¿Cuánto más?
“Desde los matinales hasta los noticieros nocturnos, un único mensaje: los bárbaros llegaron, la delincuencia se tomó la ciudad”.
El medio ambiente político se ha vuelto nocivo. La agenda, monotemática: crímenes, atropellos, balaceras, muertes. Desde los programas matinales hasta los noticieros nocturnos, un único mensaje: los bárbaros llegaron, la delincuencia se tomó la ciudad. La sociedad aparece, y está, cercada por peligros: crimen organizado, cultura narco y sus soldados, tráfico de drogas, bandas delictuales venidas de fuera, comercio ilegal de armas, cárceles atestadas que operan como escuelas del delito.
El miedo es el sentimiento dominante. Las únicas instituciones que suscitan confianza y respaldo son aquellas a cargo del poder armado del Estado. Se exige un régimen de excepción, el cierre de las fronteras y cunde la sospecha frente a los inmigrantes. Endurecer las penas se convierte en un desiderátum legislativo. El orden del día es vigilar, sospechar, pesquisar, denunciar, detener e imponer el temor a los maleantes.
En esta atmósfera comunicacional cuesta pensar, argumentar, requerir evidencias, cotejar pruebas y buscar consensos para una acción concertada.
Además, ella viene acompañada de un subtexto. El principal causante del colapso securitario sería el Gobierno y su coalición frenteamplista y comunista, paralizados por su ambigüedad ante la violencia y su dificultad para asumir el lado represivo del Estado. Sobre todo, tras haber deslegitimado a los aparatos policiales durante la revuelta del 18-O.
Este relato sirve para acorralar a un gobierno desprovisto de discurso, habilidades y capital político para hacer frente por sí solo a los desbordes del delito y su penetración en la sociedad. Asimismo, permite traspasar el costo de la crisis al Presidente, su equipo de gobierno y los partidos que lo apoyan.
Pero ¿responde este relato a la complejidad de la situación que enfrentamos? No, a mi juicio, no lo hace. Pues resulta evidente que esta crisis tiene múltiples causas y viene gestándose hace más de una década, en sucesivos gobiernos de centroizquierda y derecha. También es efectivo que la revuelta del 18-O actuó como un elemento acelerante de este proceso, ante el deslumbramiento de sectores de izquierda con la violencia rampante y el inepto manejo del orden público por parte del gobierno de Piñera.
¿Ofrece este relato una salida del asfixiante clima que nos envuelve? Al contrario, alimenta la espiral de temor e inseguridad que recorre las pantallas de TV, las redes sociales y las calles, sin ampliar ni mejorar las capacidades del Gobierno para conducir las fuerzas de orden y seguridad y coordinar la acción represiva del Estado. Si en esto fracasan las fuerzas responsables del Gobierno y la oposición, la estructura institucional del país quedará aún más debilitada y mayor será la probabilidad de alguna forma de restauración autoritaria.
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