Las escuelas particulares subvencionadas con copago y sin afán de ganancias tienen 13% de alumnos vulnerables:
Colegios sin fines de lucro son 14% más caros que los que sí buscan ganancias
Esta situación se debe a que los colegios que no buscan ganancias suelen tener marcas más consolidadas que los demás, por ejemplo aquellos relacionados con alguna confesión religiosa.
Pablo Obregón y Cecilia Comber, El Mercurio, 18 de septiembre de 2011
Aunque la palabra lucro esté a punto de caer en la lista de lo innombrable, la evidencia muestra que los colegios con aportes del Estado sin fines de lucro son más caros y selectivos que aquellos que persiguen ganancias.
Las escuelas particulares subvencionadas con cofinanciamiento (subvención estatal, más aportes de los padres) que se declaran sin fines de lucro y que reinvierten todos sus excedentes, son 14% más caras que aquellas que sí tienen lucro, según un estudio del académico de la Universidad Diego Portales Gregory Elacqua. Esto significa que cobran en promedio en torno a $19.500 versus aproximadamente $17.000 de los colegios con fines de lucro.
Por otro lado, los colegios sin fines de lucro, pero que sí cobran a los padres tienen sólo un 13% de alumnos vulnerables, mientras los que se declaran establecimientos que buscan ganancias para sus sostenedores, tienen un 42% de escolares en situación de vulnerabilidad.
Esta situación -aparentemente paradójica- se debe a que los colegios sin fines de lucro suelen tener marcas más consolidadas que los demás, sobre todo aquellos relacionados con alguna confesión. “Esto les permite cobrar más por esa marca”, explica Elacqua.
En la misma línea, la investigadora de Educación 2020 Valentina Quiroga sostiene que el mayor costo de los colegios sin afanes de ganancias obedece a que suelen tener un proyecto distintivo, con lo cual marcan una diferencia importante respecto de la gran mayoría.
“El 84% de los colegios del país no tiene un proyecto y adscriben a los mínimos que establece el Estado. Se supone que cuando uno se mete a determinado colegio y está dispuesto a pagar un copago mayor, es porque adscribe al proyecto educativo. No lucran, pero sí aplican formas de selección que pueden obedecer a líneas religiosas u otras definiciones valóricas”, comenta.
La ley prohíbe a los colegios que reciben recursos públicos seleccionar alumnos por criterios económicos y académicos, pero sí consagra la libertad de los sostenedores para construir proyectos educativos con la orientación valórica que deseen.
50% de los colegios con fines de lucro no cobran
El último trabajo de Elacqua desmitifica varias creencias en torno al sistema educacional chileno. Por ejemplo, revela que sólo la mitad de los colegios con fines de lucro cobran.
Además, muestra que un colegio con fines de lucro gratuito es levemente más pobre que un establecimiento municipal: mientras el primero tiene un 42% de alumnos vulnerables, el segundo tiene sólo 40%.
Esta tendencia de las familias chilenas de llevar a sus hijos a colegios particulares gratuitos se acentuó durante la última década, cuando se inició el periodo de las grandes movilizaciones de los profesores (contra la evaluación docente y por mejoras salariales) y, posteriormente, de los estudiantes secundarios que hoy marchan junto a los dirigentes del Colegio de Profesores por mejor calidad en la educación.
Entre 2000 y 2010, de hecho, las escuelas públicas perdieron más de 459 mil estudiantes y las particulares subvencionadas sumaron del orden de 600 mil, según cifras del Mineduc. Con esto, las municipalidades dejaron de percibir más de US$ 741 millones al año en subvenciones, considerando un aporte promedio de $755 mil por alumno cada año ($62.900 al mes).
Cuánto aporta el copago
No hay evidencia de que el financiamiento compartido permita obtener mejores resultados si se comparan alumnos con características socioeconómicas iguales, según Elacqua.
