Sin duda alguna que la pandemia provocada por el virus COVID-19 ha puesto a prueba al sistema educativo chileno y del mundo entero, generando muchos efectos no deseados y, a la vez, abriendo nuevas perspectivas educativas que son materia obligada de analizar a la luz de esta emergencia sanitaria. En particular, es de interés iniciar una discusión amplia respecto al impacto y oportunidades que brinda esta crisis en el sistema de educación superior técnico profesional.
Una de las características esenciales de la Educación Superior Técnico Profesional (ESTP) es su formación práctica basada en el hacer de las especialidades y su modelo pedagógico por competencias laborales. La crisis sanitaria ha golpeado el centro de los proyectos educativos de la formación TP, pues su modelo tradicional cargado de contenido práctico y las diversas experiencias educativas que se realizan en los talleres y laboratorios, así como también las prácticas intermedias y profesionales que se desarrollan en el mundo de la producción y los servicios, han quedado truncadas por la restricción de cercanía que impone la pandemia. Así entonces, es sugerente preguntarse si es posible enseñar formación TP en una modalidad no presencial.
El objetivo de esta pregunta no es entrar en una discusión respecto a lo posible en función de las características de la oferta ni en un análisis dicotómico respecto a las clases presenciales versus las virtuales. Se trata de ver más allá de esta dualidad entre lo presencial y lo virtual, y observar todos los matices y diversidades educativas posibles que abre esta ventana de emergencia sanitaria. En definitivas cuentas, el objetivo es re-abrir una discusión que ha estado presente por mucho tiempo en la ESTP y preguntarnos cómo la formación TP puede adaptarse a la diversidad de sus estudiantes, sus metodologías de enseñanza y las oportunidades de la modernidad.
Se trata de poner en la agenda aspectos como las diferencias sociales que esta crisis sanitaria ha desnudado y dejado más patente aún. Es sabido que los estudiantes de la ESTP pertenecen a los segmentos sociales más necesitados y que conviven en ambientes de aprendizaje mucho más desafiantes que el resto del sistema de educación superior[1]. Desde sus hogares, a los estudiantes TP les ha correspondido lidiar con sus brechas tecnológicas, severas insuficiencias de acceso a internet y por tanto a las plataformas de enseñanza y en general carencia de recursos tecnológicos para aprender. Se ha perdido el aula, espacio en el cual se disponía de un ambiente de equilibrio de oportunidades y ahora prima la brecha tecnológica y de recursos, haciendo mucho más evidente y lamentable estas diferencias sociales relativas de los alumnos TP.
Adicionalmente, en este corto trance en que el sistema educativo ha debido adaptarse a esta nueva modalidad a distancia, para ofrecer educación de la mejor calidad posible, las instituciones educativas de la formación TP han enfrentado al menos tres grandes dificultades en lo que respecta al proceso pedagógico. Esto es: i) la adaptación curricular y el desarrollo de nuevas plataformas de enseñanza; ii) los desafíos del acceso a plataformas de enseñanza y la capacitación de los actores educativos (estudiantes y profesores); iii) los diversos problemas de permanencia que se han agudizado con la crisis sanitaria y social (problemas económicos, incertidumbre laboral y problemáticas adaptativas y psicológicas, entre otros). En resumen, un conjunto de desafíos y problemáticas nuevas, que ponen a prueba al sistema de enseñanza y sus instituciones.
En mayo de este año la OECD[2] recomendó a los tomadores de decisiones de la formación TC a preguntarse cómo pueden mejorar el sistema en el largo plazo a través de las decisiones que tomen en la actualidad, resultando este más fortalecido, receptivo y resiliente que antes. Es cierto, estamos en una crisis que ha afectado a parte importante de nuestros estudiantes, que ha puesto en aprietos a nuestras instituciones y que ha forzado a nuestros docentes, pero también estamos ante una oportunidad sin precedentes de avanzar en mejorar la pertinencia de la formación TP. Si es que existen trabajos que no estén mediados por la tecnología, seguramente deben ser muy pocos y avanzar a pasos agigantados hacia una formación en entornos virtuales es una forma de acercar a los estudiantes de la ESTP al entorno real en el que se desempeñarán laboralmente.
En este contexto de cambios muy veloces es que vale la pena preguntarse abiertamente por la posibilidad de la educación no presencial de la ESTP, sus limitaciones y oportunidades. Específicamente se dejan planteadas tres preguntas que, sin ser exhaustivas sobre el asunto en cuestión, ponen sobre la mesa aspectos críticos para avanzar en esta temática de forma tal que el proceso sea menos traumático y los resultados más perdurables: ¿Será que ha llegado el momento de asegurar proyectos educativos digitales en Chile? ¿Qué características debe tener la educación no presencial para ser una alternativa efectiva y viable para la formación de especialidades TP?, ¿Cuál es el rol de la tecnología digital en la formación presencial TP?
Asegurar proyectos educativos digitales implica no solo contar con oferta de programas online, que por cierto actualmente existen en el medio TP nacional, sino también asegurar a los estudiantes de dichos programas condiciones de formación y de empleabilidad equivalentes a la modalidad presencial de las mismas carreras, procesos de aseguramiento de calidad basados en estándares ad hoc a dicha modalidad y beneficios estudiantiles también equivalentes, entre otros aspectos. Ello implica profundizar la colaboración con gremios de empleadores, agilizar el trabajo de los organismos regulatorios en estas materias y poner el tema entre los primeros puntos de la agenda de las instituciones ya que la crisis ha comprobado que “lo digital” ya no es una opción del proyecto educativo, sino un imperativo de calidad.
