaquín Brunner, Abelardo Castro, Cristián Cox, Loreto Fontaine, Jorge Manzi, Alejandra Mizala, Claudio Orrego, Carlos Peña, coordinado por José Joaquín Brunner y Carlos Peña, se presente como un aporte para el debate sobre la nueva Ley General de Educación que se discute en el Parlamento. 15 mayo 2007
Estándares educacionales
José Joaquín Brunner
Entre los varios cambios propuestos por el Gobierno para mejorar la calidad de la educación, uno de los más importantes es la definición de estándares curriculares. Por eso, llama la atención el escaso impacto de este asunto en nuestro debate público.
¿De qué se trata?
De definir, a través de los estándares, aquello que los estudiantes deben saber, y saber hacer, en distintas etapas del proceso de escolarización. Los estándares determinan qué tipo de desempeño se aceptará como evidencia de que los aprendizajes esperados han sido logrados (McLeod et al 1996) Sirven, por lo mismo, para orientar el trabajo de los docentes, los estudiantes y directivos de las escuelas; informan a los padres y a la comunidad sobre los resultados que deben esperar y establecen los parámetros fundamentales en función de los cuales deberá estructurase el currículo y luego desarrollarse en la sala de clase.
Hasta hoy nuestro sistema escolar carece de estándares. Funciona, por decir así, a tientas; sin criterios explícitos que permitan conocer las metas de aprendizaje en pos de las cuales se mueven las escuelas y, por tanto, sin posibilidad de que ellas se responsabilicen por los logros de sus alumnos. Ahora el Gobierno se ha comprometido a presentar estos estándares, los que deberán ser aprobados por un organismo independiente.
¿Qué tipo de logros deberán considerar los estándares? Primero, aquellos de naturaleza cognitiva; es decir, las competencias claves en las áreas de comprensión de lectura, matemática y ciencias. Además, considerar la adquisición de valores y actitudes inherentes al ejercicio de la autonomía y responsabilidad personales y de participación en la comunidad, factores esenciales del proceso formativo.
Una vez aprobados, la evaluación de la calidad de la educación ha de hacerse en función de los estándares adoptados, tanto en términos relativos como absolutos (Griffith 2007).
La evaluación relativa de logros toma en cuenta las características socio-familiares de los alumnos y la cantidad y calidad de los recursos humanos, materiales y financieros disponibles para ayudar a los estudiantes a obtener los resultados esperados. Nada se avanzaría con definir estándares exigentes si, a la vez, no se dota a los colegios de las capacidades necesarias para hacerse cargo de dichas exigencias.
En cambio, la evaluación absoluta de logros determina en qué medida los estudiantes, independiente de sus condiciones de entorno, efectivamente alcanzan los aprendizajes postulados por los estándares. Es importante que esta última evaluación se realice mediante exámenes externos, administrados por un organismo técnico autónomo. Idealmente, estos exámenes deberían aplicarse al término de cada uno de los ciclos escolares y tener consecuencias para los alumnos. La experiencia internacional muestra el positivo impacto que producen en el desempeño de los centros educativos y sus alumnos.
En conclusión, con la definición de estándares curriculares, el sistema escolar dará un paso decisivo para mejorar la calidad de la educación. Lo importante ahora es saber quién, cómo, con quiénes y cuándo serán elaborados estos estándares; de qué manera ellos combinarán los aspectos cognitivos y valóricos y se sujetarán a las modalidades relativa y absoluta de evaluación de logros y con qué consecuencias. La tarea por delante es de enorme magnitud y trascendencia.
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