EDUCACIÓN | 7/4/2019 9:04:00 AM
“La educación superior gratuita es irreal y profundamente inequitativa”
Por Tatiana Rojas, Semana, Bogotá, Colombia
José Joaquín Brunner, exministro de Estado en Chile e invitado de la Cumbre Líderes por la Educación habló con SEMANA Educación. Asegura que es un error centrar la política en becas como Ser Pilo Paga, pues no solo los más pobres necesitan ayudas para acceder.
José Joaquín Brunner tiene claro cómo fue, cómo es y cómo apunta a ser el sistema de educación superior en Latinoamérica.No es para menos. Gran parte de su vida la ha dedicado a conocer diferentes sistemas educativos en el mundo. Ha sido profesor, investigador y consultor del Banco Mundial y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud).
Ahora que el ámbito universitario del país atraviesa por tiempos turbulentos, su visión es más que necesaria. Para plantear una discusión que aún no ha tomado la fuerza que merece, Brunner estará en la sexta edición de la Cumbre Líderes por la Educación. El encuentro, número uno en el país, se realizará el próximo 18 y 19 de septiembre. Semana Educación habló con él.
Semana Educación (S. E.): El sistema de educación superior en América Latina es muy distinto al de hace 50 años. ¿Cuáles han sido esos grandes cambios?
José Joaquín Brunner (J. J. B.): Uno de los cambios más significativos que han transformado y que seguirán transformando la educación superior es la expansión de la matrícula. En 1950 había 250.000 estudiantes de educación superior en Latinoamérica. Hoy, hay alrededor de 28.000.000 alumnos. Luego está la explosión de Instituciones de Educación Superior (IES). En 1950 había 75 universidades, hoy hay cerca de 11.000 IES, de las cuales más de 4.000 son universidades. Un tercer fenómeno es el de la privatización. De la matrícula total en América Latina, más de la mitad está en privadas, y de esas, más del 50 % son instituciones con fines de lucro. Países como Brasil y Perú admiten legalmente que grandes empresas funcionen como IES. Otro cambio son las fuentes de financiación, porque han dejado de ser puramente estatales. Hoy es financiada –en algunos países–, en gran medida, por las familias y por los propios estudiantes cuando contraen un crédito para estudiar.
S. E.: ¿Cómo financiar un sistema que, según usted, seguirá creciendo?
J. j. b.: La gran solución, en países como los nuestros que tienen una matrícula muy significativa en instituciones privadas, va por el lado de un buen sistema de crédito estudiantil. Hoy, hay múltiples experiencias de las cuales podemos aprender porque muchas de ellas han tenido fallas y errores. Pero existen otras que están funcionando, como en Australia o Gran Bretaña. Otro ejemplo es Chile, que tiene un sistema de créditos amplio. En este caso, el Estado se ha preocupado por diseñar un modelo con los dos componentes: gratuidad y crédito, pero que está dirigido a todos los jóvenes, independientemente si se quieren inscribir en una pública o privada. Lo único que le importa al Estado es que esas instituciones estén acreditadas.
S. E.: Aquí llamamos a ese modelo Ser Pilo Paga. ¿Cree que debió continuar?
J. j. b.: Considero que este programa fue muy interesante, en el sentido en que ofrecía becas independientemente de si el estudiante iba a ir a una universidad privada o pública. Ahora, otra cosa es el diseño, que hizo que las universidades sintieran una especie de competencia desleal. Pero, además, era una iniciativa muy limitada. El error es que creemos que debemos dirigir los programas de becas a jóvenes con el decil más bajo. Sin embargo, resulta que el acceso a la educación es un problema generalizado. En ese sentido, no es suficiente un programa de becas, lo que hay que tener es un sistema de crédito abierto a todos los jóvenes del país; esa es la única solución.
S. E.: Pero en Chile se planteó una reforma para, precisamente, hacer de la educación superior un servicio gratuito y generalizado…
J. j. b.: En el Gobierno de Michelle Bachelet, que es el Gobierno por el que voté, fui extremadamente crítico con el proyecto de gratuidad universal. Se dijo que los jóvenes chilenos debían tener gratuidad en un determinado tiempo; pero pronto el Gobierno se dio cuenta de que era completamente irrealizable y, finalmente, a lo que se llegó fue a una gratuidad focalizada. Es decir, los jóvenes que pertenecen al 60 % de menores recursos de la población chilena y que están buscando educación. Eso en el número total de nuestros estudiantes significa alrededor de un 30 %. Mientras que los jóvenes restantes, que son la mayoría, tendrán un buen esquema de financiación contingente al ingreso.
S. E.: ¿Por qué pareciera que la gratuidad es lo peor que le puede pasar a la educación?
J. j. b.: La gratuidad ha traído grandes problemas a las universidades, porque está calculada de una manera que no cubre los reales costos de la docencia que imparten una buena parte de nuestras universidades. En el caso de Chile, hay un número importante de IES que se está viendo afectado en otras actividades como en investigación, porque el subsidio de gratuidad no es suficiente. Es una política irreal, inviable y profundamente inequitativa, pues termina favoreciendo a sectores de alto y mediano ingreso de la sociedad, que son los que llegan a la universidad. Nuestros países se deben enfocar en la educación inicial, es ahí donde se tienen que invertir más recursos.
El error es que creemos que debemos dirigir los programas de becas a jóvenes con el decil más bajo. Sin embargo, resulta que el acceso a la educación es un problema generalizado.
S. E.: Finalmente, ¿cuáles son esos otros desafíos que ponen a tambalear a las IES?
J. j. b.: Están los desafíos en el ámbito global como la revolución tecnológica en todos sus aspectos. A las universidades les importa mucho ese vector porque está transformando la manera en que se organiza el trabajo en nuestra sociedad. Tenemos otros desafíos culturales y sociales, por ejemplo, la lucha contra la igualdad de los géneros. Y ante esto, las instituciones obviamente tienen dificultades para adaptarse
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