Ciencia, populismos y utopías
Mayo 26, 2024

Ciencia, populismos y utopías

Mario Albornoz, lunes, 20 de mayo de 2024

Hace poco tiempo, Miguel Ángel Quintanilla me hizo una propuesta desafiante, como reacción a mi texto acerca del laberinto de la política científica (Albornoz 2024). Tenemos que hacer un gran esfuerzo -propuso- para encontrar la forma de conducir la política científica en los nuevos escenarios neopopulistas y ultraconservadores que ni Bernal, ni Polanyi, ni Sabato, ni Cajal pudieron imaginar. La propuesta tiene un aire a los debates sobre la posmodernidad y al fin de la ilustración, pero está aplicada a un contexto político definitivamente actual. ¿Podemos seguir pensando la política científica y tecnológica a favor o en contra de los modelos, ya sea el lineal de oferta o el de demanda de conocimiento -hasta la innovación- que han predominado desde la segunda posguerra?

Creo que tiene razón Miguel Ángel cuando afirma que ni Bernal, ni Polanyi, ni Sábato, ni Cajal habrían podido imaginar los nuevos escenarios neopopulistas y ultraconservadores. Parafraseando al humorista alemán Karl Valentin, podríamos afirmar que “antes el futuro era mejor”. Por lo menos, la cosas eran más nítidas. La idea de progreso articulaba la visión de un mundo que permitía establecer rumbos. En el desorden político actual, tanto en la escena internacional, como en el seno de los países, los rumbos posibles son más confusos y en el plano de las decisiones, más desconcertantes.

Los pioneros del desarrollo tecnológico en América Latina tuvieron ideas muy claras acerca del papel del conocimiento en los procesos de desarrollo y modernización. El mundo de la posguerra era injusto, particularmente con América Latina y surgían nuevas estructuras de poder a nivel internacional, pero el rumbo parecía relativamente claro. Ciertamente, había matices importantes. Para unos, el problema era el subdesarrollo; para otros, la dependencia. Muchos fueron tributarios del pensamiento de la CEPAL y otros se alimentaron de la visión que la OEA alguna vez impulsó acerca de la ciencia y la tecnología como elementos críticos para el futuro de la región. De todo aquel conglomerado de ideas y experiencias la síntesis más acabada y también más difundida la formularon Jorge Sabato y Natalio Botana con su triángulo de interacciones cuyos vértices correspondían al Estado, la infraestructura científico tecnológica y la estructura productiva. En sus palabras, se trataba de un proceso político consciente: insertar la ciencia y la tecnología en la trama misma del desarrollo significaba saber dónde y cómo innovar. Aquellos pioneros tenían claro que sin el accionar estatal no había senderos de desarrollo factibles. Más aún, nunca se les hubiera ocurrido pensar lo contrario sin imaginar una situación caótica y desesperanzada.

¿Acaso no existía el populismo en aquellos años? Sin ninguna duda, existía. El peronismo en Argentina era una expresión acabada de populismo. Sin embargo, no iba contra el Estado, sino que ejercía el poder desde él, muchas veces forzando los límites del orden democrático, pero sin destruirlo. El populismo latinoamericano ha sido descrito como un tipo de régimen político sustentado en una alianza de clases con un liderazgo carismático y el objetivo de implementar el modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), tal como aspiraba a hacerlo el peronismo y también el gobierno populista brasileño de Getulio Vargas. ​

