Movimiento estudiantil y sus límites: tema de la columna de Sergio Muñoz
Mayo 30, 2013

Los estudiantes marchan

Por Sergio Muñoz, Radio Coopperativa, 30 de mayo de 2013
Cada día cuesta más captar el sentido de las marchas estudiantiles a las que convocan periódicamente la Confech y las agrupaciones de estudiantes secundarios. En la movilización del 28 de mayo, el objetivo principal parecía ser doblarle la mano al Intendente de la Región Metropolitana respecto del recorrido de la marcha.

La insistencia en desfilar por la Alameda se convirtió en bandera de lucha y, por ello, llamaron a desfilar “con o sin autorización”. Un estudiante secundario de unos 16 o 17 años dijo ante las cámaras de TV que “si el Intendente busca una confrontación, la va a tener”. Ese día, la atención de los canales de TV se concentró, una vez más, en los grupos de encapuchados, que por supuesto no defraudaron a los camarógrafos.

Es visible que los dirigentes estudiantiles sienten que están en el centro de la noticia. Conceden entrevistas, opinan sobre casi todo y lanzan advertencias a las autoridades. Se han hecho conocidos y es muy humano que disfruten su minuto de fama.En otras épocas, los líderes estudiantiles experimentaron la misma embriaguez, y también escuchaban poco.

En 2011, el movimiento estudiantil consiguió llamar la atención sobre la pesada carga que representaba para muchas familias el costo de los estudios universitarios de sus hijos y la necesidad de que el Estado los apoyara con becas y créditos. También puso en evidencia las transgresiones a la ley de numerosas universidades privadas que han lucrado con mecanismos retorcidos.

Los estudiantes despertaron simpatías en la población porque reivindicaban la igualdad de oportunidades en la educación. Ha habido algunos avances en materia de becas, los que deberían consolidarse en los años que vienen, pero el Estado debe atender de manera prioritaria las necesidades en los niveles preescolar y escolar, lo que debería incluir un apoyo especial a los liceos técnicos.

El movimiento parece poner hoy en primer lugar su propia continuidad y el principio de no transar con las autoridades. Esto se vincula con el estilo de los grupos políticos que dominan la mayoría de las federaciones universitarias, de cuyas elecciones se marginan miles de estudiantes.

Curiosamente, el presidente de la Fech no habla de los problemas de la U. de Chile, tampoco el de la Feuc de la realidad de la U. Católica. Es como si ya estuvieran por encima de los particularismos. En su lenguaje, abundan expresiones generalistas como “nuestras demandas” o “los objetivos del movimiento”, sin entrar en detalles. Cuando los apuran, repiten que quieren una educación universal, gratuita y de calidad, lo que, planteado así, se presta para diversas interpretaciones.

Respecto de la gratuidad, es incomprensible que se insista en que es “progresista” que los estudiantes de las familias adineradas que están en la U. de Chile, la U. Católica o cualquiera de las tradicionales puedan estudiar gratis. Eso sería simplemente escandaloso.

El argumento de que basta con alzarles los impuestos a sus padres para resolver el asunto, es superficial y acomodaticio. Hay que subirles los impuestos a las familias de altos ingresos de todas maneras, pero además deben pagar los estudios superiores de sus hijos.Los recursos del Estado deben ir a quienes lo necesitan.

Como en todas las épocas, los estudiantes se sienten la vanguardia iluminada de la reorganización de la sociedad. Por ello, no es extraño que, además de reclamar cambios educacionales, traten de influir en la política fiscal, en la elaboración de las leyes, en la supervisión del trabajo de los ministros de Educación, en el control de los parlamentarios, etc. Como se sabe, el anterior presidente de la Fech le indicó a un senador que debía aprobar la acusación contra el ex ministro Beyer si no quería pasarlo mal en su región.

Numerosos parlamentarios han actuado atemorizados en estos años ante la posibilidad de contradecir las consignas de la Confech. Ha sido un triste espectáculo. Se supone que los parlamentarios representan al conjunto de los ciudadanos, que tienen sentido de Estado y se respetan a sí mismos, pero hemos visto demasiadas imposturas entre ellos.

Y dentro de las universidades, ¿ha habido temor de los rectores, decanos, jefes de carrera y académicos frente a la posibilidad de ser agredidos por los exaltados? Sin duda.

Es pernicioso que los estudiantes sean tratados como infantes a los que hay que hay que darles en el gusto para que no pataleen. Muchos padres aprenden con dificultad que, para enseñar bien a sus hijos, tienen que estar dispuestos a decirles que no en ciertas ocasiones.

Tenemos que mejorar la educación y mejorar el país, lo cual demanda mucho trabajo. Y no todo depende del Estado. Por ejemplo, para elevar la calidad de la educación se requiere mejor formación y constante perfeccionamiento de los profesores.

Es valioso que los estudiantes quieran un orden social más justo, pero deben entender que el voluntarismo no produce milagros, sino desastres.Tienen derecho a marchar, pero también el deber de sacar los estudios adelante. Y deben condenar el vandalismo.

Los líderes estudiantiles deberían estar menos obsesionados de ganar notoriedad “como Camila y Giorgio” y, en cambio, tratar de que el movimiento no se desgaste por el cansancio de los participantes, por el fastidio de la comunidad o, en fin, porque pasó el momento de la euforia y muy pronto ellos mismos deberán ganarse el pan, pagar cuentas, criar a los hijos, etc. Y nada cae del cielo.

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