Andres Fielbaum, https://www.facebook.com/fielbaum/posts/10209957651797734
Redacto este estado con profunda pena y rabia. Me será imposible que quede corto pero creo que la situación amerita la extensión. Somos muchos los que llevamos varios años intentando construir en Izquierda Autónoma un proyecto político que superase los estrechos márgenes de la transición. Hasta hace algunos meses la situación parecía alentadora, logrando reunir en un mismo esfuerzo trabajo a nivel estudiantil, intelectual, del campo propiamente político y trabajos incipientes en otros frentes sociales. Sé que mucha gente ha depositado esperanzas también en lo que aquí se ha hecho, y notificar un tropiezo es siempre desalentador. El triste espectáculo de los últimos días en redes sociales da cuenta que las razones que han hecho fracasar a muchos proyectos transformadores previamente también nos golpean, pero no hay ninguna duda de que seguimos en pie y dispuestos a avanzar.
Estos últimos días se nos ha apuntado con el dedo, se nos ha faltado el respeto y se ha opinado con una liviandad y una parcialidad tremendas. Se nos ha tratado de autoritarios, de antidemocráticos, de poco compañeros. Hemos intentado no contribuir al triste espectáculo de las redes sociales, pero cuando son tantas las acusaciones infundadas y la falta de criterio para sopesar los eventos, se hace necesario exponer cómo han sucedido las cosas duela a quien duela.
Desde Izquierda Autónoma convocamos hace algo más de un año a un proceso de convergencia junto a otras organizaciones ligadas. ¿El objetivo? Construir un movimiento propiamente político, que preservase su vocación de alzarse desde la lucha social pero que fuese capaz de proyectarlas hacia una visión de totalidad. Sabíamos que ese proceso no sería fácil, pues implicaba relacionarnos con organizaciones y personas con las que había poca historia común; pero entendimos asimismo que un desafío de emergencia política implicaba aprender a construir unidad política con mayor amplitud de lo que nuestra experiencia indicaba.
Rápidamente este proceso de convergencia demostró que había importantes diferencias políticas. A nuestro juicio, corríamos el riesgo de convertirnos en un partido más dentro de todos aquellos que han sido subsumidos por las dinámicas de la política de la transición: la política de proyectar rostros, tener buena política comunicacional para subir en las encuestas y naturalizar la participación en elecciones estaba a la vuelta de la esquina. Esto no pretende ser una acusación, y ciertamente quienes sostienen tesis alternativas a las nuestras tendrán sus razones para hacerlo. Pero por lo mismo el debate político debe ser todo lo frontal que sea necesario. Legítimamente percibimos el peligro de diluirnos en las lógicas que la política formal te exige.
Estas diferencias en las ideas rápidamente comenzaron a convertirse en diferencias en las acciones. Así fue que un día nos enteramos, por ejemplo, que en Temuco se lanzaba una plataforma municipal con el PRO en medio de las investigaciones por los aportes de SQM. Se promovió asimismo una alianza con RD por los medios sin haber siquiera expuesto el tema a la discusión. Y lo peor de todo es que nuestra fuerza se fue burocratizando, promoviendo la creación de espacios formales de militancia que permitieran acceder a la famosa mesa de convergencia (el espacio que formalmente dirigía el proceso), sin importar la construcción social o política que la respaldara. Quizá debimos denunciar públicamente estas situaciones antes, o quizá debimos haber puesto un freno para resolver esta cultura de imponer la política antes que discutirla. Sin embargo, priorizamos la construcción orgánica pues nos interesaba (¡y nos interesa!) que el autonomismo se fortalezca y sea capaz de procesar sus diferencias.
Por lo mismo promovimos elecciones universales -cuando nos exigían mantener el cuoteo como forma de construir partido- para construir la nueva orgánica, de modo que las diferencias legítimas respecto a los desafíos inmediatos pudiesen resolverse democráticamente. Todos ustedes fueron testigos de cómo buscamos promover el debate político y público durante la campaña de elecciones internas. Ya ahí se nos dijo que estábamos tensionando demasiado, que discutir de esa manera era dañino para la organización. Lamentablemente, aunque lo intentamos, no logramos implantar la cultura de que en política las diferencias se discuten de frente, hasta estrujarlas al máximo y resolverlas.
Fuimos a las elecciones y las ganamos. Ello significaba un nuevo desafío orgánico, el cómo construir una manera de incorporar las diversas visiones que radicaban en la convergencia pero siendo capaces de definir un quehacer unitario. Nuestra nueva orgánica, pensábamos, era la manera para definir una manera transparente y democrática de trabajar las diferencias, construir síntesis cuando fuese posible y resolver por mayorías cuando no lo fuera. A lo que nunca estuvimos dispuestos fue a construir un partido chassis, donde cada cual hiciera lo que quisiese bajo un nombre común, dinámica tentadora bajo las lógicas políticas imperantes. No permitiremos que se convierta a Izquierda Autónoma en un PPD más a la izquierda.
