¿Vale tener liceos de excelencia?
Mayo 10, 2010

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El Foro de la Educación Chilena del Portal Educarchile ha invitado a dos investigadores educacionales a opinar sobre el tema:
¿Cómo incidiría en la educación chilena la creación de 50 establecimientos de excelencia?
En la motivación a este Foro, se señala:
La expectativa causada por el anuncio de los planes del gobierno, relativos a la creación de 50 establecimientos educativos de excelencia, es rescatada por el Foro de la Educación Chilena. Como se verá, hay argumentos sólidos en pro y en contra de la iniciativa. Dejamos la palabra a nuestros usuarios para que hagan valer los matices entre una y otra postura.
Mi opinión es la siguiente:
Llamar “de excelencia” a liceos altamente selectivos es, por lo menos, reiterativo. En efecto, su calidad viene de su nivel selectivo y éste, inevitablemente, asegura su excelencia.
¿De qué se trata, en realidad?
De crear un pequeño número de liceos municipales que atraigan, seleccionen y recluten a los alumnos de mayor habilidad y rendimiento provenientes de los establecimientos subvencionados de la provincia o región.
Además, de dotarlos de una serie de ventajas adicionales: infraestructura generosa; biblioteca, laboratorios y tecnología; directivos experimentados; apoyo privado y, sobre todo, docentes cuidadosamente elegidos.
En breve, se trata de beneficiar a alumnos meritorios de estratos medios cuyas familias no están en condiciones de pagar un colegio privado ni aspiran a una educación condicionada por la distinción de clase social, aún al costo de profundizar la segmentación socio-académica de nuestro sistema escolar. Pues, al final, solo se gana esto: una leve expansión del circuito de liceos intensamente selectivos, como el Instituto Nacional y demás colegios denominados “emblemáticos”.
¿Qué más se puede esperar?
Por lo pronto, un perjuicio para los demás liceos provinciales que verán reducida la posibilidad de atraer a alumnos de alto rendimiento. Enseguida, una distracción del esfuerzo gubernamental que debiera focalizarse en mejorar la educación promedio de los niños y jóvenes, reducir la segmentación y favorecer la inclusión.


Opinión de Harald Beyer, investigador del CEP
La baja movilidad social del país obedece, en gran medida, a que el sistema escolar no logra romper las desigualdades de origen. Así, por ejemplo, en el último proceso de admisión a la universidad los jóvenes provenientes de establecimientos municipales que estuvieron en el 5% de mayor promedio en la PSU representaron sólo un 19% a pesar de comprender un 41% de los que rindieron esa prueba. Para cambiar esta realidad hay muchas cosas que hacer.
Un instrumento valioso, pero por cierto no el único, son los liceos de excelencia.
Estos, en poco tiempo, podrían contribuir a generar más movilidad social. En Gran Bretaña, donde la gran mayoría de este tipo de instituciones se suprimió en los 60, la movilidad social se ha reducido, y la evidencia más sólida apunta a que la causa estaría en esa decisión. La creación de estos liceos en Chile crearía más movilidad social y sería, además, una forma de revitalizar la tan alicaída y cuestionada educación pública.
En esta reflexión no se puede olvidar que sólo 5 liceos públicos se ubican entre los 200 primeros del ranking de PSU, todos ellos de la capital. La poca igualdad de oportunidades que ofrece la educación pública se distribuye, entonces, geográficamente de modo muy desigual.
A veces se cuestiona esta política con el argumento de que estos establecimientos no aportan valor y sólo sustraen a los mejores alumnos de otros colegios, perjudicando de paso la marcha de estos últimos. Sin embargo, los pocos antecedentes que existen, las pruebas SIMCE de 8º y 2º medio y la PSU, muestran que los mismos alumnos van mejorando respecto del resto del país en sus desempeños, es decir aportan valor.
Al mismo tiempo no hay evidencia de que eso perjudique a los demás liceos. Estos más bien se pueden beneficiar por la capacidad de “iluminación” que pueden aportar más de establecimientos a la educación pública.
Pero también se dice que estos liceos sólo ratifican las desigualdades de capital cultural, pero cualquiera que visite algunos de los pocos buenos liceos que aún sobreviven podrá constatar que hay jóvenes de mucho esfuerzo que están aprovechando al máximo las oportunidades que ahí le son ofrecidas.
Reproducir estas experiencias para alentar el esfuerzo de tantos niños, jóvenes y familias parece una idea muy positiva y cuesta entender el cuestionamiento a ellas sobre la base de argumentos que muchas veces carecen de sustento empírico o responden a visiones alejadas de la realidad chilena.

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