La escuela de negocios saca los colores a la Universidad
Los ‘ranking’ mundiales dejan mal parados a los campus españoles y muy bien a los centros de formación de directivos – La falta de internacionalización y de especialización están entre las causas
C. SÁNCHEZ-SILVA, El País, 10/03/2010
¿Tenemos malas universidades y buenas escuelas de negocios en España? Si uno se para a mirar los ranking mundiales más influyentes, claramente sacaría esa conclusión. En el reconocido Shanghai Jiao Tong University Ranking, que mide las 500 mejores universidades del mundo, sólo hay un centro español (la Universidad de Barcelona) entre los 200 primeros, y 11 en su conjunto.
¿Tenemos malas universidades y buenas escuelas de negocios en España? Si uno se para a mirar los ranking mundiales más influyentes, claramente sacaría esa conclusión. En el reconocido Shanghai Jiao Tong University Ranking, que mide las 500 mejores universidades del mundo, sólo hay un centro español (la Universidad de Barcelona) entre los 200 primeros, y 11 en su conjunto. Algo similar a lo que ocurre en otra de las clasificaciones más prestigiosas, la de The Times, que clasifica 200 instituciones. Como puede apreciarse, se trata de una presencia bastante pobre en los centros de conocimiento internacionales, si se tiene en cuenta que España es una de las primeras economías del globo.
La cosa cambia cuando las evaluadas son las escuelas de negocios. En uno de los ranking más influyentes para estos centros, el que elabora anualmente Financial Times, tres instituciones españolas figuran entre las 20 mejores del mundo. Una de ellas (IE Business School), entre las 10 primeras.
Es cierto que un modelo privado, caro para sus estudiantes y elitista (el de las escuelas de negocio) frente a otro eminentemente público, con presupuestos limitados, y masificado en muchas áreas (el de la universidad) marcan en gran medida esas diferencias. Pero eso no puede ocultar que la falta de una apuesta decidida por la internacionalización, la poca capacidad para atraer talento o la escasísima especialización de las universidades también pueden estar lastrando sus resultados.
Aunque cuando se trata del tema de los ranking, más de una universidad se rasga las vestiduras. Salen mal paradas en la comparación internacional y se saben mejores de lo que parecen a la luz de sus calificaciones. “Tener 11 universidades entre las 500 primeras del mundo no es una cantidad alta. Esos 11 centros deberían estar entre los 300 mejores”, estima Màrius Rubiralta, secretario general de universidades del Ministerio de Educación.
Como los rectores, Rubiralta echa la culpa de la posición española a los métodos de valoración con que se confeccionan estos ranking, que favorecen claramente a los centros anglosajones. “El de Shanghai puntúa con un 30% de la nota los premios Nobel que tiene cada universidad y con un 20% la publicación de artículos de investigación de alto impacto, con lo que España parte en clara desventaja”, justifica. Pero sabe que en el trasfondo de estos resultados se encuentra uno de los males endémicos de la universidad española: su aislamiento.
Conscientes de las desviaciones que puedan tener las clasificaciones, desde las escuelas de negocios se acusa a la universidad española de haber estado cerrada a la internacionalización. “Ha sido lenta y perezosa en adoptar el inglés como lengua de trabajo. Lenta en publicar en inglés y en llegar, por tanto, a las publicaciones internacionales. Y reacia a publicar con co-autores de otros países. Ha sido alérgica a la internacionalización”, afirma el anterior director general de la escuela de negocios IESE, Carlos Cavallé.
Y también de haberse acomodado “a una demanda y a una financiación garantizadas”. “Las universidades han primado la independencia, la cultura de rendir pocas cuentas”, mantiene Alfons Sauquet, rector de Esade Business School. “Tienen que abrir la puerta a la competencia en vez de poner resistencia al proceso de Bolonia. Si no nos cerraremos a alumnos y profesores extranjeros, a acuerdos de colaboración entre universidades internacionales”, señala Santiago Íñiguez, decano de IE Business School y rector de IE University.
