Mi opinión sobre el debate en curso respecto de la admisión en liceos emblemáticos
Enero 20, 2019

Captura de pantalla 2016-06-01 a las 16.34.32Brunner entra al debate por la “Admisión Justa”: “La ministra Cubillos ha dado muestras de realismo político y habilidad negociadora”

Si bien critica, por “confuso”, el proyecto del gobierno, sostiene que en la discusión de fondo, “reconocer el esfuerzo es un asunto que hace a la esencia de la educación y a la vida en sociedad”. El experto en educación y ex ministro de la Concertación se muestra optimista de que oficialismo y oposición lleguen a un acuerdo en la materia.

Javiera Barrueto, 19 de enero de 2019

Fueron más de 10 mil kilómetros los que cruzó José Joaquín Brunner desde Santiago hasta España, para participar en la III Jornadas sobre el postgrado en Iberoamérica en la Universidad de Cádiz. En tres días más, el director de la Cátedra Unesco de Políticas Comparadas de Educación Superior de la UDP, presentará la ponencia “Masificación, diferenciación y empleo de graduados de la educación superior en América Latina”. Por estos días su agenda ha estado marcada por temas relacionados a educación. En medio de esta semana su destino fue Arica, donde participó en los Diálogos Universitarios de la Universidad de Tarapacá.

En medio de esta agenda, el experto en educación -y ex ministro secretario General de Gobierno durante la presidencia de Eduardo Frei-, señala a El Líbero que si bien el proyecto “Admisión Justa” es “confuso en su presentación”, destaca que se haya incorporado “el esfuerzo”  en la iniciativa. “El esfuerzo no es un atributo únicamente burgués ni tampoco debe confundirse con talento o mérito. En cambio, tiene que ver con la voluntad, el empeño, la perseverancia”, dice.

Y aunque diputados de la oposición anunciaron el rechazo a la idea de legislar el proyecto, Brunner ve con buenos ojos que se pueda generar un acuerdo gracias a la “habilidad negociadora” de la ministra de Educación, Marcela Cubillos.

-Se ha suscitado en estos días una intensa polémica en torno a la iniciativa del gobierno de modificar el actual régimen de admisión a los colegios, que se había aprobado bajo el anterior gobierno. ¿Qué le parece la presentación del proyecto de admisión del Presidente Sebastián Piñera y la ministra Marcela Cubillos?

-La presentación es confusa. Mezcla la admisión especial (para un 30% de las vacantes) que existe actualmente para los liceos emblemáticos y que se postula llevar al 100% con varios otros tópicos, tales como la selección de acuerdo al proyecto del colegio en la enseñanza media; una mayor cuota de selección en esos colegios, y la posibilidad de establecer entrevistas -previas a la admisión- con los apoderados, para nombrar algunos. Además, el gobierno emplea una terminología poco precisa en su discurso en relación con esta iniciativa. Por ejemplo, habla indistintamente de esfuerzo, mérito, desempeño, talento y rendimiento académico como condiciones de selección; de liceos emblemáticos, bicentenario, de excelencia, de clasificación alta, de especialización temprana o cualquiera que tenga un proyecto escolar, como beneficiarios en el futuro de procesos selectivos; y de diferentes instrumentos de admisión selectiva como notas, ranking, pruebas o exámenes de conocimientos y/o aptitudes.  Por último, en el plano propio de la política-donde el que gobierna carece de mayoría en el Parlamento- no se entiende si busca acuerdos con la oposición o confrontarla con esta iniciativa; si desea mejorar aspectos técnicos de la legislación vigente o reformar la reforma heredada del anterior gobierno; si entrar en una batalla doctrinaria de verano o seriamente abordar asuntos de fondo, como el destino de los liceos emblemáticos. En breve, los mensajes gubernamentales carecen de claridad. Incluso hablan a veces de una materia ajena a la que interesa, como es reintroducir el copago escolar -voluntario o quizás obligatorio, no se sabe- pudiendo ser para gastos ordinarios o actividades especiales, tampoco se sabe. Más encima,  la desafortunada declaración del Presidente Piñera indicando que su iniciativa de “Admisión Justa” buscaría ampliar la libertad de la “industria educacional”, declaración que luego quiso corregir señalando que habría sido más propio hablar de la libertad de la “comunidad escolar”, terminó por levantar una ola de “ruido y furia”, cuyo estruendo dificulta razonar en público. Es lamentable, pues las materias involucradas en este debate son de la máxima importancia.