La relación de la ciencia, la tecnología y la sociedad, especialmente fuera de los países más avanzados, sigue sufriendo importantes disfuncionalidades. En el texto que acompañaba su comentario, Miguel Ángel hacía un recorrido por varios destacados autores como, Funtowicz y Ravetz (2000), Gibbons (1997), Latour (2022), Mazzucato (2019) y otros que desde distintas perspectivas teóricas dan cuenta de un cambio de época en este sistema de relaciones, así como su implicancia en la política científica y la innovación (Quintanilla y López, 2023). Pero al analizar la situación española eran muy críticos y señalaban que la industria española hace muy poco uso de la capacidad de sus investigadores, ya que aspira a “progresar sin innovar”. Un panorama casi idéntico describía Renato Dagnino con respecto a Brasil (Dagnino 2024) para abogar por un nuevo modelo de innovación “solidaria”, cuya implantación requeriría un cambio político importante. Quintanilla y López proponen un enfoque novedoso con tecnologías a las que denominan “entrañables” por ser colaborativas, sostenibles para el medioambiente y responsables socialmente. En ambos casos -Brasil y España- los problemas parecen similares pero la desconexión, más que del lado de la investigación, parece estar en el modelo productivo, por lo que no habría habido grandes cambios con respecto a la tradición de posguerra, caracterizada por el modelo lineal de oferta de conocimientos (sin suficiente demanda).

El neopopulismo al que se refiere Quintanilla no tiene los mismos rasgos o los tiene más acentuados, con nuevos matices que aportan la época de las posverdad y los nuevos vientos de guerra que tensionan a la humanidad. Hay que tener en cuenta que el término “populismo” es polisémico y se lo aplica a situaciones muy diferentes, sin precisar claramente su significado, hasta el punto de que hay quienes rechazan que sea definible por considerar que se utiliza el término para definir una serie de fenómenos políticos que tienen muy poco en común. La claridad conceptual -ni que hablar de definiciones- está visiblemente ausente en este campo, afirmaba Ernesto Laclau (2021), al tiempo que reconocía que un rasgo persistente en la literatura sobre populismo es la reticencia o dificultad para dar un significado preciso al concepto.

En La Razón Populista (2021) Laclau se interroga acerca de la lógica de formación de las identidades colectivas. La unidad del grupo es, desde su perspectiva, el resultado de una articulación de demandas y dado que toda demanda presenta reclamos a un orden establecido, ella está en relación peculiar con ese orden, que la ubica a la vez dentro y fuera de él. Como ese orden -continúa- no puede absorber completamente a la demanda, no consigue constituirse a sí mismo en una unidad coherente. “Toda necesidad genera un derecho” es una afirmación corriente en el populismo local. Se trata de una consigna controversial, ya que obviamente ningún gobierno puede satisfacer la interminable cantidad de tales derechos.

El populismo, desde esta perspectiva, sería la construcción de una identidad popular que se articula sobre una serie de demandas insatisfechas por parte de “el pueblo”, en confrontación con otro sector social, que se opone a sus designios. Desde esta perspectiva, el populismo designa realidades que tienen en común la oposición dualista entre “el pueblo” (visto como una entidad soberana) y “la élite” o “la casta”, en la versión actual del Presidente argentino. El conflicto estaría así instalado en el corazón del sistema político. Dado que existen partes heterogéneas en el conjunto, se plantea la necesidad de un cemento social que las una. En el caso del pueblo, tal elemento articulador sería el afecto, afirma Laclau, remitiéndose a Freud (1921), ya que éste había comprendido que el lazo libidinal es inherente a la formación de toda identidad social.

El populismo que comienza a esparcirse por algunos países europeos y latinoamericanos es, en general, antisistema. En algunos casos se trata de populismos de derecha y en otros, de izquierda. La ambigüedad del concepto lo permite. En algún tipo de populismo la idea del Estado es reemplazada en buena medida por el mercado, entendido como expresión de las aspiraciones de consumo del pueblo. En otros casos, se trata de un liderazgo y un modo de articulación social que nuclea a los excluidos del sistema y pugnan por su inclusión, confrontando con sectores dominantes. Conservan en general un rasgo de nacionalismo radical neorromántico. Ahora bien, ¿qué espacio deja esta visión para el desarrollo de la ciencia y la tecnología? No mucho, considerando además que es refractario al estado como articulador de un orden establecido y que responde a un modelo de sociedad anterior a la tensión populista.