En cambio, las escuelas de negocios han seguido el proceso contrario. “El IESE ha liderado el proceso de internacionalización del sector en España. En 1964 ya teníamos alumnos de los cinco continentes. En 1980 nos convertimos en una escuela bilingüe, impartiendo clases en inglés. Y en 1984 abrimos sede en China. Decidimos formar a nuestros profesores en EE UU, como hacen las mejores escuelas de negocios del mundo. Así se hicieron amigos de los mejores profesores del mundo y hoy publican con ellos”, explica Cavallé, en gran parte artífice de la globalización de la undécima escuela de negocios más valorada del mundo.
Para él, el hecho de que estos centros estén en contacto con los del resto del mundo a través de las asociaciones internacionales es otro de los requisitos indispensables de la internacionalización y el reconocimiento. Que, cómo no, se mide en los ranking.
“Las clasificaciones internacionales no son un tema baladí. Y, aunque la universidad española ha mejorado notablemente en ellas en los últimos años, nunca ha tenido una participación proactiva. Ha escondido la cabeza. Mientras que los países que la han tenido han influido, han mejorado su posición en los ranking”, señala el consejero delegado de la red de universidades Universia, Jaume Pagés. Como las propias escuelas de negocios nacionales, “que los han valorado y mimado y han conseguido que se tengan en cuenta en su elaboración los parámetros que las beneficiaban”. Según Pagés, ello tiene mucho que ver con que las escuelas de negocios son privadas y la cultura de la competencia está más arraigada en ellas, en tanto que en la universidad la cultura que prima es la del servicio.
De cualquier forma, tiene claro que sería bueno mejorar su clasificación en las clasificaciones internacionales y que hacerlo no es misión imposible. “Contratar a un premio Nobel es cuestión de chequera. Es lo que hacen las universidades que están en los primeros puestos de la clasificación de la Universidad de Shanghai” (Harvard, Stanford, Berkeley). Y para escalar posiciones en el ranking de The Times, lo que hace falta es un esfuerzo en marketing, invertir en que la comunidad académica que valora las universidades mundiales nos tenga en cuenta, mantiene.
“Ganar 10 o 15 posiciones al año es el objetivo que debemos marcarnos. Mejor en el ranking de The Times porque es de percepción y nos resultará más fácil. En el chino es más difícil por las publicaciones”, afirma el secretario general de Universidades. El Ministerio de Educación es consciente de que la universidad española necesita eso, universalizarse. “Porque fallamos en la atracción de talento y en apertura internacional”, reconoce Rubiralta.
Y para conseguirlo ha puesto en marcha la Estrategia Universidad 2015, que se basa en mejorar la calidad docente y científica y, por tanto, en la innovación y en la internacionalización del sistema universitario español. El eje de esta estrategia es el programa Campus de Excelencia Internacional, con el que se pretende mejorar la posición internacional de la universidad española mediante los proyectos de innovación que salgan de la universidad y de los institutos e instituciones de investigación que los conforman.
Los cinco campus seleccionados por Educación el pasado noviembre en su primera convocatoria son el de las universidades de Barcelona y Politécnica de Cataluña; la Complutense y la Politécnica de Madrid; la Autónoma de Madrid, la Autónoma de Barcelona y la Carlos III de Madrid. Los que están en situación de competir con los primeros del mundo, según Rubiralta.
La rectora de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ana Ripoll, piensa que la universidad española tiene que abrirse a colaborar con los mejores (centros e investigadores) y potenciar sus elementos diferenciales. “Hasta ahora no hemos sabido hacerlo, pero con el campus lo conseguiremos. Nos permitirá atraer talento e iniciativas empresariales”, mantiene, “y si mejoramos en la calidad de la educación y la investigación, repercutirá en los ranking internacionales”. El proyecto a cuatro años supondrá una inversión de 96 millones de euros, de los cuales Educación aporta 10.
La Universidad Politécnica de Madrid ha creado junto a la Complutense el Campus Moncloa, con el que participa en la internacionalización de la universidad española, el reto pendiente, según su rector, Javier Uceda. “Faltan profesores extranjeros y capacidad de relación con instituciones mundiales”. Y los procedimientos de selección de docentes, de los que hasta hace poco estaban excluidos los extranjeros y ahora están abiertos a la UE, tienen mucho que ver en ello, añade.
