Supremacismo moral
La Tercera
SEÑOR DIRECTOR
El principal obstáculo que hay para construir acuerdos en un marco de pluralismo ético y político es el “supremacismo moral” que afecta a parte importante de nuestros dirigentes.
De un lado están quienes rechazan conversar constructivamente con aquellos que no abjuren a los 30 años de la Concertación, la transición a la democracia y la socialdemocracia liberal. Si los posibles interlocutores son de derecha, los mismos reclaman que antes de sentarse a la mesa deben reconocer su complicidad con las violaciones de los DD.HH. en la era pinochetista y hacer acto de contrición pública. Tal es el supremacismo de las izquierdas maximalistas.
Del otro lado están quienes exigen a estas mismas izquierdas que condenen el Gulag, la revolución cultural de Mao y el paredón cubano, junto con reconocer su silencio culpable frente a tales atrocidades. Y al progresismo le piden renegar de cualquiera utopía no-capitalista que solo podría llevar al social-populismo de estilo chavista. Tal es el supremacismo de las derechas reaccionarias.
Ambos lados revelan las dos caras de un mismo “supremacismo moral”; comportamiento fundado en la creencia de que los propios valores son superiores y confieren una ventaja jerárquica sobre las demás personas o grupos, por razón de ser verdaderos, o históricamente correctos, o sancionados por la religión o el partido, o tener preeminencia racial o ideológica. Como todo supremacismo es excluyente; supone una autoridad normativa de la propia visión y experiencia. Por el contrario, los otros, que aspiran a ideales distintos, reciben automáticamente un rango inferior, moral en este caso, y son descalificados y rotulados como peligrosos.
Esta disposición supremacista vuelve inviable el diálogo, distorsiona la comunicación y dificulta la construcción de acuerdos. Polariza y crea diferencias a las que otorga estatuto moral.
En suma, es la disposición menos favorable para el momento constitucional que vivimos; de prevalecer, impedirá llenar entre todos la hoja en blanco. Hay que cultivar el pluralismo ético si se desea vencer al supremacismo moral.
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