El populismo de derechas parece tener un conflicto más esencial con la ciencia, ya que en ciertos casos ha adherido al terraplanismo, ha alimentado las reacciones antivacunas y niega que entre las causas del cambio climático se encuentre la actividad humana. El populismo de izquierda es autoritario y afín a los mitos históricos que contribuyen a dar argamasa al tejido social del “pueblo”. Tiene un conflicto con los datos que permitan construir una historia objetiva. En el caso argentino prefiere añorar los buenos tiempos de los premios nobel en ciencia, por ejemplo, ignorando que en los últimos años otros países latinoamericanos han superado el desempeño de la ciencia local. En definitiva, ni los populismos de derecha ni los de izquierda consiguen darle a la ciencia el espacio que permita ponerla al servicio de la sociedad.

¿Cómo gestionar políticas en estos escenarios? Tiene razón Miguel Ángel Quintanilla al suponer que se trata de una tarea muy difícil. Antes que otra cosa, es indispensable que el estado se constituya en una unidad coherente, capaz de gestionar eficazmente las demandas sociales; de lo contrario, no podrá ocupar el lugar de promotor de las relaciones virtuosas entre las instituciones académicas y la infraestructura productiva. Obviamente, no sería capaz de fijar metas comunes para el desarrollo.

En un país como Argentina, devastado por la pugna entre populismos de izquierda y de derecha, este relato está escrito desde la angustia por la ausencia visible de paradigmas viables. Para colmo, la cultura ciudadana deja espacios para un clima adverso a las instituciones científicas. La esperanza de recuperar la ciencia y la educación como instrumentos de desarrollo requiere reconstruir instituciones que han sido vaciadas en gran medida y desde hace bastante tiempo. Esta es, desde mi perspectiva la única posibilidad de elaborar políticas de ciencia y tecnología al servicio de la sociedad en esta época de neopopulismos.

 

Referencias

ALBORNOZ, Mario (2009); Indicadores de innovación: las dificultades de un concepto en evolución. Revista CTS, Nº 13, vol. 5, Buenos Aires.

ALBORNOZ, Mario (2024); En ciencia y tecnología el laberinto de las confusiones. Entrada de Blog: https://www.marioalbornoz.ar

DAGNINO, Renato (2024); Contribución a la Conferencia para definir la Estrategia Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación para el período 2024-2030 en Jornal GGN, São Paulo, Brasil.

FREUD, Sigmund (1921); Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras completas de Sigmund Freud. Volumen XVIII. Traducción José Luis Etcheverry. Amorrortu editores. Buenos Aires y Madrid.

FUNTOWICZ, Silvio y RAVETZ, Jerome (2000); La ciencia posnormal. Ciencia con la gente. Icaria Editorial, Barcelona, España.

GIBBONS, Michael, LIMOGES C., NOWOTNY, H., SCHWARTMAN, S., SCOTT, P. y TROW, M. (1997); La nueva producción de conocimiento. La dinámica de la ciencia y la investigación en las sociedades contemporáneas, Pomares –Corredor, Barcelona.

LACLAU, Ernesto (2021); La Razón Populista. Fondo de Cultura Económica. Argentina

LATOUR, Bruno (2022); ¿Dónde estoy? Una guía para habitar el planeta. Taurus, Buenos Aires.

MAZZUCATO, Mariana (2019); El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al privado, RBA Libros, 2019; Barcelona.

QUINTANILLA, Miguel Ángel y LÓPEZ, Santiago (2018). “Una nueva agenda para la política científica”, Revista Sistema, 249-250, pp. 137-149.

QUINTANILLA, Miguel Ángel y LÓPEZ, Santiago (2023); IV Informe sobre la Ciencia y Tecnología en España – “Situar a España en el mapa geopolítico de la I+D+i”, preparado por la Fundación Alternativas, No. 04

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