Por Paula Palacios |
Fotos Diego Bernales.
El ex ministro aplaudió el cambio de gabinete, pero afirma que falta que la Presidenta dé a conocer su diagnóstico del porqué y para qué lo hizo, y muestre el nuevo enfoque y carta de navegación del gobierno… “si es que la hay”, advierte. Asegura que sólo así la mandataria recuperará su liderazgo y la conducción política de La Moneda que, a su juicio, es el motivo principal de la crisis de confianza que hay en el país.
Fue uno de los primeros de su sector en levantar la voz en contra de las reformas educacional y tributaria, y también de la conducción política de La Moneda, a su juicio, la gran causante de esta especie de crisis institucional que estaríamos viviendo. Por eso José Joaquín Brunner aplaudió el reciente cambio de gabinete que, “aunque fue improvisado y forzado —dice—, resulta significativo porque se removieron los dos ejes principales de poder del gobierno (Interior y Hacienda) y se formó un nuevo equipo”. Eso sí admite que el gran ‘pero’ de los nombramientos fue que carecieron de un marco; una explicación de por qué se hicieron y señalar el nuevo rumbo de la agenda gubernamental, lo que espera haga Michelle Bachelet en su cuenta del 21 de mayo”. “Hubo cambios importantes, pero te preguntas ¿para qué?, ¿cuál fue el diagnóstico de la Presidenta?, ¿entraremos realmente a un segundo tiempo o éste es un invento periodístico? Era el minuto de que ella señalara el nuevo enfoque para demostrar su liderazgo. Quienes dicen que con el cambio de gabinete lo recobró, es autoconformismo total; ¡tenía que hacerlo!”.
—¿Por cuál camino optará cree usted?
—Me gustaría que se abandonara la idea de que existe una nueva coalición que pretende borrar lo hecho por la Concertación en 20 años —que significaba refundar la economía, educación y el papel del Estado—, porque lo que hay son dos visiones de una misma corriente: una social democrática versus otra más ortodoxa, con la idea de un Estado más fuerte, benefactor. Esa es la gran pugna, y el gobierno se confunde a sí mismo cuando se mira con ojos refundacionales, si en realidad lo que intenta cambiar son algunos instrumentos y objetivos de la política. Para que el país retome una dirección satisfactoria requiere un jefe político que haga acuerdos; y un ministro de Hacienda enfocado en la productividad y crecimiento económico que está descendiendo. Y si ambas cosas se hacen con el pleno apoyo de la Presidenta, significa que el Ejecutivo, sin abandonar sus ideales y programa, las ha puesto en un marco de mayor realismo, dimensionadas en el corto período que le queda. Así se recuperaría el equilibrio.
—¿Ve a Bachelet con ese ánimo?
—La Presidenta ha tomado malas decisiones, postergado otras, ha pagado costos importantes y se vio forzada a actuar. Reconoció pasar por una etapa de desánimo, pero junto con respaldar a su nuevo gabinete, debe recuperar un ánimo positivo y constructivo; necesario para recobrar el apoyo de una ciudadanía descontenta, pero que no ha quebrado con ella definitivamente. Insisto, lo que debe hacer ahora es mostrar la nueva carta de navegación y su discurso del 21 de mayo es crucial, puede ser incierto como el cambio de gabinete, tener un nuevo enfoque o terminar en una mera reafirmación del carácter mitológico de cumplir el programa.
—Ya advirtieron que éste no se toca.
—Bachelet no ha podido salirse de ese relato glorioso de sus colaboradores sobre el apoyo pleno a un programa que ella entendió, que al ganar, le daba la posibilidad de hacer todos los cambios estipulados allí; acompañado de un lenguaje refundacional y esas cosas absurdas. Ese relato fracasó, pero la Presidenta no ha querido reconocerlo. Y no es cosa de reponerlo; debe tener uno nuevo para las actuales circunstancias. Si no lo hace y no pone conducción al gobierno, seguiremos en la confusión, en una parálisis, con mensajes contradictorios y con un desorden de las expectativas.
Para el ex ministro de Educación de Eduardo Frei, las prioridades de esta nueva etapa deben ser las reformas relacionadas con el dinero y política, conflictos de intereses y tráfico de influencias; retomar la conducción económica del país; la reforma laboral, en función del crecimiento, productividad y empleo; y la reforma educacional donde —según indica—, el ministro Nicolás Eyzaguirre también necesita una agenda clara sobre qué va a hacer, cómo lo va a hacer y de qué manera lo financiará. “En esta materia estamos como el primer día, con todos los temas abiertos. Aún no sabemos si cambiará toda la educación o no. Partimos mal; la propia Presidenta lo reconoció al decir que tuvo la intuición de que no se debió comenzar por las medidas administrativas que tocaba a sostenedores, sino partir por la calidad, que tiene que ver con los profesores o el reforzamiento de la provisión municipal de educación, por ejemplo”.