Las condiciones de formación equivalentes entre la modalidad presencial y a distancia, ya sea de una carrera o incluso de una asignatura, es lo que ha puesto en aprietos a las instituciones en este tiempo de no presencialidad obligatoria producto de la crisis social y sanitaria. Lo que comparten ambas modalidades son los resultados de aprendizajes y los criterios de evaluación, pero tanto los recursos de aprendizaje como las competencias de los docentes requieren un tratamiento distinto y por tanto una inversión especial.
En la formación técnico profesional vemos que se hace necesario interactuar en el contexto del uso de las tecnologías, particularmente los simuladores, en muchas disciplinas como la automatización, electrónica, telecomunicaciones, autotrónica, termotrónica, mecánica de fluidos, domótica, refrigeración, entre otras. Creemos que se requiere la presencialidad, pero muchos de los equipos que tienen hoy las instituciones de educación técnico profesional tienen su equivalente virtual que permitiría suplir la presencialidad a través del acceso a estos simuladores. Esta situación se ve acelerada por el contexto de la pandemia, como también por la necesidad de evitar el contacto social y la obligación de disminuir la presencia de alumnos en todos sus cursos. La llegada de estos simuladores permitiría trabajar en grupos más pequeños y en modalidad semipresencial de manera de permitir el distanciamiento requerido.
Muchas instituciones quedaron inmovilizadas al inicio de la crisis reaccionando a pasar a formato escrito lo que habitualmente se hacía en forma presencial. Unos pocos docentes han elaborado material digital para distribuir entre sus estudiantes, utilizando gran parte del tiempo en esto sin alcanzar a retroalimentarlos sobre los aprendizajes logrados. Es necesario que los docentes tengan el tiempo y sean orientados para identificar los recursos más pertinentes disponibles en la red, por ejemplo a través de conferencias en TED, Coursera, blog y revistas digitales interesantes que también se pueden complementar con podcast en las áreas correspondientes.
Hay que tener presente que no todo buen profesor presencial es también un buen profesor virtual y que esto no se soluciona formando sólo a una parte de ellos, ya que la preparación presencial progresivamente debe ir incorporando herramientas digitales. Por ello se deberán fortalecer las competencias en metodologías digitales de los docentes, los mecanismos de apoyo en selección y uso de recursos digitales y también sus competencias blandas ya que, cada vez que interactúen en aulas virtuales, deberán ser empáticos, poniendo atención a los eventuales problemas que puedan surgir con el avance del curso, como también por situaciones personales que les toque vivir y que puedan resultar más complejas de detectar a distancia.
En los docentes veremos un cambio de perfil. Las IES deben avanzar en la formación de expertos en “learning analytics” dado los cambios que se están generando. El uso de la formación con plataformas, algunas abiertas y masivas, requiere profesionales que sean capaces de realizar “curatoría” a los recursos de aprendizaje, es decir seleccionar y adaptar los contenidos educativos a los espacios digitales destinados para ello. Deberán tener un perfil de formación en tecnología, sicología o vinculados a las humanidades para estar atentos a las necesidades de los alumnos[3].
Estos profesionales deberán compartir experiencias en las IES con áreas especializadas que les permita medir la evolución de la didáctica empleada. Deberían ser unidades de tecnología educativa que vayan recopilando las experiencias para poder mejorar la experiencia educativa.
Habrá nuevos profesionales en nuevas áreas, donde las competencias digitales serán las más vitales para el actual y futuro entorno. Estos profesionales deberán velar por la retención de los estudiantes, por la mejora del rendimiento, por formar especialistas en la atención a la diversidad de alumnos y la formación de formadores tanto a nivel docente como directivo. Estos últimos deben comprender el nuevo entorno que viene y tendrán que adecuar sus competencias.
Dado lo anterior, una solución atractiva que se puede generar es disminuir el tiempo de contacto síncrono prolongado. Es mejor más clases virtuales durante la semana, pero de menor duración. Ahora más que nunca, los alumnos están avanzando a su propio ritmo, pues tienen que participar en labores extras en casa que antes no tenían. Por ello, es importante integrar también más actividades asíncronas.
Las instituciones de educación superior se encuentran en un contexto que debe llevarlas a replantearse la forma en que se realizan sus procesos, tanto académicos como administrativos. Las tecnologías están hoy presentes en todo el quehacer institucional y deben ser rápidamente adaptadas para el entorno en que estamos, como en el futuro escenario que nos tocará vivir una vez que la crisis comience a pasar. En ese entorno, todo será digital. Procesos que antes eran presenciales hoy se ha demostrado que son posibles de realizar de manera digital; numerosos prejuicios han quedado atrás y comienzan a ser superados; la transformación digital está cercando cada vez más el actuar de muchos sectores en la economía, y la sociedad y a educación superior no quedan excluidas.
Estamos ante una oportunidad histórica de avanzar en el desarrollo de FTP en entornos virtuales, sea esto a través de programas 100% online o de la profundización del uso de tecnologías educativas en la formación de especialidad presencial. Esperamos que sea esta una reflexión que aporte a avanzar ágilmente en un acuerdo por una ESTP más fortalecida, receptiva y resiliente que antes de la crisis social y sanitaria.
[1] Ver Aequalis 2019, Subsistema de Acceso a la Formación Técnico Profesional, reflexiones y propuestas desde la experiencia en formación para el trabajo.
[2] “VET in a time of crisis: Building foundations for resilient vocational education and training systems”, OECD, mayo 2020.
[3] Knowmads los Trabajadores del Futuro, Roca.R, 2015
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