Impedir la existencia de colegios de alta exigencia académica en el sector subsidiado de la educación media, cuya admisión reconozca el esfuerzo personal, es reducir hacia el futuro la diversidad social y cultural de nuestras élites políticas”.

-Cuando el gobierno de Michelle Bachelet propuso prohibir cualquier forma de selección académica en los liceos emblemáticos, usted señaló que eso amenazaba con hundir los buques insignia de la educación chilena. ¿Piensa lo mismo todavía?

-Con mayor fuerza aún. Pienso que impedir la existencia de colegios de alta exigencia académica en el sector subsidiado de la educación media, cuya admisión reconozca el esfuerzo personal, es reducir hacia el futuro la diversidad social y cultural de nuestras élites políticas, profesionales, académicas, científicas, artísticas e intelectuales, las que hoy se enriquecen y hacen más variadas con un flujo de estudiantes de clase media y grupos ascendentes formados en liceos emblemáticos. Significa limitar esas élites exclusivamente a jóvenes  herederos del capital social y cultural que se forman en colegios privados pagados, confesionales o no. Para decirlo en términos de aquella metáfora puesta en boga por el anterior gobierno: se baja de los patines a los estudiantes que con más esfuerzo han logrado ponérselos, mientras se deja curso libre y rápido a los jóvenes herederos cuyos patines se vuelven cada día más ágiles y sofisticados. Es un total contrasentido; sobre todo, desde un punto de vista progresista.

-Se dice, sin embargo, que aceptar la selección académica o premiar el esfuerzo sería anti-igualitario, pues de una manera encubierta o indirecta se favorecería con ello a quienes tienen ventajas relativas debido a su origen familiar.

-Este argumento me parece especioso. Por lo pronto, reconocer el esfuerzo es un asunto que hace a la esencia de la educación y a la vida en sociedad. Y, por cierto, el esfuerzo lo realizan niños, jóvenes y adultos de cualquier grupo social o género, en Santiago o regiones. El esfuerzo no es un atributo únicamente burgués ni tampoco debe confundirse con talento o mérito. En cambio, tiene que ver con la voluntad, el empeño, la perseverancia; o sea, todo aquello que las pruebas PISA miden bajo el nombre de “resiliencia”. Precisamente en el caso de los adolescentes que perteneciendo al cuartil más bajo del índice socioeconómico y cultural, se sobreponen y alcanzan niveles altos de aprendizaje. En Chile, sin ir más lejos, premiamos este tipo de esfuerzo al reconocer -en la admisión a la educación superior- la posición de rankingocupada por los estudiantes durante su educación media. Se exalta el esfuerzo y el logro con independencia del origen socio-familiar. La idea de tener liceos subsidiados por el Estado que reconozcan de igual forma el esfuerzo y la resiliencia en sus procesos de admisión no  es por tanto algo inusual entre nosotros. De hecho, el gobierno de Bachelet II, luego de proponer una prohibición total de selección académica en los liceos emblemáticos, terminó aceptando que estos colegios podían seleccionar  según este criterio hasta un 30%. Concedió pues que el argumento prohibicionista era insostenible. Pero igual condenó a los liceos a ir cediendo su papel histórico como instituciones formadoras de élites, al autorizar solo una limitada cuota de admisión selectiva la que luego, con el tiempo, debía desaparecer. De paso, volvió con esto más fuerte al otro segmento de colegios de élite -aquel de los herederos; colegios privados y de alto costo- y redujo el peso simbólico del esfuerzo en la sociedad, al transformarlo equivocadamente en un atributo estamental o de clase social.