—¿Esperaba la salida de Eyzaguirre?
—No. Aunque erró el punto de partida, con un diagnóstico equivocado sobre dónde están las fortalezas y debilidades del tema educacional, cambiarlo era consagrar el desorden del sistema. Es muy difícil que en un tema tan espinudo y caliente, con aristas abiertas de envergadura como es el cambio en la administración municipal más lo que se pretende en educación superior, llegara alguien nuevo que demoraría el resto del año en entenderlo; habría sido un error. Espero que el ministro haya tenido un proceso de aprendizaje y presentado un proyecto con intención de acuerdos. El sabe muy bien que todo lo que ha presentado es inviable de hacer para el período que tiene.
—¿Hasta dónde cree entonces se avanzará con esta reforma?
—Básicamente se alcanzará —y debiera ser lo primero— la ley de aseguramiento de la calidad; necesitamos garantías de que hay mecanismos de acreditación que funcionan normales. Luego vendrá lo sobrecomprometido por la Presidenta que es la gratuidad universitaria para el 70 por ciento de los estudiantes de establecimientos estatales. El gobierno puede avanzar si ordena, jerarquiza, pone una agenda con objetivos claros y logra reconstituir un clima constructivo, de articulación. Si así fuese, a final de año podría incluso iniciarse un proceso de consulta y debates para un nuevo proyecto constitucional. Ahora existe una oportunidad. Si hay una agenda clara, con una carta de navegación y realistamente contrastada con la situación anímica y económica del país, podríamos avanzar en varios frentes. El Estado no tendrá el dinero que se pensaba, por eso me extraña que el ex ministro Arenas, con las condiciones de la nueva economía, no dijera con claridad cuánta plata entraría por concepto de la reforma tributaria, por ejemplo. El había abandonado su capacidad de transmitir un mensaje económico.
—Arenas junto con Peñailillo eran los de mayor confianza de la Presidenta, ¿a quién escuchará ella ahora?
—Yo ingresé a los seis meses al gabinete del Presidente Eduardo Frei, no era de su máxima cercanía, pero hice mi papel de secretario de Estado de asesorarlo, me acercaba a él para mostrarle lo que yo entendía eran los problemas y proponerle soluciones. Bachelet deberá tener un contacto fluido con los nuevos ministros, aprovechar su experiencia, que traigan una mirada desde afuera y, a su vez, apoyarlos y orientarlos sobre el sello que pretende dar a esta etapa.
—Cuentan que suele manejarse con secretismos, en círculos de confianza.
—En todos los gobiernos los círculos de hierro han resultado un desastre. Si bien la mandataria dirige, el liderazgo debe ser distribuido. Los ministros no pueden sentirse limitados o inseguros de las decisiones de un presidente.
—¿Cómo funcionarán Jorge Burgos con Mahmud Aleuy, a quien se le sindica como el poderoso de Interior?
—Se podrían manejar perfecto. En efecto el subsecretario tiene un papel muy importante, de Belisario Velasco también se decía que tenía demasiado poder; es cierto y bueno que sean hombres fuertes. Los ministros de Interior más exitosos —Enrique Krauss, Carlos Figueroa, Edmundo Pérez Yoma— manejaron muy bien el ministerio y la relación con sus subsecretarios. Aleuy ha entendido que lo que se necesita es articular distintas fuerzas, actores, a La Moneda con los partidos políticos, y si hay una reorientación del gobierno, harían una dupla potente.
—¿Podrán convivir sin problemas dos estilos y visiones tan diferentes?
—No lo veo así. El tema acá no es conservador versus progresista. Todos venimos de una misma experiencia, nos conocemos hace 30 años. Hay personas que pueden perder la brújula y decir ridiculeses o imaginarse que los gobiernos son para soñar, pero cuando llega el momento debe pesar la sanidad. Rodrigo Peñailillo era un tipo razonable, se equivocó, no tuvo la experiencia ni se contactó bien; se peleó con quienes lo rodeaban y al final perdió el rumbo. Eso de la vieja y nueva guardia es uno de los errores que el gobierno debe superar. Y la Presidenta con su trayectoria debe tener la madurez de decir que estas separaciones son ridículas e infantiles; demostrar si es capaz de reconducir este proceso y dar una nueva conducción al gobierno. De lo contrario, seguirá la sensación de total confusión, aislamiento y de desconfianza que parte de la propia Moneda. Ya hay quienes dicen que algunos de la vieja Concertación maquinaron la salida de Peñailillo, ¡por favor!