La construcción de esta orgánica era entonces un desafío fundamental para este año, quizá el más importante, al menos a la interna. Sin embargo, este desafío ni bien había comenzado y ya había sido desahuciado, y no por nosotros. A las pocas semanas nos enteramos que el primer candidato a alcalde en la historia de Izquierda Autónoma (en Valparaíso) se había inscrito bajo una definición exclusivamente local, prescindiendo de todo el colectivo para esta decisión. Nuevamente pudimos poner el grito en el cielo, hacer públicas las discusiones internas y quitar todo piso de forma inmediata a esa maniobra. En lugar de ello, redactamos una declaración pública que esclarecía las decisiones que ya habían sobre la mesa dejando abierta la puerta para futuras definiciones. La respuesta frente a ello fue desconocer la orgánica que habíamos creado. Tanto el candidato Jorge Sharp como el diputado Gabriel Boric salieron en medios de prensa reafirmando esa candidatura como “de Izquierda Autónoma”. Ellos perdieron la elección y sin embargo no estuvieron dispuestos a que su política se discutiera colectivamente.
Las faltas de respeto a la orgánica no finalizaron allí. Pocas semanas después el diputado señaló que “participaría en los cabildos ciudadanos del gobierno definiera lo que definiera Izquierda Autónoma”. Se lanzó el “comunal Ñuñoa”, pese a que esa propuesta se lanzó en una asamblea regional y no ganó. Peor aún, ¡tal comunal se lanzó sin avisarnos a un montón de militantes que vivimos en esa comuna!
Con todo ello, era imposible no considerar esta orgánica desahuciada. ¿Qué respeto a la democracia interna se puede exigir después de ignorar sistemáticamente que hay espacios de discusión colectiva? El fracaso del proceso de convergencia de Izquierda Autónoma no se debe a las diferencias políticas, sino porque una parte relevante de la organización no estuvo dispuesto a resolver democráticamente sus diferencias sino que actuaron por la vía de la fuerza y los hechos consumados.
A pesar de toda la mierda que hemos tenido que tragar, el grueso de Izquierda Autónoma, sus dirigencias históricas y sus bases siguen juntos. Lo que escribo acá expresa a todos nuestros últimos dirigentes Fech y de muchas otras Federaciones. También a las compañeros y compañeros de Creando Salud, Fundación Praxis, Fundación Poder y Nodo XXI, como a muchos que militan en las bases estudiantiles a lo largo y ancho del país.
Esta semana tuvimos una reunión con el MINEDUC, para hacer avanzar aquello que nos ha constituido históricamente: la demanda por una reforma educacional que expulse al mercado de la educación. Quizá hay elementos de la maniobra que se pudieron haber ejecutado mejor, en frío será posible analizar autocríticamente. Pero que hoy pongan el grito en el cielo quienes una y otra vez decidieron actuar por el lado de nuestros espacios soberanos es lisa y llanamente absurdo y muy triste.
Lo que hicimos fue ir a dejar una carta pública a la Ministra en una reunión transparente para la ciudadanía, pues estamos convencidos de que hay una oportunidad histórica de lograr un avance que implique una expansión de la educación superior pública en Chile. Ayudar así a la primera gran ganada del proceso del 2011, y la primera reforma propiamente antisubsidiaria en Chile tras 40 años de neoliberalismo interrumpido. Los detalles de esta acción, junto con la carta que entregamos los pueden encontrar aquí: http://www.izquierdaautonoma.cl/izquierda-autonoma-present…/
Para colmo de todo y utilizando su medio “oficial” (El Desconcierto), han salido a confundir y a desdibujar los hechos, sin importarles los costos que eso trae para nuestra organización y para el movimiento estudiantil. Han dicho que la reunión fue secreta, que nos arrogamos la representación del movimiento estudiantil y que fuimos a negociar con el ministerio, lo que es derechamente una mentira. Actuar de esta manera jamás representará a la organización que llamamos Izquierda Autónoma.
Lograr una expansión significativa de la educación pública es la radicalidad más frontal que podemos asumir frente al modelo educacional imperante. La manera de que los mercaderes de la educación retrocedan es copando ese espacio con educación pública y democrática. Creemos que este objetivo convoca a todas y todos los que nos hemos movilizado juntos los últimos diez años por cambiar la educación, y sabemos que, aunque la política pequeña nuble la visión de algunos, la enorme mayoría del movimiento social se la va a jugar por lograr dicho avance a través de la movilización y el diálogo, como herramientas necesarias y no excluyentes para lograr el avance social.
Asumir que nuestro proyecto político tropezó cuesta un montón y es doloroso. Quizá por eso nos hemos demorado en responder o en tomar decisiones. Significa interiorizar que la posibilidad de superar de una vez por todas el ciclo histórico, para ir construyendo derechos sociales e ir terminando con la desigualdad y la injusticia está mucho más lejos de lo que creímos. Pero como dijo un buen pelado allá por Rusia hace casi un siglo, cuando se está subiendo una montaña y se llega a alturas inexploradas, es más difícil saber donde pisar, hacia dónde avanzar, y muchas veces será necesario descender para poder buscar otros caminos hacia la cumbre. Habrá quienes festejen esos descensos. Pero para un proyecto con perspectiva histórica, saber lidiar con los desafíos y vicios que nos impone la política dominante es un deber. En eso estamos, porque cada día es continuar.
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