La mera disconformidad
José Joaquín Brunner, 5 de febrero de 2021
Una parte de nuestra intelligentsia, hombres de letras se les llamaba antes, manifesta desde antiguo una visión crítico pesimista del país y sus capacidades. Así, la generación del Centenario—Mac-Iver, Palacios, Venegas, Encina y Pinochet, entre otros—fustigó a la sociedad e inistió en sus limitaciones. Su idea central era que Chile estaba en crisis. Según señaló uno de ellos: “se nota en el malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan”. Generación de la denuncia, agregaría yo.
Con ocasión del segundo Centenario, y hasta hoy, ese debate continúa vivo aunque con nuevos conceptos y metáforas. Subsiste en partes de la intelligentsia la idea del país en crisis, que exhibe fallas estructurales, posee una débil institucionalidad y en cualquier momento puede desplomarse o verse desbordado.
En cambio, la trayectoria de modernización de los últimos treinta años—que algunos sostienen no vale ni treinta pesos— es percibida, de nuevo, como fuente inagotable de malestares. Cualquier progreso estaría contaminado, distorsionado y se volvería en su contrario por obra de un perverso modelo (“neoliberal”) de desarrollo.
La democracia, por su lado, sería un régimen de falsa representación y carecería de legitimidad. En efecto, frente a su imagen utópica, donde el poder se pulveriza horizontalmente y manda un pueblo reconciliado consigo mismo—la democracia realmente existente resulta una parodia.
Tal visión desconoce la realidad. ¿Qué muestra el reporte publicado por The Economist en días pasados? Que Chile, junto con Uruguay, son las únicas “democracias plenas” de América Latina, entre 23 naciones así calificadas a nivel mundial. Considera procesos electorales y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno y cultura política. Estas dimensiones son evaluadas mediante unos 60 indicadores basados en el juicio de expertos y en encuestas de opinión. Los otros 144 países son calificados como de “democracia defectuosa”, “régimen híbrido” y “autoritarismo”.
Datos del Latinbarómetro (2021) agregan una visión dinámica: en Chile el apoyo a la democracia aumentó desde un 54% en 2016 a un 61% en 2020. Sin embargo, un 76% se siente insatisfecho con ella, 54% cree que tiene “grandes problemas” y la confianza en las instituciones públicas es ínfima: partidos políticos (7%), parlamento (13%) poder judicial y presidente de la república (ambas 16%) y gobierno (18%).
Sin duda, hay enormes retos por delante. Para abordarlos, de nada sirven las aspiraciones utópicas que desprecian, minusvalorando, las capacidades que el país posee. Aquella intelligentsia que se limita a flagelar a la sociedad, solo confunde las cosas. En vez de la crítica que analiza, distingue valora y supera, prefiere la polémica, la controversia y la lucha de palabras.
0 Comments