Esto se debe, en parte, a que la mayoría de los colegios con mecanismos de copago cobran aranceles tan bajos, que permiten, en el mejor de los casos, mejorar en algo la infraestructura, pero no alterar drásticamente los procesos educativos.
En promedio, los colegios con copago cobran $18 mil, y la mayoría de los que se ubican en la periferia de las grandes ciudades cobran en torno a $5 mil.
Esto ocurre porque los precios se fijan en función de las condiciones socioeconómicas de los alumnos que están en las cercanías de los establecimientos y, en esa línea, los montos no alcanzan como para generar una segregación muy notable, dice el investigador del Centro de Estudios Públicos, Harald Beyer.
“Hay investigadores que sostienen que el sistema tiende a la segregación, pero eso no es una novedad si se considera que las ciudades están residencialmente muy segregadas. No me convence el que haya habido un aumento de segregación ligada al financiamiento compartido, ni tampoco un efecto muy importante en los resultados del Simce, que son de entre cuatro y cinco puntos entre escuelas con y sin financiamiento compartido”, dice el investigador.
Una mirada distinta tiene Elacqua, quien investigó cómo se distribuyen los alumnos de la Novena Región según su condición socioeconómica, y constató que los colegios que cobran un cofinanciamiento -por pequeño que sea- reclutan niños cuyas madres tienen mayores grados de escolaridad, incluso dentro de un mismo barrio, por pobre que éste sea.
Los colegios que cobran cerca del máximo de copago que permite la ley (en torno a $60 mil) sí marcan diferencias importantes respecto de la media, y se aproximan a los estándares académicos de los particulares pagados. El sostenedor del Colegio Altazor de Puente Alto, Luis Fernández, explica que esta institución cobra $45 mil entre prekínder y segundo; $51.600 entre tercero y octavo y $55.600 en educación secundaria.
Esto les permite tener un máximo de 31 alumnos por curso y becar a alumnos destacados de la comuna. En materia académica, obtuvieron el primer lugar metropolitano en el Simce de Lenguaje 2010 para segundo medio.
¿Qué pasaría si se elimina el copago? “Tendríamos que convertirnos en un colegio particular pagado, y deberíamos lamentar la pérdida de familias que no podrán continuar con nosotros, ya que nuestro proyecto, creado para un colegio particular subvencionado, no podría seguir entregando educación de excelencia”, dice.
Para el subsecretario de Educación, Fernando Rojas, la debilidad de los juicios que se forman en base a promedios es que no reconocen la enorme complejidad de nuestro sistema educacional: “El copago por si solo no es garantía de calidad, y el hecho de que un colegio no tenga fines de lucro tampoco. Hay colegios con fines de lucro, con niños vulnerables, y, sin embargo, tienen extraordinarios resultados acaeémicos”.
Lo que a su juicio hace que una escuela sea efectiva es el compromiso de sus directivos, de las familias y la calidad de los profesores, dice.
Ley SEP permite elegir establecimientos con copago
La ley que creó la Subvención Escolar Preferencial -para apoyar a los colegios que acogen a los estudiantes más vulnerables- podría terminar alentando a los padres a llevarse a sus hijos del sistema municipal al particular subvencionado, según el investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP), Harald Beyer.
“Uno observa que muchos establecimientos están yendo a los sectores más pobres, porque está empezando a ser más atractivo”, dice el investigador.
Actualmente, hay unos 830 mil alumnos susceptibles de recibir esta subvención, la que se mueve entre $9 mil y $30 mil, adicionales a la subvención normal, dependiendo del nivel de enseñanza y la concentración de alumnos prioritarios.
Dicho de otro modo, se trata de un mercado de $144 mil millones al año que hace que los alumnos vulnerables se conviertan en un buen negocio para los sostenedores de colegios particulares subvencionados, incluso para aquellos que cobran cofinanciamiento.
Esto, considerando que el copago promedio del sistema es de $18 mil y, aunque a los alumnos considerados vulnerables no se les puede cobrar, vienen con una subvención estatal de hasta $30 mil mensuales sobre la subvención mensual básica.
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