“En España existe una gran endogamia. Se contrata a los doctores que el mismo departamento ha formado, en vez de a los mejores del mercado, y eso genera una falta absoluta de savia nueva. No hay incentivos a la investigación, ni para el profesor ni para el departamento universitario. Los departamentos punteros son tratados igual que el resto. Entonces, ¿para qué investigar si con menor esfuerzo los profesores y departamentos de al lado ganan el mismo sueldo?”, se pregunta la profesora de la Universidad del País Vasco e investigadora de Fedea, Sara de la Rica. “La única razón es la satisfacción personal”, se responde.
Por ello, otros de los objetivos que persigue el Ministerio de Educación son mejorar la carrera del profesor universitario para que se elimine gran parte de la burocratización actual y se permita el acceso de candidatos extranjeros; cambiar el modelo de financiación de las universidades y modificar su sistema de gestión para hacerlo más transparente. Pero eso estará sobre la mesa del departamento el año próximo. Por el momento, este año se propone el cambio en las titulaciones que marca el nuevo espacio europeo de Bolonia, presentar el estatuto del estudiante y avanzar en el debate de la financiación, mantiene Rubiralta. Todo eso se realizará mediante evaluaciones, es decir, a través de ranking propios que, al final, permitan al profesor y al alumno decir a ciencia cierta cuál es la calidad de su centro, poniéndole un número. Así es como seleccionan actualmente los candidatos a cursar un máster la escuela de negocios en que desean estudiarlo, mientras que en la universidad la única pista la da la nota de corte de cada carrera.
Claro que también tiene que ver en esta selección el hecho de que las mejores escuelas de negocios del mundo colocan a más del 90% de los ejecutivos que no tienen trabajo al llegar a sus aulas gracias a sus conexiones con el mundo empresarial y los cazatalentos, algo que para la mayoría de las universidades españolas es ciencia ficción.
Tres ligas y una fusión
Las escuelas de negocios basan su éxito en la calidad de su enseñanza, en su relación con el mundo empresarial y, por tanto, en su carácter pragmático, tal y como aseguran las fuentes consultadas. Claro que forman a élites, en vez de al 40% de la población española como hace la universidad, distingue el rector de la Politécnica de Madrid, Javier Uceda. Y que su coste puede situarse entre 25.000 y 60.000 euros al año, frente a una banda de 600 a 1.200 euros que paga anualmente el alumno universitario.
Universidades y escuelas de negocios no son comparables, pero sí complementarias, señala Màrius Rubiralta, secretario general de Universidades. Y hay enseñanzas que los centros de educación de directivos pueden transmitir a los otros. Como las propias clasificaciones, ranking o ligas en las que compiten.
Y es que “en España hay un número muy importante de universidades: 50 públicas y 28 privadas. Y lo que nos preocupa es que se han desarrollado con una estructura muy homogénea, sin diferenciarse”, añade. “Cuantas más titulaciones tiene la universidad, más financiación y profesores consigue, y esto no debe ser así”, mantiene la rectora de la Autónoma de Barcelona, Ana Ripoll, que cree más en la calidad que en la cantidad.
Por ello, el Ministerio de Educación se propone confeccionar tres ligas universitarias: la liga global, en la que figurarán los centros que pueden competir con los mejores del mundo. La liga europea. Y la liga local, en la que jugarán aquellos centros que demuestren su aportación socio-económica al territorio.
“En cuatro años tendremos un mapa muy interesante”, prevé Rubiralta, para quien esta clasificación llevará a la postre a que las universidades se den cuenta de la necesidad que tienen de fusionarse entre sí. Así ha sucedido en Francia, que ha fusionado sus universidades para unir su productividad y salir mejor en el ranking internacional, explica.
Es lo que tiene la globalización. Ahora queda que las universidades orienten sus estudios hacia el mundo empresarial y dejen de ser fábricas de parados, desea el decano de IE Business School, Santiago Íñiguez.
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