La Iniciativa de Innovación en Educación Global, liderada por la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard y en la que colaboran instituciones de China, India, Estados Unidos, México, Singapur y Chile, tiene como objetivo analizar las políticas de los países para impulsar una enseñanza que sea relevante para el siglo XXI. En otras palabras, indaga si han implementado las llamadas competencias para el siglo XXI, que son aquellas necesarias para la vida, el trabajo y la participación ciudadana en el mundo contemporáneo. Se trata de competencias de los ámbitos cognitivo (como el pensamiento crítico o la resolución de problemas), social (como la colaboración y la empatía) e intrapersonal (como la iniciativa y la autoevaluación), y de la adquisición de valores, disposiciones y actitudes claves para el desarrollo humano integral.
En una primera etapa, el equipo de la Iniciativa analizó los currículos nacionales y las políticas educativas de los países participantes. En concreto, se investigaron los objetivos de la educación, los currículos y dispositivos de implementación, las reformas educativas y la formación docente, y se entrevistó a actores clave en cada país.
Los resultados demuestran que los seis países estudiados –Chile, China, India, México, Singapur y los Estados Unidos– reconocían que las metas educativas para todos los estudiantes necesitaban ampliarse. Para ello, diseñaron nuevos marcos curriculares en respuesta a una percepción de que las exigencias del mercado laboral estaban cambiando, y de que la participación ciudadana requeriría una mayor sofisticación y responsabilidad. Los gobiernos de cada país guiaron o contribuyeron al desarrollo de estos marcos curriculares, con frecuencia en colaboración con grupos de la sociedad civil e inspirándose en el trabajo de organizaciones supranacionales.
En la mayoría de los países analizados, los objetivos cognitivos siguen predominando, mientras que las competencias interpersonales e intrapersonales son relevadas en menor medida, aunque con distintos énfasis. Por ejemplo, Singapur destaca por su impulso a la educación basada en valores; el marco curricular en la India es el más holístico y amplio en términos de sus objetivos; mientras Estados Unidos y China enfatizan más las habilidades cognitivas de alto orden en sus estándares curriculares. En algunos casos, las estratégicas educativas del siglo XXI entraron en conflicto con estrategias orientadas a objetivos educativos más tradicionales.
Si bien los seis países tienen mucho en común en términos de los objetivos establecidos para sus reformas educativas, sus métodos para implementarlas difieren sustancialmente, y la instrumentación práctica de estos amplios marcos curriculares sigue siendo un desafío. La organización institucional también marcó distintas experiencias en la implementación de políticas, siendo mucho más dificultosas en los países con sistemas educacionales descentralizados. Asimismo, la visión sobre el cambio educativo fue diferente: mientras en algunos casos (como Estados Unidos y Chile) se ha enfatizado la medición y el uso de incentivos para hacer responsables a los maestros y administradores del rendimiento de los estudiantes, otros (como Singapur) subrayaron el desarrollo de competencias y capacidades profesionales docentes como base de la innovación.
Resultados en Chile
En el caso de Chile, el estudio indagó cómo las competencias para el siglo XXI se han intentado incorporar a la enseñanza básica y media desde la reforma educacional iniciada en la segunda mitad de los 90.
Los principales hallazgos indican que, en términos de contenido y definiciones curriculares, la introducción de las competencias para el siglo XXI es consistente con
los marcos de referencia a nivel internacional: cubre la totalidad del sistema; considera a las habilidades del siglo XXI no solo como principios, sino también como contenidos; permanece abierta a la redefinición de asignaturas y áreas del conocimiento (por ejemplo, a través de los objetivos transversales), y combina la dimensión cognitiva (enfatizando el pensamiento crítico y de orden superior) con habilidades sociales interpersonales (como el trabajo en equipo y la comunicación asertiva) e intrapersonales (como la curiosidad y la apreciación por la diversidad). Es decir, las competencias para el siglo XXI apuntan al desarrollo integral de los estudiantes, aunque con un predominio de la dimensión cognitiva.
Sin embargo, la adopción de estas competencias en las escuelas y liceos chilenos ha sido inconsistente. Esto parece relacionarse con una debilidad en los dispositivos de implementación del currículo en experiencias de aprendizaje, como los materiales de enseñanza, formación docente, programas de mejoramiento escolar, y evaluación de estudiantes. Además, la creciente relevancia de las políticas de rendición de cuentas basadas en pruebas estandarizadas, como respuesta al bajo desempeño de los estudiantes, ha resultado en un mayor énfasis en la adquisición de habilidades básicas de lectura y matemáticas, limitando el desarrollo de otras competencias. Por último, dado que el sistema educativo chileno está orientado por el mercado, los vínculos institucionales entre las autoridades educativas –promotoras de las reformas‐ y las autoridades escolares –responsables de la gestión educacional‐ son débiles, lo cual impone dificultades adicionales a la innovación curricular y el mejoramiento escolar en general.
Así, la falta de coherencia entre los propósitos y la implementación del enfoque de competencias del siglo XXI en la educación primaria y secundaria explicaría el bajo impacto percibido, y su aplazamiento en las prioridades educacionales en Chile. |
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