La ministra Cubillos ha dado muestras de realismo político y habilidad negociadora, de manera que aplicándose a fondo podría quizá abrirse un espacio para acuerdos”.

-Aceptar, en el caso de liceos de alta exigencia, un grado de selección académica basada en el reconocimiento del esfuerzo escolar, ¿no contribuye acaso a una mayor desigualdad educacional?

-No me parece. En cambio, la mayor desigualdad se produce cuando se limita el acceso de los jóvenes resilientes y de sectores medios en general  a colegios de alta exigencia que contribuyen a la formación de élites en la sociedad. Cerrar esa puerta es, como ya dije, establecer un monopolio de la educación selectiva de mayor exigencia en favor de un grupo de colegios privados pagados que se encargan de preparar a los herederos para las posiciones de mando. Al contrario, lo que cabe hacer es fortalecer los liceos emblemáticos. ¿O “renunciamos a eso y dejamos de ser el liceo que está entre los 100 mejores y que le entrega alumnos a las mejores universidades?”, según preguntaba en estos días el director del Instituto Nacional? Más bien, lo que corresponde es estudiar cómo expandir la capacidad de ofrecer un mayor número de oportunidades educacionales valiosas a estos alumnos que destacan por su esfuerzo y dedicación. En paralelo, hay que continuar trabajando consistentemente para mejorar la calidad de todos los establecimientos de enseñanza primaria, secundaria y, sobre todo, de educación temprana, pues mientras antes todos los infantes puedan acceder a una educación de calidad, más posibilidades hay de acortar brechas y reducir desigualdades en las fases posteriores de la vida. En suma, resulta absurdo debilitar o eliminar los mejores liceos del sector subsidiado -estatal y privado- mientras prosperan los colegios de la alta sociedad. No se ve a quién tan errada estrategia podría ayudar. El sistema subsidiado pierde sus establecimientos que operan como paradigma de esfuerzo y acceso mesocrático a las élites; éstas se tornan menos y menos diversas; y la sociedad renuncia a un valioso canal de movilidad no-patrocinada, es decir, justamente aquella que se produce por herencia familiar y estamental.

La idea de tener liceos subsidiados por el Estado que reconozcan de igual forma el esfuerzo y la resiliencia en sus procesos de admisión no es algo inusual entre nosotros. De hecho, el gobierno de Bachelet II, luego de proponer una prohibición total de selección académica en los liceos emblemáticos, terminó aceptando que estos colegios podían seleccionar  según este criterio hasta un 30%”.

-¿Piensa que el proyecto del gobierno podría salir adelante o que en la oposición ya se impuso su tajante rechazo?

-No lo sé. El gobierno eligió el camino más difícil. No preparó bien el envío del proyecto al Congreso, el texto presentado es confuso, y los enunciados de las autoridades, en vez de ayudar, entorpecen. La oposición ha aprovechado estas circunstancias para declarar muerto el proyecto antes de comenzar su discusión. Con todo, hay algunas alentadoras—aunque débiles—señales en medio de este negativo panorama. El Presidente Piñera se enmendó a sí mismo la plana corrigiendo su desafortunada declaración relativa a una industria educacional y pide ahora que se le otorgue el beneficio de la duda debido a los economistas que suelen usar un lenguaje extremadamente reduccionista para referirse a los fenómenos humanos. Así sea, si ayuda a salir del entuerto. A fin de cuentas, ya en 2001, CORFO publicaba un estudio oficial titulado: “Oportunidades de Desarrollo para la Industria Educativa en Chile”. Y nada más que una búsqueda académica en Google Scholar arroja 76.500 entradas en inglés con estos términos. Enseguida, la ministra Cubillos ha dado muestras de realismo político y habilidad negociadora, de manera que aplicándose a fondo podría quizá abrirse un espacio para acuerdos. Por su parte, el presidente del PPD acaba de manifestar: “Somos partidarios del mérito y del esfuerzo personal para acceder a los cupos escolares en los buenos colegios públicos, pero deben ser las familias las que escojan a las escuelas para los estudiantes, y no las escuelas las que seleccionen a los alumnos”. Es un buen punto de partida.

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