Veamos un par de indicadores de la calidad de la educación chilena (prueba PISA). Casi el 50% de los estudiantes no alcanza el nivel mínimo en matemáticas. Esto es casi equivalente a que no hubieran ido al colegio. Por otra parte, el 5% de nuestros mejores estudiantes (de los colegios de élite) alcanzará el año 2060 el puntaje actual del 5% de los mejores estudiantes de Singapur.
Esto se desconoce en el debate actual, que ha demostrado ser dicotómico: educación con o sin patines; educación pública o privada; libertad de los padres para elegir y libertad de los colegios para seleccionar.
En breve, la educación escolar es mala, independientemente de si los estudiantes van a colegios públicos o privados, o si son de familias de bajos o altos ingresos.
En “Claves para la educación del futuro” (Catalonia) propongo modificar nuestra metodología de enseñanza, cambiando sus componentes principales (y anacrónicos) -repetición, memoria, resolución de problemas conocidos-, porque ahora nos enfrentamos a problemas desconocidos, para lo cual debemos aprender creatividad y pensamiento crítico. Pero, ¿cómo se enseñan? ¿Qué incentivos habría para hacerlo?
Relacionado a esto figura otra medida urgente, que es cambiar las pruebas Simce y PSU. Según ellas se decide qué se enseña y cómo se enseña. Ya es hora de alinearlas con PISA, diseñada para evaluar creatividad y pensamiento crítico, a través de preguntas con soluciones abiertas y no respuestas únicas.
Otro dato de la causa es el ya conocido exiguo hábito de lectura en nuestro país: 7% lo hace por gusto, otros leen solo tuits y creen que eso es leer. Es urgente generar hábitos de lectura desde el colegio y, para esto, implementar ensayos en las pruebas nacionales.
Tests modificados y actualización de la metodología de enseñanza constituirían un mecanismo eficaz para mejorar la calidad de la educación y formar estudiantes con pensamiento propio.
Los críticos dirán que todo esto tendrá un alto costo. Sí, así será, pero es bastante mayor el costo de la ignorancia generado por las pruebas actuales. Aprender a resolver problemas desconocidos, con creatividad y pensamiento crítico, insertará a los estudiantes -y a Chile- en el siglo XXI.
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