—¿Qué gatilló su salida?
—Le explotó en los pies que no supiera dar cuenta de sus trabajos durante la precampaña de Bachelet. Tenía que dar una explicación pública seria; no lo hizo, y se generó la sensación de que estaba engañando. Pudo equivocarse antes al no establecer relaciones con los partidos y tener esa visión juvenil de separar las generaciones, pero son posturas de las que puedes discrepar; pero en los últimos 20 días entró en un problema al verse rápidamente sobrepasado por los hechos. Y para alguien que reemplaza a la jefa de Estado y está a cargo del orden y la seguridad era insostenible aparecer todos los días en TV desbordado por la situación.
—Bachelet dio a entender que fue mal asesorada por él en el Caso Caval.
—Aunque suene duro, al final el problema no es nunca de los asesores, sino de quien debe tomar la decisión. En esta situación, ella no recibía información sólo de una persona; los presidentes tienen múltiples canales de comunicación con gente de su gobierno. En su fuero interno puede sentir que fue mal aconsejada, pero la decisión final fue de ella.
—Queda la sensación de que siempre termina culpando al empedrado…
—En su explicación actual, la Presidenta demuestra que ha tenido siempre la intuición correcta —27F, Transantiago, reforma educacional, ahora Caval—, pero nunca la materializa. Y es llamativo que lo exponga públicamente porque no contribuye a que la gente confíe espontáneamente en ella. Hay una desconexión entre sus intuiciones y sus resoluciones.
“La principal protagonista en este segundo tiempo tiene que ser la Presidenta; la siguen los ministros de Interior y Hacienda a quienes todo el mundo observa. También se requiere de presidentes de partidos que contribuyan, que se hagan parte del proceso y del reforzamiento de la conducción, de lo contrario, no resultará. Los partidos han estado flojos, y ahora último paralizados porque se sienten cuestionados”.
—Bachelet tampoco los considera tanto.
—Es porque los partidos desde un comienzo señalaron: “la Presidenta es la que va a mandar”; le relegaron sus funciones. Y mientras algunos timoneles decían barbaridades, otros después como Ignacio Walker y Osvaldo Andrade trataron de incidir y de decirle que la cosa estaba mal y su actitud equivocada. En el Caso Caval le advirtieron que le podía socavar a ella, que su ministro del Interior no estaba funcionando.
—¿Hasta cuándo Caval la perseguirá?
—Ese tema quedó ahí, está instalado. Otra cosa es cómo se irá procesando y cómo lo haga ella anímicamente. Todavía uno siente que está muy en el círculo del duelo del problema; habrá que ver cómo éste se encauza en lo judicial.
—¿No podrá desprenderse entonces?
—Nadie puede desprenderse de cosas reales.
—¿Falta que condene el caso?
—Está claro que esa parte ya no la cumplió; está al debe, tuvo un comportamiento débil, confuso y eso lo ha pagado con su imagen, popularidad y cercanía. Hay quienes dicen que hay que entenderla por su condición de madre y Presidenta; bueno, son justamente los momentos en que se muestran los liderazgos sólidos. Ahora no creo en la política de perdones y juicios, sino de eficacias y soluciones. Sin embargo, ella sigue envuelta en esta crisis de la elite política, donde están todos confundidos, atrapados en lo mismo y en el que sólo Ricardo Lagos ha colaborado con una visión de futuro.
—¿Puede la Presidenta declararse garante de la transparencia luego de ratificar a Michael Jorrat en el SII que también entregó boletas a la empresa AyN, recaudadora de fondos para su campaña?
—Un error. Jorrat debió presentar su renuncia, de lo contrario, ella debió pedírsela.
—Da para pensar que lo dejaron para frenar la investigación a SQM.
—No ha sido así, pero Jorrat se ha mostrado contradictorio. A la Presidenta nada le habría hecho mejor que cambiarlo. Ahora hay un nuevo ministro de Hacienda que tendrá que evaluar; si yo fuera Jorrat pondría mi cargo a disposición. Al gobierno no le conviene tenerlo ahí en un proceso judicial que está en manos de la prensa y que es producto de filtraciones. Hay que ir lo más rápido posible, e ir cerrando los temas que se puedan cerrar.
0 Comments